La tormenta mediática y digital que estaban enfrentando no daba respiro. Pero mientras la guerra se calentaba, en medio del bunker, Damián se quedó solo unos segundos, con la mirada clavada en la pantalla, y no pudo evitar que un puto recuerdo oscuro le reptara por el alma: la lección más cabrona que le había dejado Fernando. Fernando, el bastardo duro que no soltaba una mierda sin medirla tres veces, había sido más que un colega. Había sido su mentor, su puto ancla cuando todo parecía desmoronarse. Pero también un espejo brutal que le mostró lo que era el infierno detrás del éxito. Damián apretó los puños. Recordaba esa puta lección como si la hubiera vivido ayer, aunque fuera hace años, en una noche baldía que le había cambiado la jodida manera de ver el juego. Todo empezó en la vieja

