Otros minutos más tarde…
Eran apenas las siete de la mañana cuando Reinaldo y Charlotte, a pesar de haber atravesado recientemente una chispeante discusión, y eso que ella no hablaba, se encontraban inmersos en una vorágine de pasión que parecía desdibujar cualquier rastro de su desacuerdo anterior. Aquella sesión de sexo matutino, ansiada como un rayo de sol tras una noche de tormenta, los envolvía en un torbellino de sensaciones, un refugio para sus almas necesitadas de conexión.
Charlotte, aun reticente a aceptar la profunda confianza que había desarrollado hacia Reinaldo, sentía en su interior una mezcla de agradecimiento y cariño. Para ella, en el fondo, él era más que un simple hombre; era su salvador, el hombre que la había rescatado del abismo oscuro de la muerte y ahora la hacía
