No se molestó en bajar, simplemente saltó y aterrizó sobre su brazo herido. A través de la chaqueta, la manga e incluso la gasa, sintió el impacto con mucha intensidad. Su grito de dolor resonó en el aire y oyó risas. No le importó de dónde viniera, simplemente echó a correr de nuevo. Tenía que escapar. Pasaron unos minutos y Bill se desplomó de cansancio. Nunca había corrido tanto en su vida y le ardían los pulmones. El dulce le corría por la cara a pesar del frío y se agarró el brazo. En ese momento oyó música estruendosa y el crujido de un coche sobre la nieve. —Noooooo... otra vez no... por favor, otra vez no... —pensó Bill, intentando ajustar su cuerpo para ver de dónde venía. Vio los faros acercándose una vez más, así que apagó la linterna y se alejó rodando entre los arbustos. «V

