En el momento en que moví solo un poco mi trasero, a los pocos segundos sentí un bulto justo en el medio de mis nalgas. —¡Gabriele! —me intenté apartar, pero él me sujetó —¡Déjame! Tu erección me está lastimando. Como si estas fueran las palabras correctas, los brazos de Gabriele soltaron mi cintura. Me alejé de él y me di la vuelta, evitando ver su entrepierna. —Gabriele, en serio, que pareces un adolescente hormonal —dije y al instante me sentí fatal, porque yo estaba igual —sabes bien que me encuentro lesionada y quieres acostarte conmigo, además de eso no te has portado del todo bien. —Si me puse así, fue porque sentí cómo eso —él señaló mi v****a —. Estaba palpitando, no te creas tan especial, Abril. Sentí una vergüenza total y al mismo tiempo me molesté. Cuando intenté levantar

