Le sonreí avergonzado y asentí. Entonces me miró tímidamente y dijo que teníamos asuntos pendientes del Baile de Matriculación. Luego dijo que había algo que le gustaría ver y dirigió su mirada hacia mi erección. No tuve ningún problema con su petición porque ya habíamos planeado tener más intimidad, así que me acerqué a ella y me bajé los pantalones un instante. Se quejó cuando me bajé la cintura, pero le dijo que también tenía una vista muy breve y semioscura. Simplemente me miró y negó con la cabeza, de modo que su cabello cayó sobre sus hombros, mostrando su pequeño pecho en todo su esplendor para mi placer.
Tras este gesto, pensé en bajarme los pantalones y los bóxers hasta las rodillas y mi pene saltó a la libertad. Lo miró con atención y extendió la mano para tomarlo. Pero antes de que pudiera tocarlo, sonó el teléfono. Corrió a contestar en el pasillo. Me quedé en la cocina y me subí los bóxers y los pantalones cortos para cubrir mi erección.
—Solo pude escuchar lo que dijo Lina y pensé que era su madre quien dijo que Don estaba bien pero que necesitaría puntos, y que llevó el auto a un servicio de limpieza para lavar la sangre.
Lina debió aprovechar el tiempo que estuvo al teléfono para ajustarse la parte superior del bikini, porque lo tenía puesto correctamente cuando regresó a la cocina al terminar la llamada. Me tomó de la mano y me llevó a su habitación.
Una vez en su habitación, me quité la camisa y señalé con la cabeza su top. Por un instante, abrió mucho los ojos antes de sonreír y apartar la misma copa de su pecho. Me bajé solo los pantalones cortos para que mi erección se extendiera por los bóxers. Ella lo notó y sonrió antes de darme la espalda y levantarse el pelo para exponer su cuello. No hizo falta mucha imaginación para darse cuenta de que quería que le soltara el lazo del top del bikini. Con la mano libre, lo sujetó y se giró hacia mí.
Noté nervios mientras se quitaba los tirantes. Primero mostró su pecho derecho, el que había visto antes. Luego, con vacilación, mostró su pecho izquierdo y la razón de su indecisión quedó clara: su pecho izquierdo estaba aún menos desarrollado que el derecho. Aunque tenía algo de hinchazón, no era mucho más grande que el mío. Sin embargo, la areola estaba notablemente inflada y sobresalía más de dos centímetros por encima del pecho subyacente, lo que indicaba que pronto sería más grande. Era casi como un malvavisco colocado sobre un plato invertido, ¡y bastante plano! El pezón de arriba era un poco más pequeño que el de la derecha.
Extendí la mano para tocar los calzoncillos, pero ella me detuvo y dijo que quería tocarme primero. Tomé sus manos y deslicé sus pulgares bajo el elástico de mis bóxers. Sin demora, me bajó los bóxers por debajo de las rodillas, de donde cayeron al suelo. Se arrodilló y pude sentir su aliento en mi pene medio desinflado, que empezó a endurecerse ahora que la cosa volvía a ponerse interesante.
Lina tomó mi erección entre sus manos y retiró la piel. Carraspeé y miré la parte inferior de su bikini. Dio un salto y giró la cadera hacia mí, donde la cuerda que la rodeaba estaba atada con un lazo. Me aventuré y mordí la punta de la cuerda con los dientes para soltarla. También tuve que estabilizar sus caderas y pude sujetar su coño con la mano. Me reprendió, pero me di cuenta de que no hablaba en serio.
Cuando el trasero cayó al suelo, vi la mata de pelo que cubría sus labios de amor. Con el trasero en el suelo, inmediatamente empezó a prestar atención a mi pene, que para entonces casi había recuperado todo su esplendor. Cayó de rodillas y pronto su cara estuvo a la altura de mi pene, al que llamó "pistola de semen". Después de rodear mi m*****o con su mano y moverlo de un lado a otro varias veces, sentí una contracción en el escroto. Poco después, me preguntó si aquello era semen. Bajé la vista y vi un hilo de líquido preseminal que se extendía entre mi pene y su dedo, y le dije que era líquido preseminal.
—Me agarró el escroto y me preguntó si el líquido preseminal se había producido en el saco y si era la 'munición' la que podía dejarla embarazada.—
Le dije que es líquido preseminal y que no debería embarazar a una chica. Pero si el hombre llegó recientemente, entonces existe riesgo de embarazo.
Me preguntó si había venido hacía poco y se decepcionó notablemente cuando le dije que sí. Sonrió dulcemente cuando añadí que solo era porque estaba pensando en ella, en nuestros planes para después de la fiesta y en lo guapa que estaba con su vestido de fiesta. Entonces le dije que el riesgo de un embarazo preseminal se podía reducir si orinaba.
—¿En serio?— intervino Steve sorprendido.
Dirk confirmó. —¡En serio!—
Steve no parecía convencido. —¿Cómo lo sabes?—
Una de las niñas de mi clase de undécimo grado en Ciudad del Cabo se embarazó, así que la escuela ofreció clases de concientización s****l y a mi madre le pareció conveniente que Alta y yo asistiéramos, sobre todo después de lo que pasó con mi padre e Ingrid. La idea era educarnos sobre los peligros del sexo, en especial las ETS y el embarazo, pero también abordaron aspectos del sexo seguro. Supongo que sabían que las alumnas seguirían experimentando a pesar de los riesgos. Uno de los médicos lo mencionó durante una de las sesiones.
—En fin. —continuó Dirk. —Lina señaló con el dedo hacia el baño. Me excitó porque parecía que planeaba tener sexo sin protección conmigo. No sabía si sería seguro y me arrepentí de haber dejado los condones en casa. Me asaltaron varios pensamientos, como —¿Por qué se aseguraría de que mi líquido preseminal estuviera seguro? ¿Está en su periodo seguro? ¿Me dejaría correrme hasta el fondo?—. Estos pensamientos me pusieron aún más rígido y miré con vacilación hacia el baño.
Cuando finalmente la miré, me observaba con ojos de cachorrito suplicante. Mi corazón latía con fuerza mientras caminaba hacia el baño, porque parecía que el sexo sin protección era definitivamente una opción, y esperaba que supiera lo que hacía. Luché con mi erección para orinar, igual que tú en tu historia, y cuando terminé, mi erección también casi había desaparecido. Cuando regresé a su habitación, me estaba mostrando el envoltorio de un condón. Dijo que Don le había dicho dónde encontrar uno, sabiendo que ya no le serviría. Quiso bajar de nuevo para besarme, pero protesté y le dije que era mi turno. Me senté en la otomana de su tocador y le dije que se sentara a horcajadas sobre mi regazo, mirándome de frente.
Con una mano la sujeté por la cintura y con la otra empecé a frotarle el pecho derecho. Al cabo de un rato, no pude contenerme. Tomé su mano y la ayudé a rodear mi cuello con el brazo para poder besar esa deliciosa protuberancia de su pecho izquierdo. ¡Qué sensación! Cedía maravillosamente bajo mis labios, casi como el suave malvavisco al que se parecía. Al cerrar los labios, se deslizaba suavemente fuera de mi boca hasta que solo quedaba el pequeño botón de su pezón entre ellos. Entonces separaba los labios y lo volvía a chupar, girando la lengua alrededor de la protuberancia dura como si lamiera un helado líquido de un cucurucho. La protuberancia, llena, volvía a entrar en mi boca, para luego deslizarse por debajo de mis labios hasta que solo quedaba el duro y delicioso pezón entre ellos.