La adicción de entrar ahí.
Oliver...
Mi interés y posterior adicción por el sexo anal han sido toda una montaña rusa de emociones y sensaciones, algunas difíciles de relatar, pasando de parecerme algo terriblemente asqueroso y desagradable a ser un plato fundamental en mis relaciones sexuales.
Pienso que una fuerte curiosidad es clave para disfrutar del sexo anal al que en la actualidad acceden cada vez más mujeres. Pero hay un detalle; no todas lo disfrutan a plenitud. Muchas lo hacen por complacencia más que por mero placer. La presión que ejerce ese hombre: esposo, novio o amante que, no quieren perder y al que no quieren decepcionar influye mucho para que muchas se animen a experimentar. No obstante y aunque lo practiquen de vez en cuando, a muchas les desagrada la idea ya sea por cuestiones de cultura, religión o el simple hecho de que lo consideran desagradable, doloroso o ambas, así que no toda mujer que accede al sexo anal lo hace por gusto, muchas veces es solo complacencia.
Dichosos y afortunados aquellos cuyas esposas, novias o amantes son unas guerreras como Teresa, adictas al anal y que lo disfrutan a plenitud tanto o más que el sexo vaginal.
Recuerdo que la primera vez que oí sobre sexo anal estaba muy joven, era un adolescente en pleno desarrollo, emocionado porque ya me habían crecido vellos en mi m*****o, mi voz era ronca mientras se desarrollaba y experimentaba mis primeros días de masturbación cuando veía porno.
Eran unas compañeras de clase que hablaban en el salón de que a una tal Kathe, de otra sección del colegio su novio «se la había cogido por el trasero». Las chicas chismeaban sobre la experiencia de la mencionada y se reían a carcajadas detallando cómo había sido todo y que la tal Kathe había ensuciado de caca el pene de su novio pero que a pesar de ello habían continuado teniendo sexo. Luego, entre todas hacían caras de desagrado y reprobación de la protagonista del chisme, etiquetándola de cochina, de puta y otros descalificativos.
Yo pensaba lo mismo aunque me encontraba alejado de las chismosas, sentada en mi escritorio en los primeros puestos. Esa tal Kathe era una asquerosa total, no podía concebir cómo una mujer podía sentir placer dejándose penetrar el recto anal.
La historia me impactó tanto que los días posteriores comencé a explorar no solo en internet, también me masturbaba pensando en eso. Muy a menudo en mi curiosidad natural por el sexo sino también en el trasero de una actriz porno. Descubrí que me brindaban sensaciones de placer. A pesar de mi constante curiosidad, el sexo anal me seguía pareciendo una cochinada.
Con el transcurrir de mi adolescencia me fui topando accidentalmente con más páginas para adultos, donde continué viendo cosas realmente impactantes. Más adelante buscaba contenido porno de forma espontánea aunque sin llegar a la adicción. Consideraba normal que las caricias en mi m*****o me produjeran cierto tipo de placer, son zonas erógenas de forma natural al igual que las orejas, el cuello, tetillas, boca, hombros, espalda. Lo que me parecía asqueroso era la penetración anal además de que pensaba que debía ser algo doloroso.
¿Cómo alguien podía siquiera imaginar dejarse penetrar?
Pasó un poco más de tiempo, cumplí años donde perdí la virginidad con mi prima lejana y la curiosidad por el sexo anal estaba más presente que nunca. Dicha curiosidad fue matando poco a poco el desagrado que me resultaba la idea de tener mi m*****o dentro de un recto.
Las veces en las que tenía sexo con mi prima, Karen, exploraba su ano con mis dedos, también lamía la zona, advirtiéndole que más temprano que tarde tendría que darme su trasero al que solía llamar:
La perdición inexplorada.
Me encantaba que mi prima se dejara explorar su ano durante nuestros encuentros, era muy placentero para ella sentir mis dedos haciendo círculos en la entrada de su ano, algunas veces introduciéndolos un poco haciéndole estallar en placer.
Enamorándme de mis gestos de satisfacción.
—Te quiero romper y que tú trasero sea solo mío —le decía unas cuantas veces en las que pudimos tener sexo a escondidas de sus padres.
Pero yo le animaba, le decía que en otro momento que estuviera mejor preparada y aunque intenté por todos los medios convencerla, ella terminaba abortando mi intento. No se sentía preparada y la imagen de Kathe, se paseaba constantemente por mis pensamientos cada vez que mis dedos intentaban irrumpir en las paredes del ano de mi prima.
Para ese momento ya sabía lo que era un lavado anal gracias al todopoderoso google. Los primeros lavados anales fueron muy desagradables, pero el morbo y la curiosidad eran más fuertes que el sentimiento natural que tiene cualquier persona de sentir asco hacia los restos que su propio organismo desecha.
Con el pasar del tiempo me fue resultando menos asqueroso, al fin y al cabo, esas heces y todos los restos eran parte de ella, por qué tendría que tener asco del ano de mi chica. Así que aprendí a lavar su ano tomando todas las previsiones necesarias, el correcto cuidado de su baño, su habitación y de si misma, así poder explorar con gusto ese morbo y excitación que nos generaba el sexo anal.
Uno cuando tiene un capricho, nadie se lo quita.
Compré juguetes sexuales, todo en la absoluta discreción, sin que se enteraran mis padres y tampoco los de mi prima. A pesar de que mantuve relaciones con ella durante un tiempo, quería tratarla bonito. A mi habitación no entraba nadie, era un lugar misterioso para mis papás, pero para ella no. Mi habitación se había convertido en el lugar de mis más oscuros secretos y fantasías. El cómo obtuve mis consoladores siendo un adolescente es un detalle que no viene al caso y no importa mucho, solo decir que como todo adolescente tuve contactos mayores de edad y cómplices de mis secretos de manera indirecta.
Los juguetes me sirvieron para lavar mejor su ano, cuando pensaba que ya le había hecho una buena limpieza, dichos juguetes me hacían saber lo equivocado que estaba.
Los días transcurrieron y cuando no podía tener relaciones con mi prima, pues, mis padres estaban presentes o la ocasión no se presentaba yo recurría a la masturbación. Quienes me enseñaron mucho sobre el sexo... El porno.
Desafortunadamente para mí, ese día de romperme el trasero y hacerlo solo mío, nunca llegó, nunca se dio y aunque estaba emocionado de que fuese yo el que desflorara lo que el llamaba una perdición inexplorado, no pudo ser.
Pero se vuelven adictas a los consoladores, quienes disfrutaron tanto de su v****a como de su trasero por bastante tiempo hasta que me encontré solo en la ciudad capital, preparado para ingresar a la educación superior.
Como dije anteriormente, me hubiese encantado experimentar con ella ese placer anal que le producían los consoladores de distintos tamaños, la experiencia anal con un hombre de verdad y no con un pedazo de silicona debía ser mucho más placentera, de eso estaba totalmente seguro.
Ese día llegaría, solo me tocaría esperar.
Creo firmemente que los juguetes me ayudaron a prepararme para todo lo referente al sexo, pues, exploré a fondo la sexualidad y mi autoestima creció de manera exponencial. Soy un poco narcisista, se imaginarán que me masturbaba a mi mismo hasta el cansancio frente al espejo, observando mi grandioso cuerpo y mi m*****o siendo estimulado intensamente por mis manos.
Me excitaba y llegaba al orgasmo con el simple hecho de ver la imagen de mi prima desnuda siendo cogida por cosas de plástico, ni siquiera pensaba en las veces que tuve sexo con ella, todo se enfocaba en mi, en mi cuerpo y en mis gestos al tener a mi disposición los consoladores a la hora que yo quisiera para hacerla sentir llena de pene aunque fuesen de silicona.
Hubo un momento en que pensé que estaba loco, haciéndome demasiado dependiente de los juguetes sexuales, tanto que hubo días que me ausenté de clases y cancelé citas con amigos o chicas por el simple hecho de estar en casa disfrutando de ella, de su desnudez y de los juguetes llevándole al orgasmo en reiteradas ocasiones hasta quedar tan exhausta que se quedaba dormida en posiciones sexuales, siendo ocupada por dichos consoladores, despertando dos o tres horas más tardes, muerta de risa por lo pervertidos que eramos.
Entonces apareció Daniela, en escena y lo primero que pensé fue: «debo experimentar con ella la realidad y lo que he aprendido estos años».
Nosotros los hombres somos algo tercos en el sexo aunque no todos. Solo pensamos en meter el pene hasta el fondo sin importar el placer de su mujer. Además, de pensar erróneamente que mientras más al fondo lo metan más placer producen. Esos hombres son un tipo de psicópatas en este aspecto, asocian sus gemidos, gritos y gestos faciales con el dolor y eso les excita enormemente.
Por esa sencilla razón adoran el sexo anal, pues, están conscientes de que de una u otra forma habrá siempre un tipo de dolor.
Los hombres pacientes y calculadores disfrutan más de nosotras y son mejores en la cama, pues, son más detallistas, minuciosos y no se enfocan solamente en su placer sino también en el placer de ellas, y créanme, que pueden disfrutar del sexo anal algunas veces hasta más que el sexo vaginal.
Soy el tipo paciente.
Por mi parte no me enfoco en mi placer y ellas tampoco se están quejando, pues, con el cuerpo que tengo y lo bueno que hago el sexo nos enfocamos en cogernos mutuamente, sobre todo por el ano. Cuando ellas se dejan y que se tomen mi semen. Les da igual si estoy o no interesado en ellos o si solo las busco por un polvo.
Solo sexo sin ataduras.
Daniela era una rubia, alta, con unos ojos verdes muy bellos, una dentadura perfecta, con cabello corto. A pesar de su delgadez tenía un muy buen físico, un abdomen bien desarrollado, unos brazos y manos muy hermosas. Una mujer de porcelana por doquier. No tuve dudas cuando lo vi por primera vez, era una chica adicta al gimnasio.
Nos conocimos por medio de una amigo, nos caímos bien, me gustó su mirada más que cualquier otra cosa y empezamos a salir. En una semana y media ya me había dado el cu...
Perdón y sí. Me parecía una chica agradable y había mucha química entre nosotros, además, era un buen numerito en la universidad, es decir, una mujer muy cotizada.
Me hice su novio sin más. En la universidad era un chico bastante popular al que buscaban muchas chicas ya fuese porque eran mis amigas como porque era un chico muy apuesto. Eso no le molestaba en lo absoluto ni le hacía sentir menos, de hecho no le prestaba atención, mientras le demostrara que solo ella era mi chica todo estaría bien y solo hay una manera de saber que un hombre está totalmente interesado en ti.
El sexo.
Habrá mujeres que me estén leyendo y pensarán que estoy equivocado, pero yo hablo de mis experiencias, no me gusta generalizar y en lo que a mi respecta, una mujer está realmente interesada en mi cuando me desea y no me refiero a esas mujeres que me sisean o piropean en la calle, sé muy bien cuando una mujer está interesada en mi y lo sé porque yo soy igual. Cuando me gusta una mujer me la cojo, no estoy pensando si será mi futura esposa o la madre de mis hijos, me la cojo y punto. Así es como logro disfrutar del sexo a plenitud, pensar en otras cosas secundarias o de futuro me crea un drama y un estrés que no me permite disfrutar de mi sexualidad al 100%.
Me encanta el sexo, no estoy pensando en si una mujer será mi esposa, no ahora cuando soy joven y quiero disfrutar de mi juventud al máximo. Más adelante quizá madure, me case y tenga hijos, por ahora todo se resume en disfrutar de mi joven vida, estudiar, hacerme profesional, lo más independiente posible y pasarla lo mejor que pueda, sin ataduras de ningún tipo.
Tuve a mi hija y cambió todo.
Antes de cumplir un mes de novios ya habíamos experimentado el sexo tanto en mi apartamento como en el de ella y todas las veces que nos provocaba. Era una excelente amante y obtuve de ella todo lo que un hombre puede desear en una mujer. Yo obtuve lo mismo, una mujer detallista como novia, respetuosa, cariñosa, graciosa, atenta y en el sexo una diosa como yo también era un dios para ella.
No pasarían dos meses para convencerme de que Daniela era la indicada para iniciarme en el sexo anal que a decir verdad ya lo había hecho en mi mente muchas veces.
Era un día jueves, no fui a la universidad y apenas notó mi ausencia me llamó. Le expliqué que me sentía mal, pero que viniera en la noche a pasar un rato conmigo. Había una cláusula en nuestro noviazgo, continuaríamos viviendo cada quien en su departamento, pero esa cláusula estaba a horas de ser rota, como también su flor de loto.
Faltando poco para que mi novia llegara me hice un riguroso lavado en el cuerpo, no me había masturbado y mi libido estaba full, deseaba como nunca antes ser estar con ella por su trasero y estaba seguro de que esa noche era la indicada para ello. Sentía un poco de miedo pero confié en que la experiencia con mi prima y los consoladores con ella, era lo bastante suficiente como para afrontar esa nueva experiencia que llevaba meses deseando.
Le abrí la puerta y ella se abrió la chaqueta, vestía un babydoll rojo y sonriéndome como una diablita dispuesta a portarse muy mal.
—Impresionante —la mire impactado— ¿Y esta grata sorpresa, mi vida?
La apuré a pasar y cerré la puerta para inmediatamente besarla. El beso apasionado lo conduje a cargarla en mis brazos y llevarnos a mi habitación con el único fin de hacerla mía.
La recosté a la cama y no hubo parte de su piel que no besara con pasión y deseo. Ahí es cuando sabes que un hombre te desea sin crearte ninguna duda. Te besa con absoluta pasión, muerde con cierta intensidad tus orejas, las lame, lame tu cuello, lo besa, mientras sus manos acarician tu cintura y le dan forma a tus pezones cual alfarero moldeando una copa. Baja hasta tus hombros y los lame y besa, continúa hasta comerse tus senos como dos deliciosas y jugosas frutas, las chupa, las lame, las muerde, haciéndote gemir y desearle dentro de ti.
La desnudé totalmente en cuestión de segundos, dejando sobre su piel la textura tibia de mi saliva y el aroma de su rico y caro perfume. Hice una pausa para quitarme la ropa y se hincó ante mí rápidamente para llevarme a la boca mi ya erecto y largo pene que intentó chupar con total desespero a pesar de que sabía que no cabría todo.
—Las manos atrás —le ordené.
Llevamos pocos días disfrutando del sexo, pero suficientes como para saber lo que me gustaba y lo que no.
Puso mis manos atrás como le ordené, le agarré de la cabeza con sus manos y empujé mi pene repetidas veces contra su garganta, ahogándola, produciéndole arcadas. Las lágrimas no tardarían en inundar sus mejillas y aunque le dije que debía tener sus manos a la espalda se llevó una a su v****a que comenzaba a humedecerse.
Le permitía que tomara un poco de aire para luego hundirle nuevamente mi largo pene que nunca iba a entrar por completo en su pequeña boca.
No había una conversación, solo nos mirábamos cuando le dejaba tomar aire, ella sintiéndome su mía y yo pensando todo tipo de palabras que no me atrevía a pronunciar ante lo que veían mis ojos.
Una novia sumisa dejándose violentar la boca por mi largo pene.
Luego quité mis manos de su cabeza permitiéndome tomar el control de mi m*****o. Así que empezó a chupármelo a su ritmo al mismo tiempo que me masturbaba con una mano y estimulaba su v****a con la otra.
Me encantaba tanto cogerme su boca como verla chupándome el pene a su ritmo, ya me había dicho en ocasiones anteriores que no sabía qué yo era más morboso, por lo tanto ambos modos debían estar siempre presentes.
Algo curioso de Daniela es que le gustaba lamer las lágrimas que yo mismo le producía cuando cogía su boca, luego la besaba. Aquella mezcla de fluidos de todo tipo me excitaba en gran manera, su v****a, sus lagrimas, su saliva con la mía, había una compenetración s****l tan intensa entre nosotros que disfrutaríamos por unos cuantos meses más.
Luego de chuparme el pene por un buen rato se levantó y me besó. Le daba morbo besarme y que probase el sabor de mi propio pene desde su boca. Me lo dijo una vez, pero no me importaba. Solo con ella lo hacía con todo el gusto, lo que alimentaba más nuestro morbo y buena comunicación s****l. No había dramas, disfrutábamos todo lo que hasta ese momento nos provocaba experimentar, sin ascos, sin malas caras, sin tabúes que entorpecieran las cosas.
—¿Me quieres dar por el atrás? —me preguntó, apenas terminamos de darnos un apasionado y morboso beso.
—No sabes lo mucho que lo deseo —expresé con entusiasmo.
Continuará...