Capítulo 3-1

1153 Words
3 Kelan Reykill estaba sentado en la mesa de conferencias de la V’ager, la nave de guerra valdier que comandaba. Era la nave más grande y sofisticada de su flota y todo gracias a las constantes mejoras que efectuaba su hermano Trelon, y en aquel momento estaba estudiando los informes que le habían traído, con el ceño fruncido. Los informes sobre el planeta que había debajo de ellos no le preocupaban; Zoran ya les había advertido de que se había refugiado en un planeta primitivo. También les había dicho que se acercaran con la máxima cautela, ya que los habitantes de dicho planeta no eran conscientes de la existencia de otras formas de vida más allá de su galaxia. Trelon ya se había asegurado de que nadie pudiera detectarlos. A Kelan ni siquiera lo preocupaba que Trelon, él y unos cuántos más fueran a ser transportados hasta allí, ya que, según la información que aparecía en sus informes en relación a la milicia del planeta, serían más que capaces de defenderse. Siempre podían transportarse de vuelta a la nave y salir de su sistema solar antes incluso de que los militares fueran conscientes de su presencia. No, lo que lo preocupaba era lo que le había pasado a su hermano mayor, Zoran. Kelan estaba que echaba chispas mientras leía el informe sobre la captura y tortura que había sufrido su hermano. Se había mantenido constantemente en contacto con los dos hermanos que habían permanecido en Valdier, y tanto Mandra como Creon sabían que Zoran había sido capturado por un grupo de guerreros curizanos, pero allí había algo que no encajaba. Llevaban en paz con sus antiguos enemigos desde hacía más de un siglo. Nada de todo aquello tenía sentido. Hasta conocía a los miembros de la casa real de Curizan. Ha’ven, el líder de los curizanos, era el mejor amigo de su hermano Creon. Bueno, o tan amigo como Creon podía aceptar. Sabía que Creon le había salvado la vida a Ha’ven durante las guerras, y aquel había sido precisamente uno de los factores que había puesto fin a los enfrentamientos. ¿Por qué lo habrían llevado hasta una base militar remota que llevaba abandonada desde hacía eones? ¿Por qué querían conocer los secretos de la relación simbiótica que se establecía entre un guerrero valdier, su dragón y su simbiótico? En el pasado ya había habido otros que habían intentado hacerse con ese conocimiento capturando al simbiótico de un guerrero, pero en todos aquellos casos la incidencia había acabado con la muerte del captor a manos del simbiótico. Era precisamente aquel conocimiento el que les había dado a los líderes de Valdier el poder necesario para abrir su planeta al comercio, hacía ya casi trescientos años. En aquel entonces, las guerras entre los sarafin, los curizanos y los valdier ya habían estado cerca de finalizar. Se firmaron acuerdos de paz y comerciales. Los valdier entregarían algunos de sus poderosos cristales a los curizanos a cambio de compañeras potenciales, y a los sarafin se les prometió la primogénita del rey de Valdier, que se comprometería con el primogénito del rey de Sarafin. Por desgracia, el padre de Kelan, que había sido el responsable de negociar aquel acuerdo en concreto, no había informado a los sarafin de que el nacimiento de mujeres entre los valdier era un suceso raro y poco habitual, especialmente dentro de la familia real. El tratado se había firmado hacía casi un siglo y, hasta el momento, Valdier no había tenido problemas con los sarafin. De hecho, su hermano Trelon era un visitante frecuente de sus puertos espaciales y comerciaba de manera importante con ellos. Kelan se frotó el estómago, irritado. Desde que Zoran le había presentado a su compañera predestinada, Abby, su dragón no había dejado de darle problemas. Kelan siempre se había enorgullecido de su capacidad de lidiar y negociar con su mitad más primitiva, pero desde que su mirada se había posado en la marca del dragón que tenía Abby en el cuello, su vida se había convertido en una batalla constante para conseguir que su dragón se tranquilizase. La bestia quería bajar al planeta y encontrar a su propia compañera. «Si se puede encontrar a una compañera predestinada en este planeta primitivo, entonces puede haber más de una. ¡Mía!», gruñó su dragón, enfadado. «Ve, ahora. Encuentra a mi compañera». «¡Quieres parar de una vez!», gruñó Kelan en respuesta, igual de molesto. «Tenemos cosas más importantes que hacer. Además, es muy poco probable que encontremos a una compañera en este planeta; ¡ya sabes cómo es nuestro simbiótico! Es tan tiquismiquis que nunca hemos conseguido tener sexo con una mujer si él está en la misma habitación que nosotros». Su simbiótico alzó la vista hacia él con un bufido grave, enseñándole los dientes. En aquel momento tenía la forma de un enorme felino, una criatura conocida por destripar a sus presas y devorarlas mientras todavía estaban vivas. El dragón de Kelan le rugió, aunque no les sirvió para nada a ninguno. El simbiótico notó lo que estaba haciendo el dragón gracias a las bandas que le rodeaban la parte superior de los brazos a Kelan, pero simplemente resopló antes de volver a bajar la cabeza. Sabía que, cuando se trataba de aceptar de manera definitiva a una mujer como su compañera predestinada, si el simbiótico no la aceptaba, entonces tampoco lo haría su dragón. Y si el simbiótico no aceptaba a la mujer y el dragón se negaba a insuflar su fuego en ella, Kelan podía darse por jodido. Era imposible que pudiera llegar a encontrar a su compañera predestinada si esta no era aceptada por las tres partes que conformaban su existencia. Tiró el informe sobre la mesa que tenía delante con un gruñido. No podía perder el tiempo con fantasías; si todavía no había encontrado a una mujer entre todas las que se había llevado a la cama en Valdier… y en Curizan, en Sarafin y en algunos lugares más, se encargó de señalar su simbiótico a través de varias imágenes con un bostezo. Kelan le rugió en voz alta en respuesta. Su simbiótico se puso lentamente en pie y se sacudió antes de girar la cabeza y salir de la sala. Kelan se pasó las manos por el pelo, deseando poder librarse de su dragón con aquella misma facilidad. La bestia lo estaba haciendo jirones por dentro, como si él también fuera un felino y se estuviera afilando las garras. Tenía que mantenerse concentrado en la situación que tenía entre manos. Cerró los ojos y buscó la calma por la que tanto se le conocía, y cuando volvió a abrirlos fue con una expresión decidida. Primero iba lo más importante, traer a Zoran y a Abby. Después tocaría volver a Valdier y ver qué habían descubierto Mandra y Creon. Y, por último, matarían a los malos. Una sonrisa le curvó los labios al encontrar de nuevo el equilibrio; su dragón bien podía ir a darse una ducha fría hasta que hubiesen acabado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD