Capítulo 02.

2639 Words
MEGAN HOBBS Mis tacones resuenan por el mármol del suelo, las miradas se posan en mí con cierto desconcierto ya que jamás he caminado por estos pasillos sin embargo me conocen, mi apellido resuena mientras camino aunque sin darle importancia sigo mi rumbo. Me aferro a mi bolso, el cabello como nunca lo llevo liso el cual me llega hasta la cintura por hace tiempo que no me doy un buen corte lo que resalta aún más las curvas de mi trasero con el vestido n***o que llevo puesto. Por supuesto era lo que estaba buscando, definitivamente llamar la atención es una de mis mejores cualidades. Llego a la oficina que estaba buscando, una mujer rubia y esbelta se pone de pie cuando ve que me encamino hacia la puerta, leo en su gafete que su nombre es Gigi, de repente está mencionando algo que no llego a oír, solo giro el pomo e ingreso encontrándome con el infiel de mi marido, al que no le veo la cara desde hace un mes cuando dejó la casa. —¿A qué debo el placer?—se recuesta sobre el espaldar de su silla. La mirada en él ha cambiado, esa noche en que discutimos fue la última que pasó en nuestra casa, por suerte y aunque los papeles del divorcio llegaron y que ya fueron firmados, todavía no he acabado con él. —Tenemos asuntos que arreglar—sonrío. —Creo que ya dijimos todo, pensé que no te volvería a ver. —Solo quería conocer a la chica por la que me dejaste y a decir verdad, ahora siento pena por ti. No pensé jamás que me dejarías por tan... poco esfuerzo—mis palabras lo hacen enfadar—En fin, además de eso, vine a darte el pésame por la venta de tus acciones, realmente debió de ser un golpe duro. —¿De qué estás hablando? —¿No sabías?—me hago la desentendida. Rodeo el escritorio hasta llegar a su ordenador, tecleo rápido para ingresar al sistema y le enseño la caída de todas sus acciones a valor de un centavo por dólar. —No entiendo mucho de tu trabajo pero creo que esto significa... que estás en quiebra. De inmediato me hace a un lado, ver su rostro al notar que lo que digo es cierto me tiene aguantando las ganas de reírme a carcajadas en su propia cara. Es imposible no llevarme el crédito por la desilusión, el fracaso y la rabia que veo en sus ojos en estos momentos. Teclea rápido, llama con urgencia a cada m*****o que puede, se mueven personas por todo el lugar volviendo su oficina un caos. Creo que tengo suficiente de su sufrimiento cuando las manos comienzan a temblarle y la realidad es que, no tendré nunca una satisfacción más grande que esta, verlo en la quiebra, como lo encontré. —Tú me hiciste esto—gruñe mirándome fijamente, con la más pura de las rabias destilando en sus ojos—¡Quieres acabar conmigo, maldita bruja! Me río, cosa que le molesta más. —Bueno, no voy a negar que ayudé un poco en la compra de tus acciones que no valen un carajo para estos momentos pero vamos, no quitaremos el punto divertido de esto—comento feliz—¿Creíste que mentía cuando dije que era la peor hija de puta? Porque siendo sincera, esto solo fue el comienzo. —¿De qué carajos hablas?—la molestia destila por sus poros. —Además del hecho de que estás en quiebra—digo poniéndome de pie—Todavía estás en deuda conmigo porque aún me debes los cinco millones de dólares que te di para que iniciaras en este mundo ¿o ya lo olvidaste? Los ojos se le abren por la sorpresa. Cuando le dí el dinero pensé que las inversiones serían un bien en común, sin embargo ahora que las ha perdido me debe lo que invertí puesto que fui la primera en darle dinero para que creciera y al parecer no soy la única puesto que su asistente le informa que varios de sus clientes comenzaron a llamar. Está en la ruina y endeudado hasta los ojos, nada me pone más feliz. —Megan... Me acomodo mi bolso sobre el brazo. —Fue un placer recordarte que yo te hice—me deleito una última vez con la desesperación en su mirada—Todo lo que conseguiste fue gracias a mí, yo te puse en ese pedestal, cariño. Esto no fue más que una demostración, yo te hice y también puedo desaparecerte, a la próxima no muerdas la mano que te alimenta. Al igual que cuando entré, mis tacones resuenan pero esta vez el sonido que producen me suena a victoria. Siempre dije que quien me las hace, me las paga y puedo sentir mucho amor por él, pero el hecho de que me faltase el respeto de esa forma, de que me hiciera el hazme reír de todos nuestros conocidos al pavonearse con una secretaria sin gracia y que para colmo me culpara de su pene en la v****a de otra fue suficiente para que la perra malvada que duerme en mi interior despertara y con un hambre que incluso a mí me aterrorizó. No fue mucho problema conseguir una empresa que luchara en la bolsa contra ellos logrando que sus acciones bajaran tanto que lo dejaran sin nada y es que él siempre cometió errores de principiantes como por ejemplo no asegurarse una buena cantidad en el banco, no, él siempre gastó como le dio la gana y según nuestros estados de cuenta, su noviecita se llevó lo suyo también con cuentas exorbitantes de dinero en tiendas de ropa de lujo. Es un idiota, creo que siempre ha sido un idiota pero como dicen, el que las hace las paga y el karma siempre les llega. A él le llegó con el nombre de Megan Hobbs en todos lados. Respiro el aire congelado de Nueva York cuando salgo, cualquiera pensaría que las calles lucirían vacías por ser época navideña y el clima siendo una mierda pero no, ni siquiera hay espacio para estacionar en las calles, ni espacio para caminar en los centros comerciales porque todos salen con su enorme familia a hacer las compras navideñas. Creo que luzco como el maldito Grinch en estos momentos, mi humor no está para soportar esta época donde la familia y el perdón son los que reinan por lo que camino por la calle principal hasta un lugar donde jamás encuentro ni familias ni perdón, un bar. Los hombres adinerados y de negocios son los que abundan en este sitio, todos trajeados y bebiendo cócteles como si no fueran las nueve de la mañana. Por un momento me siento mal de tener que venir a beber sola pero parece que con el pasar de los minutos la culpa y la vergüenza comienzan a hacer de las mías en mi sistema porque cada vez me siento peor. —¿Desea ordenar algo, señora?—pregunta el bartender al ver mi anillo de casada en el dedo lo que me recuerda que debo quitármelo aunque me da pesar dejar que un enorme diamante se pierda. —Señorita—le corrijo—Quisiera un... tequila. El joven se sorprende. —¿Medida o botella? Dejo mi bolso y saco sobre la silla de al lado. —Veamos, si tu esposo te pide el divorcio por estar cogiendo con una jovencita sin futuro y te culpa por no tener hijos ¿tú qué pedirías? Me mira como esperando a que diga que es mentira pero al verme a los ojos asiente pensativo. —Botella, definitivamente botella—me dice. —Exacto, una fina, de esas que solo sacas cuando viene el dueño o gente importante—le pido. Me trae un tequila que casi me da pena beberlo por la presentación que tiene, sin embargo ahora mismo, sentada en un bar, rodeada de hombres importantes que me recuerdan al hombre que se hizo llamar mi esposo por años, sumada la culpa de haberlo dejado en quiebra, la ira por haberme engañado y la tristeza de haber fracasado como mujer me llevan a destapar la botella sin ninguna clase de tapujos y beberme la mitad de una sola pasada. —¿Tendré que llamar a un taxi más tarde?—bromea el joven mozo. Parpadeo varias veces tratando de pasar la amargura que tengo en la garganta. —Quizás una ambulancia porque pretendo salir de aquí sólo con un coma etílico—lo hago reír. Por la próxima hora mi mente no deja de rebobinar el pasado. Fui una idiota, cegada por un sueño que claramente tenía que abandonar luego de la primera falla en el in vitro me quedé en un matrimonio donde ya no existía amor y mucho menos respeto. El solo pensar que pudo haber estado con otra mujer mientras estaba conmigo me provoca tantas náuseas que termino agendando una cita con mi ginecóloga para luego de las festividades para chequear que no me hubiera dejado pegada alguna enfermedad venérea y es que eso me enfurece aún más, la falta de compromiso, de respeto hacia mi persona me deja saber que yo siempre le importé un carajo porque exponerme de esa forma solo porque él quiso follar con otras es irresponsable y sumamente perjudicial para ambos. Mi mente no descansa y ha decir verdad, mis ganas de ahogar toda la mierda que me pasa con alcohol, tampoco. —¿Un mal día?—de repente una voz llega a mis oídos. No sé cuánto tiempo ha pasado solo sé que la botella que tengo en la mano está a punto de vaciarse. Giro el rostro encontrándome con alguien que me deja por completo estática. ¿Estoy viendo bien? ¿Será que esos ojos azules tan profundos son verdaderos o solo producto de mi imaginación? De forma inconsciente alzo mi mano tocando levemente su mejilla. Sí, es real. Este Adonis que tengo frente a mí definitivamente es una persona de carne y hueso, una persona que al parecer fue hecha por dos super modelos porque de otra forma no explico la belleza que carga en su rostro y es que sin ser femenino, su rostro tiene una suavidad y simpleza a la vez en sus rasgos que dejaría atontado a cualquiera. Tersa piel blanca, ojos azules, cabello n***o y unos labios gruesos que me dejan pensando cuando sonríe, demostrando que no solo su belleza es extrema sino también la calidez con la que sonríe. —Eres hermoso—susurro sin pensar, cosa que lo hace carcajear. —Definitivamente estás ebria—responde—¿Mal día? Me encojo de hombros. —¿Que una mujer no puede beber si no es por algo? Soy dueña de hacer lo que quiera, amigo. —No dije que no fuera así solo que tengo habilidad para leer a las mujeres en bares y tú mi amiga, definitivamente tuviste un mal día—dice ordenando otro trago—Verás, existe la mujer que viene solo por un cóctel a bares como estos ¿puedes imaginar por qué?—creo que tengo una idea—Exacto, para enganchar algún vejete con dinero, luego existen las mujeres que vienen bien vestidas, ordenan una bebida pero no la beben hasta que están con sus parejas, ellas son las casadas castradas y luego, están las mujeres hermosas y elegantes que se empinan una botella del mejor tequila como si fuera agua, esas, como tú, son las que buscan ahogar las penas. Mi mente ebria no puede sopesar todo lo que dijo pero comprendí a la perfección la posición donde me puso por lo que asiento hacia él. —En todo caso, diría que tuve un mal año—concuerdo—Y no quiero ahogar las penas, quiero ahogar la rabia que es diferente. Ahora es su turno de encogerse de hombros. —Mi teoría funciona para ambas—responde—¿Puedo preguntar qué pasó o es demasiado pronto? De inmediato ordeno otra botella. —Mi esposo me pidió el divorcio porque no puedo darle hijos, en venganza compré sus acciones dejándolo en quiebra y endeudado hasta las orejas—menciono y termino riéndome porque no puedo creer que de hecho sí lo dejé en quiebra. —Supongo que era una buena excusa para beber desde las nueve de la mañana. Me mira sorprendido. —¿Estás aquí desde esta mañana?—confundida busco un reloj o algo que me de la hora porque al parecer perdí el sentido encerrada aquí—Son las cuatro de la tarde si es lo que quieres saber. —Vaya, esto es como un casino de Las Vegas—susurro. —Una vez que entras pierdes la noción del tiempo—decimos al unísono. Existe un momento, una pieza clave en tu vida donde te preguntas ¿y ahora qué hago? Yo tengo dos opciones, la primera obviamente es salir de aquí, regresar a casa, dormir y mañana intentar rehacer mi vida pero la segunda es quedarme aquí, beberme la siguiente botella y disfrutar de la compañía de este hombre. Opciones opuestas, futuros inciertos pero un hombre muy tentador en el presente. Claramente, tomo la opción dos. —Me llamo Megan Hobbs—sonrío tendiéndole mi mano la cual sacude con gusto dejándome ver lo enormes que son sus manos en comparación a las mías. Me pregunto sí... —Maximilian Dupont, para servirle. [...] Un líquido caliente y con un sabor asqueroso recorre mi garganta obligándome a abrir los ojos. Desesperada me pongo de pie, no tengo idea de dónde estoy o hacia dónde voy, solo camino como venado herido hasta encontrar un inodoro donde dejo salir todo el mal que amenaza con acabar mi vida de no hacerlo. Me siento sudorosa, enferma y el que esté vomitando algo amarillo es una clara señal de que bebí de más. No sé cuánto tiempo me quedo pegada al retrete pero cuando termino me enderezo observando mi reflejo en el gran espejo que tengo frente a mí. ¿Esta soy yo? Parece que tuve una pelea con un maldito oso anoche porque tengo la melena tan despeinada que ni siquiera luzco como yo y... ¿lo que tengo en el cuello es un maldito chupón? De inmediato entro en pánico cuando noto que no solo tengo un chupón sino varios, repartidos por todo mi cuerpo incluso mi... ¡Carajo! De nuevo las náuseas me toman pero esta vez me contengo, decidida a buscar mi ropa asomo la cabeza hasta la habitación donde lo único que capta mi atención es un trasero torneado, firme, blanco y desnudo porque el hombre que yace en la cama está durmiendo boca abajo. No negaré que me quedo mirándolo más de lo debido pero es que ni siquiera parece natural, un hombre de ese tamaño pues casi ocupa toda la cama king size solo puede haber sido creado por dioses. De repente una sonrisa recorre mi rostro porque yo me comí a este espécimen anoche y por las huellas en mi cuerpo debe de haber sido fantástico. Mi mente recuerda su bello rostro y lo dulce que fue conmigo, algunas escenas de nuestra noche alocada viene a mi mente y solo puedo decir que efectivamente, la pasé genial. Me hacía falta liberar un poco de la tensión, conocer otro cuerpo y tener sexo sin la preocupación y el peso de tener que embarazarme sí o sí, pero todo lo bueno debe terminar y yo definitivamente tengo que salir de aquí. Recojo mis cosas en completo silencio, me visto, me coloco mi saco y mi bolso y salgo de puntillas de la habitación obligando a mi mente a olvidar por completo a este hombre.
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