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ENEMIGOS Y AMANTES

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Blurb

Katy aceptó las citas a ciegas de sus padres con una sonrisa forzada, esperando que algún día dejaran de intentar encontrarle al "hombre perfecto". De todos los candidatos que se presentaron, había uno que destacaba: Carlos. Su actitud arrogante y su sonrisa burlona eran lo opuesto a lo que Katy creía que necesitaba. Pero, para sorpresa de ella, Carlos no solo estaba en su mente, sino que lograba colarse en sus pensamientos de formas que no podía explicar.

Con cada encuentro, Katy empezaba a ver más allá del hombre superficial que sus padres adoraban: una persona complicada, rota por dentro, luchando por mantener su fachada intacta. ¿Y qué pasa cuando dos personas tan diferentes como ellos se sienten atraídas por lo que no se ve? Un beso eléctrico, cargado de emoción, los cambia para siempre. De pronto, los roles de “enemigos” y “amantes” se difuminan, pero ambos acuerdan algo: ante el mundo, seguirán siendo enemigos. No quieren nada formal ni serio, solo pasión, secretos y encuentros furtivos que los mantienen al borde de la locura.

La atracción es innegable, pero con sus padres ya convencidos de que deben estar juntos, la presión aumenta. La relación, aunque ardiente y llena de deseo, está condenada a vivir en las sombras. Katy y Carlos se aferran a su pacto: serán amantes ardientes y secretos, pero nunca más que eso, ni un solo compromiso.

Pero, ¿pueden mantener a raya lo que sienten por alguien cuando la química es tan imposible de ignorar? Y más importante aún, ¿pueden evitar que el caos de sus corazones los destruya antes de que siquiera puedan empezar a vivir lo que realmente quieren?

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MIS PADRES QUERÍAN VERME CASADA
Katy Punto de Vista La misión de mamá (en sus palabras, no en las mías) era organizarme tantas citas a ciegas como fueran necesarias hasta que encontrara al hombre perfecto (ella seguía diciendo almas gemelas) para sentar cabeza y tener un montón de hijos adorables. Una vez más, en sus palabras, no en las mías. Parecía que estaba cansada de mis costumbres de solterona. Eso fue hace poco más de una semana. Cuando el frío y espeluznante octubre asomó su fea cabeza, mis padres invitaron a su primera opción del mes a la cena del domingo sin informarme. Si bien iba en contra de los términos que ella había establecido, tuve que admitir que fue lo más inteligente que pude hacer. Si hubiera sabido que planeaban poner en marcha su plan tan pronto, se me habría ocurrido una excusa lo suficientemente digna como para que me excusaran de la cena del domingo de esa semana. Pero, por supuesto, no lo hicieron. Quiero decir, ¿por qué lo harían? Eso sería sabotearse a sí mismos. Convenientemente, surgió algo y mis padres anunciaron que debían irse antes de que hubiéramos pedido nuestras comidas. —Es inteligente. Te gustará, Carlos —me susurró papá mientras se envolvía la bufanda alrededor del cuello para combatir el frío viento de octubre que soplaba afuera. La gente me decía a menudo que me parecía mucho a mi padre. Tenía sus llamativos ojos azules, sus cejas gruesas y arqueadas, su nariz puntiaguda y sus pómulos prominentes. Cuando le conocieron, dijeron que también nos parecíamos mucho en personalidad. Mamá, por otro lado, era todo lo contrario de papá y de mí. Era pequeña, suave y delicada, varios centímetros más baja que mi estatura, ligeramente superior a la media. Yo también tenía su pelo largo y rubio y su cara en forma de corazón, pero, en definitiva, yo era una niña de papá de pies a cabeza. —Pórtate bien —me advirtió mamá en un susurro áspero, aunque no era muy tranquila, así que no estaba segura de que fuera un susurro. Con Steve... ¿Stuart?... ¿Simon?.. Pedro??... Quién ahora??. se arrugó visiblemente por lo obvio que estaban siendo…, estuve segura de que mamá no sabía susurrar. Luego salieron corriendo del restaurante como si realmente tuvieran que ir a algún lado, aunque yo sabía que probablemente se dirigían a la calle para comer un asado dominical en otro lugar. Había que elogiar a mis padres (sobre todo a mi madre, que fue la única lo suficientemente loca como para inventar todo esto) por su dedicación a la causa. Samy... ¿Sam?.. como se llame, fue el primero en ofrecerme la rama de olivo y, a los pocos minutos de aceptarla, lo consideré el hombre más aburrido que había conocido. Y eso que yo estaba haciendo mi mejor esfuerzo por ser educada. —¿Has tenido la oportunidad de echarle un vistazo al menú? —preguntó, tomando un gran trago del líquido anodino que había en su botella de agua. Estaba casi segura de que no era agua. Cuando tragó rápidamente y tomó otro trago largo, fruncí el ceño con preocupación. Seguro que tenía sed. —Voy a pedir el asado con una ración extra de papas asadas—, le dije sin mirar el menú. Era mi pedido habitual. —Pediré la ensalada de aguacate—, reflexionó en voz alta y cerró el menú. Luego procedió a tomar otro gran trago de... ¿agua? —¿No tienes hambre?—, pregunté, medio en broma, medio confundida. Había estado en bastantes citas en mi vida, y en todas ellas, ninguno de ellos había pedido ensalada. Ni siquiera como acompañamiento. Yo tampoco había pedido ensalada en ninguna de esas citas, así que era la primera vez para mí. También era la primera vez que me encontraba con una ensalada de aguacate. Se puede decir con seguridad que el resto de la cita fue cuesta abajo a partir de ahí. No es que las cosas parecieran ni remotamente prometedoras desde el principio. —Esas papas asadas tienen buena pinta—, elogió mi plato cuando llegó nuestra comida, sus ojos se detuvieron más tiempo del que me hubiera gustado. —¿Te gustaría probar una?— Me sentí obligada a preguntar, apretando ligeramente los dientes. No me gustaba compartir comida, especialmente no un asado, pero era lo correcto. Lo último que necesitaba era que Stephen... ¿Stuart?... ¿Scott?... se quejara con mis padres sobre lo desagradable y maleducada que había sido en la cita. A mi madre no le haría ninguna gracia oírlo, y no me extrañaba que me reprendiera aumentando el número de citas a ciegas a las que tenía que ir este mes. —No podría comerme una —negó con un pequeño jadeo, agitando las manos frenéticamente en señal de no comer. Por la forma en que reaccionaba, era como si yo hubiera sugerido algo blasfemo en lugar de ofrecerle una inocente papa asada—. Estoy haciendo una dieta muy restrictiva en calorías. Comer una sola papa asada sería una locura. —Suena bien—, murmuré y lo observé mientras picoteaba su ensalada, dejando de lado a propósito el aguacate, aunque eso era lo que era. Una ensalada de aguacate. El mito de su dieta restrictiva en calorías quedó desmentido cuando volví del baño después de nuestra comida y lo encontré llenando su botella de agua con una pequeña cantidad de alcohol escondida en una bolsa de Tesco debajo de la mesa. No tenía idea de cuándo había escondido la bolsa allí o cómo no la había visto desde que había llegado la última vez. Si eso no era señal de un problema con el alcohol, no sabía qué más lo sería. Sinceramente, debería haberme ido en cuanto pidió la ensalada de aguacate. Debería haberme dado cuenta de que algo pasaba cuando mencionó que estaba haciendo una dieta de restricción calórica, aunque parecía pesar casi el doble que yo. Fingí haber recibido un mensaje de texto de emergencia de un amigo, pagué la cuenta y salí corriendo de allí. ¿En qué estaban pensando mis padres? ¿En qué planeta viven?… ¿El?… ¿Y yo somos una buena pareja? Me costó unos días superar su falta de juicio, así que pospuse la siguiente serie de citas para el miércoles, cuando desayuné con Nello Nall, que no paraba de rascarse la cabeza en todo momento. En un momento, estuve convencida de haber visto un pequeño insecto n***o caer de su pelo sobre su tostada francesa, a la que luego le dio un gran mordisco. El miércoles almorcé con un hombre llamado Wilmer. Era agradable y, desde el principio, parecía que teníamos muchas cosas en común. En comparación con las dos citas anteriores, parecía relativamente normal... y luego me dijo que era gay. Mi madre había insistido tanto en que sería un buen candidato para mí en el club de golf hace dos fines de semana que no había tenido el valor de decirle la verdad sobre su orientación s****l. ¡Ni siquiera sabía qué estaba haciendo mamá en un club de golf! Ese mismo día, después del trabajo, cenamos temprano con Reynaldo, pero él me envió un mensaje de texto media hora antes para decirme que su madre no le extendería el horario de queda, por lo que tendríamos que esperar. Acepté rápidamente, pero no le respondí cuando intentó fijar otro horario. Había organizado unas copas con mi siguiente cita, Pedro, esa misma noche. Me tomó menos de quince minutos darme cuenta de que era adicto a su teléfono y estaba obsesionado con tomar fotos de todo para su historia de i********:, incluso de mí cuando entré al restaurante antes de que nos presentáramos. Por lo que él sabía, yo podría haber sido otra persona y no su cita a ciegas. Pedro ni siquiera levantó la vista cuando me fui antes de que llegara la primera ronda de bebidas. Me quedé en casa, bebí más vino del que debía y me fui a dormir temprano. Fue justo lo que necesitaba para recuperar fuerzas para las tres próximas citas que tenía programadas para el jueves. Mi acompañante para desayunar, Antonio, estaba más interesado en cuánto dinero ganaba y cuándo sería mi próximo ascenso que en conocerme en persona. Almorcé con Nareth, que solo se acordó de quitarse el anillo de casado después de terminar su sándwich. Sin embargo, la cena de ese día fue la más insoportable de todas. Karla siguió intentando que me inscribiera en su esquema piramidal de operaciones de cambio de divisas (no es que él admitiera que era un esquema piramidal), aunque yo insistí en que no era para mí. El falso mensaje de texto de emergencia de un amigo se había convertido en una falsa llamada de emergencia de mi buen amigo, Vittorio.

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