La recepción era lujosa, con decoraciones francesas. Justo por eso el hotel se llamaba La Gran Francia.
—Tengo una reservación, la suite presidencial. A nombre de Gabriele Winchester.
—Claro, señor Winchester —la recepcionista le sonrió con coquetería —, aquí tiene su llave.
Sentí una especie de alivio al ver que él tampoco quiso tocar a esa mujer. Ella dejó la llave sobre la recepción al ver que no tenía intenciones de tomarla directamente de su mano.
—Un botones lo va a guiar tanto a usted como a su hermana a la suite presidencial.
—No digas estupideces —su tono fue rudo y cruel —. Ella no es mi hermana, al menos trata de disimular un poco las ganas que tienes de saber cosas que no tienen por qué importarte. Desde ya te digo que nunca vas a estar en mi cama.
Me quedé helada, sentí
