Capítulo 14

1874 Words
Eran casi las once de la noche. Una espesa niebla había caído sobre las montañas y sobre todo Villa Bolívar. Fuertes y rápidos pasos crujían por entre los estrechos senderos que se extendía por la orilla del río. La velocidad y el viento sacudía su larga cabellera, y de vez en cuando, los claros del bosque montañoso se aliaban con la luna para descubrir su hermosa figura. Ya no vestía las mismas ropas con las que se había dejado ver anteriormente, ahora traía un pantalón ajustado de cuero n***o, y una chaqueta del mismo color. Corrió por la orilla pedregosa del cauce y dio un tremendo salto para terminar cayendo sobre la cascada. Miró a todas partes para asegurarse de que todo estuviera bien y procedió a recoger tres piedrecitas para luego lanzarlas una tras otra, contra una enorme roca que posaba en medio del río.  ―Justo a tiempo ―susurró un hombre medio asomándose por un costado de la roca. Las sombras de los árboles y la niebla de la noche impedían que su rostro fuera divisado―. ¿Cómo esta él? ―preguntó. ―Bien ―contestó la mujer―. ¿Dónde está el muchacho? ―Esperándolos en el lugar de encuentro. ―¿Y dónde está…?  ―No tardará en llegar ―la interrumpió. Hizo una pausa y luego preguntó―: ¿lo trajiste? ―Por supuesto. Todo está listo ―echó su largo cabello hacia un lado―. ¿Es necesario hacer esto? ―Debo cumplir mi palabra. Además, esto los mantendrá ocupados ―hizo una pausa ―. Silencio, ya viene. Un muchacho salió de entre las penumbras del bosque, rasgando la niebla a su paso. Dio un salto y cayó frente a la muchacha. ―Eres tú… ―dijo asombrado. Después le hizo una reverencia―, tus ojos azules son muy hermosos, al igual que toda tu persona. ―Es hora de irnos ―dijo ella sin prestar atención a los halagos. Dio vuelta y corrió de regreso al bosque. ―¡Oye! ―dijo el hombre que yacía detrás de la roca, al momento que el joven tomaba impulso para correr detrás de la mujer. ―¿Sí? ―musitó el muchacho. ―Has sido muy eficiente. Te doy gracias por tus servicios. El joven se quedó pensativo por un momento, sonrió y asintió. Luego echó a correr.   El celular comenzó a timbrar. Ya había amanecido. Eran las nueve de la mañana y Katiana aun reposaba envuelta entre sus sabanas. Estiró un poco sus extremidades y se levantó lentamente. Miró su celular y vio un par de mensaje de Biky. Mensaje de Biky: Despierta dormilona… Mensaje de Biky: Te recojo a las 11:00 a.m. al pie del camino que da al río. Lleva ropa de baño. La muchacha miró la hora y se dio cuenta que faltaba veinte minutos para las 11:00. ―¡Rayos! ―exclamó. Entró al baño y se aseó. Se vistió con un suéter manga larga de color rosa, pantalones cortos y zapatos blancos. Peinó su cabello y bajó a toda prisa por escaleras. Atravesó la sala y abrió la puerta de la casa. ―¡Adiós! ―dijo―. ¡Vuelvo por la tarde! ―¡Katiana! ¡No has desayunado! ―gritó su madre. ―¡No tengo hambre! ¡Iré con Biky al rio! Caminó con toda calma por el sendero, se sentía feliz y llena de entusiasmo. Aunque hacía varios días que no salía a caminar a pie y sola, no sintió miedo. Estaba relajada. Pasados unos minutos su celular comenzó a timbrar, pero no le prestó atención. Quería disfrutar del ambiente sin interrupciones. «¿Quién será?» se preguntó. El celular siguió insistiendo a tal punto que decidió echarle un vistazo a la pantalla. La llamada era extranjera: se trataba de Sandy, su padre. ―¡Papá! ―contestó emocionada. Sus ojos brillaron de alegría. Hacía días que lo quería escuchar y contarle todo sobre Brian. ―Hola Katy ¿Cómo has estado? ―preguntó su padre. ―¡Súper, papá! ¡Todo de maravilla! Él rió. ―Me enteré del asesinato del profesor Hernández, el padre de José.  ―Bueno… no todo está de maravilla ―bajó el entusiasmo. ―Ten mucho cuidado hija ―dijo con preocupación. ―Estoy bien papá ―hizo una pausa―. Oye, tienes… ―volvió a hacer otra pausa―. Tienes un yerno. ―¿Qué? ―preguntó sorprendido―. ¿Tienes novio? ―¡Sí!―contestó emocionada, mientras daba un par de saltos de alegría. ―Veo que mi bebé ya creció… ―se escuchó desilusionado. Katiana soltó una risita. ―¡Él es encantador…! es… es todo para mí ―suspiró―. ¡A mamá le encanto! ―Entonces es bueno ―ambos rieron―. ¿Cómo está tu madre? ―Ella está bien. Las cosas con Javier van por buen camino. ―Me alegra, lo importante es que ella sea feliz. ¿Y… cómo se llama tu novio? ―Brian. Brian Jackson. Sandy quedó en silencio. No dijo ningún comentario al respecto. Solo calló. ―¿Hola…? ¿Papá, estás ahí? ―preguntó reparando su teléfono. ―¡Eh! Sí, sí. Disculpa cariño. Me distraje un poco. Tengo que colgar. Hay algunos asuntos que debo atender. Te llamo otro día. Katiana sintió que su padre mentía. No estaba ocupado. Siempre llamaba cuando no tenía trabajo, así no tendría interrupciones. ―Okey papá… ―dijo con un tono entristecido. Ya iba a colgar la llamada cuando se escucharon las palabras que tanto había esperado. ―Estoy feliz de que tu novio sea Brian Jackson. Adiós bebé. Te amo. La alegría volvió a inundar a la jovencita, y una sonrisa se dibujó en su rostro. ―¡Te amo papá! ―alcanzó a decir antes de que la llamada fuera terminada. Dio un par de saltos más, y lanzó algunos gritos de victoria. Después continuó con su avance y vio junto al camino a un hombre vestido de n***o, parecía de película. Al verlo, su piel se erizó y sintió un poco de miedo; aun así no detuvo su andar, solo disminuyó la velocidad hasta que se dio cuenta de que se trataba de Óscar. Un gran alivio surcó su cuerpo. ―¡Cielos Óscar! Me asustaste otra vez ―dijo cuándo se le hubo acercado. ―¿Por qué te asustaría mi presencia? ―indagó, uniéndose a su caminata. ―Pensé que eras un asesino. Eso está muy de moda. Por cierto, me gusta tu traje. ¿Tienes alguna misión para hoy? ―el asintió y ella prosiguió diciendo―: ni para que te pregunto. Debe ser algo súper secreto Una sonrisa amagó en el rostro del muchacho. ―Cuando me viste de lejos sentiste miedo, pero cuando te diste cuenta de que era yo, te sentiste segura, ¿no es así? ―Sí. Así es ―le brindo una sonrisa apretando los labios. ―Pero aun así no puedes confiar en alguien solo porque parezca ser tu amigo. Cualquiera podría matarte. Katiana enarcó una ceja. ―Tú no me matarías ―frunció el ceño. ―¿Por qué tan segura, Katy? ―la miró con picardía. Ella se detuvo y lo miró serenamente. ―Porque eres bueno ―contestó―. Seas lo que seas, sé que eres bueno. Óscar contestó con una sonrisa y continuaron la marcha. ―Sí ―afirmó él―. Sí lo haría. Katiana se detuvo y lo miró a la cara. Él puso su mirada sobre el brazo de la muchacha. Un escalofrió corrió por la espalda de la joven; miró los ojos del fortachón que se enfocaban en ella, y notó que había algo distinto en su mirada. ―¿Qué? ―preguntó ella, tratando de sonreír y con la voz quebrada. ―Sí Katiana. Yo sí te mataría ―volvió a afirmar. Katiana dio varios pasos hacia atrás. No podía creerlo. Él lo decía enserio. No estaba bromeando. ―Te mataría si fueras mi presa ―continuó―, te mataría si fueras lo que busco, si fueras peligrosa o si fueras mi objetivo. Un temblor sacudió el cuerpo de la muchacha. Se abrazó el pecho y meneó la cabeza de lado a lado aun sin poder creerlo. ―No Óscar, no ―se negó a creer lo que él le decía―. Tú-tú, tú no harías eso ―tartamudeó. Él la siguió con la mirada mientras ella avanzaba de espaldas hacia los arbustos. En su rostro nacía una mirada sombría y desconocida. ¿En verdad la iba a matar? ¿Y solo por el hecho de ser la novia de un golin? ¿Ese era el motivo? Tenía que ser una broma. Katiana se reusaba a creer lo que estaba pasando. Óscar extendió su brazo, y partícula a partícula, un arco n***o se formó sobre la palma de su mano. ―¿Te gusta mi arco? ―preguntó, aun sin moverse―. ¿Es lindo verdad? ¿Pero a que venía esa pregunta? ¿Se había vuelto demente? Katiana dio vuelta y corrió entre los árboles y matorrales, mientras se preguntaba, ¿Qué era lo que le pasaba a Óscar? ¿Por qué de un día para otro quería matarla? «¡Es porque sé su secreto! ―se dijo―. Él debe pensar que es mejor silenciarme. Él sabe que Brian es un golin y sabe que yo lo sé. Además, Óscar es un cazador de golins y quien sabe de qué cosas más». La joven corrió con desespero, rompiendo entre los arbustos en dirección al pueblo. Pensó que si corría por el camino él la atraparía fácilmente. Trepó por sobre un tronco tumbado y levantó la mirada para seguir corriendo. Óscar ya estaba frente a ella, mirándola con dos enormes ojos marrones que amenazaban con hacerle daño. ―No me respondiste ―dijo él―. ¿Te gusta mi arco? ―Óscar… Óscar no ―dijo asustada―. Tú no eres así. ―¿Qué soy Katiana? ―preguntó, y después reformuló―. Y… ¿Tú qué eres? ―ella sacudió la cabeza sin entender. Estaba llena de confusión. Él siguió diciendo―: sabes Katy… ningún humano puede ver mi arco. Entonces, ¿Por qué tú si puedes? ―Óscar, Óscar no. ¿Qué estás diciendo? ―su voz se quebró―. No comprendo. Ella le dio la espalda y volvió a trepar sobre el tronco, pretendiendo volver a su casa. ―Katy, no lo tomes a lo personal ―dijo el cazador. Katiana giró y lo miró a los ojos―. Como amiga eres genial… eres estupenda. ―Óscar… ―Pero debo matarte. Así que ya deja de fingir. Óscar echó su mano hacia atrás y alcanzó una de las flechas que colgaban en su espalda. Era extraño, minutos antes no estaban allí. Katiana quedó paralizada. La angustia se apoderaba de ella. Y la verdad era una; la verdad era esa: Óscar la mataría.  
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