Capítulo 1

2283 Words
La polvareda que deja el movimiento de tanto ganado hace imposible la visión para los vaqueros que se encuentra separando las diferentes reses. El sol calcínate y sofocante   agota con más rapidez a los hombres que hacen aquel  extenuante  trabajo. — ¡Yeaah!—  grita unos de los hombres para atraer la res que necesita tener cerca. — Por acá—  grita la voz de una mujer que se confunde con los hombres del rancho—  Chepe, mándalos para acá. El ganado cambia el curso y comienzan a seguir al palomino que es guiado por la mujer. — ¡Yeaah!—  grita otro de  los hombres que esta afanado  por terminar aquella faena. Todo el ganado entro por la manga del corral y ya encerrado comenzaron a separar las que iba a ser vendidas. — ¿Tantas?—  pregunto el viejo vaquero que se había quitado el sombrero para limpiar el sudor que cubría la cara—  señorita Ely ¿Cuándo  se lo van a llevar las reses? Eleanor Hampton lo miro a los ojos y lamio los labios que tenía secos debido al calor y a la sed que le asistía en esos momentos. — Chepe esas vacas no van a salir del rancho—  ella miro el ganado y verifica que sean   las reses correctas—   las vamos a  marcar con un nuevo hierro. El viejo vaquero miro el trabajo de sus vaqueros. — Entonces—  pensó bien lo que iba a decir—  ¿El patrón volvió a vender sin su permiso? Ella suspiro y resoplo ira. — Mi padre está llevando el rancho a la ruina. Nunca tiene en cuenta mis consejos o mis recomendaciones —  exclamó molesta – y esto fue el colmo. Se largó de viaje con mamá y en vez de estar aquí presente. Según él, el dueño quiere tener el ganado en este rancho y compartir los gastos. Eso sería como si ese hombre fuera  socio del rancho. El viejo se rasco la cabeza con la mano enguantada, él quedo pensativo y preocupado,  pues  sabía lo que implica ese tipo de arreglos. Uno se descuida y el otro aprovecha. — Bueno, ya no se puede hacer nada—  murmuro el viejo capataz—  ya el patrón tomo esa decisión. Lo otro seria devolver el dinero... Ella dejo salir el aire de sus pulmones. — No. No podemos hacer nada—  confirmo lo que decía su capataz—  mi padre lo más seguro que ya gasto todo ese dinero en esos malditos juegos de naipes. Aún está hablando ella cuando una joven llego corriendo desde la casona para darle una noticia. — ¡Señorita Ely! – Dijo casi ahogándose por tener la garganta seca—  la están buscando en la casona. Eleanor giro su cabeza y la larga trenza cayó sobre su pecho. — ¿Qué  pasa   Anita?—  la miro con desagrado—  ¿Acaso no ves que estoy trabajando? La joven trago muy fuerte. Ya conocía el carácter  agreste de la mujer. — Lo siento seño—  dijo la chica—  pero en la casona hay dos hombres y solicitan a señor Hampton. Eleanor frunció el ceño extrañada. — Dile que papá viene mañana—  dijo la joven. Ella no tenía la intención de ir a   ver a ningún hombre, porque no quiere enfrentar otro problema más de su padre. La chica se recargo  en un pie y nerviosa la mira. Luego se recargo en el otro pie, muy intranquila. — El señor que vino dijo que vaya porque van hacer un bargo y un  mantenimiento. — ¿Qué,  qué?—   la mujer giro el palomino y ahora le presta mucha más atención. La chica de cabello rizado deja salir el aire de sus pulmones. En cierta forma ella le tiene miedo a  su joven patrona. — Eso dijo el hombre con traje azul—  murmuro avergonzada. Por lo general siempre escucha  mal y  todo  lo cambia—  que ellos vinieron hacer un bargo y un  mantenimiento. Eleanor se quedó mirando la extensa llanura. El sol en lo alto dejaba ver un cielo azul y limpio. Ama con locura el campo y sobre todo ese rancho que la vio crecer después que sus padres lo comparan a los Carter. — Un embargo y un lanzamiento—  dijo la joven—  ¿Eso es lo que te dijeron? El corazón de la chica vaquera troto en su pecho al comprender la magnitud del problema que se le venía encima. La joven Anita sonrió al ver que su patrona comprendió el menaje. — Si señorita y que vaya porque es urgente. Sin esperar más Eleanor afirmo las riendas  en  sus manos y espoleo con los talones a su hermosa yegua. — ¡Arree!—  grito la vaquera que atuso su palomino amarillo—  vamos Bonita, corre. La yegua dejo una enorme nube de polvo por el trote veloz que lleva. Con una destreza que solo la da los años de experiencia  la joven bajo de la yegua de un solo salto. Miro hacia dentro de la casona y vio a dos hombres. Muy elegantes y muy bien vestidos con trajes y corbatas. Los ojos de los dos hombres cayeron sobre ella cuando sintieron el repicar de las botas en el suelo de mármol  y esta se sintió como un animalillo que es observado en un laboratorio. — ¡Que hacen en mi rancho!— exclamó al mismo instante que quedo frente a los dos hombres. El corazón de la joven quiere  escapar del pecho solo que la blusa lo mantiene en su lugar. Uno  de los hombres es  muy alto y el otro muy bajo. Ambos la miran con fascinación. Delante de ellos tiene a una impresionante mujer vestida con vaqueros roídos y una camisa anudada al frente que deja ver su plano abdomen. Un sombrero cubre su cabeza que sostiene una trenza muy gruesa y larga que cae a un lado de su cuello. Su cabello es n***o y muy brillante que desprende destellos azules. — Buenos días—  mientras habla mira su reloj carísimo—  lo siento—  sonrió a la chica que lo fulmina con la mirada—  buenas tardes. El rostro del hombre es frio y sus ojos calculadores. — ¿Que hacen en mi rancho? —  insiste la mujer de cabellos color n***o azabache. — Somos de la firma abogados: Baker McKenzie SAS. Ella arqueo una ceja y coloco  sus manos en la cadera. Su pie nervioso se movía de manera que se escucha en repiqueo en el piso. — ¿Y qué?—  los ojos negros de la chica los fulmina—  eso a mí no me importa, lo que me importa es saber que hacen en mi rancho. El abogado más bajito la mira con arrogancia y sonríe de manera perversa. — Venimos a notificarle que el rancho Buena Vista ha cambiado de dueño por lo tanto… La joven se tensó visiblemente e interrumpió al hombre que habla. — ¡Que!—  casi grito – ¿De qué diablos habla? El abogado más alto que la observa con deleite pues el cuerpo de la mujer es torneado y tonificado por el trabajo rudo que realiza diariamente. Además  los pantalones vaqueros no esconden nada a la imaginación. — Lo que mi colega le trata de explicar es que el rancho lo jugaron hace una semana en el casino Las Vegas y el ganador lo quiere. Ya los documentos del  traspaso están firmados. Y el nuevo dueño lo quiere habitar  lo más pronto posible. La joven sintió como si le dieran un golpe en toda la frente, porque quedó atontada y no logra coordinar ni un solo pensamiento. — Eso…eso…—  murmura. — Lo siento mucho—  dice uno de ellos. El abogado mira la estancia que esta maravillosamente amoblada y decorada. — No puede sacar ningún objeto del rancho. La mujer da un paso hacia atrás. Esta temblorosa. — ¡Eso es mentira!—  logra decir llena de miedo. No le gusta para nada aquella situación. El hombre alto solo arquea   una ceja. — Lo siento  en verdad, pero su padre se jugó el rancho en nuestro casino y nosotros mismo nos encargamos que las apuestas que se hagan se cumplan de manera legal. Nosotros protegemos al jugador. — ¿El Jugador?—  repite como una lora. Ella nerviosa traga lo que no tiene en la garganta. Los hombres la miran con seriedad y una fijeza que le da a entender a la chica que lo que está sucediendo no es una broma de mal gusto sino una estupidez de su padre. — ¡Es mentira!—  les grita y sale de la sala y llega hasta un  gran mueble con ventanas  de cristal  y  saca una escopeta y delante de ellos  la amartilla—  ¡Eso es mentira y ahora mismo salen de mi rancho!—  con destreza les apunto—  ¡No pienso salir de lo que es mío! Los hombres levantaron las manos al aire en rendición. — Cálmese señorita—  dijo uno pálido. Los ojos de este la quieren matar. — No es para tanto—  dijo el otro que camina al lado del otro. — ¿No es para tanto?—  ella furiosa  los guía con la escopeta a la salida de la casona – me están sacando de mi rancho,  mi casa, mi hogar y no pienso salir de aquí. Los dos hombres caminaron hasta la puerta y desde ahí ella les apunta con el arma cargada. — No quiero que vuelvan.  Nunca  más a mi rancho—  les grita con furia. — El señor Carter tiene todos los derechos de este lugar y más  tarde o más temprano usted tendrá que salir de aquí. — Dígale a ese señor Carter,  que se meta los documentos esos que tiene firmados,  por donde el sol no le alumbra, porque a mí no me van a sacar de aquí. Ella hace un tiro al aire solo para espantar a los hombres  y estos  brincan del susto y pálidos caminan hacia el auto. — ¡Se va a arrepentir!—  dice  el más gordito—  ¡Maldita bruja amargada! Él otro simplemente sonríe. — Esa vieja es bien brava. Como será en la cama—  murmura excitado—  ¡Debe ser una diosa! — ¡Una maldita fiera!— contesto el socio furioso. — Qué hombre tendrá la suerte de domesticar  a esa fiera—  suspiro el hombre—  me encantaría poder ser yo. El amigo solo lo miro. —Tú—  rio bajito mientras ambos ingresan al auto—  a ti en plena  luna de miel te arranca las pelotas. Ambos se miraron y miraron hacia atrás. La mujer despotrica  furiosa. — Ese honor se lo dejaremos al señor Daniel Carter. Que sea  él quien se quede sin pelotas. Ya nosotros cumplimos con avisar sobre el traspaso del documento. — Él sabrá que hacer—  dijo el otro mientras enciende el auto. El auto se marchó y fuera de la casona queda una mujer que echa  fuego por la boca. — ¡Malditas sabandijas!—  les grita al ver como se pierde el auto por el largo camellón asfaltado. Los vaqueros al oír el tiro al aire dejaron el trabajo y corrieron a la casa en sus caballos. — ¿Qué pasa?—  grito el capataz. Él fue el primero en llegar a la casona. Sus ojos ven  a la mujer que llora y que esta pálida.     Con  rapidez bajo del caballo—  ¿Está bien? Ella lo miro y tiembla. Está muy pálida y sus ojos están llenos de lágrimas. —Chepe—  sollozó de miedo y también de dolor—  mi padre se jugó el rancho. El viejo abrió los ojos al oír aquellas palabras. Tiempo atrás el Buena Vista había sido jugado y el señor Hampton se lo gano y sin misericordia lanzó a la familia que antes vivía  ahí. ¿Sería   que la historia se volvía a repetir? ¿Ahora eran ellos los lanzados? — ¿Está segura?—  dijo el viejo al salir de su trance. Ella se lleva las manos a la cara aun con los guantes aun  puestos. — Oh, viejo ¿Qué  vamos hacer?—  gime de dolor. — ¡Capataz!—  llega otro vaquero—  ¿Paso algo malo? El capataz los  mira, pues llegan dos más. Ella ahora no puede afrontar el trabajo. Esta demasiado tocada por el enorme problema. — Ustedes terminen  de marcar el ganado que ya nosotros vamos— dio la orden y estos se marcharon sin rechistar la orden. La mujer llora desconsolada. — Gracias Chepe—  le dice la joven al ver que su capataz saco a los vaqueros y no la vieran en aquella debilidad. — ¿Ellos trajeron algún documentos?—  le pregunto con cierta duda—  si no lo tiene no pueden hacer nada. El problema es que su padre  haya firmado algún traspaso. Estas palabras noquearon a la joven y se derrumbó  a seguir llorando. — Eran abogados y si trajeron un documento que yo no vi porque no les di tiempo—  las lágrimas bañan el rostro de la joven.  El viejo la mira desde la distancia pero no logra decirla nada. Todo está perdido. — Lo siento, mi niña—  logra decir con sentimiento. Él la conoce desde que ella es una bebé—  pero si su padre lo jugo y estos les presentaron documentos no se podrá hacer nada. Esas son las reglas de los juegos. — Dios y… ¿Qué  voy hacer?—  se llevó las manos a  la cara – ¡El rancho Buenavista es mi vida   
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