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1460 Words
Todavía no entiendo lo que sucede, llevo varios días en la habitación sin que ese hombre se acercara, solo sigue viniendo personas a servirme comida y de las mejores, ropas de buena marca y nuevas recién compradas, ya que aún lleva etiquetas. Lejos de alegrarme, me aterra. ¿Qué debería de pensar con esto? ¿Llegará el momento en que deberé pagar por todo? ¡Ni siquiera he terminado la carrera para trabajar! Los días eran aburridas sin tener que hacer, la persona que me había enviado aquella notita era la única que me dirigía la palabra, bueno solo escritas, pero eran suficientes para no agonizar en este lugar. Me recuerda a Leo con quien conversaba en la jaula. Qué habrá sido de él, solo espero que siga con vida, no merecía vivir esto, y creo que yo tampoco. No sabía qué hora era, pero cada día la persona me saludaba con una nota bajo la puerta, yo lo esperaba ansioso como niño con sus regalos de navidad. ¡Hola! ¿Ya comiste? — Si, moriré si no lo hago. — Respondo en voz alta, no sé por qué no habla, ¿será uno de los guardias? Claro, se meterá en problemas si lo descubren. Eso es bueno, mantén la calma y no hagas nada alocado — Qué podría hacer? ¡Estoy encerrado aquí! ¿Tal vez has pensado en arrojarte de la ventana? — Como lo supo? Bueno eso fue el primer día, pero sé que si lo hiciera y no muero será peor para mí. — Ni que estuviera loco, pero encontraré otra forma de ser libre. Te puedo asegurar que aquí nada te pasará, te rompes una uña y alguien muere antes que tú. — Un amigo me ha contado como es tu señor, así que no creo lo que digas. Mi señor también es tu señor — No lo es! ¡No es nada mío! ¡Quiero mi libertad! Cálmate, que pondrás en problemas a todos aquí. — Leo? — Fue lo mismo que Leo me había dicho cuando lo conocí, es imposible que sea él. Por más que me he quedado horas a un lado de la puerta ya no recibí respuestas de mi amigo notas (así lo llamo ya que no ha querido decir su nombre). Poniéndome de pie voy hasta la ventana a mirar el paisaje, me gustaría poder disfrutar de ese lugar, pero ¿cómo? si soy un prisionero que no tiene idea de cuando recibirá su sentencia. Comenzaba a oscurecer, como siempre la cena también es servida en charola, la persona ni siquiera me dirige la mirada. No quiero meterlos en más problemas. Cuando intentaba hablar con uno de ellos, al día siguiente ya no los veía, siendo cambiado por otras personas. — Puedo pedir algo de postre? — Pregunto y la persona se detiene para asentir con la cabeza y continuar su camino. Luego de comer todo lo que me habían servido, me ducho como todas las noches. ¿Qué vida es ésta? Tal vez si no estaba encerrado disfrutaría de todas las atenciones. Pero debía intentar salir de este lugar, antes que a ese hombre se le ocurra alguna cosa, si voy a morir... ¿No será mejor buscando mi libertad? Antes que volviera con lo que pedí o que entrara otra persona preparo la cama para simular que estoy durmiendo. De puntitas voy hasta quedar a un costado de la pared así cuando la puerta sea abierta quedar tras ella. Mi respiración era agitada, no podía controlar los latidos de mi corazón, el miedo a lo que estaba por hacer comenzaba a aumentar y en los últimos segundos me siento un cobarde deseando no arriesgarme a tal locura como me había dicho mi amigo notas, pero ya no podía retroceder, la puerta era abierta por la misma mujer trayendo una charola con varios postres. Aquí me pregunto, si soy un prisionero, un juguete como dicen llamarme, por qué accedieron a mi pedido, nada tenía sentido. La mujer lleva la charola a un lado de la cama. — Joven, su postre. — la escucho decir, pero mientras intentaba llamar mi atención, yo tragando saliva y sosteniendo mi respiración comienzo a salir de mi escondite aprovechando su distracción asomándome a la puerta noto que nadie se encontraba más que la mujer, otra cosa que llama mi atención, pero no voy a quedarme a descubrir por qué. Comienzo a caminar lentamente por los pasillos mirando a todos lados para que no me descubrieran. Pareciera que nadie se encontraba en la mansión, era tan silencioso que podía oír los latidos de mi corazón a punto de explotar. — Cálmate Edie, tú eres inteligente, puedes salir de este lugar. — Me animaba comenzando a bajar las escaleras una a una lo más silencioso que podía. Mis ojos se abrían en gran manera solo deseando que no sea descubierto. El último escalón y unas voces se oían como si dos personas comenzaran a ingresar a la mansión, pronto me apresuro buscando con la mirada dónde refugiarme, solo había una puerta, pero se encontraba cerrada si tenía seguro podía darme por muerto. Me apresuro a esa salida con esperanza, y logro abrirla sin hacer mucho ruido, adentrándome lentamente hasta cerrar la puerta. El lugar estaba a oscuras, reposo mi cabeza por la puerta respirando aliviado para luego comenzar a girar para ver dónde me encontraba. El silencio pronto fue interrumpido con un sollozo aterrador, lo cual hizo que me arrepintiera de haber ingresado a esa habitación. — Creíste que no me daría cuenta? ¡Mierda fui descubierto! Solo comienza a suplicar me repetía en la mente cerrando mis ojos con todas mis fuerzas. Cuando iba a hacer la voz del sollozante comenzaba a hacerlo. — Por favor! Perdóneme señor! — La voz era de un hombre, mis ojos se abren de inmediato, trago duro y sin que mis pies recibiesen una orden de mi cabeza comienzan a caminar lentamente. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero mi curiosidad era mayor. Escondiéndome entre algunas cosas que obstruía el paso, intento encontrar con la mirada a las personas. Una de las voces era inconfundible, se trataba de él, cosa que hacía que mis rodillas temblaran de miedo. — Perdonar? ¿A caso siquiera sabes quién soy? — Señor lo siento! ¡Fue un error! ¡No lo volveré a hacer! — Claro que no volverá a suceder. — un disparo se oye, luego un grito doloroso lo secundaba. Mis ojos comenzaron a crear lágrimas de inmediato, mis manos se apoyaron sobre mis oídos automáticamente luego de ese disparo. — Señor no! ¡Perdón! ¡Perdón! — Gritaba el hombre en agonía, intento asomarme y logro ver que el disparo había recibido en una de las piernas, la persona se encontraba en el piso suplicando no ser asesinado. — Odio cuando creen que pueden tomar decisiones sin mi consentimiento, mis ojos están puestos en todo lo que es mío. — Se oía la voz furiosa del que poseía el arma apuntando al hombre caído. — ¡Señor, por favor déjeme enmendar mi error! ¡Por favor tenga piedad! — ¡Dios no puedo soportar esto, debo salir de este lugar! Pero mis ojos no se apartaban de estas personas hasta que ese hombre apunta en la cabeza del que estaba herido con una mirada tan fría que dejaba de parecer humano. — No doy segundas oportunidades. — Fue todo lo que dijo antes de disparar sin piedad haciendo que el hombre dejara de hablar y caer al suelo por completo. Sin intención alguna doy un respingo del susto comenzando a retroceder de inmediato y torpemente las cosas comenzaban a caer tras de mi haciendo que tropezara con ellas. — ¡No, por Dios! — Grito comenzando a correr para intentar salir de la habitación. Abriendo la puerta comienzo a correr subiendo las escaleras de manera inconsciente buscando mi refugio, el lugar de donde no debí salir. Los latidos de mi corazón hacían que doliera mi pecho, me costaba hacer la cosa más sencilla del mundo... respirar. Encontrando la habitación donde estaba encerrado me adentro en ella, apresurado cierro la puerta para luego arrojarme a la cama deshaciéndome de las almohadas que simulaban ser yo. Solo puedo decir que temblaba bajo la cobija muerto de miedo de que vinieran a buscarme. Pero los minutos pasaban y nada ocurría, era imposible que no se diera cuenta que estuve en ese lugar, pero por qué nadie venía a atacarme. Mi respiración comenzaba a normalizarse haciendo que mis ojos poco a poco se cerrarán dejándome caer a un sueño profundo, dónde esperaba despertar en mi casa y darme cuenta de todo ha sido un mal sueño, una horrible pesadilla.
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