-Doctora Patterson, ha llegado el señor Black – me dice mí recepcionista al abrir la puerta. -Está bien, que pase. > Me senté en mi escritorio y esperé a que pasara mi paciente, pero me sorprendió verlo más frustrado, como si todos los problemas del mundo estuviese sobre su hombro. Quizás el tratamiento contra su enfermedad lo esté estresando, o quizás hay algo más que lo esté preocupando. -Hola, buenos tardes doctora… -Hola, señor Black... Puede sentarse – le indico la silla. La verdad que lo percibo muy tenso. -Vengo muy preocupado – ajunta las manos – me siento asfixiado. -¿Cuál es la razón de ello? – me incorporo más hacia él. -Ayer, estuve con aquella mujer que me ha hecho querer cambiar… Pero he intentado estar con ella, pero no pude, no es por no querer, sólo que no en

