25 años atrás, México
Catalina
Despierto como todas las mañanas para ir a la escuela, bajo a la cocina y encuentro a mi madre terminando de servir el desayuno mientras mi padre lee el periódico como todas los días. Me acerco a ellos y le doy un beso a cada uno en la mejilla.
— ¡Buenos días!
—Buenos días, hermosa ¿lista para ir a la escuela?
—Sí, mamá.
—Muy bien, come rápido que se te hace tarde.
Comienzo a devorar la comida mientras mi madre me habla sobre los deberes que debo atender el día de hoy. De pronto escuchamos el sonido del claxon afuera de la casa y mi padre me apresura para que termine de comer.
—Catalina, apresúrate o llegarás tarde a la escuela.
— Sí, papá —termino mi comida rápidamente y salgo junto a mi padre al exterior.
Subimos al auto y en el camino él me va contando una de sus anécdotas de cuando era joven. Comienzo a reír de sus travesuras cuando de pronto sentimos un fuerte golpe en el auto. Otro vehículo nos embistió y me golpeé fuerte la cabeza. Veo como comienzan a dispararnos y los hombres de mi padre que venían en el otro auto, disparan a los que nos están atacando.
—Jorge, sácala de aquí, llévala con su madre.
—Sí, señor. Catalina, vamos.
—Pero, papá...
—Cariño, ve con tu madre. Recuerda lo mucho que te amo y pase lo que pase, nunca olvides que todo lo que hicimos tu madre y yo, fue para protegerte de todo el mal que nos rodea.
—Yo también te amo, papá. Por favor, regresa con nosotras...—imploro.
Él une su frente a la mía por unos pocos segundos hasta que otro auto llega a nosotros.
—Jorge, ya sabes qué hacer en caso de que algo malo nos suceda. ¡Cuídalas y no dejes que la agarren! ¡Ahora, váyanse!
Jorge me tomó por los brazos y poco a poco nos alejamos de ese lugar. Continúo escuchando el estruendo de los disparos y las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas. Algo me dice que mi padre no volverá a casa.
Jorge se apresura para llegar de regreso, pero cuando llegamos ya es demasiado tarde. Había hombres tirados en el suelo por todo el lugar y mi madre yacía muerta en la cocina con varios disparos en el cuerpo. La casa estaba hecha un completo caos. Me incliné y pegué un grito ahogado. Lloré, por un rato mientras Jorge rebuscaba en las cosas. Posé su cabeza en mis piernas y acaricié su cabello como ella lo hacía conmigo. Mi madre ha muerto y estoy segura de que a estas alturas mi padre también tuvo el mismo resultado.
—Catalina, debemos irnos —me dice Jorge.
—No quiero irme y dejarla aquí.
—Debemos hacerlo, no demoran en venir por nosotros. De seguro ya se dieron cuenta de que no estabas en el auto y están buscándote.
— ¡No quiero! —grito.
— ¡No actúes como una cría! Debes ser fuerte, recuerda lo que me dijo tu padre hace un momento, debo cuidarte y sacarte rápidamente de aquí a como dé lugar.
Lo escucho atentamente y seco mis lágrimas. Cuando desperté está mañana no imaginé que en pocos minutos perdería a mis padres de esta forma tan cruel. Me levanto y él me toma de la mano rápidamente llevándome hasta el exterior de la casa.
Comenzamos a andar y a escabullirnos por pasajes que no conocía. Ahora me doy cuenta por qué mi padre me hacía entrenar tanto, él sabía que algún día iba a hacerme muy útil y hoy es ese día. Jorge me dice que apresure el paso y corremos como si no hubiera un final.
—Debemos llegar a la Embajada Americana. ¡Apresúrate! —dice.
De pronto notamos como dos autos nos persiguen y apresuramos más el paso.
—Es Fernando y sus hombres. No puede agarrarnos, Catalina. Continúa corriendo y no pares.
La ventaja de que decidiéramos correr es que podemos escabullirnos por cualquier lado y perderlos fácilmente. Disparan mientras seguimos corriendo sin importar las personas que se cruzan en el camino. Tropiezo al tratar de esquivar las balas y me caigo. Jorge me levanta rápidamente y comienzo a cojear. Estoy sucia y ahora llena de sangre porque me he roto las rodillas; pero como puedo trato de seguirle el paso, no puedo desfallecer justo ahora.
Volteo la vista y me doy cuenta de que el tal Fernando nos está pisando los talones, las palabras de mi padre hacen ruido en mi cabeza y sacó fuerzas de donde no tengo para continuar. No puedo darme por vencida y fallarle a mi padre, debemos lograr lo que nos dijo antes de morir. Nos escabullimos por uno de los callejones y logramos perderlos.
Finalmente, luego de tanto correr, nos encontramos frente a la embajada. Llegamos a la recepción y una señorita bien vestida nos atiende.
—Buenas tardes, ¿qué puedo hacer por usted? —Veo como Jorge saca una especie de identificación y se la entrega.
—Vinimos a ver al señor Miller. Es urgente. —comenta, Jorge.
Ella asiente y levanta el teléfono para hacer la llamada. Le entrega la identificación a Jorge y a los pocos minutos, un hombre aparece frente a nosotros.
—Él los llevará.
Jorge asiente y comenzamos a andar hacia una máquina metálica, pasamos a través de ella y el hombre nos lleva a una oficina.
—Buenos días, Jorge, por favor tomen asiento —nos recibe un señor con traje elegante.
—Buenos días —tomamos asiento y el hombre pregunta:
—Dime, ¿qué te trae por acá?
—Sufrimos un ataque hace poco, los Monteiro están muertos. Vine porque hay que sacar a Catalina de aquí, la están buscando.
Cuando lo escuché decir eso, sentí que estrujaban mi corazón.
—Entiendo. Debemos movernos rápido. Es lamentable la perdida de dos grandes agentes, pero está niña no debe permanecer aquí por mucho tiempo.
—Es cierto, hay que llamar a su tío y hacerle saber lo ocurrido. Él dictará lo que debemos hacer.
El hombre asiente y hace un par de llamadas. Lo escucho hablar por teléfono, pero no logro entender ni una palabra. De pronto el señor se levanta y le dice a Jorge:
—Espérame aquí, ya regreso.
Después de la larga conversación que tuvieron ellos, me dieron ropa y me sacaron nuevos documentos. Ahora mi nombre es Korín Smith e iniciaré una nueva vida lejos del país que me quito a las personas que más amaba en el mundo, pero juro que me vengaré de cada uno de ellos, volveré para hacerle justicia a mi familia.