Olivia no había planeado llegar sin avisar. Pero desde la cena con Alejandro, una inquietud le había estado corroyendo por dentro y la visita de su hermano solo la había incrementado. Sin embargo, Gavin se había mostrado extraño desde el accidente de Emilia, y esa sensación de que su hermano estaba ocultando algo tampoco la dejaba en paz. Así que allí estaba, entrando sin esperar invitación, decidida a enfrentarlo. Pero lo que encontró la dejó helada. Emilia Burrel estaba sentada en el regazo de él, el rostro arrebolado, los labios todavía húmedos, y Gavin, su propio hermano, respiraba con el pecho agitado, mirándola como si acabara de ser sorprendido en el acto de un delito. No necesitaba explicaciones: la escena hablaba por sí sola. —Ahora lo entiendo todo —dijo Olivia con frialdad.

