Capítulo 01.

2411 Words
MEGAN HOBBS Existen desafíos en la vida que a veces nos quedan demasiado grandes y no damos la talla, así lo deseemos con todas nuestras fuerzas. No importa qué tanto batalles, qué tanto luches o te esmeres, terminas perdiendo de todas formas. Darme por vencida no está en mi vocabulario ni en mi forma de vida. Intenté, por todos los medios intenté pelear contra todo pronóstico para ser la mujer ideal, para dar la talla, ser una persona justa y alguien digna de admirar. En cierta forma logré algunas cosas de las que me propuse, soy afortunada de venir de buena familia, honesta que tiene como lema pelear duro por lo que quieres. Gran parte de mi familia sabe que las cosas jamás nos llegan de arriba sino que hay que pelear por lo que deseas. Como decía mi abuelo, si quieres algo, levanta el culo del sofá y ve a por ello. Él fue el patriarca de mi familia por muchos años, nos enseñó a todos el sacrificio y valor que tiene el trabajo, el ganar dinero de forma honesta siendo un gran trabajador. A pesar de que nos pudo haber dado una vida de lujos sin ningún problema y sin mover un dedo, desde niños nos ha inculcado el valor de saber hacerse paso en este mundo por uno mismo. Así como lo quiso, forjé mi camino, estudié, me preparé, fui la mejor y finalmente me recibí de abogada. Gracias al dinero y posición de mi familia no me fue difícil encontrar un trabajo por un tiempo hasta que levanté mi propio bufete de abogados en pleno Nueva York. Lejos de mi familia, de las personas que me vieron crecer puesto que mi linaje procede de un rancho en el centro de Montana, me hice mi propio camino donde las personas no me conocían en absoluto ni sabían el valor y peso del apellido Hobbs. Luché contra todos, miles de hombres machistas que creyeron que por tener un coño no podría llegar lejos, mujeres que se creyeron más que yo por su status social con la crema y nata de una de las ciudades más competitivas en el mundo empresarial como lo es Nueva York con Wall Street como su epicentro, pero a todos les callé la boca de la forma más elegante y sutil que pude. Luché, me forjé, me endurecí y crecí de forma profesional, sin embargo mi vida privada está lejos de ser perfecta. Con un dolor de cabeza terrible reviso los papeles que tengo sobre mi escritorio. Afuera está nevando, las festividades de fin de año están cada vez más cerca por lo que la ciudad se encuentra sumida entre capas de agua congelada creando un ambiente frío, tan frío como el corazón del hombre con el que me casé. Como toda mujer proveniente de familia de dinero, sabía que lo mejor que podía hacer por mí y mi familia, era casarme y tener hijos. Suena como un contrato, sin embargo es un movimiento que se da en todas las familias que tienen grandes cantidades de dinero que heredar, y el ser hija única en una familia que solo cuenta con dos integrantes, mi abuelo y yo, el no tener hijos ni siquiera era opción. Y como dije, suena como un contrato, algo que debía hacerse sí o sí, pero a diferencia de lo que muchos pensarán, me casé por amor. Mantenía la cabeza entre libros y carpetas provenientes de casos de todo el mundo cuando conocí a Drake. Éramos jóvenes, estábamos enamorados y queríamos comernos el mundo por lo que hicimos todo de un momento a otro. Monté el bufete, él se encargó de conseguir un buen empleo en Wall Street como inversionista en la bolsa de valores, compramos un pent house en Upper East Side, nos hicmos un nombre entre la crema y nata de la ciudad. De un momento a otro teníamos dinero, estatus social, un matrimonio por amor cosa que no se veía mucho en la ciudad y entonces decidimos tener un hijo. Ahí fue cuando todo se derrumbó. Construimos un palacio pero de arena, y cuando la marea subió, amenazando con destruirlo todo, solo pudimos sentarnos a observar nuestro final. Cuatro fecundaciones in vitro fallidas, análisis, pruebas de laboratorio, pruebas de embarazo negativas cada maldito mes, nos llevaron a convertirnos en completos desconocidos. De la noche a la mañana el sueño de tenerlo todo se veía tan pequeño comparado con el sueño de convertirme en madre, un sueño que por más que lo intentara, no podía cumplir. Los médicos no supieron decirme qué iba mal conmigo, claro que Drake aseguraba que todo era mi culpa porque él está completamente sano e incluso tenía a su urólogo para confirmarlo, no pude soportar el primer fracaso de mi vida. Nunca nada me había ido mal hasta ahora y lo irónico es que esa única cosa que no pude conseguir, fue lo que siempre anhelé más. Ese fue el principio del fin. Pasamos de cenar juntos cada noche en nuestro hogar a cenar solo de casualidad cuando el abuelo venía a la ciudad, de irnos de viaje a París por nuestro aniversario a viajes en solitario y solo por cuestiones de trabajo, y eso tampoco ayudó porque nos concentramos tanto en nuestros propios empleos que a fin de cuentas, no teníamos por qué regresar a casa. Hicimos vidas apartas el último año así que no es extraño para mí sostener en mis manos los papeles de divorcio. Una petición ya firmada por Drake Wallas donde me ofrece la mitad de sus ganancias y la casa sin pretender ni un centavo de mi fortuna. Solo quiere mi firma, librarse de mí para poder seguir con su vida como si los cinco años que pasamos juntos nunca hubieran sucedido. No negaré que me duele, perder al hombre con el que creí construiría un imperio y formaría una familia no es nada divertido sin embargo no derramo ni una sola lágrima. Lloré lo suficiente por mi matrimonio, no le veo sentido a seguir sintiendo pena por algo que seguramente estaba destino a fracasar desde el principio. La noche cae a mi alrededor, estoy tan agotada mentalmente que termino dejando los papeles para mañana, agendo el llamar a mi abogado para que concrete todo y finalmente subo las escaleras hacia nuestra habitación. El lugar es grande, elegante, costoso, con una vista espectacular de la ciudad lo cual me enamoró al principio pero ahora ya no me produce nada. Supongo que tienen razón cuando dicen que luego de la guerra todo deja de verse como antes. Me quito los tacones para no hacer ruido, hace tiempo que dejamos de compartir habitación, tiempo desde que nos dimos un beso pero algo me pide que me mueva hacia él. Es tarde, seguramente estará durmiendo o tal vez ni siquiera esté en la casa pero de todas formas abro lentamente su puerta. Con la luz de su mesa de noche encendida veo su cuerpo sobre la cama, su leve ronquido llega a mis oídos lo que me dice que está en un sueño profundo del cual será imposible que se levante por lo que me quedo a un lado de su cama, observándolo dormir. Los recuerdos de cuando éramos felices vienen a mi mente, incluso aprendí a cocinar cuando comenzamos a intentar tener hijos porque creí que aquello es lo que hace una madre y me tomé tiempo del trabajo para poder descansar y que los tratamientos hicieran efecto pero nada sucedió. Puedo ver en realidad desde cuándo nuestra relación comenzó a cambiar, desde cuándo el amor se fue de esta casa pero aún así mi mente se niega aceptar que fallé. —¿Por qué no me dices las cosas a la cara?—pregunto al aire. Estoy a punto de salir de la habitación cuando la pantalla de su móvil se ilumina enseñando un mensaje proveniente de una tal Gigi. Con el ceño fruncido no tardo en desbloquear su móvil porque el muy imbécil jamás le pone patrón porque nunca recuerda las combinaciones e ingreso específicamente a la conversación de ellos dos. No me hace falta leer demasiado para abrir la mano y propinarle un golpe que lo levanta asustado y perplejo. —¿Qué carajos haces?—me pregunta con el ceño fruncido. Queda aún más desconcertado cuando le enseño su móvil. —Megan, dame eso, no tienes que leer mis conversaciones. Respiro profundo intentando con todas mis fuerzas no clavarle las uñas en la garganta. —¿Quién es Gigi?—pregunto con los dientes apretados por la furia que me corroe el alma en estos momentos. Drake no tarda en recomponerse, sacude la cabeza, todavía está algo dormido por lo que no se concentra mucho en mí solo mira lo que tengo en la mano intentando atar cabos hasta que repito la pregunta y palidece. —Entrégame eso, ya—ordena estirando la mano. Retrocedo dos pasos. —Megan... —¿Quién carajos es Gigi y por qué pregunta si ya me diste los papeles del divorcio?—siento que la furia se apodera de mí en distintos niveles, incluso siento que puede llegar a ser peligroso para él el que yo me quede cerca así que retrocedo. Nosotros jamás hemos tenido este tipo de altercado, nunca un grito, ni una amenaza mucho menos un golpe pero a este punto de mi furia, de mi orgullo herido, siento que ya no hay retorno que pueda salvarlo. —No es nadie, entrégame eso y vete, por favor—pide poniéndose de pie. —Megan, no te pongas infantil, si esto es por los papeles podemos hablarlo y... —¿Hablarlo?—digo con ironía—¡No tuviste ni los cojones para entregarme los papeles de frente y vas a querer hablar conmigo! Escucha, Drake, no lo preguntaré de nuevo. Por tu bien espero que respondas con sabiduría porque las siguientes palabras que abandonen tu boca, serán una lápida o una salvación para ti, así que dime quién carajos es Gigi y por qué está tan interesada en que te divorcies. No soy tonta, tengo demasiada experiencia como para saber que Gigi es su amante, una a la que seguramente le prometió convertirla en su esposa una vez que termine conmigo pero mi orgullo necesita oírlo de su boca, oír cómo me ha traicionado, a mí que no he hecho más que darle la mano todo este tiempo. Aguardo sin paciencia a que diga una palabra para salvarse sin embargo, por el suspiro que da, sé que no lo negará. —No podía más, Megan—susurra desesperado—Cada intento fallido destrozando nuestras esperanzas no... ella estuvo ahí, trabaja conmigo, fue un apoyo en un momento de necesidad, necesitaba de alguien que me escuchara, alguien con quien pudiera hablar... —¿Yo estoy pintada acaso?—alzo una ceja—¿Buscaste refugio en otro lado pero no en tu esposa? Gracioso porque cuando pudiste apoyarte en mí, para demostrar que yo también tenía dónde apoyarme, decidiste dejar entrar a otra mujer a nuestro matrimonio. No puedo evitar la risa, es demasiado lo que tengo contenido y si no me río terminaré matándolo. Verlo tan tranquilo, intentando justificar su actitud de mierda solo me enfada mucho más. —¿En qué momento querías que hablara contigo? Nunca estás aquí, te la pasas trabajando, en la oficina, con reuniones y demás—alega enfureciéndose—¿De verdad me preguntas por qué no te busqué? ¡La persona que me causa dolor no podía ser la que intentara repararlo! Abro la boca sorprendida. —¿Soy yo la causa de que me engañaras?—pregunto anonadada. Traga grueso cruzándose de brazos. —¿Vas a decir que por que no puedo darte hijos tuviste que correr a los brazos de otra?—continúo—¿Cómo te atreves? —Yo nunca dije que me acosté con ella—me apunta con su dedo. Aquello me enfurece tanto que termino lanzándole el móvil por la cabeza sin importarme si le hiero o no .—¡Estás demente! —¡Ni por un segundo intentes tomarme por idiota!—grito, presa de mis malos sentimientos—¿Crees que hablas con alguna clase de idiota? ¿Piensas que a mí vas a endulzarme el oído? No te equivoques, Drake, porque a mí no vas a tomarme por estúpida. Él alza ambas manos. —¿Quieres que hablemos con la verdad?—dice, enseñando por primera vez su faceta de hombre enfadado—Bien, admito que dormí con ella. No desde ahora, sino que es mi pareja desde hace un año. —Qué hijo de puta—mascullo. —Querías la verdad, ahora vas a oírla—se sincera—Cogí con ella tantas veces que no la embaracé sólo por que no terminé dentro, sino esta sería otra historia. ¿Sabes por qué no me divorcié de ti antes? Porque te empecinaste con que querías intentarlo una vez más y dije bueno, quizás ahora sí sirva para algo pero ya ves que siempre no. Y me cansé, me cansé de las esperanzas por los suelos, de no poder formar una familia y lo siento, Megan, pero no voy a pasar el resto de mi vida con una mujer que no puede darme hijos. Ahí está, justo frente a mí las verdaderas razones por las que quiere el divorcio. La risa que abandona mi garganta tiene tintes cargados de depresión y angustia. Pasé años intentando, creyéndome que no era suficiente, que Dios me estaba castigando cuando la realidad es que quizás no me embaracé porque no es con él. Las banderas rojas están por todos lados y la niebla roja que cubre mi visión lo deja perplejo. —No me conoces en absoluto—me carcajeo negando con mi cabeza. —¿Por qué lo dices?—respira profundo. Me acerco lento a él, por un momento me mira con desconfianza porque no sabe lo que haré pero solo tomo su rostro con mis manos. Clavo la mirada en esos ojos avellana que tanto tiempo me hicieron suspirar, ojos que deseé nuestro hijo tuviera y aquellos que ahora me resultan tan mentirosos como egoístas, porque solo una persona egoísta deja a su esposa porque no puede darle hijos. —Porque cariño... soy la persona más hija de puta que te hayas podido cruzar, y ahora me vas a conocer.
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