Capitulo 1: Sobrevivir
Finales del 2019
El aire era pesado y maloliente en el oscuro y viejo departamento. Botellas de alcohol yacían vacías lo largo de toda la pequeña cocina, hasta hacer un camino a la cama, donde entre sabanas desparramadas, dormía un ex soldado cubierto de sangre. El teléfono bajo la sabana sonaba sin parar hacia diez minutos, pero el sueño era tan profundo que apenas lo oyó al último minuto.
A tientas palpó el suelo, su boca proliferaba quejidos de dolor debido a las heridas abiertas que pintaban las sábanas. A pesar de su buen entrenamiento, Tom Holmes estaba tan desesperanzado de la vida, que había dejado que su prestamista lo moliera a golpes junto con sus compañeros por no pagar la deuda a tiempo. Pudo haberse librado de ellos, tanto como pudo no salirse del ejército y llevar una vida digna. Pero Tom últimamente tomaba las decisiones más difíciles.
Finalmente llegó al teléfono, y sin abrir los ojos, deslizó el dedo y contestó.
—¿Quién es?
—¡Tom! Soy Ryan, ¿Me recuerdas?
Ryan Kane, su amigo desde los dieciséis, con quien había perdido contacto al entrar al ejército a los diecinueve, justo cuando Ryan se graduaba de la universidad. Él era mayor que Tom por seis años, pero se veían casi iguales por la madurez que Tom siempre había tenido. Ahora Kane se hacía cargo de la empresa de su padre, y necesitaba alguien de confianza para que le protegiera las espaldas. Su vida había sido buena en esos años de distancia, pero la vida del menor había ido cuesta abajo desde el último año.
Abrió los ojos. El techo sobre suyo estaba sucio, temeroso levantó la mano, ahogando quejidos y se tocó la frente. En el lado derecho, tenía un corte profundo que había chorreado por su sien y su parpado. Ahora se sentía seco.
—Tom...
—Supe que no tienes trabajo. Te han dado una gran paliza eh.
Se reincorporó tan rápido, que jadeó de dolor. Tenía vendas y parches de heridas viejas en el pecho, que tiraron con fuerza junto con sus recientes hematomas y cortes.
—Joder... ¿Cómo lo sabes? —Dejo la cabeza caer contra la pared, respirando pesadamente.
—Tengo un trabajo para ti.
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Subió el cuello de su saco n***o lo más que pudo, y acomodó la visera de su gorra. Temiendo que vean los golpes de su rostro, o peor aún, su rostro. Emprendió la marcha hacia el lugar donde se encontraría con Ryan. La posibilidad de volver a su antiguo rubro era nula, y las esperanzas de conseguir otro con su pesado historial, eran más tristes. Mientras avanzaba, no dejo de acariciar la medallita de oro que se enredaba en su mano, como modo de relajar la ansiedad que le comía estar tan expuesto.
“Antes necesito que vigiles a alguien. No dejes que escape, su nombre es Timothee Smith, recurre a las ocho am al mismo bar que vas tú los viernes.” Le había dicho su viejo amigo.
Si no fuera porque estaba desesperado, no hubiera aceptado liarse con él. En el pasado era un buen tipo, pero que supiera tanto le daba mala espina. ¿En que andaba metido? En fin, le pagaría, y eso era ante todo lo que debía recordar.
El tintineó de la campana del bar anunció su llegada. Tal como todos, él se veía acabado. Acomodó la mochila en su hombro, y evitando las miradas como búhos que se le clavaban en todos lados, tomo lugar en la barra.
—¿Qué le sirvo?
—Agua. —Le respondió al barman. Un hombre viejo con cabello largo y recogido.
“Tiene un tatuaje en el cuello. Un oso de ojos rojos.” Recordó el único detalle que Ryan le había ofrecido. Echando un cauteloso vistazo a su alrededor, lo vio cerca de la puerta, bebiendo encorvado de a sorbitos. Se devolvió cuando el barman trajo su pedido, y sediento se bebió todo de un trago. Lo único que consumía normalmente era alcohol. Tenía veintiséis, pero de lo destrozado que estaba, ya parecía de treinta. La barba larga y el cabello descuidado y largo, no le favorecía nada.
—Gracias. —Dijo y se levantó para ir hacia Timothee Smith. —¿Está ocupado?
El hombre elevó sus perdidos ojos azules, y balbuceó una respuesta. Tom se sentó y miró a través del vidrio. Ryan no tardaría en llegar.
—Con que están aquí. —Se rio de pronto el hombre.
Tom lo miró. —Solo quería sentarme.
Entonces, saltó como una rana y le lanzó el vaso a la cara. Tom se cubrió con las manos, y antes de que pudiera escapar, empujó la silla hacia atrás, se volteó y dando que el hombre había tropezado con el asiento, lo tomó del cuello por detrás.
—No sé en qué carajos estas metido, pero vendrás conmigo. —Le susurró al oído.
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—¿Una empresa de agentes?
Ryan le ofreció un vaso de agua y se volvió a sentar en el sillón. Desde la cima del edificio donde trabajaba, el sol se colaba por todos lados.
—Serás mi guardaespaldas.
Tom le dio unos giros al vaso con cuidado, y lo analizó fijamente.
—¿Por qué yo?
Ryan sonrió y se reclinó hacia delante para apoyar sus codos en sus rodillas y entrelazar sus manos. —Te lo debo.
Tom alzó la ceja. —Me has salvado la vida una vez.
—Nada de lo que haga te devolverá a tu madre Tom.
El rubio se puso tenso. Jamás le había comentado que lo conocía. Tom nunca quiso echar culpas, lo que había pasado solo se había relacionado con los Kane, pero no eran los culpables.
—¿Por qué te echas culpas? Tenías catorce. Además, ella así lo quiso. Quiso suicidarse, ¿Qué responsabilidad tienes? A menos...—Dedujo intensamente. —Que haya pasado algo que no sepa.
Ryan suspiró. —Tu padre no lo creyó así, y se metió con la empresa de mi padre. ¿Sabes que fue a prisión por eso? No fue solo el fraude, sino las amenazas. Mi padre se hartó de él y los envió a todos al muere.
Tom no supo que decir. Su padre tampoco era un buen hombre. Había discutido mucho con su madre antes de que decidiera matarse. No tuvo ni un poco de comprensión por su salud.
—Además Tom, he visto tu historial. Tienes lo que necesito.
El rubio echó un suspiro. —Acepto.
Ryan sonrió ampliamente. —Entonces cámbiate y date un baño. Nos vemos mañana.
Al salir del edificio Tom vio el mundo de una forma distinta. Tenía trabajo, podría pagar sus deudas, y al parecer, estaba incluida la recompensa de un hombre cuyo corazón era tan bueno que sentía culpa por sucesos incontrolables.
“Esfuérzate Tom, y saldrás de esto.” Le había dicho Ryan antes de que se vaya.
Contempló la cadenita en su mano. Recordó la sonrisa de ella, y sonrió débilmente. “¡Esfuérzate Tom!” Solía gritarle mientras estaban entrenando.