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Contra viento y marea.

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Blurb

Imagínate despertar después de 2 años y que tu memoria esté estancada en el tiempo en el que empezaste la universidad. Pero esa no es la noticia que más te impresiona, sino que al despertar tienes dos hermosos hijos y tu esposo es el príncipe con quien siempre soñaste casarte. Que tu vida está llena de éxitos, pero que no recuerdes nada de lo sucedido, ya que un accidente te arrebató dos años de tu vida en los que tu hermana mayor se ha apoderado de todo lo que te pertenece. Que tus hijos no te llamen mamá, sino tía, y que tu esposo le tenga más paciencia y cariño a ella que a ti. ¿Qué harías si, mientras intentas recuperar tu vida soñada, descubres que todo fue un malvado plan y que los que menos esperas están detrás de todo? Sí, esta es mi vida y te lo contaré todo. A veces el peor enemigo está donde menos lo esperas. ¿Quieres acompañarme a averiguar cuál es el mío?

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Capitulo 1. En medio del abismo.
Capítulo 1. *En medio del abismo. Estoy sentada en la colina que se encuentra detrás de la enorme y respetada finca Harper, sintiendo como el viento alborota de manera rebelde mi hermosa cabellera castaña que reposa sobre mis finas caderas, cubriendo mi delgado cuerpo de diosa, mientras fijo mis hermosos ojos azules sobre él, Damián Hartford, el joven hijo de la gran familia Hartford, mi única opción; diría que llevo enamorada de él desde que éramos solo unos niños. Siempre nos veíamos en las grandes fiestas del pueblo a las que nuestros abuelos nos llevaban para socializar. Desde que lo vi, sentí que mi frágil cuerpo se estremecía ante sus hermosos ojos color verde y su piel blanca como la mía, luciendo tan guapo con su hermosa cabellera negra como el azabache, un joven muy atractivo, elegante y educado, aunque muy serio y reservado; era un príncipe como los cuentos de hadas. En cuanto nuestra piel se unió en el roce de nuestras manos para presentarnos, esa conexión que sentí con él me ha dejado entender que era él mi príncipe soñado, ese que mi abuela siempre me lee en sus cuentos para dormir, que aunque ahora soy mayor, aun así me gusta escucharla leerlo. Sentí que fue amor a primera vista; mi corazón latía tan rápido que no podía detenerlo. Tenía 14 años y sentí que ese sentimiento extraño se apoderaba de mí como una ráfaga de mil emociones mientras nuestras miradas se unían en una sola. Me siento como una princesa en mi castillo mientras observo desde la torre más alta a mi príncipe cabalgar en su hermoso corcel, dejando una hermosa vista de la que no quiero despedirme. —ANAYA, HIJA, ¿DÓNDE TE HAS METIDO, JOVENCITA? Los gritos de mi abuelo me hacen despertar de mi hermoso sueño y me levanto dándole un silbido que torpemente no solo le da aviso a mi abuelo de mi presencia, sino que me paraliza ante la respuesta que recibo a lo lejos de nada más y nada menos que de mi príncipe, quien me pone de los nervios, haciéndome voltear para confirmar que realmente levanta su mano para saludarme. Se ha dado cuenta de mi presencia, estoy segura de que sí, y eso me inquieta mucho, llevándome a dar dos pasos hacia atrás, haciéndome caer al rústico pavimento que me recibe de golpe. Me cortó un poco la palma de la mano y la frente, siendo sostenida por mi abuelo de caer a una muerte segura. —Pero mira nada más, te has hecho daño, no quiero imaginar qué pensará tu madre al verte; la pondrás de los nervios, sangras, pequeño algodón de azúcar. —Lo siento mucho, abuelo, no quise asustarte. —¿Qué haces aquí, jovencita? Esa pregunta me hace recordar que hace segundos mi mirada se unió con la de mi príncipe, que se ha cortado al caer torpemente. Me doy vuelta para ver si aún sigue esperando y noto que se ha ido; eso me entristece un poco. Es difícil controlar mis emociones siendo un alma llena de un fuego imposible de apagar, ese fuego que solo se enciende cuando lo veo a él y que se apaga cuando se marcha cada lunes a la ciudad, tras venir a pasar el fin de semana con su familia a la finca. En mi reciente cumpleaños número 17, pedí de deseo que él pudiera quedarse un poco más; apenas nos conocemos y hemos cruzado pocas palabras, nada fuera de lo normal, pero me encanta cada vez que estamos cerca; quisiera que no se fuera nunca. Mi nombre es Anaya Harper, soy la hija menor de la gran prestigiosa familia Harper; como muchos me dicen, soy la patrona y estoy aquí para contar cómo pasé de tener una vida soñada a una pesadilla que apenas comienza. —Pero mira nada más, Arturo, la niña se ha hecho daño. Mi abuela muy nerviosa regaña a mi abuelo como acostumbra cada vez que me salva el pellejo de la muerte, odian que me haga daño, un simple raspón o fiebre causa en ellos una gran angustia, me aman, tanto como yo los amo a ellos, me siento tan afortunada de tener a una familia tan amorosa, mis abuelos son un algodón de azúcar y mis padres como ese malvavisco dulce que no me dejan en ningún momento, tengo una hermosa hermana mayor, quien no es tan dulce, pero siento que me quiere a su manera, aunque no nos parecemos mucho y tenemos muchas diferencias, la quiero con el corazón, no me podría sentir más afortunada, desde que tengo memoria tengo todo lo que he querido, sin embargo, me gusta ganarme mis propias cosas, por ello mis padres tienen una repisa llena de mis premios, desde la escuela a la secundaria, incluso mis coronas de reina del pueblo, la mejor montando a caballo, quedando en el primer lugar ante mi mejor amiga y cuñada soñada Antonella por dos años consecutivos, convirtiéndome en el orgullo de mi familia, sobre todo la de mis abuelos quienes no dejan de discutir por mis raspones. —Tranquila, mujer, es solo un rasguño, ¿por qué no la ayudas a cambiarse? Llegará tarde a su primer día de clases; es su último año y quiero que me traiga ese título; estoy seguro de que será uno de los mejores, como todos los años. —Por supuesto que sí, abuelo, no te voy a defraudar. —Nunca lo haces. —Auhs, me dolió. Me quejé ante su fuerte agarre al colocarme la bandita en mi frente. —Eso es para que dejes de espiar al hijo de los Hartford. Me hace sonrojar al dejarme saber que sabe que cada fin de semana me siento a observarlo cabalgar. —¿Otra vez, jovencita? Esa colina es peligrosa; tú no… Interrumpo a mi abuela ante lo tarde que es para llegar a mi primer día de mi último año. —Lo siento, abuela, voy tarde, me regañas al volver, los amo. Me alejo lo más rápido que puedo y corro a la entrada tomando las llaves del coche y me quedo esperando por unos segundos a mi hermana Marie, quien viene muy feliz esta mañana. —A tu lugar, pequeño insecto. —Cómo órdenes, arrogante pulga. Ambas nos reímos y me subo en mi sitio permitiendo que ella suba y conduzca, sé que es difícil para ella tener que llevarme y verme en su clase, he Sido ascendida a último año por mis buenas notas y promedio, llevo pisando los talones de mi hermana por años, siempre siendo la mejor en todo lo que me propongo, es algo que me sale de manera natural y que se me da muy bien, aunque sea inconscientemente, la adoro y no quiero hacerla sentir mal, por ello en ocasiones dejo de asistir algunos eventos destacados para que ella pueda disfrutar, sé que a veces es agobiante tener que soportar tanta atención hacia mi persona, siendo ella la hermana mayor tiene tantas presiones por destacar por su cuenta, que de solo escuchar a papá decir que debe tomar mi ejemplo en los estudios es agobiante, ellos solo desean que ella también tenga éxito, pero su rebeldía no tiene límites. —A bajo insecto. Dice, llamando mi atención. —¿Bromeas? Estamos a dos manzanas. Digo asustada de que me deje en medio de la carretera. —No voy a ir a clases hoy, espero no le digas a papá y a mamá; eso te deja un pase de salida, bájate. —Marie, ¿A dónde vas? Me meterás en problemas, estoy muy lejos, ¿cómo pretendes que llegue caminando? —Lo harás, tengo planes y voy tarde, vamos, te recompensaré, lo prometo. —Marie, ven conmigo a clases, no te metas en problemas. —No lo haré, porque tú no vas a abrir la boca, soy tu hermana mayor y me harás caso, bájate. Me siento incómoda, no esperaba que ella hiciera algo así; me bajo del coche y simplemente me arroja un beso de despedida. —TE AMO. Grita mientras se aleja dejándome en medio de la nada. Me siento incómoda ante la soledad del camino y tomo mi bolso, que acomodo sobre mis hombros, y empiezo mi recorrido. Jamás he llegado tarde a clases, pero parece que esta será la primera vez. Tras minutos caminando, me siento agotada; voy despacio y algo sudada, hace mucho calor, tanto que al escuchar una corneta de un coche, pienso que veo ilusiones al ver a mi príncipe detenerse junto a mí. Mi corazón se acelera con frenesí y me quedo helada en mi lugar sin poder moverme ante sus hermosos ojos verdes que se enfocan en mí. —¿Qué haces sola por aquí? Sube. No puedo creerlo; me congelo inmóvil por unos segundos. ¡Genial! Es la primera vez que nos vemos a solas y estoy sudando y quizás estoy algo despeinada, ya que el viento ha jugado con mi cabello de manera constante. —¿Qué pasa? ¿Me tienes miedo? Sus preguntas me incomodan, me pone muy nerviosa y niego sin mencionar palabra alguna; me he quedado muda ante su presencia y, al verlo bajar para abrirme la puerta del coche, me sonrojo de manera intensa ante su cercanía y ese intenso perfume que me hipnotiza. —Gracias, voy a la escuela, no tienes por qué llevarme, estoy cerca. —No puedo dejar a una dama sola en medio de estos solitarios campos; sube, no me molesta llevarte. Insiste y no puedo evitar fijar mi mirada a la suya; esa intensa conexión me invade profundamente, obligándome a bajar mi mirada de la suya. Me muerdo los labios, algo incómoda, y vuelvo a levantar mi mirada ante el valor que tomo para subirme a su coche; mi corazón siente salir de mi pecho. Él cierra la puerta del coche y sube, volviéndome a invadir con su perfume. Siento como si estuviera en un sueño; el silencio nos invade mientras observo el camino. Las manos me sudan ligeramente y me acomodo para arreglar un poco mi cabello. — Usa el espejo si lo necesitas. —¿Ah? Digo algo perdida. —El espejo, utilízalo. Se acerca a mí bajando el tablero que sostiene el espejo; está tan cerca que corta mi respiración. Puedo ver cómo su mirada se posa en mí; el vaivén de mi pecho es inquietante. Él detiene el coche por unos segundos y, con esa mirada intensa, desliza su mano suavemente por mi cabello y la herida de mi frente. Lo miro a los ojos, no le bajo la mirada. Estoy perdida ante el joven más guapo del pueblo, mi príncipe de ensueño, al que indiscretamente tomo de las mejillas y le acaricio el cabello. —Me vas a despeinar. Dice: "Serio". —Lo siento yo… Me alejo algo incómoda y lo próximo que siento son sus labios sobre los míos, una vergüenza ante su clara experiencia; como puedo, le correspondo tratando de seguirle el ritmo. No puedo explicar lo que mi cuerpo siente en este instante, mi piel se eriza de manera intensa, no puedo controlar mis emociones, no puedo explicar lo que todo esto me hace sentir; quiero más, deseo y necesito más de él. La manera en que me toma de las mejillas, el roce de nuestros labios, esa sensación que me envuelve, el deseo que me recorre y que me obliga a cerrar los ojos. No sé lo que hago; es el primer hombre que me toca, que besa mis labios, que me hace sentir esto. Me agita, me descontrola de manera inquietante que solo sentir que se aleja me tortura. Le bajo la mirada sin poder verlo a los ojos, siento mis mejillas arder ante la sangre acumulada que torna mi piel roja; no puedo resistirlo y vuelvo a levantar mi mirada, que se une con la suya. Él me mira con seriedad, su mirada fría sobre mí me da escalofríos; toma mi barbilla y me acerca nuevamente, obligándome a sostenerme de su pecho donde deslizó mi mano hasta abrazarlo. Me siento pequeña entre sus brazos que me sostienen. Nos besamos por algunos segundos más, hasta que siento su mano deslizar por el muslo de mi pierna derecha, que me hace alejarme de él de golpe; no puedo evitar mirarlo asustada ante lo que ese agarre me hizo sentir. —Lo siento, no quise… No pienso, le doy una fuerte bofetada ante mis nervios y lo asustada que estoy. ¿Qué fue todo eso? Él se toca la mejilla y vuelve a mirarme, sorprendido ante el hecho de que le he pegado. —Perdóname, yo no…

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