El eco de sus pasos retumbaba en el suelo de mármol del lujoso lobby del restaurante donde Alejandro e Isabela esperaban a Olivia. Ella los había llamado justamente al salir del departamento de Gavin y les había pedido que, con urgencia, se reunieran con ella para hablar de algo importante. Por el tono enfadado en la voz de Olivia, Alejandro e Isabela temieron haber sido descubiertos y pensaban que iban a enfrentarse a Olivia para darle una explicación por sus mentiras. Rápidamente se vistieron, y salieron de la cama en la que estaban retozando como dos conejos lujuriosos salidos del mismísimo infierno. Olivia caminaba con el rostro endurecido, la mandíbula apretada y los ojos inyectados de ira contenida. El recuerdo del beso seguía quemándole en la memoria, una daga que había partido en

