Moví mi cabeza de un lado hacia el otro al ver que la sopa se había derramado, caminé en dirección a la cocina y tuve que cambiar de taza. —¿En serio no estás ni un poco preocupada por mí? —Gabriele fue a la cocina y miré su mano roja —me has quemado con esa sopa infernal. —Por comenzar, no fue mi culpa lo que pasó. Tú me has jalado y paso eso, además no tengo motivo alguno para preocuparme por ti. Te recuerdo que no somos nada, solo eres el tipo al que le entregué mi virginidad y nada más. —Me sorprende lo descarada que puedes ser —él abrió el grifo y dejó que el agua corriera en su mano —. Y te sugiero que enfríes esa sopa, no vaya a ser que termines por matar a tu amigo. No pensaba caer en sus provocaciones, así que al final me fui al cuarto de Mateo con la taza de sopa. Al entrar,

