La mierda estaba a punto de pegar un puto viraje que nadie vio venir. Lucas Méndez, el tipo que había caído como una maldita bendición envuelta en duda para el equipo de Damián, ahora jugaba en una puta liga distinta. Desde sus calles oscuras y rincones podridos por la corrupción, había decidido que la lealtad era un lujo que pagaba caro, y su precio era sangre fría y billete bien pesado. Era una noche jodida, como tantas otras en esta ciudad de mierda, cuando el puto teléfono sonó en la guarida de la competencia. Al otro lado, una voz fría y calculadora. —¿Lucas? Te tenemos justo donde queremos. ¿Listo para soltar el jugo? Lucas sonrió, y esa sonrisa podía abrir tumbas. —Claro que sí, cabrones. Tengo todo lo que necesiten para hacer mierda a Vértice. Información fresca, movidas dentr

