La noche engulló la ciudad y en la penumbra de la oficina, solo la luz de la pantalla destellaba con un brillo frío y despiadado. Sofía estaba cansada, con los ojos hinchados de tanto leer, de tanto buscar verdades enterradas entre mentiras, documentos rotos y secretos sucios. Pero una carpeta en particular la mantenía fija: un retrato: Clara. Clara era la estratega que había entrado como huracán en Vértice, la mujer que supuestamente tenía la cabeza más fría y el corazón más blindado. La figura perfecta para liderar esa guerra sucia que se venía. Pero Sofía sabía, porque había empezado a raspar esa superficie, que debajo de esa fachada había sombras mucho más profundas, y esa noche estaba decidida a enfrentarlas. El ruido del café derramado en la mesa pareció un mal presagio. Maldita

