⚠️La chica de las pantys medias negras⚠️

1947 Words
Eran las 9:00am, el día estaba increíblemente grandioso. El cielo despejado cargado de nubes de todas las formas acompañado de un viento fresco. En el pueblo de los Olivo todo era muy tranquilo, más bien, excesivamente quieto. Todos perseguían una rutina como si fueran roboces: asistían a su jornada laboral toda la semana y a los domingo redimian sus pecados asistiendo a misas. El pueblo de los Olivos siempre ha sido el lugar favorito de Cam Mendoza. ¿A quién no le gusta los herbajes, los libros antiguos, y una vida en calma? definitivamente, a el señor Mendoza. Un viudo que ha perdido a su esposa, su ilusión, y su felicidad. El hombre de 35 años, ya no tiene ni una chispa de alegría que antes poseía. Al contrario, ahora es hostil inundado por un vacío que lo esperaba cada noche en casa: la soledad. No hay nada peor que sentirse solo, sin que ya no tengas un cuerpo que abrazar, ni unas palabras fortificadas que te ayuden a continuar. Solo estaban los recuerdos de un amor puro, sincero, y honesto. Por más discusiones que tuvieron como pareja, era evidente que se amaban por sobre todas las cosas, al punto de que daría hasta su vida misma por su reina. La reina risueña, encantadora, regañona, refunfuñona, de ojos negros ardientes, de pelo largo alisado, de sonrisa coqueta y mirada traviesa. La que lo endulzaba con su melodiosa voz envolviendolo en una quietud que solo ella podía provocar. —¡Profesor Mendoza!—levantó su mirada cansada.Frente a él estaba una chica joven, de ojos negros con gafas, pelo largo, labios gruesos con un lunar cerca del lado superior. Vestía de n***o, con panty medias. —¿Sí? —salió de su ensimismamiento después de escanear por completo a la chica. —¿Se encuentra bien?—inquirió tratando de ser compasiva. Ella sabía que este mismo había perdido a su esposa hace 2 años atras debido a un tormentoso cáncer. Todo el mundo lo comentaba. —Si, si, estoy bien...—cerró sus ojos para recordar el nombre de la muchacha, más no pudo era como si se le hubiese esfumado, y eso que llevaba 4 años conociéndola. —Ginebra... —Si claro, Ginebra... Tú nombre no es muy común, por eso, se me olvida. Ginebra sonrió sentándose en su respectivo asiento, frente al pizarrón. Cam se levantó de su asiento alcohornado dirigiéndose a su audiencia, como siempre, no era la primera vez que hablaba en público, sin embargo, mientras lo hacía, no podía dejar de ver las pantys medias de Ginebra, eso lo desconcentraba un poco. —La filosofia es el sentido de la vida. Todos algunas veces filosofamos aunque sea inconscientemente—tosió—, bueno sin más preámbulo, comencemos las exposiciones... ya saben, no quiero verlos con papel o leyendo, quiero ver el esfuerzo e interés que le ponen a la clase. Sus ojos se desviaban en un punto a aquellas malditas pantys medias que se veían provocativas incluso para un hombre viudo como él. Anteriormente, Ginebra y Cam ya se conocían al igual que los demás alumnos que escuchaban la clase. Asley junto a Ginebra eran la mano derecha del profesor, ya que se encargaban de todo el asunto de la asistencia, incluyendo, brindarle clases de nivel básico a los estudiantes del primer año. ¡Eran buenas! se pudiera decir que eran dedicadas, esforzadas y virtuosas, excelentes y diligentes en los mandados que se le encomendaban. Cam respiró hondo mientras que el primer grupo colgaban sus laminas. Sus ojos seguían desviándose, mirando lo que no debía mirar; ni en un millón de años una niña como ella se fijaría en un viejo como él. Era hermosa, sin duda. Yacía 2 años que había perdido el gozo de un apetito s****l. Desde la muerte de su esposa habia vuelto a ser virgen, no había tocado ni un solo cabello de otra mujer, creía fielmente que su compañera merecía el luto correspondiente. Él era un hombre serio, maduro, y debía comportarse como tal. En caso de buscar a alguien; tendría que ser de su edad, de su nivel, y sin dudas tenía a varias detrás que con insinuaciones directas e indirectas se lo habían hecho saber. Agradecia que Ginebra tuviera una camisa negra debajo del vestido, así no tendría que ver los bordes de su pecho. Asimismo, la chica escribía las opiniones de sus compañeros, mucho más cuando se trataba de exposiciones ya que por consiguiente vendría una prueba segura. Miró de reojos a su profesor, soltando una sonrisita satisfactoria cuando lo pilló mirándola. Ginebra no lo podía negar, yacía meses de un tiempo para aca, que tenía sueños húmedos con su profesor. Sueños que los escribió e fantaseó por un buen tiempo. Era obvio, su esfuerzo en arreglarse, el morderse el labio cuando lo tenía cerca era una muestra de: 《Estoy aqui》 solo que había una diferencia entre ellos: su edad. Si existiera una relación, de seguro la gente hablaría por los codos, están solo esperando que le des papaya, y chisme para despellejarte hasta arrancarte la piel. Por eso, era tan reservada en sus pensamientos, opiniones incluyendo respuesta sobre algo o alguien, así se tratara del deseado profesor Mendoza. Llevaba un suéter gris hasta el cuello que marcaba lo delgado que se había puesto. Unos jean, zapatos deportivos, el cabello peinado de medio lado. Sus ojos marrones se desviaban de vez en cuando, su boca hacían mohines para disimular que se sentía tentado mientras que sus dedos tamboriteaban el pupitre donde se había sentado para escuchar exponer a sus estudiantes. Trago grueso, Ginebra se estaba comiendo las uñas, que costumbre tan garrafal. Exponían... Hablaban sobre las preguntas de la vida: La creacion, los distintos debates e teorías que esta presentaba en acepta o negar la existencia de un Dios, un cielo o un infierno. Sin embargo, el profesor Mendoza se había perdido de la consciencia de la realidad por un momento. Su mente presentaba una gran disputa, un pleito tan grave que no pudo controlar. Imaginó a Ginebra venir en pos de él, con la ingenuidad que la caracterizaba, y su carita de inocencia. Le proporcionaba un beso, no uno cualquiera, si no de esos que se te enreda en la lengua devorando cada parte de los labios hasta quedar extasiado de excitación. No sé permitió que sus pensamientos fueran más allá, si no que disfrutó lo candente del beso fantasmal que removió sus instinto más primitivo. —Esto fue toda la exposición—se espabiló al oír los aplausos. Su respiración se encontraba agitada, experimentando la vergüenza de haber tenido una erección con un simple pensamiento. ¿Quien lo podía culpar? nadie podía conocer la impureza de su mente, solo él, más podían tener conjeturas por la reacción de su cuerpo. 《Ahora no》 se repitió así mismo, esperando a que su pene palpitante reposara. Estaba en medio de una clase, de una exposición, fantaseando con una alumna suya, ¡que desgracia!, debería de estar preso por el simple hecho de pensar en un encuentro inapropiado con otra mujer menor que él. —Si, perfecto... siguiente grupo—dijo con una voz clara, aunque nerviosa. Mantenía su vista fija en el próximo equipo, nervioso porque alguien se diera cuenta. Necesitaba salir por un momento para deshacerse de ese asunto, así que espero que todos tuvieran distraído huyendo de manera de no interrumpir la exposición. Caminó firme, derecho, directo al baño, encerrándose en una de las cabinas. Cielo, le palpitaba el pene, necesitaba desahogarse, quitarse esa leche acumulada de sus bolas. Yacía tiempo que no lo hacía, sin embargo, esta era una emergencia o en plena clases sus pelotas le dolerían. Se bajó la bragueta del pantalón, sacando su mayúsculo m*****o que exigía tranquilizarse con emergencia. No obstante, Cam sabía algo: para eyacular tenía que emplear su imaginación en cosas sucias. Y quien más que la chica que lo comenzó todo... Se frotó el m*****o, cerrando los ojos, fantaseando. Sus labios rojos carmesí lo envolvía en besos apasionados, devorando cada parte de su boca. Sus manos impacientes tocaron lo que a un hombre le gusta tocar: el culo, y Ginebra, oh por Dios, tenía un buen culazo. Descendio a sus pechos pequeños, chupandolos como si fuera un bebé lactante. —Oooooh—gimió extasiado por el momento irreal. No pudo contenerse, quería coger, follarla duro. —¡¿Profesor Cam, está bien?! 《Mierda》lo interrumpió en el momento cumbre Luis, un alumno de su clase. Peló los ojos, guardandose todo, frustrado por no poder vaciar su perversa mente. —¡Estoy bien!—trató de sonar tranquilo. ☆☆☆ Por otro lado, Ginebra se dio cuenta que el profesor estaba lo bastante serio cuando entró al auditorio. Hizo un mohin de desentenderse de él, ya estaba lo bastante aburrida de las exposiciones, ahora, solo quería ir a casa, ducharse, y ver una buena serie. Se terminó la clase, siempre cuando culmina todos se despiden del profesor Cam haciéndole preguntas, esta vez, Ginebra no lo hizo. Fue directo al comedor. Una vez allí, comió pollo frito, con ensalada tranquilamente cuando Luz, una mujer alta, castaña, profesora del mismo plantel, está se sienta a su lado. —Ginebra... —Profesora Luz. —¿Como has estado? —Bien señora. —¿Rico el almuerzo? —Eh, si. ¿A quién no le gusta el pollo frito?—sonrió, Luz empleó una risita. —Gin, quiero pedirte un favor. Alcé la ceja curiosa. —Depende mi Lucesita. Luz sonrió sonrojada. —Bueno, es muy simple–su rostro se iluminó; la chica la ánimo a continuar—, esta noche he invitado al profesor Mendoza a comer en mi casa. Tú y Asley son sus alumnas, pues, son muy cercanas a él, quería saber si tu sabías que le gustaba para prepararle. La mente de Ginebra quedó en blanco, lo último que se hubiera esperando de Luz era que le pidiera un consejo de comida acerca del profesor. Carraspeó, entre abriendo sus labios rojos. —¿Le gusta el profesor Mendoza?—se le salió como un vómito verbal, luego, se arrepintió. —Bueno, ¿a quién no le gusta? de por sí me gustaba cuando tenía esposa, ahora que no la tiene mucho más—expresó con coquetería. Ciertamente era verdad el dicho de su padre: uno no sabe para quien trabaja. Hasta en el mismo entierro le colocan la mano en el hombro con una supuesta consolación declarando: "ella era una buena mujer, pero la vida sigue" La señora Mendoza debe estar retorciéndose en su tumba al ver a sus "amigas" queriéndose quedar con su esposo. —Bueno...—respiró hondo—, no le gustan los frijoles, ni la cebolla, ni el tomate, fuera de eso, come lo que le pongas en la mesa. —Aah, gracias Gin, quiero que esta noche sea perfecta. —Sin duda... el profesor lleva mucho tiempo solo, es viudo, no está cometiendo un delito. —¿Verdad?—habló la mujer con agrado—. Bueno, muchas gracias. La chica cerró sus ojos con fuerza, que se podía esperar de una cena de dos adultos solitarios: Una noche de desenfreno. ¿Que podía salir mal?... ¿Impedir ese encuentro?. Hizo un mohin malicioso en sus labios pensando en miles de posibilidades para arruinar la cena, solo necesitaba la ayuda de su mejor amiga: Asley Mano a la obra... ☆☆☆☆☆ Mis amados... les dejo esta historia. Si este primer capítulo los dejó con ganas de más, entonces, quédense hasta el final ya que es una novela corta. Ahora, díganme... ¿Que les pareció Cam?
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