Pensamientos Intrusivos

1782 Words
Sabrina aquel verano no quiso hacer vacaciones, las prefirió trabajar para cobrar algo más de dinero. Se pasó el verano trabajando cada día, Sabrina pensó que seguramente su jefe le dio más horas de las que le interesaban, porque en algunos momentos casi no había nadie en el bar. La verdad es que así su jefe tenía más tiempo libre, la dejaba a ella de responsable y aparecía cuando quería. Entre el verano de trabajo en el bar y el inicio de aquel último curso en la universidad, el tema de buscarse un novio lo dejó aparcado. Simplemente se fue olvidando de los chicos, tenía en su cabeza cosas más importantes en las que pensar, como acabar aquel último curso con buena nota y ahorrar dinero para pagarse el máster del siguiente curso. Escogió esa carrera tan difícil por su padre, desde pequeña que le estuvo insistiendo. –Tú serás lo que tu padre no ha podido ser, una gran arquitecta, una mujer preparada con estudios.— Le dijo tantas veces esa frase, tantas, que cuando tuvo que escoger la carrera, aunque ya no se hablaban mucho, escogió arquitectura, no se atrevió a estudiar otra cosa sabiendo la ilusión que le hacía a él. La verdad es que no le iba mal, le gustaban las materias que daban en la universidad y se lo pasaba bien estudiando. Ese último año, antes del máster, sabía por los que habían estudiado ese curso el año anterior, que tendría que presentar varios trabajos. Le gustaba la idea, ella era más de hacer trabajos que de estudiar, era muy creativa, por suerte aquel curso sería más divertido para ella. Por supuesto, con ella estaría su íntima amiga Carly, eran inseparables. Carly seguía siendo novia de Daniel, y seguían saliendo de fiesta cuando ella acababa su trabajo en el bar el fin de semana. Hacía un mes más o menos que Sabrina había comenzado las clases, Victor al llegar a su casa después del trabajo, la encontró sentada en la mesa del comedor, con varias láminas delante. Le sonrió con cariño y se sentó delante de ella. —¿Y eso Sabrina?— Le preguntó interesado. —Bueno, parece ser que este año vamos a tener que hacer varios trabajos, aquí estoy empezando con el primero.— Contestó ella sin mucha seguridad. Victor con cuidado levantó varias láminas, estaban todas en blanco. —¿No has dibujado nada? ¿Ni un boceto para hacerte una idea…? —¿Un boceto? ¿De qué me hablas?— Se extrañaba Sabrina. —A ver, supongo que debes tener alguna idea de lo que quieres hacer, proyectar o lo que sea. Pues lo primero es hacer un boceto, un dibujo sin demasiadas pretensiones. —Ya sé lo que es un boceto papá, lo que no sé, es en que me va a ayudar. —¡Uy! Hacía mucho tiempo que no te oía llamarme papá.— Sabrina lo miraba con resignación, esperando la respuesta. —Vale, ya te contesto, mira, algo sé de estas cosas, llevo toda la vida trabajando en la obra ¿Qué idea tienes? ¿Qué es lo que quieres dibujar? —Como es el primer trabajo, había pensado en algo sencillo, una casa en un terreno. Miró a su padre abriendo los ojos, como intentando adivinar si lo había entendido. —Muy bien, esa casa ¿Es de una planta o tiene otra superior? ¿Tiene garaje? ¿Terrazas? ¿Jardín? ¿Piscina en el jardín? —Espera, espera, yo no he pensado tantas cosas, solo quería dibujar una casita. —¿Una casita como dibujabas cuando eras pequeña? Con el humo que salía de la chimenea y un gran árbol delante.— Sabrina reía. —Sí, sí, las dibujaba muy bien, a ti te gustaban mucho aquellos dibujos papá. —Me encantaban Sabrina, todavía los guardo, pero… si quieres ser arquitecta, vas a tener que esforzarte un poquito más en el dibujo. Para empezar tendrías que saber las medidas. —Eso ya lo tengo, lo he escrito en esta libreta, los metros de parcela y los metros de la casa. —Bueno ¿Quieres que te de algunos consejos? Si no quieres, lo haces como tú quieras, es tu proyecto. —Sí, sí, dime, está claro que sabes de que hablas, tener a un obrero de la construcción en casa tiene sus ventajas.— Reía Sabrina, haciendo reír también a su padre. —Yo seguiría trabajando en esa libreta, dibujaría el contorno de la casa, haría las separaciones de las diferentes estancias, el comedor, el salón, la cocina, etc. Cuando la tuviera distribuida como quiero, le pondría las medidas a cada estancia, eso me daría el total de metros de la casa y tendría una distribución lógica, no una cocina muy grande y el salón muy pequeño, por ejemplo. Luego haría lo mismo con la segunda planta… —¿Segunda planta? Yo pensaba en hacer algo sencillo, de una planta. —Yo la haría de dos, es más compleja y te pondrán mejor nota. También diseñaría el jardín con piscina, ya que estamos. —¡Joder! Me lo estás complicando eh.— Se quejaba Sabrina. —Nadie dijo que sería fácil hija, no sé, ya te digo, el proyecto es tuyo, hazlo como quieras ¡Ah! Y yo pensaría en la orientación de la casa, depende por donde le dé el sol haría una cosa u otra… —¡Coño! Eso también. Vale, vale, entendido.— Se quejaba Sabrina. Victor se levantó de la mesa, Sabrina miraba fijamente la libreta sujetándose la cabeza con la mano, él se metió en su habitación con una sonrisilla. Cuando se duchó, cogió una cerveza de la nevera y se sentó a mirar la televisión. —Si quieres que te ayude en algo me lo dices cariño. —No, tranquilo, ya sigo yo con lo mío, que hay que ver la que me has liado en un momento. Contestaba Sabrina, a él se le escapaba una sonrisilla. Un par de horas más tarde, Sabrina recogió la libreta y las cartulinas metiéndose en su habitación, Victor se levantó para hacer la cena, preparó la mesa y esperó a su hija para cenar. —¿Todo bien?— Preguntó Victor cenando con su hija. —Todo bien, creo que en dos o tres días lo tendré acabado, muy interesante lo que me has dicho, es más fácil distribuir bien y después sumar metros que tener que ceñirte a unas medidas. —Claro, ya tendrás tiempo de complicarte la vida. —Mira, calla que ya me la has complicado suficiente.— Reía Sabrina —Te va a salir un buen trabajo, estoy seguro.— La animaba su padre. Cuando acabaron de cenar, Sabrina llamó a Carly. —¿Cómo va Carly? —Buff, el trabajo durillo, mi padre me ha dado unos cuantos consejos y no veas cómo se me ha complicado. Sabrina se moría de risa. —Igual que el mío nena, que estrés de verdad ¿No tendrás ganas por casualidad de salir un rato? Una copa me vendría de perlas para relajarme. —Eso está hecho ¿Dónde quedamos? Las dos amigas quedaron en un local que conocían, se pidieron unas copas y se sentaron. Hablaron de sus trabajos, de los detalles, hasta que un par de chicos se les acercaron. —Hola chicas, os estamos mirando desde hace un rato y vemos que estáis solas, os importa si hablamos un poco. Carly vio que uno de los chicos era muy guapo. —Buena idea, tú quédate aquí con mi amiga, y tú y yo nos vamos a dar una vuelta ¿Qué os parece?— Decía Carly decidida. —Carly espera…— Empezaba a decir Sabrina, cuando se le sentaba el chico guapo al lado, su amiga ya se había levantado desapareciendo con el otro. —Estábamos estudiando en su casa, después de cuatro horas hemos pensado en salir a tomar algo. —Igual que nosotras ¿Qué estáis estudiando? —Derecho ¿Y vosotras? —Arquitectura. —¿Es difícil no? —Bueno, tiene lo suyo, como todo.— Respondía Sabrina mirándole a los ojos. Este chico de feo no tiene nada, y yo llevo un tiempo a dos velas, bueno, tirando de pajas, que para el caso es lo mismo. A ver como se presenta la noche, pensaba Sabrina. Estuvieron hablando un rato más, terminándose las copas, cuando las vaciaron, Sabrina, sin decir nada, le acarició la cara al chico, este no tardó nada en acercarle los labios para besarse. Se liaron en un buen morreo con lengua. Carly, que los estaba mirando a una distancia prudente, se disculpó amablemente del otro chico, con el que había estado dándole al palique un buen rato, esperando que su amiga se lanzara. Una vez los vio besarse, pensó que ya no tenía que perder más el tiempo allí. Carly se fue, el chico al ver a su amigo enrollándose con Sabrina se perdió en medio de la gente. —¿Qué quieres hacer?— Le preguntó el chico a Sabrina. —¿Tienes coche? No hizo falta decir nada más, salieron los dos del local agarrados de la mano, se metieron en su coche y condujo hasta un lugar discreto, o no tanto, era famoso por ser el sitio donde iban todas las parejas a follar. Se estuvieron besando y magreando, Sabrina le colocó la mano encima de la polla apretándosela, calculando el tamaño. El chico ya hacía rato que le apretaba el coño con la mano por encima del pantalón. Ella le bajó la cremallera y le sacó la polla pajeándola, él no tardó nada en sacar un condón y ponérselo, mientras Sabrina estiraba su asiento. El chico se bajó los pantalones y la ropa interior, ella se desabrocha el suyo, él se lo acaba de quitar junto con las bragas. Sabrina abrió las piernas y él se colocó en medio, se agarró la polla y se la restregó por el coño, comprobó que estaba mojado, la apuntó en la v****a y la fue introduciendo lentamente. Sabrina suspiró de gusto, cerró los ojos y le agarró el culo. Con los ojos cerrados, sintiendo como ese chico movía el culo follándosela ¿Quien le vino a la cabeza? Carlos, otra vez Carlos, el que siempre aparecía en esos momentos de intimidad. El chico resoplaba y gemía, le había metido una mano por debajo de la camiseta y le agarraba una teta, ella movía su cintura al ritmo de la follada, con la mano agarrada a su culo le marcaba el ritmo que le gustaba. Levantaba y apartaba la cabeza, de esa manera él solo podía besarle el cuello.
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