El despertar del día iluminaba el blanco rostro de Adam quien despertaba de un largo letargo como un dolor muscular en el cuello y los hombros, su rostro había estado apoyado la noche entera en el marco de madera de aquella ventana quedando grabado en su piel el rastro de aquella estructura. Abrió sus ojos entonces hacia un nuevo amanecer, una leve tos lo hizo estremecer y tambalearse sobre sí mismo sentado en aquel pequeño banco, talló los ojos con sus puños mientras intentaba aclarar la vista. Un escalofrío serpenteante recorrió su médula y sus brazos que se erizaban al momento, le sorprendió el amanecer sin haberlo esperado, se puso de pie aún sin tener claro que hacer, como si sus pensamientos estuviesen en espera.
Miró la hora en su reloj de mano; marcaban las siete en punto, el ese momento el sol comenzaba a alumbrar con más fuerza causado que la temperatura bajase algunos grados antes de empezar a subir considerable, su piel desnuda había estado vulnerable al frío de la madrugada que golpeaba las bastas tierras de cultivo.
Se dirigió entonces hacia el primer piso bajando las escaleras cuidadosamente, las aves por encima suyo ya volaban en el cielo entre la parte del techo que se había derrumbado. Ratones rondaban por las esquinas de la enorme bodega, salió por el hueco de la puerta inexistente y su piel sintió el cálido aliento del sol que comenzaba a llenar de vitalidad a las hermosos tulipanes de vibrantes colores.
Tomó su bicicleta y se montó en ella, un único pensamiento rondaba por su mente
«¿Qué les diría a sus padres al llegar a su casa?»
Partió entonces hacia su casa tomando aquella vereda pedregosa por la cual había pasado la vía del ferrocarril años atrás. Sus piernas habían recuperado sus fuerzas y pedaleó sin cansancio todo lo que sus piernas pudiesen soportar, al llegar a la carretera cruzó hacia el otro lado y comenzó a circular en sentido contrario en qué venían los coches, su cuerpo comenzaba a emanar calor y el sol se sentía aun con más intensidad.
Miraba hacia su lado a aquella bodega, su refugio alejarse con cada pedaleo, haber estado allí le había ayudado a aclarar sus pensamientos y a tener orientación sobre su propia vida, había decidido ser lo suficientemente fuerte como para poder aguantar las insignificancias de la vida que solían alterarlo, no pensaba en mermar aquel pensamiento de perseverancia, no daría su brazo a torcer ni doblegaría su espíritu ante las adversidades de la vida cotidiana.
Las casas cercanas a su colonia comenzaban a inundar sus pupilas con sus brillantes colores y techos puntiagudos de tejas de terracota de varios colores.
Giró el manubrio hacia la izquierda en una calle principal y pasó el semáforo en verde adentrándose de nuevo a la sociedad, los rostros de personas que rara vez había visto comenzaban a asomar por encima de las ventanillas de sus coches mientras que algunos otros pasaban en sus bicicletas o caminando, con cada pedaleo estaba más cerca de su hogar.
Un par de jovencitos jugaban a lanzarse un balón de fútbol con el pie, otros dos más se lanzaban agua con armas de plástico, una sonrisa picara se dibujó en el rostro de Adam quien daba vuelta a la esquina desde donde a cien metros podían verse las casas de sus vecinos, aspiró hondo respirando un aire lleno de temor, cada pedaleo lo acercaba más a su hogar, miles de excusas y respuestas para las supuestas futuras preguntas de su madre se agolpaban en su mente. Pasó la calle sin percatarse del coche que venia por la calle transversal hasta que el conductor sonó el cláxon despertándolo de sus pensamientos.
Su corazón se detuvo de golpe, el color azul de su casa comenzaba a teñirse en su pupila, con el corazón en la mano empezó a sentir que el aire comenzaba a mermar, trataba de controlar su ansiedad con cada respiración honda.
El coche de su padre estaba aparcado sobre la acera de la cochera, su padre aún no había ido a trabajar, un deseo creciente de dar la vuelta para volver más tarde asomó en su voluntad, tomó valor y se decidió a llegar sin importar lo que que eso significase.
Bajó de su bicicleta de un salto sosteniendo el manubrio con sus manos, sus pies golpearon el pavimento y comenzó a encaminarse hacia la puerta del patio para guardar su medio de transporte.
Margaret, quien estaba al pendiente de la llegada de su hijo lo miró al pasar cerca de la ventana y salió de casa a su encuentro, Adam detuvo el paso en cuando vio a su madre salir mientras este se disponía a guardar su bicicleta, abrió la pequeña puerta de la valla de madera que encerraba a su casa y cerrando la puerta detrás de sí miró hacia en frente evitando la mirada de su madre quien corría hacia él estrechándole entre sus brazos.
—¿Donde habías estado, mi amor? —
Pronunció en un sollozo.
La mujer lo tomó de la mano y lo dirigió hacia la casa, Richard había salido y miraba al joven acercarse con su madre.
La mirada del hombre logró intimidar al joven.
—¡Tranquilo! —
Susurró Margaret. Richard comenzó a caminar hacia ellos con una mirada inexpresiva.
—¿Adam, donde habías estado? —
Preguntó arreglándose la corbata.
—Salí con unos amigos—
Se excusó, una bofetada a mano abierta le marcó la cara en color rosado al joven quien no pudo evitar soltar algunas lágrimas de dolor, se dispuso a huir nuevamente pero su padre lo retuvo entre sus brazos, Adam trataba de escapar de sus brazos pero la fuerza del hombre superaba la suya.
La mujer había llevado sus manos a su boca enmudeciendo el llanto.
—No vuelvas a hacer esto, muchacho—
Mencionó en un sollozo que para el joven fue un golpe directo al alma, ver a su padre llorando le llenó el pensamiento de un remordimiento que jamás había sentido.
Sostuvo si cara entre sus manos y apoyó la frente en la frente de su hijo mirándolo directo a la cara.
—No vuelvas a irte así sin avisar—
Besó su frente mientras una lágrima rodaba por las mejillas de Adam.
Los padres del joven se habían decidido a levantar un informe a la policía sobre la desaparición de su hijo menor pero estos no podían hacer más hasta pasadas las veinticuatro horas desde su desaparición.
El matrimonio se alegró al ver regresar con bien a su hijo, pero había otro asunto que los preocupaba de igual manera; Alek había decidido fugarse de casa después de que Adam abandonase la mesa, el joven no era consciente de esto, sus padres no deseaban que lo supiese pero sabían que era algo que no podrían evitar.
El joven se sentó a la mesa mientras su madre le servía el desayuno, el apetito de Adam provocaba que se atragantara con el almuerzo matutino.
Su madre se sentó al lado suyo, Adam le sonrió.
—Tenías mucha hambre, mi amor—
Mencionó con amor tocando su mano sobre la mesa.
El joven engulló el bocado antes de hablar.
—Un poco—
—¿Con qué amigos andabas, compañeros de clase? —
Intervino el hombre entrando al comedor antes de marcharse al trabajo.
Adam asintió.
Richard besó en los labios a su esposa y en la frente a su hijo.
—Ya voy tarde, cuídense... Y apúrate para que vayas al colegio—
—Richard— se dispuso su mujer a convencerle de que por esa ocasión faltase a clases.
—No hay excusas para faltar a clases, Margaret, no quiero hijos vagos.—
Adam suspiró, la actitud de su padre no se doblegaba ni un ápice.
La mujer se puso de pie intentando persuadirle, se alejaron por un momento para hablar a solas.
—No voy a cambiar de opinión. Te amo, lo sabes y amo a mi hijo. Quiero saber qué tipo de amistades tiene. Quiero que lo lleves al colegio e investigues a sus amigos, no quiero que mi hijo esté involucrados con maleantes
— ¡Por Dios, Richard! Confía en él, dale un poco de libertad. —
Richard lanzó una mirada de desapruebo a su mujer quien no tardó en entender su molestia.
—Está bien, yo lo llevaré. ¿Vete con cuidado, sí?—
—Hasta la tarde, familia— Mencionó el hombre tomando su maletín
—Hasta la tarde—
Pronunciaron a coro.
—Termina tu almuerzo, voy a terminar de lavar los platos, me llevas el tuyo cuando termines—
Margaret se puso de pie dispuesta a seguir con sus quehaceres diarios.
—Y Alek, ¿dónde está? —
Era la pregunta que menos esperaba y que pensaba evitar a toda costa. Detuvo el paso y se giró dirigiéndose nuevamente hacia Adam, el joven dejó de comer al notar la expresión dolorosa de su madre.
—Tu hermano... — enmudeció por un momento mientras un nudo en la garganta luchaba por quedar libre.
—Tu hermano huyó de la casa, justo después de que tú te fuiste. Dijo estar harto de vivir aquí, de ser nuestro hijo. Nos pidió que no lo buscásemos.—
Las palabras salían entrecortadas, como si a sus cuerdas vocales y el aire en sus pulmones hicieran un esfuerzo en conjunto por pronunciar algún sonido entendible.
La mujer dió la media vuelta y volvió a sus quehaceres entre sollozos.
El joven llevó el plato sucio a su madre después de comer, esta se limpió las lágrimas con el brazo desnudo al escuchar sus pisadas.
—¿Te gustó tu comida, hijo?—
—¡Estuvo delicioso!—
—Ve a arreglarte para llevarte al colegio—
—Yo puedo ir solo, mamá—
—De ninguna manera— sonrió tiernamente mientras fregaba el último baso. —Yo te llevo, para eso soy tu madre.—
Adam sonrió asintiendo con la cabeza.
El joven subió a su habitación y se lavó el rostro con agua y jabón para después vestirse con el uniforme del colegio, al bajar las escaleras, su madre ya lo estaba esperando vestida con recato.
Una manga de la playera del uniforme de Adam llevaba un hilo fuera de su lugar, el joven lo enredó en uno de sus dedos y comenzó a girarlo empezando a ceñir su piel, y tiró fuerte de aquel hilillo y éste se rompió provocando que una parte de la manga de la playera quedara con arrugas.
Margaret comenzó a elogiar a su hijo al bajar las escaleras, en el rostro del joven asomó un ligero sonrojo.
—Anda, vamos al colegio—
Sugirió si madre meneando la cabeza hacia la puerta. El joven se sujetó bien la mochila a sus espaldas y le siguió el camino a su madre rumbo al coche que tenían guardado en la cochera, la cortina metálica comenzó a subir produciendo un estruendo duradero. Adam colocó la mochila en el asiento trasero y se cruzó el cinturón de seguridad por el hombro y el pecho, esbozó una tenue sonrisa en su rostro a la vez que su madre acariciaba su mejilla con ojos acuosos.
—Alek, está bien—
Sonrió consolándole, Margaret asintió y arrancó el coche.
Adam llegó a su escuela acompañado de su madre a las diez de la mañana y a pesar de la insistencia del joven por no ir, tratando de persuadir a su madre pues ya era pasada a la hora de inicio de clases.
Adam aspiró hondo antes de bajar del coche y seguir a su madre, se encaminaron juntos hasta las enormes y vistosas instalaciones con áreas verdes y múltiples coches en el estacionamiento, entraron juntos por aquellos solitarios y blancos pasillos. Cada paso hacia eco al rededor, tan solo se escuchaban a lo lejos tenues voces de algún maestro impartiendo clase. Adam dirigía a su madre hacia la oficina del director quien parecía haberles estado esperando pues al llamar a la puerta, éste abrió inmediatamente, Margaret comenzó con una larga retahíla escusado la tardía llegada del joven siendo del todo convincente, dichas palabras le resultaron totalmente certeras para el director del enorme colegio.
Adam se despidió de su madre después de salir de la oficina del director pero ésta no se dió por eludida, sino que se adhirió a la idea de dejar a su hijo fuera del salón de clases y verlo entrar al mismo y tomar su asiento.
Los jóvenes dentro del salón miraron hacia la ventana al notar las siluetas de Margaret y Adam, el joven se sintió avergonzado y tímidamente sugirió a su madre irse a casa nuevamente.
Ella acercó sus labios a su frente y lo despidió con un beso, el joven entró a su salón llamando la atención de todos ahí dentro, un abucheo se hizo escuchar al momento en que éste asomó la cara hacia adentro, el profesor no se encontraba allí.
Adam caminó tímidamente y tomó su asiento escuchando algunas mofas hacia él.
La hora del receso estaba por llegar y eso era lo que los jóvenes estaban esperando desde el inicio de clases.
Al lado suyo, Bram trataba de acaparar su atención, por su parte, Adam se notaba indiferente y no le inmutaba lo más mínimo todos los esfuerzos y seseos del joven por obtener al menos una mirada. Bram se dio por aludido y mermó en su intento.