Capitulo 6

3566 Words
El molesto sonido de la alarma, despierta a William a las siete en punto de la mañana. Con ademanes aletargados, el pelinegro extiende una de sus manos para detener el sonido, desea permanecer más tiempo acostado, pero sabe perfectamente que debe levantarse. Se había ido a la cama hace tres horas, en las cuales estuvo divagando 2. Torpemente se sienta en su lecho, para luego arrastrarse hasta el pequeño baño de su cuarto y cepillarse. Al terminar arrastra sus pies hasta la cocina, pero cuando pasa por la sala, observa que Sam sigue rendido en el sofá.   —Debe estar cansado, lo dejare dormir 20 minutos más mientras compro el desayuno. Las clases comienzan a las 8:30 de la mañana, seguramente él no tarda mucho tiempo en arreglarse — Piensa, buscando el teléfono para marcar a algún servicio de comida rápida, a domicilio.   William se dirige nuevamente al baño para tomar una ducha. Minutos más tarde cuando termina de asearse, comienza a buscar ropa para vestirse, al cabo de varios minutos, decidió usar un jean color café, el cual combinó con una camiseta negra, luego escudriño rápidamente en una de las gavetas del armario, para buscar un cinturón de cuero marrón, y para finalizar el atuendo, calzó sus pies con un par de botas estilo militar, del mismo tono que el cinturón. Estando listo, fue al baño, prendió el secador y mientras secaba su cabello n***o, con el peine lo amoldaba.   Al terminar su ritual matutino de media hora, el timbre sonó. Se trataba del hombre que traía el desayuno, William había ordenado tortillas españolas con jugo de naranja, y un par de tostadas con tocino, le pagó al hombre y cerró la puerta. Mientras todo eso ocurría, Sam seguía profundamente dormido, el profesor que ya estaba prácticamente listo para salir, vio el reloj de su muñeca, y decidió que ya era hora que el bello durmiente despertara.   Colocando el desayuno en la mesa, William se encaminó hasta el sofá para levantar al muchacho.   — Sam despierta, ya son más de las 7:30 de la mañana — Indica tocando el hombro del chico — ¡Despierta ya, que me esmeré mucho preparándote el desayuno! — Miente levantando su tono de voz.   Un minuto después, Sam abre los ojos lentamente, y no puede evitar sonreír, cuando ve a William frente a él.   — Buenos días, dormí realmente bien en este sofá, no quisiera levantarme nunca —Balbucea arropándose más con la cobija.   — Me imagino... pero tienes que levantarte, ya van hacer casi las 8 de la mañana, tienes que desayunar, y prepararte para ir al colegio. Así que saca tu trasero de ese sofá ahora mismo — Ordena con un evidente tono de voz autoritario, mientras se dirige hasta la mesa para desayunar.   — Esta bien, ya voy — Asiente sin quitarse la manta de su cuerpo, al momento de sentarse en el sofá— Huele delicioso ¿Usted preparó esa comida? — Pregunta viendo en dirección hacia William, aun con una expresión adormilada en su rostro.   — ¡Por supuesto que no! te dije que no se preparar ni cereal con leche. Ordené el desayuno mientras tú seguías roncando en mi sofá, anda a cepillarte los dientes, después échate un baño porque realmente lo necesitas, apestas. Luego regresas aquí, y te pones a desayunar — Dice con la boca llena de comida con una leve sonrisa en sus labios, mientras piensa en lo bien que se ve el chico al despertar, a pesar de su aspecto descuidado.   — Oh espera un segundo Sam, te daré algo de ropa... no vas a usar esa apestosa y sucia franela, y esos terribles pantalones dos veces mientras estés conmigo, buscaré en mi armario algo que pueda quedarte— Declara mientras traga un trozo de tortilla.   Sam se quita la cobija para ver su ropa por un instante.   — No tiene por qué hacerlo, puedo lavarla nuevamente como hice ayer en la tarde — Propone mientras se rasca la cabeza.   —Insisto. Te daré ropa, creo que en mi armario tendré algo de mi hermano menor que pueda quedarte, puedo asegurar que tienes la misma talla y altura que él — Aclara mientras escanea el cuerpo de Sam.   — ¿Tiene hermanos? Y ¿Por qué tiene ropa de su hermanito menor aquí? — Pregunta curioso.   William suspira mientras se cruza de brazos.   — Sí, soy el tercero de 4 hermanos. El mayor se llama Nicolás, pero le decimos Nick o Nico en algunos casos, luego sigue Bruno, después sigo yo, y por último el pequeño Elías... — Comenta con una expresión pensativa, mientras se apoya sobre el marco de la puerta — y tengo ropa de Elías aquí porque él iba a vivir conmigo... pero no fue así... — Agrega encogiéndose de hombros.   Sam se levanta del sofá, viendo como el humor de William, cambió a uno más melancólico y distante.   — ¿Por qué no pudo vivir con usted? — Pregunta con más curiosidad que antes.   — Te lo diré después que termines de bañarte, cepilles tus dientes y desayunes, apresúrate se hace tarde. Yo mientras buscaré algo que te quede — Explica entrando a su cuarto velozmente, y al cabo de unos segundos regresa una vez más.   — Oh, lo olvidaba. Usa este cepillo de dientes, ni se te ocurra usar el mío — Advierte lanzándole el cepillo a Sam, quien no logra atraparlo.   — Vamos ¡recógelo antes que se llene más de bacterias, lávalo bien antes de usarlo en tu boca ¿Quedó claro? — Ordena con autoridad.   Sam se encoge de hombros.   — Como usted diga...— Asiente mientras juguetea con el cepillo de dientes entre sus dedos —William... en serio no tiene por qué prestarme esa ropa de su hermano, antes de ir al colegio tengo que ir a mi casa, no puedo aparecer con ropa diferente. De ser así, mi padrastro me haría muchas preguntas — Explica mostrándose claramente cabizbajo.   William observa minuciosamente a Sam el cual se había acercado, quedando justo frente a él.   — Cierto, lo había olvidado por completo. Odio admitir que tienes razón, si ese animal te ve con ropa diferente te va a golpear— Comenta apretando sus manos hasta que sus nudillos se tornan blancos.   — Cuando te quites la ropa, métela en la lavadora. Yo hago el resto — Aclara con su rostro serio.   Sam al instante percibe que William luce algo desilusionado y hasta incluso molesto, es por eso que, se le ocurre hacer su mejor esfuerzo para hacerlo sentir mejor.   — William no te preocupes, si quieres aun puedes darme esa ropa que estabas buscando, la puedo usar mañana — Comenta con una sonrisa amable.   William alza ambas cejas, realmente le había sorprendido las palabras del muchacho, puesto que, no las veía venir.   — ¿En serio quieres la ropa, Sam? — Pregunta escéptico.   Sam asiente con la cabeza sonriendo.   — La usaré mañana, ahora me iré a duchar, se hace tarde — Contesta mientras se dirige al baño, incluso le guiña un ojo para lucir más confiable y amigable.   William sonríe por el cambio de actitud que Sam ha tenido en tan poco tiempo, le alegraba saber, que al parecer el jovencito estaba comenzando a sentirse a gusto con su presencia. Así mismo, con los ánimos repuestos, entra una vez más a su cuarto, acercándose hasta una de las gavetas de su closet, para buscar entre las pertenencias que tenia de su hermano Elías, algún atuendo que, sin duda alguna, le entallarían a la perfección a Sam.   El hermano menor de William, había fallecido en un accidente automovilístico hace 1 año. Justamente el tiempo, cuando ambos habían planeado vivir juntos, en el nuevo departamento que el pelinegro había adquirido, pero lastimosamente eso nunca llegó suceder, todo a causa del fatídico accidente, donde ni siquiera se pudo recuperar el cuerpo del chico. Cabe destacar que William siempre había sido muy unido a su hermano Elías. Razón por la cual, su muerte le afecto más de lo que su familia podía siquiera imaginar.   Minutos más tarde, Sam salió de la ducha cubierto con una bata de baño, sintiéndose que estaba en un hotel 5 estrellas. Con paso apresurado, se dirigió a la mesa para desayunar. La tortilla y las tostadas estaban frías, pero no le importó en lo absoluto y arrasó con todo lo que estaba en la mesa.   Por otra parte, William se encontraba sentado en la cama, con la ropa de su hermano en sus manos. Aun se sentía ensimismado y algo afligido por recordarlo, pero cuando escuchó a Sam sentado en la mesa del comedor, rápidamente sus pensamientos dieron un giro de 180 grados, levantándose de la cama para, dirigirse hacia el chico parecía estar devorándose hasta los platos.   — ¡Vaya! estabas realmente hambriento, acabaste con el desayuno en menos de 5 minutos, si no me equivoco — Aclara viendo el reloj en su muñeca.   Sam se sonroja un poco encogiéndose de hombros, mientras se limpia la boca con sus manos.   — Es que... estaba deliciosa esa comida. Nunca había comido los huevos de esa forma tan exquisita, ¿cómo se llama ese plato? — Pregunta con mucho interés.   — ¿Te refieres a la tortilla española? así se llama ese plato... supongo que no debería sorprenderme, por saber que nunca has comido tortilla — Contesta poniendo una de sus manos sobre su cara.   — ¿Qué no le sorprende? — Pregunta Sam dubitativo, mientras se sirve el último vaso de jugo.   — No me sorprende que nunca hayas comido tortilla española, era eso... —Revolotea sus ojos — Conmigo comerás muchas cosas apetitosas, eso tenlo por seguro — Asegura William, desordenando el cabello mojado de Sam.   — Y dame ese vaso de jugo, te tomaste casi toda una jarra tu solo, por ende, este último vaso me pertenece — Aclara mientras le quita el jugo de naranja a Sam de sus manos.   Sam observa aquello, pero no hace nada ante el robo que había sido víctima.   ***   Minutos después la ropa del chico ya estaba lavada y seca. Después de eso, no transcurrió demasiado tiempo, cuando Sam ya estaba listo para salir. William recogió todo lo necesario para su día de trabajo, buscó las llaves del auto, cerró el departamento y bajaron en el ascensor hasta la calle. Por lo apurado que estaba en llegar al departamento en la madrugada pasada, William olvidó aparcar su auto en el estacionamiento. Sam le dio la dirección hasta su casa, y en 30 minutos de viaje estaban frente a la vivienda.   — ¿Por qué no me sorprende tu casa y este vecindario? ¡Oh, ya lo sé! porque todo es tal cual lo imaginé: Descuidado, peligroso, viejo y sin amor. Justamente como tu padrastro, que tampoco conozco, pero sé que es así — Comenta sarcásticamente con una sonrisa en su boca, viendo el humilde hogar de Sam con desdén.   — Usted es un hombre muy prejuicioso, pero me imagino que eso ya lo sabe —Admite viendo a William.   — ¡Claro que estoy al tanto de mis perjuicios, y mis juicios hacia las personas! Siempre tengo razón en el 90% de los casos — Aclara con una expresión en su rostro, llena de aceptación mezclada con prepotencia — ¡Mierda lo había olvidado! —Agrega William mientras busca su billetera —Aquí tienes, este dinero es el de tu supuesto tercer turno, tómalo si no quieres recibir una paliza doble, por el hombre que está detrás de esa puerta. — Ordena con voz demandante, colocando el dinero en una de las manos de Sam.   — Dios mío, esta será última vez que recibiré dinero de usted... — Aclara viendo el dinero en sus manos, pensando que William estaba en lo cierto, ya que, si llegaba con las manos vacías, su padrastro estaría el doble de furioso.   — Si, si, como quieras solo acéptalo y ya. Bájate, tengo clases en 15 minutos — Espeta William, fingiendo desinterés.   Sam antes de abrir la puerta, se voltea viendo a William de manera cabizbaja.   — De verdad lo lamento, por hacerte perder tanto tiempo en todo esto. Discúlpame... — susurra en un hilo de voz.   — ¡Como sea! no importa. Ya estamos aquí — Ordena con hastío.   William y Sam se bajan del auto. Cuando llegan a la descuidada entrada de la casa, el pelinegro toca la puerta un par de veces. No pasa mucho tiempo, cuando aparece el padrastro de Sam, mostrándose en un evidente estado de ebriedad. William sin poderlo evitar, le lanza una mirada de asco y odio al hombre, mientras le observa de pies a cabeza.   — ¡Oh Sam que bueno que estas aquí, que grato ver tu pálida cara! ¿Quién es este tipo, es tu jefe? — Pregunta Raúl, en medio de un minucioso vistazo a William, el cual le miraba con el ceño fruncido.   — No, no soy su jefe señor. Soy el profesor y amigo de Sam, mi nombre es William Hudson. Lo vi caminando esta mañana y decidí darle un aventón. Ya que él me dijo que iba a su casa y luego al colegio... irás al colegio ¿Cierto Sam? — Comenta con aires de seguridad, y con una sonrisa en su rostro.   Sam que alternaba miradas entre el par de hombres, comienza a tornarse nervioso.   — Eh... sí, sí. Luego iré al colegio, gracias por traerme profesor William, lo veré en clases más tarde. Ahora debe irse ya, se le hace tarde — Murmura mientras entra a la casa, y no da tiempo para más conversación, porque pretende cerrar la puerta.   William se da cuenta de la forma extraña y distante de actuar de Sam, y no puede evitar empuñar sus manos, por la ira que sintió recorrerle todo el cuerpo.   — Okey. Que estés bien, adiós — Contesta William secamente.   Sam le sonríe de manera nerviosa al de ojos verdes, mientras va cerrando la puerta poco a poco.   — Adiós profesor, gracias por todo...— Susurra en un hilo de voz, y sin más, cierra la puerta con lentitud.   William permanece medio minuto frente a la puerta, no se quiere ir. Pudo ver el rostro algo asustado y ansioso de Sam, sintió impotencia en su cuerpo por no hacer nada, no podía irse, no quería marcharse.   — Debes actuar inteligentemente William así que ten calma, ya arreglarás las cosas — Se dijo así mismo, mientras apretaba sus manos y la mandíbula, para aplacar la ineptitud que sentía dentro de sí. Bajo los tres escalones de la terraza, entró al auto para después irse del lugar, con la cabeza llena de pensamientos.   ***   El padrastro de Sam, se encontraba en la ventana viendo partir a William. Cuando ya no distinguió rastros del auto, se volteó en dirección a Sam, que detrás de él, prácticamente temblaba del miedo.   — ¿Quién era realmente ese sujeto, con ese auto tan lujoso? — Pregunta con los brazos cruzados.   — E-el, él es mi profesor de literatura, además es mi amigo...— Responde nervioso y tragando saliva, escuchando como Raúl comenzó a burlarse de él.   — Ese tipo no puede ser tu amigo ¿Quién en su sano juicio quisiera tenerte de amigo? mucho menos ricachones como ese. Deja de mentirme, no te lo repetiré más ¿Quién era ese tipo? — Aclara y pregunta, acercándose poco a poco hacia Sam, que sentía su corazón en la boca.   — Te estoy diciendo la verdad, él es mi profesor... y es mi amigo...— susurra, bajando la mirada al suelo.   — Ok de acuerdo... ahora dime ¿Qué tal tu tercer turno en el restaurante, todo bien? debes estar muy cansado. Siéntate, seguramente has estado de pie casi toda la noche y madrugada — Ordena tomando a Sam violentamente por uno de sus brazos, para lanzarlo hacia el sofá.   Cuando el chico cae al polvoriento sofá, emite un pequeño chillido por lo asustado que estaba. Sin quitar su atención de Raúl, observa que este se encaminaba hacia él, provocando que el castaño retrocediera mientras estaba sentado.   — ¡A-Aquí está el dinero que hice ayer! tómalo, es tuyo — Exclama Sam, sacando temblorosamente los billetes que William le había dado, una cantidad tan elevada, que podía superar diez veces su salario actual.   — Quiero que me cuentes detalle por detalle, tu largo tiempo en tu sensacional empleo, y guárdate eso, después me das el dinero — Dice sentándose al lado del asustado chico.   —H-hicimos muchas cosas...—Traga saliva—Lavé muchos platos... muchos, y.… limpié el piso... y — Explica Sam en susurros de manera entrecortada, hasta que su padrastro le interrumpe.   — ¿Al parecer en tu tiempo libre, fuiste a comer algo con tu nuevo amiguito, el ricachón? — Pregunta repentinamente con voz apacible, mientras busca su teléfono celular — El imbécil de Gabriel, me escribió un mensaje de texto anoche, alegando que te vio con un tipo en su trabajo, era casi medianoche ¿Qué casualidad, ¿no? — Comenta con una sonrisa en su cara, viendo fijamente en los ojos a Sam.   El castaño queda estupefacto al escuchar esas palabras. Sintiendo como en cuestión de segundos, todo su cuerpo comienza a tensarse por el miedo que lo invade, mientras un sudor frio comienza a recorrer su espalda.   — Respóndeme ¿Estuviste con ese hombre toda la noche? — Pregunta mientras la sonrisa de sus labios, y aquella voz tranquila desaparecen, dejando al descubierto al verdadero hombre que Sam tanto le temía.   El chico cierra sus ojos con fuerza, sintiendo como repentinamente comienza a faltar oxígeno a su alrededor. Se sentía sofocado, su respiración agitada la intentaba nivelar, ya que esta impedía articular palabras. Raúl estaba furioso, eso se veía a simple vista, le iba a golpear, eso era cuestión de tiempo. Pero a pesar de lo inevitable del asunto, no deseaba que lo lastimaran. Luego de quizás unos segundos, que pasa Sam fueron años, decide abrir sus ojos viendo el rostro furioso de Raúl frente a él, mirándole con tanto odio, que era un milagro que aún no le hubiese puesto una mano encima.   —No, no es lo que estás pensando... no paso nada entre William y yo, tienes que creerme por favor, nunca te he mentido — Musita, con dificultad y nerviosismo.   El hombre después de escuchar al jovencito, frunce más el ceño, tornándose rojo de la ira.   — ¡Anoche me mentiste pedazo de basura, ese tipo y tú me vieron la cara de idiota! — Vocifera acercando a Sam hacia él, al momento de sujetarlo con rudeza por su camiseta.   — ¡Estuviste revolcándote con ese tipo toda la noche, no me mientas, imbécil! — Grita a todo pulmón.   Dicho esto, el hombre suelta una de sus manos, con las cuales sujetaba a Sam, solamente para darle una bofetada con el reverso de su mano, con tanta fuerza, que esta logra disparar a Sam hasta el suelo. El chico completamente desorientado por el golpe, intenta levantarse sintiendo como un hilo de sangre, comenzó brotar de su nariz a causa del fuerte bofetón. A causa del golpe, siente que el mundo da vueltas a su alrededor, pero, aun así, usa su mano para detener la sangre que continuaba derramándose, desde sus fosas nasales. El hombre, sujeta la camiseta del chico para levantarlo, pero al instante de jalarlo, esta cede por lo desgastada de la tela, provocando que Sam regrese una vez más al suelo. Raúl chasquea su lengua con fastidio, sujetando al delgado castaño por uno de sus brazos, solamente para regresarlo con mucha facilidad, nuevamente en el sofá.   — Escucha atentamente idiota, quiero que me respondas ¿Quieres que te rompa un hueso, o te haga sangrar más? — Pregunta en susurros, sujetando ambas mejillas de Sam con una de sus manos, para obligarlo a que le mirara, teniéndole a pocos centímetros de distancia.   — No quiero... — Susurra el muchacho en un hilo de voz ahogado.   — ¿Qué dijiste? ¡No puedo escucharte habla más fuerte, basura inútil! — Ordena gritando en el oído del chico, que cierra sus ojos con fuerza, sintiendo un horrible nudo en su corazón, y en su garganta.   — ¡No quiero! — Grita Sam tan fuerte como puede, sintiendo como sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas.   — Ok está bien ¿Entonces no quieres que te lastime más? — Vuelve a insistir fingiendo empatía, mientras forma un mohín en sus labios como señal de burla, por ver como las mejillas del jovencito ya estaban llenas de lágrimas.   Sam mientras sorbe su nariz, niega con la cabeza.   — Okey, entonces te vas a quedar completamente inmóvil, mientras te esté follando. Te la voy a meter tan duro, que vas a llorar mucho más, como una estúpida nenita asustada, y no vas a mover ni un solo musculo, porque si intentas siquiera reusarte, o negarte, te voy a golpear tanto, que vas a terminar en el hospital con todos los huesos rotos, como castigo por lo que hiciste anoche, saliste de tu estúpido empleo, te fuiste con un ricachón de mierda a su lujosa casa, y luego vienes acá creyendo que nada te pasará, estas muy equivocado estúpido huérfano — Amenaza el hombre, mientras estremece un poco al chico, con toda la intención de hacerle daño.  
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