Capitulo II

2036 Words
Me dirijo hacia afuera en la zona de recepción de mi consultorio, porque quise hablar por unos momentos con la señora Martha, quien ella está leyendo el periódico local de la ciudad. -¿No hay más pacientes por quién atender? -Sí, hubieron dos personas quienes pidieron una cita, sólo que a partir de la dos de la tarde, a partir de allí es cuando va en atenderlos – revisa su computador – por lo tanto, tiene cuatro horas libre. Escuché a que alguien entraba, cuando abrió la puerta de cristal. -Buenas, Dalila al fín llegué. Jessica vino a verme, pero antes no me había avisado de su venida. -¿Cómo está yendo tú trabajo? -Bien, atendí a dos pacientes, me siento satisfecha por ello – me cruzo de brazos. -¿Y si vamos a almorzar? Después vuelves a venir – ella arruga la naríz. -¿Qué hay de tú negocio? -Ah, dejé a mi asistente a cargo de las ventas, el trabajo me está estresando – me sonríe de la gracia – ya vámonos – me insiste. –Bien, Martha también podrías salir en un rato, después venimos. -En un momento lo haré, tengo que terminar de redactar algo – ella sigue escribiendo en su computador. Salimos del consultorio y empezamos a caminar por las calles. Observo varios pósters colgados por todos lados, siendo parte de los aficionados del béisbol. -Vendrá a la ciudad Joaquín Castillo, por eso están los pósters colgadod, tiene una buena publicidad, desde ayer han anunciado su regreso, ya que, la liga quiere que vayamos al estadio a verlo jugar – me dice Jessica. -¿Quién es Joaquín Castillo? -Ya entiendo, no estás interesada en el béisbol – me señala un pósters, colgado en un poste eléctrico – es el mejor beisbolista de México, nació aquí mismo en la ciudad. Él ha jugado en otros países, cuando reconocieron su talento, pero ya regreso nuevamente para seguir jugando por acá – cruzamos las dos una calle juntas. -Ah, impresionante – levanto las cejas. -Sí, ¿Por qué no vamos? – me sonríe – ¿Quién sabe? si llegas a conocer al amor de tú vida por allí – me habla irónicamente. -¡Ja!, una sexóloga con un beisbolista – agrego. -¿Qué tiene de malo? – se cruza los brazos. -No me atraen los deportistas – afirmé – siempre he querido salir con un chef. -Tú corazón es quien manda – toca mí pecho. -Pues, pienso que uno es quien debería de dominar su cuerpo, por eso hay mucha complicaciones. -Sería aburrido, no hay nada más placentero, que recibir un flechazo. -Sí, ese es otro punto. Llegamos a un restaurant pequeño, no muy lujoso, pero sirven buena comida, pasamos por allá y nos habíamos sentado en los taburetes y aprovechamos la oportunidad de tomar una buena cerveza mexicana, mientras que esperábamos nuestras ordenes. -Entonces, ¿Vamos a ir? – me señala con la boca de su cerveza, un póster colgado sobre las paredes del establecimiento. -Sí, me gustaría ver un partido – me tomo un trago de mí bebida refrescante. -Bien, compraré los boletos, más tarde en alguna taquillería – me dice animada. Observamos las dos, el agrupamiento de personas hacía el alrededor de alguien, cuando entró dejó sus guardaespaldas en la entrada para que no pasaran al restaurant, caminó por los pasillos, llamando la atención de todo aquel que lo viese, sin yo saber la razón el porqué. -¡Dalila! ¡Es él! – me susurra Jessica. -¿Quién? – ahora estoy de espaldas hacía los demás. -Joaquín Castillo – me dice eufórica. -Ah. -¿Escuchaste lo que te dije? – ella se extraña. -Sí, sólo que estoy tomándome mi cerveza. -¿Quién te entiende? -Sólo es un beisbolista – me expreso de forma desinteresada. -No, es mí futuro esposo. -Ah, bueno, tienes determinación – doy otro sorbo de mí cerveza. De pronto, el hombre quien está alterando el público, decidió acercarse hacía nosotras, pero decidí no darle la atención que él busca. > -Hola, señoritas – nos sonríe. -Hola, guapo ¿Quieres estar con nosotras? – Jessica lanza su dardo. -Sí, claro, en compañía de ustedes – me observa - ¿Hola? -Hola – me distraigo en el teléfono. Él me observa como si fuese alguien arcaica, pero muy bien sabía que se iba a extrañar. -Siéntate a mí lado – Jessica le indica un taburete. Ellos estuvieron por un largo rato conversando. Mientras, yo almorzaba tranquilamente y a la vez me distraía leyendo un libro digital de John Green. Pero había notado que Joaquín me observaba detalladamente, quizás él buscaba formas de conversar conmigo, ya que, ni siquiera me había interesado en él -¿Tú amiga cómo se llama? – él le pregunta a Jessica. -Se llama Dalila, es sexóloga – cruza las piernas. -Ah, sexóloga – levanta las cejas de la impresión – Dalila, te quiero hacer una pregunta. -Dime, ¿Cuál? – levanto la vista de mí teléfono. -¿Cómo puedo llamar tú atención? – sus ojos posan en mí. -Pues, no es una pregunta formal, así que, no podré responderla – vuelvo a ignorarlo. -Vamos, dime ¿Cómo a ti te gustan los hombres? – sigue insistiéndome. -Tengo que ir a trabajar – me levanto de mí taburete – después te veo. Me retiré estresada, porque no me gustan los tipos atrevidos. Dejé a Jessica con él, que al parecer ella no se veía nada aburrida, tratándose de coquetear es su hábito favorito. Los fans de Joaquín seguía esperándolo afuera, insistiendo en verlo desesperadamente. En cambió a mí, no me agradó para nada, él cree que por ser muy famoso, puede llegar a tener todas las mujeres que quiere a sus pies. Llego al consultorio, respirando profundamente y decido entrar de una buena vez a mí consultorio. -Hola, Martha – cierro la puerta de cristal. -Hola, ¿Has escuchado que Joaquín Castillo está aquí en México? – levanta la cabeza de su computador. -Sí – pongo los ojos en blanco – no es de mí agrado. -¡Que dice! Es muy guapo, jugará este fín de semana es el estadio de México – tiene un pósters en su mano – es mí beisbolista favorito. -Ah, ya veo que eres una aficionada. -Puedes ir a su oficina, en un momento vendrá su otro paciente. -¿Quién es? -Es el zoólogo que viene de Texas, al parecer lo han recomendado venir por acá, se identifica como Claudio Black – vuelve a chequear en su computador – habrá una paciente que también vendrá después de él, sólo dos pacientes por atender esta tarde. -Ah, entonces, estaré en mi oficina – me dirijo a mí escritorio. -¿Irá al partido de béisbol? -Creo que no, no me atrae el deporte. ¡Joaquín debe de tener a todo México a sus pies! Pero excepto a mí, me da risa de tan sólo pensar cómo se hubiese sentido en haberlo ignorarlo completamente. Me senté en el escritorio, de pronto escuché una notificación de un mensaje en mí teléfono y la remitente es Jessica. “Joaquín se había retirado del restaurant, cuando tú lo habías hecho, ¡Gracias por espantarlo!” > “De nada... Es un cretino, ese hombre no era para ti” Estalle de la risa, ante el mensaje de mí amiga. Después escuché que estaban tocando la puerta, supuse que debería de ser mí nuevo paciente. –Adelante – me seco las lágrimas de mis ojos. -Hola, buenas tardes, señorita Patterson – entra a mi oficina. -Hola, buenas tardes – le indico la silla – siéntese, ¿En qué lo puedo ayudar? -Bien, vengo de Texas y soy zoólogo del Estado, vine a México a conocer la fauna que hay en su país – guarda un momento de silencio – me fascina los animales. -Ah, a mí también me gustan los animales, tengo una mascota en casa… -No – me interrumpe – créeme, no es fácil para mí decir lo que estoy por contarle – se mueve inquietamente de su silla – llegué a tener sexo con animales. Trato de no asombrarme, ninguna expresión de disgusto, este tipo de personas con este tipo de gusto s****l, les cuesta aceptar su condición. -Bien, ¿Desde cuándo? – me quito los lentes. -Llegué a tener sexo con varios animales, desde los veintidós años, ahora cuento con treinta dos, serían diez años practicándolo – baja la mirada hacía al suelo. -Escucha, nosotros los seres humanos, tenemos una diversidad s****l muy amplia, los que padecen de zoofilia muy poco reconocen su condición, no lo dicen abiertamente, lo felicito de haber venido con una profesional – poso mis codos sobre el escritorio – tendría que recibir un tratamiento con un psiquiatra, estamos hablando de algo muy grave, ¿Cuántos animales has llegado en tener relaciones sexuales? -Pues, he tenido sexo con un gato que es mascota de una amiga, se llama Katy, es muy hermosa su pelaje blanco y ojos azules – utiliza sus manos para explicar – me fascinó tener con ella. Me retuerzo al haber escuchado eso. –También he experimentado con una gallina, sí, como has escuchado, se llamaba Rita y me había parecido muy bonito sus plumas negras – cruza las piernas – al igual que estuve con el perro salchicha de mí vecino, aulló bastante cuando estuve con él… En fin tuve con gatos, perros, gallinas, sólo con esos tres tipos de especie, pero me hubiese gustado tener sexo con otras especies, de los que yo podría hacer, claro. -Con ningún tipo de animal se puede tener sexo, no es normal. Cada quien debe de relacionarse con su propia especie, me refiero sexualmente, que es lo que estamos hablando – me inclino más hacia él - ¿Les gusta las mujeres? -Pues, sí, son hermosas, pero si veo a una mujer y tiene en sus brazos una gata hermosa – estira los labios y fija los ojos en mí – escogería a la bella felina. -¿Has llegado a tener sexo con una mujer? A pesar de que padeces zoofilia – frunzo los labios. No es fácil tratar de hacer razonar a este paciente. -Sí, claro, lo he experimentado… -¿Por qué ha querido venir a un especialista? -Pues, conocí a una mujer, que es veterinaria, empecé en interesarme por ella, tiene los mismos gustos que yo, pero no hablo del tipo s****l. Pero no quisiera contarle la parte en donde me gusta tener sexo con los animales, porque ella no va querer estar conmigo. -Entiendo, entonces, ¿Quieres recibir un tratamiento? -Si, por ella, ya es hora de que sea normal – él tragó saliva – me gustaría hasta tener hijos con ella – se acerca más hacia a mí - ¿No le va a contar a nadie más sobre esto? -No, no compartiré esto, no estoy permitida hacerlo. -Ah, por eso vine a México, no quiero que nadie sepa de esto – niega con la cabeza. -Sí, está bien – le ofrezco una tarjeta de presentación – este es el psiquiatra a donde debería de ir, allí esta su número. Pero puedes venir igualmente, si así lo deseas – entorno los ojos. -Sí, vendré igualmente – se levanta de la silla – muchas gracias, por atenderme. -De nada, que tenga un buen día. -Igualmente – le sonrió – me llamo Claudio Black. –Un gusto en haberlo conocido – sonrío de lado. Al verlo salir de mí consultorio, estiré por un momento los tríceps de mis brazos y me levanté de mi escritorio, para tomar un vaso de agua al deshidratarme hace unos cuantos minutos. No es fácil escuchar este tipo de sucesos, primero siendo humana me espanto ante lo que escucho, segundo por las víctimas que sufren por estas personas quienes padecen problemas mentales, pero se sabe que toda anomalía tiene una razón de haber surgido, un porqué de los sucesos, en eso me he especializado. Quizás sea por un trauma psicólogico que haya adquirido, he abordado poco su mente y espero volver a verlo.
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