Capítulo 1

5000 Words
Al momento de recibir el horario escolar que me había tocado, las pocas expectativas positivas acerca del primer día de clases de mi último año que tenía esta mañana al levantarme se esfumaron. Pensé a medida que caminaba hasta el aula 103. Primer piso, el tercer salón que está en el pasillo derecho según me había dicho la recepcionista. Mis pies se movían con lentitud, despegándose lo más mínimo del piso en cada paso que daba. Recorrí con mi vista el aula desde el marco de la puerta, con la misión de determinar el mejor lugar para pasar sentada el próximo año, y como siempre, el mesabanco de la última fila pegado a la ventana es el único que llamaba mi atención. Dejé caer mi mochila sin delicadeza alguna hacia el piso y tomé asiento proclamando territorio por lo que resta del año. Decidí revisar mi teléfono en lo pocos minutos que restaban antes de que la clase empezara. «¿Me extrañarán mis amigas?» Me preguntaba a la vez que miraba las fotos publicadas en i********: de apenas hace algunos minutos con el hashtag #PrimerDíaDeClases. Sonreí al darme cuenta de haber sido etiquetada en un hueco entre Poppy y Olivia. "#TeExtramos" decía en la descripción de la imagen. «Yo también las extraño» El timbre comenzó a sonar, y como magia el salón pasó de estar vacío a estar completo en su mayoría. Al cerrarse la puerta, la presencia de, lo que parecía ser el profesor, logró encapsular el ruido que, hasta hace unos instantes, aún permanecía, de tal modo que el silencio era lo único que podía escucharse. —Buen día —son las primeras palabras que salieron de su boca a medida que dejaba su maletín sobre su escritorio—. Soy el profesor FitsPatrick, para los que no me conocen, y seré quien les enseñe por el resto del curso. Por uno segundo se quedó parado en el centro de la pizarra mirando hacia nosotros para después darse la vuela y tomar uno de los gises que permanecían sobre la pizarra. Nuevamente, se giró a los pocos segundos. Esta vez mirando hacia mi dirección. —Hmm... De su escritorio, tomó una carpeta blanca delgada la cual la abrió enseguida. Una vez más regresó la mirada hacia mí solo por un momento. —Según mi lista de alumnos de este curso, no debería haber lugares vacíos —dijo sin despegar la vista de la carpeta. Unos golpes se escucharon de la puerta llamando la atención de todos. Por el cristal que cubría un tercio de la parte superior de la puerta se podía apreciar la insistencia de un chico para abrir la puerta. El profesor caminó hasta ella y la abrió, quitando la seguridad que él mismo puso cuando entró al salón, algo de lo que no me había percatado hasta ese momento. «¿Qué clase de profesor le pone seguro a la puerta de clases?» No sabía que era más extraño, eso, o el hecho de que todos parecían familiarizados con esa acción. ¿Será que siempre había hecho eso el profesor? —Sabe las reglas Twomey. La puerta es cerrada después de que entra el profesor al aula. El chico intentaba recobrar la falta de aire. Por su aspecto físico parecía que había corrido. —Mi auto... se quedó sin corriente... a quince minutos de aquí —dijo el chico tomando bocanadas de aire entre palabras—. Déjeme pasar, es el primer día —imploró. El profesor lo examinó por unos segundos. Rodó los ojos en señal de rendición y se hizo a un lado para darle paso al chico. —Siéntese al lado de la chica de sudadera negra de la esquina —le indicó señalándome. El chico dirigió su mirada hacia mí y comenzó a caminar hasta el mesabanco que se encontraba vacío al lado mío. El único vacío. —¡Hola! —exclamó susurrando. —Hola —dije en el mismo tono. Regresé mi mirada hacia la pizarra. Sin decir nada, el profesor comenzó a escribir diversos temas. —Mi nombre es Darren —mencionó el chico. —Ok — respondí a secas sin volearlo a ver. A pesar de demostrar desinterés, sentía su mirada. Pero lo menos que necesitaba en ese momento era interactuar con personas. —¿Podría saber tu nombre? —preguntó después de unos segundos. —¡TWOMEY! —gritó el profesor volteando hacia nosotros—. Veo que tanto sus excusas ante llegadas tardías, así como su desesperación por hablar con cualquier chica y su falta de condición física no se esfumaron en estos meses. Giré mi cabeza tratando de ocultar mi rostro en la pared, intentando de evadir las miradas del salón, las cuales estaban dirigidas a nosotros. —¡Usted! —exclamó el profesor. Mantuve mi vista sobre la ventana tratando de ignorarlo, a pesar de saber que me estaba hablando. —Usted, la de la sudadera negra —me volvió a mencionar. Dirigí mi mirada hacia él—. ¿Es estudiante nueva? Asentí. —Felicidades, es su primer día y ha conseguido pareja de proyecto por lo que resta del año —dijo con sarcasmo, volteando a ver al chico. Sin decir más, el profesor se giró de nuevo a la pizarra para volver a escribir sobre ella. —¡Seremos compañeros de equipo! —exclamó en modo de susurro, dirigiendo su mirada hacia mí. Forcé una sonrisa y elevé mis dos pulgares. —¡TWOMEY! —volvió a gritar. Esta vez sin voltearse—. ¡Silencio y mirada hacia el frente! El chico quitó su mirada de mí, cambió su postura, y, lo más importante, dejó de hablarme. Después de historia fue literatura, seguidamente matemáticas, ciencias sociales, artes y por último química. En cada clase fue lo mismo, silencio total, notas en la pizarra, y lo más notorio, la ansiedad de todos por salir de las aulas. Al recoger mis cosas, me dirigí a mi casillero asignado, en donde un grupo de tres personas hablaban, a juzgar por la vestimenta, deportistas de esta academia. —¿Podrían moverse? —les pregunté llamando su atención—. Están en mi casillero. Las dos chicas y el chico se movieron sin decir nada. Saqué los libros de mi mochila que utilizaría el día de mañana y lo coloqué dentro de casillero. —¡Hey, Mason! —escuché a una voz masculina gritar detrás de mí. Mi casillero fue cerrado con violencia ante el impacto de un balón de rugby. Tomé el balón y me giré con la finalidad de ver al responsable de tan pésimo tiro. Al ver como el chico desvió la mirada al momento que voltee hacia él, lancé su balón de regreso, esta vez pegándole en el hombro con una fuerza diminuta. —¡¿Estás loco?! ¡Esa cosa pudo pegarme! —le grité. —¡Auch! —se quejó ante el golpe. Cerré mi casillero y comencé a alejarme de ahí a pesar de los quejidos del chico. Salí de la escuela hacia el portón que se encontraba abierto. Marqué el número de mi mamá para avisarle que pasara por mí, pero fue inútil, a pesar de moverme a todos lados las barras de señal de mi teléfono estaban en cero. —¿Problemas con la señal? Di un pequeño salto hacia atrás. Al ver mi reacción, el chico raro de esta mañana en la clase de historia retrocedió. —Eso parece —contesté. Su entrecejo, al igual que su nariz se arrugó. —Culpa a los árboles, bloquean mucho la señal —asentí—. ¿Esperabas a alguien? —A mi mamá. Se supone que le llamara cuando terminara —respondí. —¿Dónde vives? —No le diré mi dirección a un extraño —me apresuré a contestar. Él sonrió. —Escuché que eres nueva, y a juzgar por tu acento podía adivinar que eres del Reino Unido... No sabes tu dirección ¿cierto? —concluyó con un tono burlesco. Comencé a caminar cruzando el portón ignorándolo. Alcé mi teléfono en busca de una milagrosa barra de señal sin tener éxito. Miré hacia atrás de reojo notando la cercanía del chico, por lo que seguí avanzando. —Hey, escucha —paré de caminar y voltee hacia él—. Puedo guiarte hasta la zona turística de la ciudad. Esa zona tiene la mejor conexión del área. ¿Qué dices? —Está bien —respondí después de unos segundos. Comencé a seguirlo. Al principio no me pareció una mala idea, pero eso comenzó a cambiar cuando superamos los veinticinco minutos de camino. Hubiese mentido si dijera que tengo una gran condición física, no era así. Empecé a recordar las clases que impartía la entrenadora Murray cada viernes, y como yo y Poppy nos dejábamos caer al suelo después de correr la primera vuelta para tratar de recobrar el aire. Lo único que me distraía en ese momento de la falta de oxígeno en mis pulmones era paisaje, parecía ser sacado de una película. —¿Cuánto falta? —pregunté un par de minutos después. —Como unos quince minutos. ¿Por qué? ¿Ya te cansaste? —preguntó con tono burlesco. Rodé los ojos. Mi teléfono comenzó a sonar, proyectado en la pantalla una solicitud de videollamada por parte de Olivia la cual acepté sin dejar de caminar. —¡ELA! —pronunció mi nombre Olivia apenas vio mi rostro. Al lado de ella se encontraba Poppy, ambas sonriendo enormemente de tal manera que lograban transmitirme una emoción positiva a través del teléfono. —¡Mi demonio! —exclamó Poppy. —¿Cómo va todo Calabaza? La expresión de Poppy cambió radicalmente ante mi pregunta. Ella retiró su mirada de mí para voltear a ver a Oliva arrugando la nariz. —Cinnamon-Bun no me dejó comer mi almuerzo este día —acusó a Olivia. —¡Bun! ¿Por qué? —Olivia rodó los ojos. —¡Trajo pastel de chocolate como almuerzo! Ya no estás tú así que no seré yo quien la lleve a la enfermería por dolor de estómago —sentenció, cruzándose de brazos—. Mejor cuéntanos ¿Conociste a chicos lindos? Las miradas de ambas cambiaron instantáneamente. —No, pero alguien casi desprende mi cabeza de mi cuerpo con un balón de rugby —respondí. —¡Hey! ¡Puedo escucharte! —protestó el chico aparentemente llamado Darren. —¿Quién fue ese? —preguntó Poppy acercando su rostro a la cámara. Levanté mi vista hacia el chico quien, al igual que yo, seguía caminando, con la diferencia de estar unos cuantos pasos delante de mí. —¿Quién? ¿Ese? Giré mi teléfono permitiéndoles verle la espalda. Ambas chillaron. —Él es el causante de que el profesor me haya llamado la atención —Darren volteó a verme—. También llegó tarde a la clase todo sudado —añadí. Voltee mi teléfono enfocando la cámara frontal hacia mí para permitirles verme nuevamente. —¡Hiciste un amigo! —chilló Poppy—. Pronto estarán corriendo de monstruos en el bosque. Olivia retiró la cámara de Poppy. —¿Cuáles monstruos? —pregunté evitando reír. —¡Los que hay en el bosque! —escuché gritar a Poppy. —Salió en los noticieros que han encontrado varios cuerpos entre los bosques en una ciudad de Irlanda. Y Poppy cree que son monstruos —explicó Olivia. Cerré mis ojos por un segundo. Al abrirlos el paisaje tan vibrante por el que caminábamos parecía haberse vuelto opaco, y los abundantes árboles que había a los costados del camino comenzaron a tomar un aspecto misterioso. Ya no tenía la sensación de estar dentro de una película juvenil en donde todo es perfecto, ahora parecía que me encontraba dentro de una película de terror. —Más bien un asesino serial —dije—. ¿En... que parte de Irlanda se encontraron esos cuerpos? —En Clifden —respondió Olivia—. Pero tú estás en Galway, así que no tienes de que preocuparte. —Galway es el condado en el que se encuentra Clifden... en donde vivo —aclaré. Un momento de silencio se formó entre las tres, ocasionando que la ansiedad que sentía en ese momento comenzara a aumentar. No solo me encontraba caminando por un camino rodeado de árboles con alguien con quien solo crucé algunas palabras en una ciudad que no conocía, sino que además las casas estaban separadas por cinco minutos de distancia. «¿Qué sucedería si él fuera el asesino serial? ¿Me estará llevando a mi muerte? ¿Me escuchará alguien sin grito? ¿Hacia dónde corro? ¿Por qué sigo caminando detrás de él?» Me preguntaba a mí misma a medida que seguíamos avanzando. —¡Ela! —exclamó Olivia sacándome de mis pensamientos. —¿Qué? —pregunté —Como siempre distraída. Te dije que no salgas de noche a ningún lado por ti misma. Y si lo haces, lleva contigo gas pimienta —reiteró. —¡O un escudo protector mágico! —gritó Poppy tratando de aparecer en la cámara—. Nunca se sabe —añadió escogiéndose de hombros. Levanté mi vista a ver una persona pasando al lado de mí. Al darme cuenta de que el asfalto era más extenso me di cuenta de que habíamos llegado. La zona turística de Clifden. Dejé de caminar y comencé a procesar el por qué estaba aquí. Después de unos segundos, Darren para al igual que yo y voltea a verme «Necesitaba conseguir señal... Pero estoy hablando por videollamada con mis amigas...» razoné en silencio. —¿Qué sucede? —preguntó Darren acercándose a mí. —Calabaza, Cinnamon-Bun, les hablo después, necesito llamar a mi chofer personal —dije para mis amigas ignorando la pregunta de Darren—. AKA, mi mamá. Ambas comenzaron a reír. —Cuídate demonio —dijo Olivia—. Y no olvides el gas pimienta —añadió. —¡Ni el escudo mágico! —gritó Poppy. Sonreí y me quede viéndolas por un momento. Me despedí, y corté la videollamada. —¿Qué hay con los sobrenombres? —preguntó Darren una vez me desconecté. Sonreí al recordar cuando me mudé de casa en Londres. Tenía apenas ocho años. Olivia fue la primera que conocí, puesto que vivía en la casa de al lado, Poppy llegó al vecindario cuatro meses después, desde entonces fuimos inseparables. —Olivia, a la que le decimos Cinnamon-Bun, tiene un hermano, y cuando éramos pequeñas su hermano tenía problemas de visión. Un día cuando estábamos en la casa de Olivia su mamá preparó rollos de canela, la mano de Olivia estaba al lado de la charola, su hermano intentó tomar un pan, pero tomo la mano de Olivia, además su piel es morena clara —le expliqué. —¿Y calabaza? —preguntó volviendo a caminar. Comencé a seguirlo. —Poppy es pelirroja. —¿Y a ti porque que te dicen demonio? ¿Qué acaso te metías mucho en problemas? La respuesta a su segunda era sí, pero no a la razón. —No, nuestros apodos se relacionan por nuestra apariencia física —aclaré. —¿Entonces? —Mis ojos —respondí después de un par de segundos—. Son grises, no son azul celeste ni gris azulado. Además soy muy pálida, y de pequeña parecía de esas muñecas de porcelana que están poseídas y cobran vida. Ambos dejamos de caminar al estar frente a una cafetería. Tomé asiento en una de las pequeñas sillas que se encontraban fuera del local permitiéndole el acceso correcto de aire a mis pulmones, el cual necesitaban desde hace minutos atrás. —¿Llamarás para que vengan por ti? —preguntó tomando asiento delante de mí. Asentí sin responder. Encendí mi teléfono y marqué el número de mamá. 1 sonido... 2 sonidos... 3 sonidos... 4 sonidos... buzón de voz. Seguí insistiendo, pero no tuve resultados. Al rendirme, opté por enviarle mensaje. A los pocos segundos después de haber enviado el mensaje, llegó una foto, dónde mostraba a mi mamá en una camilla de masaje y una toalla en el cabello. "Una hora más". Decía debajo de la imagen —¿Es en serio? —pregunté el ver la foto que me envió como respuesta. —¿Qué sucede? —Mi mamá está en el spa, y al parecer se desocupará en una hora —respondí. —Pregúntale tu dirección, puedo llevarte —dijo Darren—. Claro que si está a más de quince minutos, te pediré un taxi —añadió. Voltee a verlo. —¡Gracias! ¡Qué amable! —contesté con un tono sarcástico. Si hay algo más terrible que caminar sola con un desconocido por una ciudad nueva sin nadie alrededor, es tomar un taxi en una ciudad que no conoces y la cual tiene una terrible señal telefónica. Le envié el mensaje a mi mamá preguntándole la dirección. Casi al instante me respondió: "Westport Rode" —Al parecer vivo en Westport Rode —dije insegura. —¡Que bien! —exclamó con entusiasmo—. Está a menos de diez minutos de aquí. No hubiese podido soportar caminar otra media hora —confesó. —En ese caso vamos. Me levanté de la silla y esperé a que él hiciera lo mismo. Por un segundo me sentí en casa a medida que caminábamos. Los edificios antiguos y rústicos, las calles estrechas y los colores, hacían sentir que no estaba en otro país. A excepción por el idioma que es lo que me regresaba a la realidad cada vez que escuchaba hablar a las personas. —Te conocí esta mañana... —habló Darren rompiendo el silencio— Te traje a la zona turística y ahora te llevo a tu casa. Y sigo sin saber tu nombre. Arrugué mi nariz y elevé mi cabeza hacia atrás en señal de rendición. —Ela —contesté. —¿Sin apellido? —me cuestionó dirigiendo su mirada hacia mí. —Dudo que cada vez que me veas me llames por mi nombre completo. —Lo necesitaré en caso de que necesite llamar a tus padres para decirles que te atrapó un monstruo en el bosque cuando nos persigan. Sonreí ante su respuesta inspirada en la teoría absurda de Poppy. —Glendalough. Mi nombre es Ela Glendalough. Después de unos minutos, llegamos a la calle que señaló mi mamá por medio de mensaje. Los dos seguimos caminando por toda la calle hasta que reconocí la horrible casa azul celeste de bloque que estaba al lado de la mía. Ninguno de los dos autos estaba estacionado, lo que significaba que mi papá seguía trabajando. —¿Quieres al menos un vaso de agua? —le pregunté al abrir la puerta. —¡Creí que no me ofrecerías! ¡Gracias me estoy muriendo de sed! —exclamó, dramatizando la última frase. Sin esperar a que yo entrara, Darren pasó al interior de mi casa y tomó asiento en uno de los sofás. Sin duda el chico más raro que había conocido. Fui hacia la cocina y tomé dos vasos para después llenarlos directamente del grifo. —¿Con o sin hielo? — pregunté desde la cocina con voz alta. —¡Sin! —gritó desde la sala. Caminé hasta la sala y le extendí el vaso lleno de agua. Jamás había visto a alguien ingerir un líquido con tanta rapidez como lo presencié en ese momento. Al terminar, me extendió el vaso. —¡¿Es esa una Gaming Acer Nitro 5?! —preguntó cuando vio mi computadora. —Si ¿Juegas videojuegos? —¡Claro que sí! —¿Quieres jugar un rato? Su cara se iluminó apenas le plantee la pregunta. Encendí el televisor de la sala y puse el videojuego que jugaba con Poppy y Olivia. Cuphead. —¿Lo haz jugado? —le pregunté entregándole uno de los controles. —Es uno de mis favorito. Supe en ese momento que había encontrado a mi compañero de videojuegos, cuando respondió. Pero no fue hasta un par de juegos después, cuando vencimos al Capitán Brineybeard, que me di cuenta de que había encontrado a mi primer amigo. La luz que entraba por la ventana cada vez era más poca, hasta el punto en el que lo único que iluminaba la sala era el brillo del televisor. Ignoré el sonido de la puerta abriéndose, era más que claro que era uno de mis padres, para concentrarme en esquivar el fuego. —Ela, lleg... —saludó mi mamá, dejando la frase al aire cuando vio a la persona al lado de mí. Darren y yo dejamos los controles en el piso después de pasar el juego, y nos pusimos de pie. —Hola mamá ¿Trajiste comida? —le pregunté asomándome hacia la puerta.. —Ela... ¿Quién es tu amigo? —preguntó volteando hacia Darren. —Su nombre es Darren, tenemos historia juntos. —Mucho gusto — saludó Darren. —¿Trajiste comida? —volví a preguntar con impaciencia. Las facciones faciales de ella se contrajeron, y su esfuerzo por sonreír es cada vez más grande. —Lo siento, lo olvidé —se disculpó—. ¿Por qué no hiciste algo de comer? Tomé la mano de mi mamá y la conduje hasta el interior de la cocina sin decir nada. Abrí la nevera mostrándole el interior. —Solo hay una jarra de jugo —dije para después cerrarla. —Bien, les daré cincuenta euros y vayan por comida. De jarrón que se encontraba arriba, en la parte de afuera, de la nevera, ella saca un billete de la cantidad acordada. Salí de la cocina, le mostré el billete a Darren y salimos de mi casa. Al momento de bajar de porche, noté la llegada del auto gris de papá, quien bajó del auto y me dio un beso en la mejilla. —¿Vas a salir? —preguntó papá. —Iremos por comida. ¡Al rato vuelvo! —avisé. Le indiqué con la mirada a Darren que corriera. Mi estomago pedía comida y no soportaría otro interrogatorio el cual podría ser contestado mañana perfectamente en el desayuno. —¡Ela! ¿Con quién...? —gritó, pero lo ignoré. —¿Por qué salimos corriendo? —preguntó Darren alentando el paso. —Porque tengo hambre. Tu conoces la ciudad mejor que yo ¿Qué lugar vende la mejor pizza? Lo último que había comido con mis amigas, en Londres fue pizza. Y, a pesar de ya haber pasado una semana acerca de eso, se sentía como años. —Grandpa Pizza —respondió después de unos segundos—. Esta por Bridge Street. ¡Vamos, está cercas! Seguí a Darren por el mismo camino que habíamos tomado para llegar a mi casa. A diferencia de unas horas atrás, el sol se había ocultado, y lo único que iluminaba las calles era las luces de los negocios. Habíamos llegado a Bridge Street. Los colores vibrantes de los negocios se miraban opacos gracias a la oscuridad. A excepción de uno. Entre dos locales cerrados permanecía uno con un resplandor dorado por fuera que cubría todo el lugar. Unas cuantas personas conversaban afuera, y por alguna razón sentía la necesidad de entrar. Así que lo hice. Entre a "The Goblin Bar". El interior parecía considerablemente más grande que desde afuera, y las luces doradas que se proyectaban afuera también cubrían el interior. Caminé entre las mesas, pero quería verlo todo. Giré hacia el lado derecho de la barra de bebidas, sintiendo un empujón violento hacia la angosta pared. Volteé a todos lados, pero no había nada, tampoco podía moverme. —¡Hey! ¡Señor! —le grité a un hombre de edad que vestía de traje, tratando de llamar su atención—. No puedo... Los ojos del señor se abrieron, y una sonrisa se formó en su rostro dejando ver una dentadura demacrada. Dio una vuelta dándome la espalda y calló a todos los clientes. —¡Sióg! —grito con euforia. «¡¿Qué es eso?!» Los clientes, el bartender y el señor al que había llamado su atención voltearon hacia mí. Había experimentado la incomodidad en algunos lugares, pero nunca como la que sentí en ese momento. Mis ganas de salir corriendo de ahí eran cada vez más grandes, pero no podía tan siquiera mover los dedos de la mano. Con lentitud, las personas comenzaron a avanzar hacia mí, y fue en ese momento en el que pensé que ahí terminaría mi corta y aburrida historia. En un bar dorado sin poderme mover de la pared. Una nube de humo azul comenzó a expandirse por todo el lugar, y al momento en el que me cubrió, quedé libre. —Corre —escuché decir cercas de mí. Corrí hacia la puerta por la que había entrado pero estaba cerrada. Me giré volteando a ver a las personas. Algunas se quejaba en posición fetal, otras imploraban por aire y yo solo quería salir de ahí. Sentí como alguien tomaba de mi mano, y me guiaba con velocidad hacia otro lugar. El humo azul empezaba a desaparecer poco a poco y las personas comenzaron a componerse, lo cual no era bueno. Necesitaba salir de ahí. Centré mi vista en la persona que sostenía de mi mano, pero gracias al humo, era imposible identificarla. Otra puerta se abrió y ambos salimos sin dejar de correr, yo aun siendo guiada. Después de unos cuantos minutos nos detuvimos. Ya estábamos lejos. —Gracias —dije apenas recobre el aire, mirando hacia mis zapatos—. Mejor no vuelvas a dejar que entre a lugares así la próxima vez... ¡Me hubieras advertido Darren! ¿Por qué estaba molesta? No era su culpa, yo entré sin avisar, pero aun así me sentía enojada. —¿Quién es Darren? Elevé mi mirada hacia el chico rápidamente. Su cabello era pelirrojo y no n***o. Su ojos no eran verdes, sino grises... como los míos, y tenía pecas. Él no era Darren. —¿En dónde está Darren? —pregunté mirando hacia todos lados. —¿Quién es Darren? —reiteró con un tono más lento. —Mi amigo... el que estaba... Alto ¿Quién eres? ¿Y qué rayos acaba de pasar? —comencé a interrogarlo apenas volví en sí. —Goblins —respondió con obviedad—. ¿Qué no te han dicho que no debes entrar a lugares cubiertos con la aurora dorada? ¡No entres al territorio de los Goblins! Claramente seguía aturdida por lo sucedido hace unos instantes. Pero se me era imposible comprender lo que decía. ¿Goblins? ¿Qué son? ¿Mafiosos? —¿Los que? —pregunté tratando de obtener una respuesta más clara. —¿Estas bien? ¿Quieres que llame a tu mentor? —preguntó tomándome de los hombros. «¿Mentor? ¿Se referirá a mis padres?» —¡NO! Si llamas a mis padres jamás me dejaran salir de casa otra vez. A todo esto ¿Cómo sabias que estaba en problemas? —el chico frunció el entrecejo. —Por tu magia, puede sentirla a kilómetros. La vengo rastreando desde hace seis días —respondió. Retrocedí dos pasos. Comencé a vaguear mi mirada tratando de identificar a personas con las que podría correr en caso de estar en peligro nuevamente. —¿Goblins? ¿Aurora dorada? ¿Sentir mi magia? —le cuestioné—. ¿Qué sustancia usaste? —¿Sustancia? —preguntó confundido—. ¿Cómo... droga? —asentí lentamente—. Seres como nosotros son incapaces de procesar ese tipo de sustancias químicas, son mortales. Contuve mis ganas de reír ante su respuesta. Estaba consciente de que posiblemente el chico se encontraba en una situación en la que no podía controlar en ese momento lo que decía, por lo que reírme podría considerarse grosero. —¿Seres como nosotros? —Hadas —respondió. Reí, fuertemente—. ¿Quién es tu mentor y por qué no sabes este tipo de cosas? —Ok, vamos ¿qué consumiste? ¿Heroína? ¿Cocaína? ¿m*******a? —Enserio no sabes nada... —susurró—. No sabes nada ¿No es así? Tampoco tienes mentor... ¡Esto es un desastre! —exclamó. Tuve suficiente en ese momento. Necesitaba encontrar a Darren e ir a casa, olvidar lo que había sucedido. Me di la media vuelta y comencé a caminar. Pero me detuvo. —Gracias por sacarme de ahí pero me esperan —dije tratando de soltar mi muñeca de su mano—. Espero que te desintoxiques pronto —añadí. Roté completamente mi muñeca soltándome al instante. Corrí, al igual que como lo hice para salir de ese bar. Pregunté por indicaciones hacia Bridge Street, y por fortuna, pude llegar. Avancé por toda la calle en busca de Darren, tratando de buscar el bar dorado al que entré. —¡DARREN! —le grité al verlo parado justo el mismo lugar al que había entrado—. ¡NO ENTRES! —volví a gritarle. Corrí hacia él. —¡Ela! ¿Dónde estabas? —preguntó apenas me vio. —No estrés ahí —fue lo único que contesté. —¿Entrar ahí? ¿Por qué lo haría? Está cerrado —¿Cerrado? —Las luces están apagadas... debe estar cerrado —dijo asomándose por la ventana. Retrocedí hacia el otro extremo de la estrecha calle para visualizar el lugar completo, y por alguna razón aun miraba todo ese esplendor dorado que cautivaba. —Darren —lo llamé. Volteó—. ¿Ves... ese... esplendor dorado? Darren caminó hacia mí y volteó hacia el lugar. —¿Cual? ¿En dónde está? Estaba justamente frente al él... pero por alguna razón solo yo podía mirarlo. —Olvídalo, fue el reflejo de la luz... ¿Vamos por pizza? Muero de hambre. —¡Si! Vamos.
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