El día se levantó con una calma precaria, como el silencio inquietante antes de una tormenta de puta madre. Vértice sangraba aún por las heridas abiertas la noche anterior, pero dentro de ese jodido infierno urbano, las verdaderas sombras no solo venían de fuera; también estaban al acecho entre los secretos enterrados del pasado. Fernando y Sofía se encontraban en el centro de operaciones improvisado, un sótano medio destartalado pero lleno de mapas, radios y la energía tensa de los que están al borde de la puta guerra total. —Escucha esto —dijo Luis, entrando con los ojos encendidos, cargando un maldito sobre amarillento al que parecía haber odiado desde el mismo instante que lo tuvo en sus manos—. Encontramos algo de Damián. Fernando frunció el ceño, el nombre le cargaba el estómago c

