Capítulo 2

4039 Words
Me apresuré a meter todo en mi mochila. Los cuadernos de las materias que aún no he tenía, más bolígrafos, mi conjunto deportivo para la clase en el gimnasio y dinero extra que saqué de la parte baja del colchón de mi cama. Salí rápidamente de mi casa sin decirle buenos días a mis padres. Las clases comenzaban en veinte minutos, y a juzgar por el recorrido de ayer, la escuela quedaba a media hora de distancia. No tuve más opción que comenzar a correr, no estaba dispuesta a ser del tipo de personas que solo llegaba a clases temprano el primer día, y tarde el resto del año. En primera, porque esa fue la primera resolución que hice en año nuevo. Y en segunda, porque de ser así jamás entraría a clases debido "a las reglas". Corrí desde mi calle hasta Cannon 's Ln para después bajar hasta Sky Road, en donde la falta de condición física comenzó a hacer efecto. Llegar a la escuela era fácil, solo tenía que seguir la misma calle, pero después de correr durante cinco minutos seguidos no podía moverme. Estaba agitada, y era claro que no llegaría a tiempo. Tres sonidos cortos proveniente de un claxon se escucharon, y un par de segundos después un Pick—up se estacionó un poco más delante de donde yo estaba. Era Darren. No hizo falta que pidiera que subiera. Solo lo hice. —¡Eres el milagro que estaba pidiendo! —le dije en cuanto comenzó a conducir. Él solo se limitó a reír. —¿Qué clase tienes? —preguntó Darren. Busqué rápidamente el horario en mi teléfono, no recordaba el nombre de la materia, solo sabía que no la había llevado el día de ayer. —Geografía —respondí y apagué mi teléfono. —Tenemos historia en la penúltima hora —cerré los ojos. —¿Qué clase tienes en la última hora? —le pregunté. Darren estiró su mano derecha hacia los asientos traseros despegándola del volante para pasarme su mochila. —Mi horario está en el primer zipper de la parte de enfrente. ¿Podrías revisar? —pidió. Abrí la parte que él me indicó sacando se ella un pedazo arrugado de papel el cual tuve que extender para poder leerlo. —¡Ambos tenemos actividad física! —exclamé. Darren proyectó una mueca—. Es oficial, compartimos dos clases. —¿Te llevo a tu casa al terminar? La respuesta ante esa pregunta era indebatible, solo había una respuesta. No caminaría otra media hora de regreso, aunque eso significara que tendría que subir de nuevo a esta chatarra a punto de descomponerse. —Si. Llegamos a tiempo. Apenas entré a mi salón, entró la profesora. Y al igual que el resto de los profesores del día de ayer, cerró la puerta con seguro. Me senté en el último lugar de la fila del centro, no era el más cómodo pero al menos no era de los primeros. Un par de golpes se escucharon en la puerta. La maestra se giró y negó con la cabeza a la persona que se encontraba detrás. Pero nuevamente se volvieron a escuchar los golpes; esta vez, la profesora la abrió. —Son reglas de la institución no dejar pasar a nadie después de que el profesor entre — dijo para la persona a la cual no alcanzaba a ver. Alcé un poco más mi cabeza para ver de quien se trataba. Si no supiera que Darren estaba en ese momento en arte, no hubiese dudado en pensar que él era quien tocaba. La profesora Extendió su mano y leyó la hoja que se le fue entregada. Mis ojos fueron recorriendo al chico a la vez que entraba al salón. Era el mismo de la noche de ayer, pero a diferencia de mí, el no parecía sorprendido de verme. Por suerte todos los lugares alrededor de mi estaban ocupados, por lo que no tendría que interactuar con él. —Siéntate... —habló la profesora recorriendo su vista por todo el salón, parando en la última fila— No, algo no está bien... —dijo en voz baja—. ¡Señorita Sawyer! No la tendré de nuevo en la parte trasera quejándose de su vista. Siéntese en el primer mesabanco de aquella fila —señaló la fila del último—, y usted —dijo para el chico—, en donde está su compañera. Como si fuese en cámara lenta vi levantarse a la chica que estaba enfrente de mí, y como el pelirrojo de ayer ocupaba su lugar. —Nos volvemos a encontrar —me dijo, girándose hacia mí. «¿Sería este buen momento para mentirle a la profesora que estoy bajo rehabilitación y que el chico que acababa de sentar enfrente de mí es un adicto?» Pensé. Decidí ignorarlo. El nivel de ansiedad que tuve en esa clase fue mayor a cualquiera que había tenido. No tomó mucho tiempo para que saliera de ahí a penas toco el timbre. Necesitaba salir. Afortunadamente las siguientes tres clases fueron libres de la presencia del chico de anoche y por fin me tocaba compartir clase con Darren. Sabía que debía contarle. Cuando llegó la hora de la clase de historia me apresuré a llegar el salón. Logré identificar a Darren apenas entré al aula. Sus audífonos estaban puestos, pero los retiró al momento de notar mi presencia. —¡Hola! ¿Cómo va tu...? —Alto, necesito contarte algo —le interrumpí a Darren—. Ayer en la noche paso algo muy... raro. —¿Raro tipo alguien come la pizza con kétchup? O ¿Raro tipo vi un dragón volar por el cielo? —preguntó. —Raro tipo vi volar un dragón por el cielo —respondí—. Ayer... Mis palabras quedaron al aire. Nuevamente el chico de ayer entró al salón. Volteó a verme pero me ignoró, como si nunca me hubiese visto. —¡Hey! Ela —pronunció mi nombre Darren, chasqueando los dedos para llamar mi atención. Desvíe mi mirada de nuevo y voltee hacia Darren. —Él —apunté hacia el chico, quien aún seguía de pie. —Consejo, si te gusta alguien, no lo mires por más de diez segundos a los ojos —dijo Darren. Rodé los ojos. La puerta se abrió nuevamente, entrando por ella el profesor. Nuevamente, colocó el seguro. Todos guardaron silencio a medida que el profesor caminaba hacia su escritorio. —¿Qué hace de pie? —le preguntó el profesor al chico—. ¡Siéntese! —le ordenó. —No hay lugar —respondió. El profesor vagueó con la vista examinando todo el salón, el cual permanecía repleto. Tomó su carpeta para leerla y volteó hacia nosotros nuevamente. —Falta un lugar... —murmuró el profesor—. ¿Por qué lo pusieron en un curso que ya estaba completo? —Yo solo me encargo de venir a clases, no de la administración —respondió el pelirrojo. Las risas de mis demás compañeros fueron inevitables en ese momento. Por otro lado, el profesor parecía irritado. —En ese caso, al menos que guste tomar la clase en el piso tendrá que retirarse. Pero no se preocupe que no le pondré... El pelirrojo caminó hasta mi ignorando la segunda frase del profesor, sentándose entre el pequeño pasillo que nos dividía a mí y a Darren. —Maleducado —murmuró el profesor dándose la vuelta, dirigiéndose a la pizarra. —¿Me estás siguiendo? —le pregunté al chico en voz baja. —No —respondió con seguridad—. Me mudé hace un par de semanas y era la única preparatoria en el distrito que le gustó a mis padres —añadió. —¿Por qué el chico nuevo te seguiría? —preguntó Darren. —¿Te refieres a tu mentor? —le pregunté al nuevo ignorando a Darren. —Mis padres —afirmó el pelirrojo— Y tenemos que hablar. La mirada de Darren pasaba de estar en mi hacia el pelirrojo, de manera constante. Volteé hacia la pizarra tratando de ignorarlo; tal y como hice en la clase de esa mañana. El profesor comenzó a escribir el título con la fecha del día. Nuevamente se giró hacia nosotros. —Folklore europeo —habló el profesor en voz alta—. Es parte de la mitología Europea y sobre eso hablaremos hoy. ¿Alguien sabe algo sobre la mitología europea? Como se esperaba, nadie levantó la mano. —Es... ¿sobre las cosas de brujas y duendes y eso? —preguntó una rubia de la primera fila. —Así es —afirmó el profesor—. Abarca varios tipos de criaturas místicas. Brujas, goblins... ¡Hadas! Entre otras cosas. Bajé mi mirada hacia el pelirrojo, quien mantenía la suya en la mía alzando una ceja. No pude concentrarme esa clase. El chico pelirrojo, los recuerdos de lo sucedido ayer en bar, las imágenes que proyectaba el maestro de monstruos horrendos y hadas con apariencia de zombies me inquietaban por alguna razón. No podía sacarme la idea de que el chico sentado en el piso al lado de mi creyera que yo... que nosotros, éramos eso. Hadas. Al igual que en geografía, salí de manera apresurada del salón una vez tocó el timbre. Me detuve en la puerta para esperar a Darren puesto que teníamos nuestra última clase juntos. —Ela, no te conozco mucho, apenas te conozco por menos de cuarenta y ocho horas pero... ¿Estás bien? Estabas rara en historia —dijo Darren. Volteé hacia atrás. El chico pelirrojo caminaba detrás de nosotros. Intenté perderlo al doblar al pasillo derecho para bajar las escaleras, pero seguía detrás de nosotros. —El chico del piso, el pelirrojo —comencé a hablar a medida que lo obligaba a acelerar el paso—, me ayudó ayer... cuando me perdí. —¿Eso quiere decir que ya habías conocido a tu crush? —preguntó con un tono burlesco. —¡No es gracioso! Creo que estaba drogado. —Ahora resulta que juzgas las elecciones de vida de otros —contraatacó. —¡NO! Me refiero a que... ~¿Estas segura de que es una buena elección decirle?~ Dejé de caminar y detuve a Darren. —¿Escuchaste eso? —le pregunté a Darren. —¿Escuchar qué? Recorrí mi alrededor con la mirada, pero todo parecía estar en orden. Lentamente giré hacia atrás mi cabeza. El pelirrojo mantenía su vista fijada en mí. ~Yo no le diría de ser tu~ El pelirrojo alzó una ceja. Mi cordura comenzaba a desvanecer, y el miedo y la ansiedad comenzaba a invadirme. Tomé de la mano a Darren y corrí con el hasta el gimnasio, lejos del pelirrojo... o eso creía. En el momento en el que puse un pie en el gimnasio mi mano soltó la de Darren y fue tomada por el pelirrojo. Traté de soltarme, pero fue imposible. Me condujo hasta la puerta trasera del gimnasio que llevaba al exterior, y salimos. —¿Qué estás haciendo? ¿Qué hiciste? —pregunté con frustración—. ¿Cómo estás haciendo eso? ~¿Haciendo que?~ Sonrió de manera burlesca. Era claro que ahora se divertía con mi sufrimiento. —Tu... Tu voz... ¿Por qué suena en mi mente? —Se le llama telepatía, todos los que son como nosotros lo tienen —explicó con calma. «¿Podría ser cierto? ¿Debería creerle?» Me cuestioné a mí misma. Mis ojos examinaban los suyos en busca de cualquier detalle que alertara y me indicara que todo fue una enorme falacia para burlarse un poco aprovechándose de la situación anterior. La idea de que no estaba en sus cinco sentidos ayer en la noche no abandonaba mi mente. —Vamos ¿Qué truco estas utilizando? —pregunté, esta vez más relajada. El pelirrojo dio un paso hacia mi mirándome fijamente a los ojos, los cuales se tornaron de un verde intenso. Sentí un cosquilleo insistente en mi cuello. Me resistí a voltear pero finalmente lo hice al momento en que empezó a molestarme. Era una hoja de árbol flotante la cual se transformó en una ramita que empezó a florecer casi al instante. Volteé hacia el pelirrojo. Sus ojos seguían siendo de un color verdoso y no grises como hace un instante. «¿Acaso perdí la cordura?» Fue lo primero que vino a mi mente. —¿Quieres la verdad? —preguntó el chico. Asentí. —Pero no aquí —respondí. —De acuerdo, vamos —dijo con la intención de que siguiera sus paso. No me moví a pesar de que él ya había avanzado un poco. Al darse cuenta giró hacia mí. —Tenemos clase. No podemos solo irnos. Mi segunda resolución para año nuevo fue no saltarme más clases como lo hacía con Poppy y Olivia. Pero en ese momento, a tres meses de terminar lo que habia prometido al inicio del año, sabía que tenía que romperlo. No solo porque quería librarme de correr por dos horas, sino que también necesitaba saber que ocurría, y como el pelirrojo estaba haciendo eso. —¿Quieres saber lo que eres? ¿Quieres saber lo que puedes hacer? —asentí—. Entonces sígueme. Me cuestioné la situación una vez más llegando a la misma respuesta. Necesitaba saber que era lo que sucedía. Así que comencé a seguirlo. El portón que daba entrada a la escuela permanecía cerrado puesto que aún no era la hora de salida. Pero eso no detuvo al pelirrojo de salir. Me guió hasta la barda, y de un salto, logró pararse en la parte superior sin cruzar hacia el otro lado, a pesar de medir aproximadamente tres metros de altura. —¿Cómo hiciste eso? —pregunté sorprendida al ver la facilidad con la que saltó tan enorme distancia. —Te lo dije... varias veces —se limitó a responder—. ¿Necesitas ayuda? Asentí al ver la altura de la barda. Era imposible que llegara hasta arriba de un solo salto como él lo hizo. Sus ojos cambiaron de color nuevamente, esta vez a un color avellana, y de proto, me encontraba acercándome a él. Volteé hacia abajo dándome cuenta de que no era la barda la que se estaba reduciendo, sino yo que estaba flotando, con mis pies pegados al pasto de piso. De alguna manera, el pelirrojo logro desprender un área del suelo. Al estar frente a él, di un pequeño salto a la barda, y apenas lo hice, el pedazo de piso en el que flotaba regresó a su posición original, integrándose con el resto como si nunca se hubiese desprendido. Nuevamente tenía más preguntas por hacer, pero se quedaron en mi mente al momento en que el chico volvió a saltar. Esta vez logrando estar del otro lado de la barda. —¡Salta! —me gritó desde abajo. —¡Si lo hago me quebraré algún hueso! ¡O todos mis huesos! —grité de vuelta. —¡Solo hazlo! —volvió a gritar. Dirigí mi vista hacia abajo. Era una mala idea, estaba consciente de eso... pero aun así lo hice. Salté. Mi cuerpo comenzó a sentirse ligero y algo helado. No bajaba con rapidez, estaba flotando al igual que hace unos instantes con la diferencia de que no había algo deteniendo mi peso... tan solo flotaba. Al momento en que mis pies tocaron el piso, deje de sentirme ligera y mi equilibrio vaciló un poco antes de traicionarme y dejarme caer al piso. —¿Tus ojos solo... cambian de color? —pregunté al ponerme de pie. Esta vez se tornaron azul celeste. —Depende lo que hagas —contestó—. Sígueme. Comenzamos a avanzar dejando atrás la escuela, siguiendo el mismo camino, Sky Road. No sabía a donde íbamos, pero de lo que estaba segura era que no podría ser un lugar con personas. Las casas que se hacían presente en el camino comenzaron a disminuir, al igual que los caminos pavimentados, hasta que el mar comenzó a hacerse visible. Ambos cruzamos el camino hasta el área verde, la cual permanencia desolada. —¿Qué tan lejos estamos? —pregunté viendo a mi alrededor. —Como a veinte minutos de la escuela —respondió—. Nadie se dará cuenta si utilizo mi magia —aseguró—, por eso no te preocupes. —Bien. —¿Qué quieres saber? —preguntó después de unos segundos de silencio por mi parte. ¿Que se supone que debería preguntar primero? Todo era tan raro. Lo del bar, los monstruos de la clase de historia, la flor que hizo crecer a partir de una hoja y el modo en que me hizo cruzar la barra sin mencionar el modo en que saltó... me resultaba abrumador. ¿Por dónde empezar? —No sé quién eres, y no puedo tenerte categorizado como el chico pelirrojo demente —comencé a hablar—. ¿Cuál es tu nom...? —Dillon —respondió ante de que terminara de formular la pregunta—. Supongo que tendré que saber también tu nombre para no tenerte categorizada como la chica paranoica —se burló. —Ela —contesté. —Ok. Ya sabemos el nombre del otro ¿Qué quieres saber? —¿Qué hay con el color cambiante de tus ojos? ¿Qué poderes tienes? ¿Tienes padres o mentor? ¿Te criaron duendes? ¿Cómo pudiste saltar de ese modo la barda? ¿Puedes volar? ¡¿Tienes alas?! ¿Cómo es que eres hada si eres hombre? ¿Los monstruos de la clase de historia son reales? ¿Puedes hablar con los animales? ¿Es cierto que...? —¡Basta! —me interrumpió con un grito— Una pregunta a la vez —pidió. Esta vez sabía exactamente por dónde empezar, lo único que, hasta este momento, teníamos en común. Los ojos. —Tus ojos... son como los míos... El asintió. —Todas las hadas los tenemos grises, y cambian de color según el elemento que controlemos. Azul celeste para aire, verde para la naturaleza, café para la tierra o suelo, azul para el agua, rojo para el fuego y amarillo para todo lo que sea con la mente —explicó. ~Como poner mis pensamientos sobre tu mente~ Sus ojos se tornaron amarillos, casi alcanzando el dorado, al momento en sentir su mente sobre la mia. —Lo de la barda... ¿Fue una habilidad física o mágica? —Ambas —respondió—. Nuestra condición física es superior a la de cualquier humano. Podemos saltar más alto, correr más rápido, aguantar más sobre el agua y somos más fuertes. También tenemos la capacidad de aprender más rápido —agregó. No evite más y comencé a reír. Estaba claro que la magia existía, pero yo no era un ser mitológico. —En ese caso te equivocaste de persona —le aseguré— no tengo super fuerza, mis pies apenas logran separarse unos centímetros del piso cuando salto y no puedo correr más de cinco minutos sin agitarme, más de diez minutos sin vomitar y más de quince minutos sin desmayarme. Tampoco aprendo sin que me repitan las cosas más de tres veces. No soy un hada —concluí. —¿Nunca has quemado algo por accidente? ¿O visto florecer algo de la nada? —preguntó dudoso. Nuevamente reí. —¡Claro que he quemado algo por accidente! ¡Las tostadas! Me pasa todo el tiempo —respondí— . Y no he visto florecer ninguna planta. Todas las que he intentado plantar se mueren a la semana. Por eso tenemos plantas artificiales. Los ojos de Dillon permanecieron sobre mí, como si estuviera tratando de encontrar un error oculto al igual que yo cuando examino un problema de matemáticas. Hasta ese momento de mi vida siempre había sido normal. Me costaba trabajo realizar actividad física, me lastimaba cuando me caía, se me era difícil destapar una botella de plástico y la jardinería era una ciencia que no podía entender. Como millones de personas en este mundo, yo era una más. —Entonces... ¿Cómo explicarías el que pudiste ver la aurora dorada de los goblins? Esa habilidad no la tienen los humanos —aseveró. —¡No lo sé! Tal vez... —No —me interrumpió—. Estoy seguro de que eres igual que yo. Si alguien me hubiese dicho que el mundo terminaría ese mismo día con la seguridad con la que Dillon afirmaba el que yo era un hada, lo más probable es que le hubiese creído. —Entonces seré el primer hada en el mundo sin poderes, porque no tengo. Nunca me sentí especial, no era excelente con las materias, mi promedio era regular, no tenía ningún talento artístico o algo que me hiciera sobresaltar a las demás personas. Pero jamás me había sentido tan inferior hasta ese momento en el que me di cuenta de que ni siquiera podía ser un ser mágico normal. —Tal vez Gwenhwyar pueda ayudarte —murmuró. Su ojos miraban hacia ningún punto en específico, como si tratara de encontrar la respuesta en el aire. ¿Quién es Gweneth? —pregunté llamando su atención. —Gwen—hwy—ar —me corrigió pronunciando las silabas lentamente—. Y es mi mentora. Ese era el momento adecuado para realizar otra de las preguntas que rodeaban por mi mente, la cual estaba desde la noche anterior. —¿Entonces... no tienes padres? Dillon dejó salir el aire —Si. Gwenhwyar me buscó cuando cumplí los trece —comenzó a explicar—. Dijo que los poderes de los descendientes de los changelings normalmente se desarrollan a los trece, y que debía comenzar a aprender a usarlos. Todos nosotros tenemos un mentor el cual debe buscarnos al cumplir los trece —añadió. Nuevamente tenía más preguntas, y, cada vez que intentaba comprender algo, surgían más dudas. —¿Qué son los changelings? —Son hadas intercambiadas por humanos al nacer. Siempre fue prohibido, pero todo cambio con la guerra entre hadas y pixies —respondió, rascándose la nuca—. Gwenhwyar cuenta la historia mejor que yo. —Y... hacerca de lo de ayer... ¿Por qué solo yo podía ver...? —¿La aurora dorada? —preguntó al ver que dejé la pregunta incompleta. Asentí. —¿Y que eran esas cosas? — le pregunté. —Son goblins. Son duendes que tomaron apariencia humana. Normalmente se alimentan de restos humanos para sobrevivir, pero el poder de un hada los hace más fuerte, y para eso utilizan el hechizo de la aurora dorada, para atraer hada —explicó. —¿Qué era ese polvo azul que les lanzaste? A pesar de no haber visto claramente lo que sucedía en el bar, recordaba como todos se retorcían en el piso e imploraban por aire, estaban sufriendo a excepción de mí y de Dillon. Parecíamos inmunes. —Era lys d'or deshidratado —respondió en conjunto con una sonrisa—. El lys d'or para los goblins es como wolfspain para los hombre lobo —aclaró. —¿Los hombres lobos existen? —me apresuré a preguntar. Dillon comenzó a reír. —No —aseguró entre risas—. Pero pensé que serias de las chicas que vio Teen Wolf, así que traté de explicártelo de un modo que entendieras. «¿Qué si vi Teen Wolf? ¡Obviamente vi Teen Wolf!» —Pues no, no vi esa serie —mentí—. ¿Algo más que deba saber hacerca de... toda esta locura mágica? —pregunté, tratando de cambiar el tema. —Demasiado —se apresuró a contestar—. Gwenhwyar me obligó a estudiar la historia de nuestra especie durante tres años. Deberías de ir a verla. Ella podría ayudarte. Si bien era obvio que no entendía varia cosas de lo que había dicho, no conocía la ciudad, ni a las personas como para salir a caminar o tomar un taxi sin compañía. Y decirles a mis padres lo que sucedía no era tan siquiera una opción. —Bien. Me llevarás con ella después de clases.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD