—Es como si lo llevaras escrito en la frente.
Saltaron los dos en una carcajada.
—Es que no sé qué hacer Carly, la veo tan fría en algunos momentos.
—Es porque tiene miedo.
—¿Miedo? ¿De qué? ¿Ha tenido alguna mala experiencia con los chicos?
—De que le pase lo mismo que a mí, no se fía de ti.
—¡Joder!
—Carlos, no te desanimes, yo sé que le gustas, y mucho. Solo necesita un poco de tiempo.
Carlos le sonrió a Carly, le gustó que le confirmara que le gustaba a Sabrina.
—¿Tú sabes donde trabaja los fines de semana?
Carly lo miraba con una sonrisilla…
—¿Qué? Aquí los dos intimidando.— Decía Sabrina que acababa de llegar sin que se dieran cuenta.
—Intimidando no, confabulando contra ti.— Le contestaba Carly. Carlos miraba para otro lado tapándose la boca.
—¿Qué estás diciendo loca?
—Que ya sería hora que tú y Carlos…
—Carly, Carly, para ya por favor.— Le pedía Carlos.
—¡Uy! Si se ha puesto rojo y todo.— Se cachondeaba Carly.
—Aparta de aquí y déjame sentarme anda.— Le pidió Sabrina a Carly.
Carly se apartó con una sonrisa de cachondeo, sabía que los estaba poniendo tensos, Sabrina se sentó en medio de los dos. El profesor entró en ese momento.
—Vamos a estar atentos a la clase, ya está bien de tonterías.— Sentenció Sabrina.
Cuando acabaron las clases al medio día, salieron los tres juntos.
—¿Queréis tomar algo? Os invito.— Preguntó Carlos.
—Yo no puedo, voy a comer con mis tíos y después a trabajar.— Se excusaba Sabrina.
—Y yo tengo que acompañarla de la manita, para que no se pierda.— Se cachondeaba Carly.
—¡Carly coño! Siempre igual, podrías guardarte el cachondeíto.
Carly y Carlos se reían, Sabrina los miraba seria. Mientras caminaban solas en busca del autobús.
—Solo intento echarte un cable Sabrina.
—Pues podrías echártelo tú al cuello tía.
—Va, no te hagas la ofendida ¿Qué te ha dicho Mercedes?— Sabrina sonrió.
—Bueno… digamos que me ha convencido un poquito, para darle alguna oportunidad a Carlos.
—Dime que se la vas a dar, que vas a salir con él algún día.
—Tú lo has dicho, algún día.
—¡Sabrina no me jodas! Que tú eres capaz de esperar un año entero.
—¡Ay Carly! No me presiones.
—No, si yo no presiono, solo te digo que si tardas mucho se te va a secar hasta el co…
—¡Carly ya!
—Vale, vale.
Sabrina fue a comer con sus tíos, le abrió la puerta Juan, el hermano de Victor, lo saludó con dos besos, entró en la casa y su tía salía de la cocina.
—Hola tía María.— La saludó Sabrina abrazándola, mientras lo hacía frunció el ceño.
—Oye tía ¿Tú no te iras de fin de semana verdad?
—¿Pero qué dices? Ya ni me acuerdo de cuando fue el último que nos fuimos por ahí con tú tío ¿Por qué lo preguntas cariño?
—Por nada, por nada.— Respiró tranquila Sabrina, en el momento del abrazo se acordó de que su padre, le había dicho que la mujer con la que tenía, vete a saber qué, se llamaba María. Por un momento pensó que podía ser su tía.
Carly llamó a Daniel, no le contestó al teléfono, le dejó un mensaje de voz y esperó toda la tarde a que le devolviera la llamada. Sin señales de vida de Daniel. Él ya escuchó el mensaje, pero no quería ponérselo tan fácil, había pasado muchos días sin verla, pensando que ya la había perdido para siempre, si ahora se esperaba y sufría ella un poco no pasaba nada, pensaba Daniel.
Sabrina estaba en su trabajo, a partir de las nueve y media de la noche, otro día con el bar hasta arriba de gente, no paraba de un lado para otro llevando bandejas llenas de bebidas. El jefe le pidió que entrara al almacén y llevara a la barra un par de botellas más de ginebra, lo hizo. Cuando estaba esperando que le acabaran de poner en la bandeja unas consumiciones, vio que al final del bar, al lado de los baños, se habían sentado Carly y Daniel, sonrió de alegría, le gustó que pudieran estar juntos tan pronto, aunque sabía, que su amiga estaba luchando para convencer a Daniel y recuperar la relación. Cuando pudo se acercó a ellos.
—Hola chicos, que gusto veros juntos por aquí.— Carly la saludó con una sonrisa, Daniel, con cara de póker, no le dijo nada.
De pronto, se abre la puerta del baño, alguien sale y se sienta delante de Carly y Daniel. Sabrina le mira, se le levantaron las cejas, los ojos se le abrieron como platos y la boca, se le puso en forma de una O muy grande, de la sorpresa.
—¿Ca…Carlos?— Atinó justo a decir Sabrina.
Carlos la miraba, con una cara de bobo que no se la podía aguantar, nunca la había visto vestir así, con tacones, un tejano apretadito, que le marcaba un culo y un tipazo acojonante, arriba un top ceñido, dejaba adivinar unas tetas en tamaño y forma preciosas, solo un pequeño delantal, con el nombre del bar, distinguía a Sabrina del resto de clientes. En la facultad nunca vistió así, era más recatada, tejanos más holgados y camisas. Para el trabajo, vestir un poco más extremada le proporcionaba más propinas, y no desentonaba con el resto de camareras.
—Lo he invitado yo.— Confesaba una sonriente Carly.
—Tanto tiempo sin querer decirle donde trabajaba, y vas tú, japuta bocazas, y lo traes, la madre que te parió ¿Y tú? Quieres dejar de poner esa cara de ‘embobao’ coño, que pareces tonto.— Carlos sacudió la cabeza, como si así se le pudiera quitar la cara de tonto que se le quedó al ver a Sabrina.— Hola Daniel, me alegro de verte por aquí ¿Cómo estás?
—Ya ves, arrastrado hasta aquí por la japuta bocazas.— Respondía con la misma cara de póker.
Las chicas rieron, Carlos sonrió, estaba tan ocupado mirando a Sabrina, que no se había enterado mucho de la conversación.
—¿Qué queréis tomar? Tú y yo ya hablaremos de esto.— Amenazaba a Carly.
—No te enfades mujer, ya verás como habrá valido la pena.
—Ahora no tengo tiempo de hablar, decirme lo que queréis.
Le fueron pidiendo copas, Sabrina las apuntó y se fue a la barra. Desde allí hacía un rato que los miraba el jefe, se dio cuenta que el chico que había llegado con sus amigos, la miraba de una forma especial, aunque ella no le hizo mucho caso, más bien ninguno.
—Escucha Sabrina, porque no te pides algo para ti, les llevas las copas a tus amigos y te quedas con ellos un rato, aprovecha para hacer el descanso, y no tengas prisas por volver al trabajo, esto está más tranquilo.— Le dijo el jefe.
—¿Más tranquilo? Si está hasta la bandera hombre.— Respondía una responsable Sabrina en el trabajo.
—Ya nos espabilamos, haz lo que te digo, que por algo soy el jefe coño.
Así que Sabrina llegó con cuatro bebidas, que repartió, dejó la bandeja en un lado de la barra y se sentó con ellos, como no había otro sitio, al lado de Carlos.
—Esta me la vas a pagar, me la guardo y te la devolveré.— Amenazaba Sabrina a Carly.
—Sabrina, levántate por favor, quiero hablar contigo.— Le pidió Carlos.
Lo miró extrañada ¿Qué querrá este ahora? Pensó Sabrina. Se levantaron, Carlos la apartó hasta el pasillo de los baños, le miró directamente a los ojos.
—Oye Sabrina, Carly y yo pensábamos que te daríamos una sorpresa, ella lo ha hecho con buena voluntad, no te enfades con ella, si tienes que enfadarte con alguien que sea conmigo. Y si no quieres verme aquí, me voy ahora mismo y te prometo que no volveré nunca más.
Sabrina le miraba a los ojos, escuchaba sus palabras, le pareció sincero, le pareció un gran chico ¿Sería capaz de no volver nunca más? Se preguntaba Sabrina ¿De verdad quieres que se largue y no vuelva? Se volvía a preguntar ¿Tú eres idiota verdad? Fue la última pregunta que se hizo así misma.
—Me alegro de verte Carlos, de verdad, no pasa nada, volvamos con ellos.
—¿Estás segura? No tienes que hacerlo por compromiso.
A quien le costaba reaccionar ahora era a Sabrina, los dos se habían quedado embelesados, mirándose a los ojos con intensidad.
—Estoy muy segura.— Acabó contestando Sabrina con una sonrisa.
Le agarró por un brazo y se sentaron de nuevo con Carly y Daniel.
—Sabrina, tenías que haber visto, la cara que ha puesto Daniel cuando ha salido del taller y nos ha visto esperándolo.
—¡Tú dirás! No esperaba verla, la pesada me ha estado llamando y yo ni caso. Salgo de trabajar y la veo con este jambo al lado ¿Qué quieres que piense?
—Eso, eso ¿Qué has pensado?— Le apretaba Carly.
—A ti no te tengo que dar explicaciones de nada.— Le contestaba molesto Daniel.
—A mí sí que me lo puedes decir ¿No? Es que me tiene intrigada.— Le pedía Sabrina. Daniel no dudo en contestar.
—Lo primero que he pensado es que era ese Santiago…
—Lo he visto venir directamente hacia mí, me he acojonado.— Apuntaba Carlos.
—Suerte que ha estado rápido y se ha presentado como Carlos, así que he pasado de querer romperle la cara a estrecharle la mano.— Sonreía Daniel al contarlo.
—Tenías que haberlos visto, uno ‘cabreao’ como una mona, y el otro con una cara de susto que ‘pa’ qué.— Se reía Carly.
—¿Cómo se te ha ocurrido…? Todavía no lo entiendo.
—Mira Sabrina, Carlos quería verte a ti, yo quería ver a Daniel, pues que mejor que montar una cita doble…
—Que macabra eres tía.— Apuntaba Daniel.
—Nos hemos presentado en su trabajo, hemos ido a cenar pizza, lo habitual de los viernes, y ahora, cuando acabes tu turno, nos iremos de discoteca, como siempre hemos hecho, pero esta vez, tu no iras de vela ¿A qué es un gran plan?
Sabrina sonreía, perdonaba a su amiga, sabía que en parte lo había hecho para salir con Daniel, si se hubiera presentado sola, él podía haberla rechazado, al hacerlo con Carlos, de alguna manera forzaba a Daniel a no ser mal educado.
—¿Y tú? ¿No dices nada?— Preguntó Sabrina a Carlos. Se volvieron a mirar a los ojos.
—Yo estoy encantado de estar aquí, contigo y tus amigos.— Se volvían a mirar intensamente a los ojos. Carly los miraba y sonreía, le daba un codazo a Daniel para que se diera cuenta.
—Qué bonito es el amor, no como tú y yo.— Le decía Daniel a Carly al oído.
—Porque tú no quieres, por mí estaríamos igual.— Contestaba Carly.
—Y una mierda ‘pa’ ti.
—Perdonar que os interrumpa chicos, Sabrina ¿Me podrías hacer un favor? tengo la mesa grande del reservado llena, atiéndela, ponle las primeras consumiciones y después ya te puedes ir.— Le pedía el jefe.
—Sí claro, y acabaré a mi hora, no te preocupes.
—No, después te vas con ellos, y la ronda que os estáis tomando la paga la casa.
Sabrina se levantó, hizo su trabajo y al rato salió, sin el delantal y con una chaquetilla puesta, estaba guapísima y a Carlos se le caían los cojones al suelo de verla.