El aire en la oficina estaba más denso que nunca, como si el peso de lo que no se decía fuese una losa imposible de romper. Sofía había intentado arrancar la reunión, pero Fernando la detuvo con una mirada que no admitía discusiones. Se quedó en silencio, clavado en la mesa, sin decir una mierda. Solo respiraba, lento y profundo, como un tipo que sabe que su próximo movimiento destrozará todo lo que quede en pie. La gente en la sala comenzó a inquietarse, intercambiando miradas que invitaban a romper ese maldito hielo. Laura largó un suspiro antes de abrir la boca, pero Fernando la silenciaba con sus ojos, sin alzar una puta voz. Era como si el silencio fuera un arma, una bomba de tiempo que explotaría en el momento justo. Horas atrás, cuando la noticia del banco les perforó el pecho, Fe

