Tres

1665 Words
     Cuando llegué el lunes del instituto, fui directamente a la cocina y encontré a una menuda chica cocinando, mi hermanastro estaba con ella, sentado mientras conversaban. Me tensé de inmediato, ella era hermosa, parecía un hada y su cabello n***o azabache estaba finamente cortado. Le estaba sonriendo a Lucke, pero sus ojos ámbar eran profundos y oscuros, como si hubiese vivido demasiado. También tenía aquella sonrisa torcida que llamaba la atención, definitivamente si hubiese nacido lesbiana, me hubiera fijado en ella.    La chica fue la primera en darse cuenta de que estaba allí, dejó de sonreír a Lucke y me sonrío a mí, más cálidamente. Me agradó de inmediato, lo que no me gustaba. Si ella era una de las novias de mi hermanastro era seguro que no tendríamos una buena relación, él me odiaba. Aun así, le sonreí de vuelta, porque mi madre me había enseñado a ser educada por, sobre todo. —Tú debes ser Dakota ¿no es así? —preguntó, su voz suave llenando el lugar. Lucke también me miró, pero su sonrisa no era cálida, y sus ojos se oscurecieron mientras miraba mi cuerpo. Sí, era mi culpa. Me había puesto unos pantalones cortos desgastados y una camiseta pegada al cuerpo, pero lo había hecho sólo porque quería sentirme atractiva frente él, no quería seguir estando en desventaja. —La misma —respondí secamente.    Me acerqué a la cocina y la observé, sin saber si debía extender mi mano o no, lo más seguro era que no. —No me mires así —dijo la chica sonriendo—, soy Nikki y soy la prima de Lucke, no ninguna de sus tontas amantes.    Suspiré de alivio dentro de mí. Le di una sonrisa de disculpa por mi comportamiento odioso y me acerqué un poco más a ella, notando que estaba picando vegetales. Tenía un delantal, pero podía ver su ropa, pantalones cortos negros y una camiseta que decía: “¡Estos no son mis ojos!” Lo que definitivamente era apropiado para los mirones. —¡Oye! Ellas son encantadoras —defendió Lucke cuando dejó de mirar mis piernas.    Nikki sonrió. —Sí, cualquier hombre encuentra encantadora a una mujer que le hace una mamada. Qué asco. ¿Siquiera sabes que los ETS también se contagian a través del sexo oral? —Estoy muy consciente de ello.    Para ese momento, yo ya estaba detrás de la encimera. Nikki le dio otra sonrisa exasperada y siguió cortando, ellos dos parecían tenerse mucha confianza, y si ella estaba aquí, preparando comida y hablando de sus amantes, imaginaba que sí. Justo en ese momento, pude oler el rico aroma que provenía de la cocina, si así olía su comida, no quería pensar en cómo sabía. —Oye Dakota ¿sabes cocinar? —preguntó Nikki— Necesito un poco de ayuda, pero los hombres aquí no saben hacer ni siquiera agua caliente.    Estaba a punto de preguntarle que quería decir con “hombres” cuando un apuesto chico apareció en la cocina. Tenía el cabello rubio alborotado, estaba serio, pero en cuanto me vio, una sonrisa lenta apareció en su rostro. A pesar de que Lucke tenía el cabello castaño y ojos verdes, los dos se parecían, debía ser porque ambos eran gigantes y daban aquella sonrisa de mierda que te hacía doler la entrepierna. —Bueno, pero mira que tenemos aquí —susurró el chico acercándose a mí.    Rápidamente, extendió su mano con una sonrisa agradable, le ofrecí mi mano de vuelta, pero él me jaló en un abrazo como si fuéramos viejos amigos. Lo miré como si tuviera otra cabeza, no estaba siendo molesto ni sádico, en cambio, su abrazo había sido muy amigable. Aunque por la mirada que Nikki y Lucke le estaban dando, él debía dejar de hacer eso. —Soy Ethan —murmuró separándose de mí. — Pero puedes llamarme como tú quieras.    Alcé una ceja y lo miré sonriendo. —¿Esa línea cliché usualmente funciona con las chicas? —pregunté. —Dímelo tú.    Cuando miré a Nikki, ella estaba frunciéndole el ceño, y, de hecho, Lucke también lo estaba haciendo. Dejé mi bolso en la encimera más alejada de la cocina y le dije a Nikki que podía ayudarla en lo que quisiera, ella me sonrió, dejando de lado su mal humor. Me envío a picar más vegetales, al parecer, estaba tratando de que su primo comiera saludable.    Me gustó el hecho de que se preocupara por su salud, muy pocos primos lo hacían. Yo tenía al menos tres primos de mi edad, y ninguno de ellos se preocupaba por otra cosa que no fuera el tamaño de su pene.    Entramos en una conversación agradable, ella era muy divertida y amigable, lo que no dejaba ver por su atuendo roquero. Cuando se lo dije, se rió y me dijo que íbamos a llevarnos muy bien. También me comentó que Lucke le había hablado de mí, eso me interesó, así que cuando Ethan y mi hermanastro se fueron a jugar videojuegos, ella me contó que él le había contado lo de la ropa interior, e incluso estuvo riéndose de eso un buen rato.    Ella lo había convencido de devolverme la ropa interior, diciendo que no había nada peor que perder lencería sexy. No comentó nada del beso que él me pidió, así que asumí que no quiso contárselo, su ego era más importante que nada en el mundo. Cuando la comida estuvo casi lista, nos sentamos en los taburetes de la cocina, mientras hablábamos de nada en específico. —Lucke te cuenta mucho ¿no es así? —pregunté suavemente, sin querer parecer muy chismosa. —Él es mi mejor amigo, así que sí, se puede decir que nos contamos mucho —ella miró sus manos. — No todo, Lucke tiene cosas que se reserva, al igual que yo. Pero no te preocupes, sé guardar secretos.    Le di una sonrisa. —Él me odia —murmuré de repente, después de varios segundos en silencio. —No creo que lo haga, de hecho, le atraes. Pude ver cómo te miraba cuando entraste, no mira a muchas chicas así.    Fruncí el ceño, interesada. —¿Cómo me miró? —Como si quisiera hacerte suya.    Mi estomago se apretó en placer. No, seguramente Nikki estaba confundiendo las cosas, había confundido odio con pasión, muchas veces la gente lo hacía. Me negaba a pensar que alguien como Lucke se pudiera fijar en mí, él era un idiota ¡había robado mi ropa interior! Y sí, me había pedido un beso, pero eso no significaba nada más. Él era la clase de chico que sólo quería follar con las chicas, y yo era su nueva conquista, probablemente sólo quería enojar a su padre seduciendo a la hija de su esposa. Eso explicaría por qué me había pedido un beso y porque me miraba de esa forma.    Nunca nadie nunca me había mirado con deseo, había recibido miradas de cariño, de compasión e incluso de odio, pero nunca me habían mirado como si quisieran hacerme suya. Yo no era esa clase de chica. Estaba destinada a casarme con un chico lindo, probablemente médico o contador que llegara a casa y me dijera lo hermosa que soy, nada demasiado exótico. Ésa era la clase de cosas que me gustaban, y Lucke no podía gustarme.    Reí nerviosamente, tratando de que mi sonrojo no me delatara. —Deja de bromear. —¿No crees qué un hombre pueda mirarte de esa forma? —Preguntó adivinando. — Déjame decirte cariño que eres hermosa, esos anteojos te hacen ver seria y sexy, Lucke no tiene malos gustos. —¿No está lista la carne? —Pregunté rápidamente— creo que huele mal.    Ella sonrío, sabiendo lo que estaba tratando de hacer. —La alarma no ha sonado aún, faltan al menos diez minutos.    Suspiré, al menos había logrado que cambiara de tema.                                                               ***     Lucke y Ethan vinieron justo cuando la comida estaba lista. Miré a mi hermanastro apenas entró, las palabras de Nikki aún en mi cabeza, no debía seguir hablando con ella de eso, me estaba jodiendo la mente. A mi favor, él pareció más interesado en su comida que en mí, y Ethan podía ser muy agradable, pero sólo conmigo y con Lucke, con Nikki era diferente.    La miraba con desconfianza, e incluso me felicitó por la comida, dejándola a ella por fuera. La prima de Lucke parecía acostumbrada a ello, solamente le frunció el ceño en evidente irritación.    Cuando la comida terminó, todos fuimos por un poco de helado y comimos en el sofá de la sala, mirando una película de terror. Nunca había pasado tiempo así, con tres chicos, mi única amiga siempre había sido Abby, nadie más. Ella y yo nos conocimos cuando yo tenía siete años, era mi vecina. Un día la encontré en el patio llorando porque su padre no la había ido a buscar por su cumpleaños, la consolé todo lo que una niña de siete años puede hacer, desde entonces sólo hemos sido ella y yo.    Estaba consciente de que mi mejor amiga tenía más amigos, pero yo no me llevaba bien con ninguno de ellos, eran demasiado escandalosos y molestos. Una vez intenté pasar tiempo con algunos de ellos, pero lo único que hicieron fue criticar y criticar. Seguramente también me criticaron a mí en cuanto me fui, no tenía ni idea de porqué a Abby le agradaba estar con ellos, pero eso no importaba, después de todo, yo seguía siendo su mejor amiga.    Pero sentada aquí, con ellos todo parecía muy natural. Me gustaba, sobre todo el hecho de que mi hermanastro me ignoraba con éxito, eso estaba bien ¿no? Se suponía que debía alegrarme, él tal vez dejara de molestarme para siempre.    Cuando todos se fueron, me volví hacia mi habitación, diciéndome a mí misma que estaba feliz porque estaba comenzando a sentirme cómoda en mi nuevo hogar.    Aunque algo dentro de mí, no pareció alegre.
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