-¿Qué era lo que estaban hablando? – me dice Jessica.
Había caminado hacia la mesa de Jessica, pero terminó queriéndome hacer un motón de preguntas.
-Sólo regresó para atormentarme – la evado.
-Me parecía que estaba siendo sincero contigo – trata de encontrar mi mirada, que lo había perdido en el vacío.
-Puede estar fingiendo, ya sabes… Pero no soy tonta para volver con él – me encojo de hombros – no quiero volver a hablar del tema.
-Te respeto, pero recuerda que todos nos equivocamos, quizás él se sentía confundido y terminó arrepintiéndose de lo que había hecho – me responde.
-Hablando de sucesos inesperados, hace varios minutos te había visto con Rubén, ¿Qué había pasado con él? – elevo mis manos.
Sabía que la pregunta le desagradaría, pero estoy segura de que está deprimida por eso.
-Él se mostró atento conmigo, hasta pensé que me había olvidado, pero en realidad se preocupó por mi bienestar e incluso por mi embarazo… El motivo de la reunión era porque quiere ser responsable conmigo, prácticamente ser el padre del bebé que voy a esperar – añade.
Elevo las cejas de la impresión, porque la mayoría de los hombres no lo haría.
-¿Desde cuándo le interesabas de esa forma?
-¿De qué hablas? – me arquea una ceja – fui su acompañante en una fiesta de celebración de su partido de béisbol.
-Sí, pero no es razón de que él quiera hacerse cargo de un hijo que ni es suyo – niego con la cabeza.
Observo que no se lo tomó muy bien, pero es cierto.
-Bueno… Él según lo quiere hacer, yo no fui quien se lo pidió. De todos modos, yo puedo hacerme cargo de mi hijo – sorbe una malteada – me había dicho que se sentía mal, que su conciencia le dolía más que las costillas que tenía bien quebradas.
-Entonces, todo esto es por lástima – agrego.
-Al parecer, sí.
-Ah.
Que inesperado, personas que dábamos por olvidadas, terminan regresando a nuestras vidas.
-Además, me dijo que saliéramos en hacer unas compras, sé que el niño nacerá en varios meses, pero es para platicar de ello más seguido y que fuésemos adaptándonos.
-Pero a donde quiero llegar, ¿Realmente lo hará?
-No lo sé, pero no espero nada de parte de él.
-¿Ustedes son pareja? Porque para que él quiera hacerse responsable de tú futuro bebé, ¿Eso significa que estará contigo? – me inclino de hombros.
Miró hacia todos los lados posibles de la cafetería, lo que significa que está nerviosa, la conozco lo suficiente. Pero evitaba detallar mi expresión de duda, aunque, de todos modos insistiré si no me lo dice.
-Nunca se te escapa nada… Tienes una mente veraz…
-Sólo quiero ayudarte, no lo veas como algo malo, ya sabes lo protectora que soy – me coloco una mano en el pecho.
-Sé que lo eres – me sonríe – todavía recuerdo cuando llegabas a salvarme de mis propios problemas, como la vez que me sacaste de la discoteca.
-Eras la reina de la noche – lo dije sarcásticamente.
-Que encantadora eres – se cruza de brazos – bueno, en realidad no siento atracción alguna por él, Rubén pareciera ser narcisista.
-¿Por qué saliste con él? – arqueo una ceja.
-Porque quería salir con algún beisbolista – me dice simplemente.
-La especie humana… Y sus típicas conductas.
-¡Ah! ¿Qué hay de alguna de tus relaciones pasajeras?
-Yo no tuve ninguna relación pasajera, ni mucho menos por interés.
-¿Con cuánto chicos has llegado a salir?
Al estar en una cafetería, es normal sentir placer por el olor a café y distintas delicias. Aunque, cierta satisfacción es interferida por una mujer experta en la molestia.
-Sólo con dos hombres – digo deliberadamente.
-¿Dos? ¿No has salido con alguien más en la adolescencia?
Me quede perpleja ante la pregunta que me había hecho, pero permanecí siendo reservada como siempre.
-Ah, no… Sólo ellos.
-Me impresionas… Eres sexóloga, se supone que debes de llevar una vida s****l más amplia.
-Sí, pero no es necesario a que este siendo promiscua, para ser una especialista del sexo.
-¿Cómo puedes brindar consejos a tus pacientes? Si ni siquiera lo has intentado.
-¿Cómo sabes que no lo he hecho?
-Tienes un fuerte sentido del compromiso, creo que eres conservadora, prefieres comprometerme a que arriesgarte en no hacerlo – me dice.
-Sí que me conoces.
Somos amigas hace muchos años y nunca ella se había atrevido en preguntarme sobre algo de intimidad.
-¿Cómo lo haces?
-¿De qué hablas?
-Me refiero a que eres una mujer, con órganos sexuales y normalmente liberamos hormonas… Y ya sabes, las ganas de tener relaciones sexuales se incrementa a todo momento.
-Bueno, no te voy a negar que a menudo tengo esas sensaciones, no estoy hecha de hierro – me rio de sí misma – pero en ciertas ocasiones, traté de distraerme de en vez en cuando, buscó maneras de no incurrir en ello, como la vez que a veces estoy a solas, trató de jugar con mi mascota… Aunque, a veces recaigo en no hacerlo, pero intento en no volver en hacerlo.
-¿Te refieres a la masturbación?
-Sí, es un hábito muy normal en la especie humana, e incluso en los animales… Pero siempre a la final me arrepiento de hacerlo, porque me recuerda lo que más me hace falta en mi vida… Y es que algún hombre que entienda lo que quiero.
-Creo que eres exigente, no existe la perfección en la faz de la tierra.
-Bueno, es verdad, la mayoría de los hombres no evitan ser lo que son, porque tienen más la necesidad de complacerse a sí mismos, no lo evitan debido a ciertas hormonas que liberan y se vuelve para ellos una prioridad, pero quien pueda contrarrestar biológicamente su necesidad, en total su cuerpo, se liberan de una esclavitud, que muchos no saben reconocerla.
Me tomé el tiempo en pesarlo y no quiero recordar de nuevo los sentimientos que tuve cuando había terminado mis relaciones pasajeras, totalmente vacía me había quedado. Pero me tomo algo de tiempo en recuperarme.
-Entonces, ¿Serás una solterona toda tú vida? – me dice sarcásticamente.
Ella sabe lo ridículo que me parece el estereotipo social que se implementa en la arcaica sociedad, eso mucho más me irrita.
-Pues, sí, no tengo problema en ser una solterona, a que ser una mujer casada con un hombre machista y mujeriego, sí, con ansias lo sería – finjo un dolor de cabeza.
-Nunca cambiaras – se ríe de mis bromas.
Pase esa tarde con ella, ordenamos café y platicábamos por un rato más. Aunque, lo increíble es que no le gusta a que coma postre en un local que no sea la suya, al parecer es celosa hasta lo que llego a saborear.
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