—Necesito alimento —murmuró la mañana siguiente con el cuerpo perlado en sudor, luego de despertar con este hombre entre mis piernas, dándome los buenos días.
Tiene una lengua de diez, que me hace cosas deliciosas.
Trepa por mi cuerpo y me mira somnoliento. Tiene el cabello suelto que cae a los lados gracias a las trenzas que lo alejan del frente. Sus mechones castaños y rubios lo hacen parecer la melena de un león.
Es sexi como el infierno.
De mala gana se levanta y comienza a vestirse. Yo hago lo mismo Y antes de salir de mi habitación me da un beso que me deja sin aliento por un momento. Una vez a solas, me decanto por pantalones vaqueros, botas de caña, camiseta de tirantes y chaqueta de cuero.
Me hago una coleta alta, despejando el rostro. Cuando estoy lista, salgo de la habitación y me encuentro con Arslan que me da una mirada sabedora.
—Buenos días —digo de manera afable.
—Espero que la cama haya sido de tu agrado.
—Muy reconfortante —le guiñó y este ríe.
—En el comedor encontrarás el desayuno listo.
—Gracias —pasó por su lado.
Llego al comedor y me encuentro a Edén tomando el desayuno y lista para comenzar su día.
—Buenos días —espeto, tomando asiento frente a ella.
—Buenos días. Espero que durmieras bien —responde con cortesía.
Está haciendo el esfuerzo. Yo tampoco vería con buenos ojos a una mujer en mi territorio. Así que le brindo una sincera respuesta.
—La verdad, es que sí —me sirvo algo de café—Arslan me dijo que podía servirme algo aquí.
—Por supuesto—, replica, tenemos una variedad, pero si deseas algo más, podemos tenerlo para ti.
—Gracias, todo se ve delicioso —murmuró y por un segundo me debato entre abrir o no abrir la boca. Antes de venir, Morris me había actualizado de la situación y tengo una curiosidad. —¿Puedo hacerte una pregunta?
Parpadea un poco antes de asentir.
—Por supuesto.
Bien.
— ¿Qué se siente estar del otro lado de la ley siendo abogada?
Ella parece pensarlo un momento antes de responder.
—La verdad, extraño. Pero, Arslan vale eso y más.
Respuesta correcta. No eres tan estúpido, amigo.
—No he dicho lo contrario. Sé que Arslan vale mucho porque tiene algo que es indispensable para nuestro mundo y es lealtad. ¿Sabes? Me caes bien —confieso antes de sorber de mi taza—. Es curioso, pero te veo y es como estar viéndome.
—No entiendo.
—Yo, antes de casarme con el Yizmal regente. Era una chica que trabajaba en un café y que sufría de violencia por parte de su novio.
—¿Qué pasó con él?
—¿Tú qué crees? —Sonrío y la miro de manera sarcástica. —El punto es —continuo— para poder sobrevivir en este mundo. Debes entender que, prevalecer, muchas veces significa abrazar tu lado oscuro.
No dice nada al respecto y, en cambio, se encuentra preguntando.
—¿De dónde viene ese nombre? Yizmal.
—Eso—sonrió—. Mi esposo venía de una larga dinastía. El apellido Yizmal trascendió en Nueva Orleans por décadas y se convirtió en una especie de título —me encojo de hombros—. De hecho, es lo mismo que sucede con tu marido.
—¿Qué? —Parece alarmada.
Claro que lo está, eres algo necio, Arslan.
Suspiro.
—¿De verdad pensaste que, su nombre es Arslan?
Abre la boca y la vuelve a cerrar. Lo que me recuerda que tampoco sé cuál es el verdadero nombre de irlandés. Pero Morris sí lo sabe. Es algo que debo averiguar. Sé cómo se ve desnudo, pero no su nombre. Bravo, Aurelia.
De reojo, veo cómo Arslan aparece en el comedor y su esposa lo atraviesa con la mirada.
—Alguna vez suponías decirme cuál es tu nombre, ¿eh? ¿Con quién puñetas me casé? —reclama, indignada.
Ups.
Me pongo de pie e ignoro la mirada matadora que me lanza Arslan. Dejo a la pareja y me voy a dar una vuelta por el lugar y, antes de mi reunión con Arslan, llamo a Alex y todo marcha bien.
A media mañana estoy sentada en el salón tomando una copa cuando escucho pasos acercándose.
—¿Te parece bien lo que estás haciendo?
Levanto la mirada de mi móvil cuando Morris se hace presente.
—¿A qué te refieres? —pregunto como si nada.
Se sienta en el sofá de enfrente y me mira detenidamente.
—¿Te parece bien estar retozando con tu seguridad?
—¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones o pedir permiso para acostarme con alguien?
—Aurelia…
—Hasta donde sé, soy dueña de mí misma y mi cama, no es asunto tuyo. —Se remueve y continuo. —Durante años, fui fiel a Ciaran. Mi matrimonio fue real y ambos éramos felices dentro de tanta mierda a nuestro alrededor. Y, nunca puse mis necesidades por delante de la organización.
—Creo que estás cometiendo un error —dice en voz baja para no ser escuchado.
—¿Por qué? Porque el hecho de que me acueste con él no trae beneficios a la organización —digo con ironía. —Niega e intenta hablar, pero no lo dejó. —Por supuesto, cuando metí a mi cama al alcalde y al fiscal, te parecía una buena jugada. Tenerlos bajo mi control, mientras disfrutaban de mis favores.
—No es así.
—¿Bien? Explícame. —Me inclino al frente. —He dado todo por mantener a los Yizmal en la cúspide. Soy la mujer más poderosa dentro de un mundo de machos que hacen concursos de meadas para ver quién es mejor —continuó en tono severo—. Tengo la misma capacidad, o más, para destruir a cualquiera de ellos.
—Lo sé— dice en voz baja.
—Entonces, no subestimes mis acciones —me pongo de pie—. Mi vida privada es eso.
—Entiendo—susurra—los siento. Solo que me preocupo.
—Solo a ti te permito esto, Morris. Pero, no confundas el respeto que te tengo con autoridad para meterte en mi vida. —Murmuró—. Nadie pone en mi duda mis acciones. Soy tu jodida jefa.
No dice nada y tampoco lo espero. Con esas palabras me voy a mi reunión con Arslan. Mientras lo hago, me queda claro que mi idilio con el irlandés ya no es un secreto. Llego a la oficina de Arslan, entro y cuando me ve, me atraviesa con la mirada y sé que está enojado por lo que conté a su mujer.
—¿No me digas que estás molesto conmigo?
—Tenías que abrir la boca.
Oculto mi sonrisa.
—¿Vas a hacer drama como una niña de escuela? —inquiero en tono sarcástico.
Me señala a modo de advertencia.
—Mejor dejemos ese tema a un lado. Dime, ¿cómo vas a cobrar tu venida hasta aquí?
Directo al grano.
—Verás, tomando en cuenta que el maldito Petrovik y el mexicano han incendiado mi laboratorio principal, herido a uno de mis sheriffs. Además, de atentar en contra de mi vida directamente. Mi precio será alto.
Se reclina en su silla.
—Puedo cederte paso en mis rutas, para que no sean comprometidas tus entregas.
—Me encanta cómo piensas —sonrío y me reclino en la silla—. Estoy esperando un cargamento importante para los próximos eventos del Mardi Gras. Ahora, ¿qué quieres que hagas?
—Tienes un Sheriff en Texas que se hace cargo del paso. ¿No?, ¿Brian?
Brian, ya es comida de los gusanos.
Niego.
—Brian, ya no está a mis servicios. Me traiciono y, ya sabes, qué hago con los traidores. —Comento en tono despreocupado—. Ahora, está al frente Cannon. Al chico le falta algo de experiencia, pero me es fiel y eso no tiene precio.
—Dirás que el pobre imbécil te teme.
Exacto.
—¿No es lo mismo? —replico con chulería.
Tuerce el gesto y arremanga su camisa.
—Necesito que descubras si Alessandro está aliado con London.
Alessandro es un distribuidor independiente. Arslan lo dejo trabajar en su territorio. Lo mismo hice yo, obviamente cobrando una buena comisión.
—Alessandro, siempre me ha parecido una rata que se aprovecha de las mínimas oportunidades. No me extrañaría que fuera aliado de London.
—Sabes que no puedo simplemente contar su cabeza. Necesito pruebas.
Si él lo hace sin justificación, las demás organizaciones se sentirán amenazadas. Porque, ¿quién les asegura que no irán por ellos, sin más?
—Lo sé, querido. Llamaré a Cannon y lo pondré a trabajar.
Parece complacido con mi respuesta.
—¿Cuántos días piensas quedarte?
—Me iré mañana—anuncio. No hay mucho que hacer aquí ahora que hemos llegado a un acuerdo y constate que Arslan está de mi lado—. Con mi visita, sabrán que estamos del mismo lado en esta guerra. Y, sé que buscarán la manera de conectar con Petrovik.
—De eso no me cabe la menor duda. Si necesitas juguetes...
—Tengo mis propios juguetes.
—Así como el irlandés. —Replica con diversión. Mantengo mi expresión estoica, no queriendo dejarle ver que me ha sorprendido.
¿Acaso todos están pendientes de mi vida s****l?
—Y, ¿las mujeres somos las metiches? —bromeo.
—No hace falta que digas nada, te mira con propiedad. También, me ha lanzado una que otra mirada.
—Con quien yo comparta mi cama, no es un tema de discusión.
—O sea, que ya se han acostado.
—Vete a la mierda, Arslan.
—Vale—levanta las manos en gesto de rendición.