Roberto

2770 Words
—Buenos días señora Cooper, ¿como amaneció? —Que tal, ¿cómo dormiste? —su radiante sonrisa había vuelto a como era antes —Muy bien—note que estaba sola, actuaba como una esposa ideal. Noté que su esposo no estaba, no quise preguntar —Deseas quedarte a cenar, hoy haré una comida deliciosa, ¿te gustan las humitas? —Desearía poder quedarme señora, pero tengo varios asuntos que resolver—lo dije nada exaltada —Esta bien querida, puedes venir cuando gustes, es tu casa— la percibí muy atareada, parecía moler papas como si aplastara demonios —¿Y Margott? —hizo como si no me escuchaba—. Señora, ¿me escucho, dónde está Margott?— en ese momento sentía que me evitaba, salió al patio, que en realidad no lo parece ya que la salida daba la sensación de unirse con el resto del bosque, haciendo casi inútil cercar el terreno. Aún así la seguí —. Señora ¿que pasó con su hija? —Ah si, los siento, estoy con tantos asuntos en la cabeza que olvidé lo que me decías, ella debe estar estudiando —Ahora entiendo, pero ¿cómo llegó anoche? Olvidé buscarla porque el frío era intenso y creí que si me quedaba, mínimo terminaría con hipotermia —Ella siempre llega —La perdí de vista, no recuerdo mas, ah si, una gatita estuvo con nosotras, ¿sabe como hace para movilizarse a distancias tan grandes tan rápido y en condiciones tan extremas como las que suceden aquí? —la señora Cooper parecía no escucharme, su mirada estaba en otro lugar —Niña, se te hace tarde, a sido un placer—al sentir aprensión preferí no dificultar la situación —Esta bien, cuídese y que le vaya bien— Mientras caminaba aquellas empinadas montañas sentí temor, no deseaba mirar hacia atrás, es un miedo que siento que viene de la nada, me sucede en ocasiones, a veces sentada en mi habitación de la nada golpean la puerta con estruendor, la última vez creí que se trataba de un gato, mas en seguida me percaté de que los gatos son muy sigilosos y siempre que son ellos se acercan casi sin llamar la atención ni hacer ruido, olvídenlo, (puras especulaciones) . Un miedo irracional se apoderó y bajaba con gran velocidad, me detuve en medio de dos caminos, el derecho llevaba a la casita del árbol, por el izquierdo se llegaba a la ciudad, no pude resistir la curiosidad y me dirigí al camino derecho, aquel día (ayer) podía jurar que estaba repleto de vegetacion, y ahora no quedaba nada , era inexplicable ya que el sitio es deshabitado, nunca observe personas, aún si alguien se hubiese encargado de destruir toda la vegetación en un tiempo récord (porque era de grandes extensiones), la impresión era la de sequía o erosión, estaba formado por arena, como si la vegetación se hubiese secado y estaba próxima a convertirse en un desierto, la vida también parecía extinta. Las plantas y los animales que viven en el desierto necesitan adaptaciones especiales para sobrevivir en un entorno hostil. Las plantas tienden a ser duras y nervudas con hojas pequeñas o sin hojas, cutículas resistentes al agua y , a menudo, espinas para disuadir la herbivoría . Me llene de terror al divisar a lo lejos, exactamente donde Margott y yo bailabamos en el círculo formado por los hyperiones, estaba vacío, los inmensos árboles habían desaparecido y no lograba reconocer su causa, ya que no habían signos de haber sido talados, es como si nunca hubiesen existido, me resultaba inexplicable porque eran inmensos, imposibles de derribar en una noche. No me quedó otra opción más que la de hacer la vista gorda, quizás la parte de mi que es más solapadora no encontraba explicaciones ni quería encontrarlas —"No es nada, estas confundiendo ubicaciones, soñadora, sigue tu camino"—me decía hablandome a mi misma, podía jurar que era el mismo camino por el letrero que advertía la altura sobre el nivel del mar en la que nos encontrábamos Baje y al término de la colina la temperatura era muy cálida, repose en un riachuelo. el sol procedió a ascender, en las calles de tierra se evaporaba el agua y el calor empezaba a sentirse, entre la unión de la tierra con el aire se unía una radiación de electrones cambiaba la imagen vaporosa que parecía distorsionar el espacio. Finalmente ingresé a la estación principal del Metro, la gente como hormigas se veía a borbotones, antes de ingresar el cobrador me dijo: —Haber señorita, el precio del pasaje no es éste —¿Qué? debe haberse equivocado, siempre pago eso—señaló la nueva factura colocada en una pared viejísima, la diferencia era de diez centavos, me despiste 24 horas y !oh! el precio había cambiado, revise en mis bolsillos, deben haber pensado que venía del Chimborazo, por mi capucha unida al Buff, la gente seguía pasando y no encontraba los malditos centavos, me hice a un lado ya que la gente a esas horas llevaba un humor del diablo, y no tardaron en protestar —Jovencita,¡ estamos atrasados! —mi pequeña determinación salió a relucir y me sentí intimidada. Hace un año me encontraba en la misma parada, eran esas horas cuando la gente se acumula como pescados y todos son llevados como papas en los corredores, antes de ingresar estaba la entrada principal sellada con varios candados, una señora mayor - al parecer - con poca paciencia se atrevió a protestar —¡Vamos señorita, tenemos que trabajar!— lo dijo dirigiéndose a una guardia de seguridad mujer —No estoy autorizada para abrir antes de tiempo, señora —No se comporte así, tenemos que trabajar, ¡por Dios!— lo dijo como no entendiendo su respuesta, la señora seguía insistiendo, finalmente se acercó a abrir la puerta y en ese instante otro guardia con su característico Walkie-Talkie dio una señal diciendo —Aún no—la señora se precipitó, y comenzó a golpear la puerta de entrada con violencia, al cabo de cinco minutos la situación no parecía cambiar , y en un arrebato grito —¡Abra la maldita puerta!—la gente como si nada la escuchaba, como si la costumbre fuese ver a personas maldiciendo por doquier, estas situaciones son pan de cada mañana, se los digo, palabra que es así. Finalmente la guardia, que aparentemente no tenía la mínima culpa tuvo que tragarse otra injuria —¡Es usted un Judas, al infierno se ha de ir!—no sé si la situación para los demás era cómica o moral, para mí las dos, aunque debo admitir que a esas horas la gente viene con tendencias internas más despiertas debido al sueño, y una vez más notamos la importancia de la psique, las emociones y demás puñetas que a la gente le suele importar un pimiento. Volviendo al presente... —Mueva que no tenemos todo el bendito día—dijo el cobrador —Ya, aquí están sus pinches centavos—me miró como queriendo matarme —Esta juventud es cada vez peor—no quería renegar, pero a parte del choque de idiosincrasias característico de las generaciones, es obvio que los Baby Bloomers no son un cielo, lo digo en líneas generales, basándome en lo que nos sirve de lo que no. En la entrada me sentí mareada, no acostumbro demasiado lugares bulliciosos, además cada vez que salgo regreso o desganada o con dolor de cabeza, mi ser ya no es para el bullicio. En ese instante, antes de que el Metro se me escapara, divisé a un muchacho de mi estatura, era albino, sus pasos se me hacían familiares —Conozco a este tipo—lo dije con una mirada que parecía devorarlo, me acerqué por detrás y de inmediato puse mi mirada frente a él, en dicha situación no sentía vergüenza —Roberto,¿ eres tú?—me observó con la misma mirada introspectiva de siempre, sonrió y lo abracé —¿Cómo estás?— lo dije como si fuese un superviviente —¿Que haces? ¿yo? muy bien —la impresión que da es la de ser muy inocente en todo, como si el mundo fuese un lugar lleno de bondad ¡laxitud! —Te me pierdes—solo sacó una risita, con personas como él, naturalmente soy quien maneja la situación, va donde la vida lo lleve, lo hice apartarse en una esquina, Roberto tiene ojos muy claros, casi celestes, no abre mucho los ojos, parece que no soporta la radiación solar por más mínima que sea, debe ser un animal nocturno, o quizás mi impresión de sus ojeras se debía a otro motivo. —¿Que haces aquí? no te dejas ver¿eh?— le dije, me sentía mayor —¡Hey! La vida da vueltas —Sí que las da ¿ pero que a sido de ti? —Estoy bien, quisieras aflojar un poco tu fuerza, me ahogo—me puse sentimental y lo tenía amarrado con mis brazos como un pulpo agarrando su presa, literal —. Estudio, sabes que solo para eso sirvo— en mi vida he conocido personas que, como yo, intentan alcanzar niveles superiores a través de esfuerzos sobrehumanos , mas he aqui un ser cuya consciencia colectiva parece no influenciar, una perla que por más tiempo que se la tenga en el lodo jamás se ensucia, es otro nivel. Las personas despiertan o lo más sublime o lo más oscuro en nosotros, un instructor me había dado motivos de maldecirlo y por poco matarlo, esta criatura me hace sentir fe en la humanidad, No exagero —Los años no pasan sobre ti—le dije —Lo mismo digo de ti, ¡buenos genes! —Mira, podemos hablar luego, me alegra verte pero estoy con el tiempo justo, te llamaré, lo prometo, dame tu número—sin decir palabra lo anoté en un papel amarillo, creo que lo tenía por esperar turnos en el hospital —Estoy feliz de que estés bien, lo veo en tus ojos—sonreía de modo incoherente, en estado de alegría —¿Y Margott? —Ella, pues... ¿No sabes nada? —No, la he buscado pero es inútil, parece que se la trago la Tierra —La acabo de visitar, yo te aviso— se despidió , le di un beso en la mejilla, éstas eran muy rellenas Corrió entre aquella multitud, apenas subió, ya que la gente ingresaba en un estado de desesperación muy característico a esas horas pico Era sábado, ese día a las nueve tenía el pase para la pista de patinaje con Patricia, me daba igual pero hubiese preferido decir no, no estaba en estado para patinar Habíamos quedado en vernos en la avenida de los Shirys, la esperé por espacio de quince minutos, tenía planeado no esperar ni un minuto más, creía que todo se había echado a perder, mas a lo lejos podía divisar su característico caminar, ni siquiera sabía que hacía yo ahí, yo con tías fresa no ando —Phoebe, bebé ¿de dónde vienes?— me miraba como a un animalito—había traído a dos jóvenes de similar edad, un hombre y una mujer que parecían pareja me recompuse y los saludé —Amigos, ella es Phoebe, una compañera de colegio, ya saben, estudié en un colegio de Monjas—no se atrevió a decir el nombre de la institución —Mucho gusto, soy Marius—me dijo de manera cansada, el tipo parecía un niñato de esas universidades del Este —Y yo soy Esther— mi primer indicio me decía que eran falsos y superficiales, pero su saludo cambió mi opinión. Cogimos un taxi y todavía me preguntaba que hacía yo ahí, dentro cambiamos comentarios —Y tu, que hacías, por qué esas ropas?—lo dijo como queriendo atacarme —Vengo del Chimborazo—bromeé y no tardaron en aparecer risitas —¿En serio? ¿sabías que era hoy, verdad? —Lo había olvidado —¿Phoebe, verdad?—dijo Esther, asentí —¿A qué te dedicas?— Preguntó, Patricia sonreía en son de burla —Soy una humilde trabajadora— me dedico a curarme quería decirles —¿En qué trabajas?—preguntó Marius, como si su hilito de voz se desvaneciese en el vacío —En el departamento de ingeniería de Ferrocarriles —Suena bien—afirmaron Marius y Esther —Es que no es paseo, ¡dele rápido señor!—protestó Patricia —Cálmese señorita, hago lo que puedo—no me había percatado que el chófer era un anciano con anteojos de culo de botella —No me diga que me calme, es que no adivina los problemas por los que pasamos — yo internamente :¿que problema? ¿se te rompió una uña? Patricia es una tía de lo más susceptible, a la mínima provocación se pone hecha una ogra Abrió el vidrio de la ventana y grito—.¡Que pasa! ¡muevan el culo!—les digo que estaba loca, le gritaba a todo aquel lío automovilístico —¿Que problema les aconteció?— mi pregunta la dirigí al grupo: —Tráfico, unos choferes se pelearon en plena vía—respondió Marius —¿Ah si? —El uno era más joven y le pegó una putiza, creo que no lo olvidará en su vida, la gente gritaba: maricones, parecen peladas, mejor dense un beso y abracense—Esther hablaba corridito —Yo les gritaba, ustedes solo saben peñiscarse, aruñarse y morderse—Marius parecía un haragán pero me hizo reír, además no dejaba de usar su acento de niñato —Yo con alguien así (refiriéndose al joven que le dio madrazos )dejo hasta que me ponga patas al hombro—Patricia lo dijo de manera sarcástica , aunque internamente lo que decía sabía a verdad Llegamos y agradecimos al chófer su servicio, el tipo parecía que ni nos escuchaba, apenas podía calcular los sueltos, no sé cómo permiten a vejetes que parecen de 180 años conducir, quien le ofreció la licencia de seguro conoció a Los Picapiedras, sólo bromeo, en realidad ayudo a estás personas en su día a día cuando la situación lo amerita —¡Oh! al fin, — dijo Patricia, bajando sus gafas al estilo The City Subimos al segundo piso del Centro Comercial, una ciudad ideal, pero con gente más falsa que tsunami en Bolivia, solo bromeo Caminamos, su andar era simétrico y caminaban con orgullosa precisión, intenté besar el suelo con mis pisadas delicadas, en aquel estado de pureza quería no matar ni a las bacterias, me sentía tan ligera que a ratos mi impresión era de que un espacio reducido existía entre yo y el suelo; motivo por el que era capaz de practicar la no violencia de manera absoluta, en este mundo donde la imperfección está en todo, hasta en caminar y comer. Llegamos y Patricia nos ordenó no movernos, debíamos cuidar las maletas y ella se encargaría de traer los patines, Marius se ofreció a colaborar, ella lo aceptó, de milagro —Esperen aquí— si wey, no tienes por qué desear ser el centro de atención en todo, cambia tu proceder, que la vida real no es una serie (risas) Me quedé con Esther, observaba a los niños patinar con elegancia casi profesional, lo hacían tan bien que por instantes no solo desee ser patinadora sino también bailarina Tenía en mi mochila una imagen de un hyperion, se la mostré —¿Cómo se llama ese árbol? es inmenso —Hyperion, es el más alto del planeta—me miró asombrada, sus rasgos desmentían que se tratase de una persona falsa, o eso creí, también quería conocerla —Es El gigante de la estratosfera— miraba la imagen asombrada _ En Australia conocí a un eucalipto cuya altura era superior a los 132 metros— parecía que en esto hablábamos el mismo idioma —Otra de sus principales características es su gran longevidad ya que puede superar el millar de años y su rapidez de crecimiento es inigualable alcanzando los 1,80 metros/ año entre los cuatro y los diez años de edad—solo observaba la imagen sin verme —Espera, lo conozco, existe uno así en California— la miré asombrada. —Son oriundos de América del Norte, son únicos en su especie, en Suramérica ni cagando encuentras uno—sentí que me desmayaba, ¿que árbol observamos Margott y yo?
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