2

2316 Words
Salí del hotel a las tres en punto del día siguiente y Farrell ya estaba estacionado al frente por frente de la puerta de entrada con su limusina negra mate. Salió del coche con su uniforme correctamente planchado e impoluto y vino ha abrirme la puerta trasera para que montara. -Un placer verla de nuevo, señorita Webster. -Lo mismo digo, Davy. Entre en el auto y me encontré con Amber y con Addison sentadas con las piernas cruzadas y las manos sobre el regazo. Ambas vestían impecables, mamá con un traje de falda y Addison con un vestido turquesa hasta las rodillas. Amber era rubia, a diferencia de Addison y yo -las dos habíamos sacado la cabellera de papá- y con el pelo en glamurosas ondas hasta los hombros. Mientras que Addison con su cabello oscuro cortado por la barbilla. -Hola -dije y recibí una gran sonrisa por parte de mi hermana. -Hola, Alyssa. Me senté a su frente, y me coloqué en la misma pose que ellas. Mamá me miró con ojos juiciosos. -¿No vas a darle un beso a tu madre? Sin rechistar me incorporé y besé a Amber y luego también a Addison quien estaba muy contenta, sin duda se alegraba de verme, y por supuesto yo también a ella, mamá era otro cantar, aunque debajo de ese semblante de mujer bella, pero seria, sabia que si se alegraba de verme después de algunos meses. Cuando volví a mi pose inicial, Farrell arranco la limu. -¿Qué tal el trabajo? -me preguntó Addison. -Bien, es temporada alta, pero pese a eso, no hay demasiado ajetreo. ¿Y tú? ¿Qué tal, Jake? Jake era el marido de Addison. Hacia días que no hablaba con ella. -Bien, con varios casos por cerrar. Jake está bien también, preparándose para el campeonato de tiro al plato. Mi cuñado había sido campeón el año pasado y este año, por lo visto pretendía volver hacerlo. Mamá se mantuvo al margen por un momento, pero luego se inmiscuyó en la conversación alabando a su yerno, menos mal que el transito fue bastante rápido. Enseguida nos encontramos en una de las Boutiques más exclusivas de Chicago. Carlota la asesora en imagen de la tienda, nos atendió amablemente y nos ofreció champan mientras nos mostró maravillosos trajes de cóctel. Me hicieron probar varios de ellos y al final elegí uno n***o de encaje ceñido al cuerpo que resaltaba mis curvas. También unos clásicos zapatos de pedrería negra con un tacón de aguja de 12 cm y para terminar un bolso a juego con estos. Mamá y Addison también compraron sus trajes, elegantísimos. Pero eso no fue todo, porque al salir y hacer que Farrell metiera las bolsas en la limu, hicieron que condujera hasta la joyería más prestigiosa, allí me probé algunas cosas, pero me quedé con unos largos pendientes de cristal con incrustaciones de pedrería como los zapatos. Mamá con un colgante de esmeraldas y Addison con una pulsera floral en tonos aguados. Para rematar el día nos tomamos unos cócteles en un pub de la zona. Cuando llegué al apartamento con Farrell, quien cargaba con las compras, -después de despedirme de Amber y Addison- me encontré con Chris en la sala de estar, estaba estudiando. Levantó la cabeza y saludó a Davy. -Hola, Davy. Este asintió de acuerdo y le devolvió el saludo. -¿Cómo va eso? -Tirando -respondió Chris. -Déjalas sobre el sofá -le dije yo refiriéndome a las bolsas. -Claro, señorita– hizo lo que le pedí, se despidió tan formal como siempre y se marchó. Cualquiera hacia esperar más de la cuanta ha mi madre. A veces lo compadecía. -Vaya, parece que tu madre sea portado bien -fue lo primero que dijo nada más llegué a la sala de nuevo y me desplomé en el sofá. -Ya la conoces, en lo referente a esto, siempre lo hace, pero sí, hoy se ha portado muy bien, no me ha soltado ningunas de sus pullitas. Y yo se lo agradezco. Chris me escucho atentamente y asintió. -¿Qué has hecho hoy? -le pregunté a él. -He trabajado hasta las seis. Hoy han entrado una panda de capullos y han tirado varios refrescos al suelo. Los muy chulitos han salido por patas cuando me han visto. Me eché a reír, una panda de gamberros y Chris. Hubiera dado lo que fuera por haber presenciado aquello. Me imaginé su cara de encorajinado total. -Qué graciosa -me tiró un cojín de lo alto del sillón dónde se encontraba, yo lo paré con el antebrazo. -Lo siento por ti. ¿Quieres que preparé la cena? Suponía que debía de estar cansado. -Te lo agradecería. -Vale, quiero mi recompensa. -Pensaré en algo -dijo y nos partimos de risa. -Deja que te enseñe mi vestido, dime que te parece. -De acuerdo. Le mostré el vestido y comentó. -Mmm. Estarás radiante y más de un tío te querrá follar. Me carcajeé. -Casi todos los asistentes son muy mayores. ¿Quieres emparentarme con uno que tenga la edad de mi padre? Esa vez el que se rio fue él. -No. Pero ándate con ojo. -Lo haré. Esa noche como le había dicho, hice la cena. Me salió muy buena, y Chris la disfrutó, tanto como yo. Más tarde me marché a dormir. Me sentía agotada y solo veía el momento de desfallecer en la cama. Al otro día estaba ojeando unos datos en el ordenador de mi puesto de trabajo cuando alguien pedía mi atención dando unos golpecitos sobre la mesa de mármol blanco donde me encontraba. Me giré no sin antes sobresaltarme, estaba bastante concentrada y esa intrusión me descolocó. Lo primero que vi fue una mano joven y bien cuidada, lo segundo una corbata marengo que destacaba por encima de una camisa bien blanca y lo tercero un hombre joven apoyado contra el mostrador con una ceja arqueada que contorneaba unos ojos tan claros que incluso intimidaban. -Llevo un rato esperando. ¿Quiere que le ponga una queja, señorita? Abrí unos ojos como grandísimos platillos de música sin fabricar. ¿Pero que estaba diciendo ese hombre? No habían pasado ni unos pocos segundos, aun así fui correcta y me comporté como debía. -Discúlpeme señor. ¿En que puedo ayudarlo? -me coloque un mechón de pelo suelto tras la oreja. -Mi agente llamó ayer y reservo una de las habitaciones vip – respondió de igual modo que la vez anterior. No hice caso de su comportamiento, pues en muchas ocasiones nos habíamos topado con algún que otro personajillo que iba de sobrado. -¿Me puede decir su nombre, por favor? Este me miró con cara de suficiencia. -Garret Heller. -Esperé un momento por favor, voy a verificarlo – tras teclear su nombre en el buscador, me salió su reserva -En efecto tiene usted una reserva hecha en una de las habitaciones vip. Me levanté y cogí la tarjeta 302 procedente de la habitación vip. Cuando lo miré él ya se había incorporado, era muy alto y mantenía una figura fornida, pero delgada. -Aquí tiene su llave, señor Heller. Tiene usted que coger el ascensor seis y dirigirse hacia la derecha, la habitación es la... Me dejó a medias. -Ya lo sé, lo pone aquí -me enseño la tarjeta que hacia de llave y levanto las cejas. Me mordí la lengua, para no soltarle cualquier cosa que saliera de mi boca en ese momento. -Claro, que disfrute de su estancia -sonreí con fingida amabilidad. Éste se movió y se largó hacia la zona de ascensores. Suspiré pesadamente cuando se alejo. -¿Qué le pasa a ese? -preguntó Savannah. -No lo sé. Pero es de un borde que te cagas. -También está tremendo. Arrugué la nariz. Aunque eso tenia que reconocerlo. Lo vimos unas cuantas veces más esa misma tarde, salir y entrar. A veces solo y otras acompañado de algunos hombres. Tenia que estar de viaje de negocios. Llegue a casa con la espalda molida de permanecer tanto rato sentada. Me descalce los pies, solté la chaqueta y el bolso sobre el sofá de cualquier manera. Me desplace a la cocina, fui directa a la nevera y encontré un posit de Chris. Me conocía muy bien y sabía que era lo primero que haría al llegar a casa. ¨No duermo en casa esta noche. Si te ocurre algo, llámame. No importa la hora, ya lo sabes. Chris. ¨ De seguro se quedaba en casa de Lucy y como habitual, tan protector, me encantaba que mi amigo fuera así. Me metí en la ducha tras haberme recogido la melena oscura en un moño hecho de cualquier manera y me sumergí bajo el agua fresquita, lo agradecí en seguida. El día siguiente paso tan rápido que cuando miré el reloj ya eran las tres, me disponía a colocarme la chaqueta azul cobalto sobre los hombros y ordenar diversos papeles que estaban repartidos por el escritorio, cuando un pequeño ruido contra el mármol de recepción me hizo alzar la cabeza y encontrarme de frente con el hombre que el día anterior me había interrumpido de la misma manera. -Estoy esperando -dijo. ¡Pero qué! -Disculpe señor, en seguida le atenderá mi compañera. Mi turno ha terminado. Sus ojos me escudriñaron, eran claros y tan llamativos que resaltaban sobre su tez bronceada. -¿Quiere que hable con su supervisor y le ponga una amonestación? ¡j***r! ¡j***r! ¡Qué borde! -Perdóneme señor, pero mi turno ha acabado, estoy fuera de servicio. Como le he dicho... -Sin duda contactare con su superior. No me esta dejando otra elección, señorita – su voz sonaba tranquila, pero gélida y chulesca a la misma vez. Parecía que no quería entender y su comportamiento de tal suficiencia me tocaba bastante la moral. -¿Nos vamos? -oí la voz de Savannah por detrás de mí, giré mi cabeza hacia ella y asentí. -Por supuesto que nos vamos, tengo muchas cosas que hacer. En realidad solo tenia que arreglarme para esta noche, pero solo lo mencione para fastidiar. Me volví hacia el tipo que nos miraba con las cejas alzadas y le dije sin perder la educación que mis padres me habían infligido a parte de haber pagado en prestigiosos colegios pijos. -Qué tenga usted un agradable día, señor. Dicho eso y dejándolo descolocado, me largue con Savannah. -Bueno, ¿qué tal? -le pregunte a Chris y a Lucy que se encontraban sentados en la sala haciendo manitas. Estos dos me observaron de arriba a abajo. -¿Y bien? -j***r, Alyssa me haces cuestionarme la razón – bromeó Chris y se ganó un codazo en el estomago por parte de Lucy. Nos carcajeamos. -Estas divina, Alyssa. ¡Me encanta tu vestido! Sonreí agradecida. -Gracias, Lucy. Sonó el telefonillo y enseguida supe que debía de ser Farrell, llegaba puntual como de costumbre. Me despedí de Chris y Lucy y me marché con Farrell en el 4x4 n***o. El tráfico fue algo incordioso, pero tampoco tardamos demasiado en llegar, íbamos con tiempo de sobra. Cuando Farrell aparco frente a un majestuoso hotel de unos 30 pisos como mínimo, suspiré ansiando no aburrirme demasiado. Esta clase de eventos nunca me habían interesado y cuando asistía lo hacia por papá. También cualquiera huía de los reproches y lamentaciones de mamá, le importaba mucho la imagen que se diera de nosotros, para ella teníamos que ser una familia ejemplar y perfecta. Farrell me acompaño hasta la misma puerta del hotel y luego se retiro de vuelta al 4x4 n***o, lo estacionaria en el parking y de seguro se quedaría allí escuchando un audiobook de esos de misterios e intriga que tanto le gustaban. Salude al portero que me sonrió gratamente, y entre por la puerta giratoria chapada en bronce. Sabia perfectamente hacia dónde me tenia que dirigir, siempre se celebraba en el mismo lugar, en la sala ¨Eclipse¨. Una extravagante sala decorada en tonos oscuros y con algún que otro color en tono pastel, aportaban un toque de luminosidad y dulzura a la estancia, la que se encontraba ya repleta de personas elegantísimas y vivarachas. Divisé a mis padres y a Alyson junto a su marido Jake, casi al otro lado de donde estaba yo. Anduve mi camino hacia ellos, los cuales se veían despampanantes, y los salude al llegar. -Hola, cariño – papá me dio un caluroso abrazó que incluso hizo que se me saltaran las lagrimas. Hacia una escasa semana que no lo veía, pero como siempre no podía evitar el jubilo que me causaba verlo -Estas preciosa -me dijo y me hizo dar una vueltecita para complacerlo. -Gracias, papá. Le di un beso a mamá y otro a Addison y Jake. Después cogí una copa de champan de la bandeja de un camarero que paso por nuestro lado. Estuvimos muy entretenido por un rato con varios de los asistentes que se acercaba a saludar a Papá y a su familia, por supuesto. Uno de estos el señor McDermott, un empresario más podrido en dolares si cabía, gracias a que dirigía una multinacional de alimentos que vendía como pipas, era amigo de papá desde hacia muchos años. -Hombre, Webster. Qué alegría volver a verte. Papá lo recibió de igual modo. -Después de meses sin vernos -sonrió, McDermott y a continuación nos miró a Addison y a mi- Webster, tienes unas hijas hermosas, claro, que han salido a la madre. Mamá se ruborizo un poco por el halago. -Soy un hombre afortunado – se carcajeó papá. -Desde luego. -¿No te acompaña, Sharon? -se inmiscuyó Amber. -Se encontraba indispuesta y ha preferido quedarse en casa. Pero, os quiero presentar a mi hijastro, recién llegado de Europa -miro a su alrededor y llamó a un hombre de figura joven y atlética. Entonces éste se volvió y yo me sentí desfallecer. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD