-Ese tal Morales tiene pruebas-, dijo una sombra sentada en un sillón, alumbrado apenas por un cigarrillo encendido.
-No creo, dijo el ministro Pérez, ya lo hubiera publicado-
-Helena me dijo que Macedo sabe algo. De inmediato chuponeamos su celular y él se comunicó con Morales. Lo detectamos. No hay que arriesgarse, insistió el perfil oscurecido silueteado por las balotas de humo como un espectro, es mejor que lo saquemos del camino-
-Tenemos que ser muy finos, pensó Pérez preocupado, la fiscal Gutiérrez empieza a sospechar-
-Haz como su fuera un accidente. Es algo sencillo-, musitó aquel hombre oculto en la oscuridad.
-¿Por qué piensa que tiene las pruebas?-
-Feijoó le habló de pruebas a Helena y Morales le dijo a Macedo que lo va ayudar. Es mucha coincidencia. No quiero arriesgarme-
El sujeto aplastó el cigarro en el cenicero y su sombra se apagó definitivamente. Solo relampagueaba su voz tétrica.
-Hazlo-
*****
Ya eran muchas las pesadillas. Viviana se sentía traumada. Aquellos sueños se repetían como video tape, idénticos, exactos, como repeticiones en el cable. A veces aparecían cosas nuevas. Como la mujer. Ella llevaba lentes oscuros y su pelo era como la melena de un león. Eso le pareció. Una tarde se puso a buscar en el YouTube películas de mujeres asesinas y vio muchísimas, también entró a portales de chicas despiadadas, de cómplices de criminales y esas cosas, habían cientos pero jamás pudo encontrar alguna que se le parezca a la de sus sueños. Se aburrió viendo películas y chequear las imágenes del Google.
-Muchas mujeres llevan el pelo revuelto-, le dijo Betty, pero Viviana decía que la mujer de su pesadilla era única, muy bella, sensual y hasta erótica.
-Uy, creo que te estás enamorando de la chica de tu sueño-, intentó bromear Betty pero Viviana no andaba para esos juegos.
-Tengo malas notas en la universidad, quieren sacarme del equipo atlético, mi enamorado piensa estoy loca y tú crees que soy lesbiana-, le mostró los dientes a su amiga.
Estuvo una semana sin pesadillas. Viviana pensó que ya había superado ese trauma y sus notas mejoraron. Su profesora de Historia Económica sonrió contenta. -Así da gusto-, y le puso una nota azul grande.
También mejoró en los cronómetros en las pruebas de 100 con vallas. Su entrenadora sin embargo no estaba satisfecha. -Estas pesada, hija, debes estar más flexible, dúctil con las vallas. Tienes que trabajar más las piernas-, le exigió.
-Si sigo trabajando mis piernas, mi enamorado me hará un hijo en un abracadabra-, le bromeó Viviana.
-Que sea después del sudamericano-, remató su entrenadora.
Sus padres también notaron que había mejorado su ánimo y su apetito. En uno de sus almuerzos se engulló, solita, medio pollo a la brasa con sus respectivas papas fritas.
-Calma, hija, que yo no gano mucho dinero para que tragues así-, bromeó su papá.
-Es que estoy muy contenta-, decía ella brincando feliz.
Pero todo fue tan solo un paréntesis. Esa noche la misma pesadilla volvió a atenazarla y atarla en la cama, impidiéndole salir corriendo, fugarse de ese sueño pesado y monótono. Volvió a ver las paredes pálidas, el piso encadenándole los pies y la puerta chirriando horrible, abriéndose despacio y una mujer que aparecía con los lentes ahumados, redondos y grandes. También volvió a ver la pistola y hasta escuchó, ésta vez, los balazos reventando como cañonazos. Los petardos le hirieron y sintió un pellizcón verídico. Era verdad, sentía las punzadas rascándole el pecho y el vientre. Y vio sangre chorreándole a las manos. Aterrada despertó, sofocada y angustiada. Temerosa de todo, del silencio, de su cuerpo, del reloj y el apresurado tamborileo de su corazón.
-¿No será Freddie, el de las pesadillas?-, quiso bromearle Betty cuando Viviana le contó que otra vez había despertado sobrecogida, sudorosa y asustada.
-Ya no me vengas con chistes-, le reclamó.
Betty volvió a sacar el recorte del diario. -Esta es tu mejor opción, Madame Carmen-, le insistió resuelta.
Viviana se sentó en su cama y miró la hojita, con el nombre de la vidente impreso con letras grandes.
-A mí me parece una loca-, sonrió.
-No creo que haya alguien más loca que tú-, dijo Betty y se ganó un golpe con el peluche de Garfield que tenía Viviana.
-Tarada-, rezongó Vivi.
*****
Nancy Gutiérrez entró apurada a su despacho, se sentó en su silla y llamó de inmediato a su secretaria. Prendió un cigarrillo y abrió un folder, con fotografías y documentos.
-Diga usted, señora fiscal-, se presentó la secretaria.
-Llama al fiscal Bruno. Dile que necesito hablar con él, urgente-, ordenó con el ceño fruncido.
El asesinato de Zevallos la había dejado en una posición incómoda. Ella lo sabía. Contaba con su testimonio para empezar a armar el rompecabezas que significa toda esa corrupción enquistada en el poder. Gutiérrez sospechaba cómo había se había tramado los irregulares ascensos y tenía los indicios de que se habían cometido crímenes, de la manera más vil y despiadada, para despejar el camino a quienes iban a sostener el gobierno tiránico que se iba a implantar en el país. Y la pieza clave era Zevallos, pero ahora estaba muerto.
¿Qué hacer?, se preguntó ella. Su fama de fiscal de hierro también la tenía en una encrucijada. Debía seguir siendo implacable y firme y que le habían valido titulares en la prensa, una fama bien ganada y la satisfacción de que estaba haciendo las cosas bien, enfrentando a quienes tenían el poder en sus manos. Pero también aceptaba que estaba corriendo peligro. Era gente desalmada sin duda. La desaparición de varios generales, de manera sospechosa, las muertes sin comprobarse de otros y ahora el asesinato vil de Zevallos, la asustaba, sin embargo, ese miedo la hacía más valiente a ella. Eso pensaba.
Timbró su celular.
-Bruno, escucha, la muerte de Zevallos no es mera coincidencia, estoy segura que ordenaron su muerte-, dijo resoluta.
-Pero no hay pruebas. Los testigos dicen que vieron a un hombre dispararle y que luego se fue corriendo. Las cámaras de seguridad, oh maravilla, no funcionaron en ese momento. Estamos en un callejón sin salida-, respondió Bruno Terrazas.
-Mueve a tus chicos, creo que este puede ser el principio del fin para la mafia-, subrayó convencida Nancy.
El click final no la dejó satisfecha, por el contrario, le tejió más dudas. Nancy Gutiérrez no conocía a Zevallos pero se había enterado que era un hombre desconfiado, que siempre veía sombras y que tomaba precauciones. Lo más probable es que debía tener pruebas valiosas, documentos, quizás audios o posiblemente chats. Llamó otra vez a su secretaria.
-Techi, ¿tienes los informes de lo que encontró la policía en la casa de Zevallos?-
-Sí, señora, está en su PC, pero le advierto que no hay nada-
-Tráeme un café-
Gutiérrez emitió un gruñido y colgó. Encendió su PC y buscó el archivo que le mandó su secretaria. En efecto, el informe final afirmaba que no encontraron nada valioso, incluso la revisión de los discos duros no dieron buen resultado. No habían archivos. Estaban en blanco.
Techi entró con el café humeante y galletas de vainilla que le encantaban a la fiscal.
-¿No te parece raro que un general tenga su PC todo en blanco?-
-Sí, señora. Es obvio que lo borraron-
-Lo borraron o lo cambiaron-, dijo la fiscal.
-Se sabría el cambio de disco duro-
-Es que no cambiaron el disco duro... cambiaron la PC-
Techi quedó sorprendida. No había duda alguna que la fiscal tenía razón.
*****
Viviana tocó el timbre con temor. Todo le parecía extraño y espeluznante. Los ventanales viejos, la casa antigua, el techo envejecido y apolillado y la calle estrecha, empedrada y con muchos ladridos de perros. El timbre, además, retumbó como un pitido largo que la estremeció. Pensó en irse, sin embargo, cuando tomaba la decisión, la puerta se abrió con un chirrido desesperante.
-¿Sí?-, dijo una mujer de lentes, el pelo aleonado, de mejillas infladas y las uñas pintadas de un rojo intenso.
-¿Madame Carmen?-, preguntó Vivi y su voz pareció un intenso gimoteo. Le dio risa a la mujer.
-Sí, cariño, pasa-
La casa olía a tiempos pasados, a mucho polvo y a guardado. La biblioteca tenía libros viejos y apolillados. Se notaba,. Los muebles también eran reliquias ancestrales e igualmente olían a polvo.
-¿Qué puedo hacer por ti?-, preguntó la mujer, sentándose en uno de los sillones. Viviana seguían pensando en irse.
-Tengo muchas pesadillas en las noches, y son siempre la misma, veo casas, una mujer disparando, gritos, y veo mi sangre-, relató con apuro, haciendo trastabillar su voz.
-¿Desde cuándo?-, preguntó la mujer.
-Empezaron justo cuando cumplí los 20 años, hace cinco meses. Desde allí todas las noches veo lo mismo, como un video repitiendo las escenas. Son idénticas siempre, aunque a veces aparece algo nuevo. La mujer que dispara no la había visto antes-
La mujer apuntaba todo. Subrayaba lo que le parecía interesante, miraba fijamente a Viviana. A ella le asustaba.
-¿No has tenido un trauma de niña, un accidente, viste a alguien morir?-, preguntó, entonces, la vidente.
-No, en absoluto-, respondió Viviana.
-Todo lo que me cuentas, demuestra que hay un trama en tu mente, está atrapado allí, quiere salir, brotar y al fin quedar libre de eso-, dictaminó la vidente, luego de cavilar unos minutos.
-Estoy segura que no hay nada de eso. Incluso no es ninguna película de misterio o terror que haya visto-, insistió Viviana.
-Yo sí estoy segura que es un miedo escondido, que está atrapado en su subconsciente. No creo que sea un sueño premonitorio, ni anuncios de tragedia o cualquiera de esas cosas. Tus imágenes, como me cuentas, son muy claras, precisas, es algo que te pasó, que te sucedió de niña-, apuntó muy convencida Madame Carmen.
-¿Qué haré, entonces?-
-Deja que ese sueño aparezca y que siga su cauce, verás que desaparecerá de a pocos-, fue su receta final.
En la noche Betty fue a la casa de Viviana y tomaron un chocolate caliente, sentadas en la puerta viendo pasar los autos por la transitada avenida.
-Esa vidente está más chiflada que el psicólogo-, bromeó Vivi.
Betty ya sabía lo que le había pasado. -Me escribiste al whats app que te dijo que tuvieras la pesadilla y terminarás de ver en qué termina, como si fuera una película, qué loca-
-Ja ja ja, sí, como si la pesadilla fuera un video de YouTube que le pongo reiniciar cuando me despierto, ja ja ja-, estalló en carcajadas Viviana.
-Estamos como al principio-, lamentó Betty, pero Viviana estaba más optimista. -No, no, pienso que me ha dado algunas pistas, eso de que fuera algo atrapado en el subconsciente. Es allí debemos explorar-
-¿Hipnosis?-, se tiró para atrás Betty.
-Ja ja ja, ¿no sería algo bien loco?- volvió a reír Viviana y su amiga le dio un codazo mortificada.
-Tarada-, le dijo ahora ella y las dos echaron a reír derramando al suelo su chocolate caliente, presas de las risas.