CAPÍTULO 1

3213 Words
¿QUÉ HARÍAS POR MÍ? X________________ Autor: Jim J. Torrealba. PREÁMBULO. ¿Serías capaz de expresar en una simple linea (x____) todo eso que te atreverías a hacer por la personas que amas? Todos en algún momento de nuestras vidas pasamos por situaciones difíciles en las cuáles nos sentimos perdidos o derrotados, es justo en ese instante cuando más necesitamos que aparezca esa media naranja para salvarnos. El amor es un sentimiento el cuál se diseña con palabras pero se demuestra con acciones, "¿Qué harías por mí?" es mucho más que un juego amoroso, es un compromiso real con tu alma gemela, es el contenido de tu corazón en su máxima esencia. Consiste en copiar en un trozo de papel una pregunta simple. ¿Qué harías por mí?; seguido de una equis (x) y una raya dónde se escribirá la respuesta (_____), luego debes pedirle al amor de tu vida que responda con toda honestidad. A partir de ese momento, ambos tendrán un pacto sagrado el cuál sólo podrá demostrarse en el instante exacto dónde más se necesite. Estas, son las historias de dos parejas qué se comprometieron a través de este ritual amoroso y las cosas qué fueron capaces de hacer el uno por el otro, consagró su amor por toda la eternidad. Capítulo 1 Para Dylan, el verano de 1998 era una época común y corriente, no se encontraba esperando nada de la vida, él se dejaba manipular por el destino cómo aquella hoja que queda atrapada en una ráfaga de viento, sin voluntad de sus actos ni de sus movimientos, ¿Qué se podía esperar de un niño de diez años? Su madre estaba a punto de irse de su vida para siempre, por múltiples problemas con el padre de Dylan, porqué ella era una alcohólica sin control, ella había decidido irse al extranjero para rehabilitarse y por un futuro mejor, pero antes de irse, le regalaría a su único hijo, un día inolvidable, algo que él recordase para siempre, y en cierto modo, así fue. Esa mañana despertaron muy temprano, su mamá alistaba las cosas en el automóvil viejo del abuelo, parecía feliz, algo en ella había cambiado, ahora tomaba y parecía más alegre. Eso le gustaba mucho a Dylan, quien por años sufrió viendo cómo sus padres peleaban, en el fondo no quería que su madre se fuera al extranjero, pero hasta él con esa edad, sabía que era lo mejor. Al llegar a la playa, su madre ya se habría terminado toda la botella de vodka que su abuelo compró para celebrar, increíblemente, lo que debía ser un día especial entre madre e hijo, hasta los momentos sólo era un bochornoso espectáculo con vómito incluido en un lugar público. Dylan amaba a su madre por sobre todas las cosas, en su corazón jamás sintió rencor en su contra, odio, ni desprecio, solamente una profunda lástima, es imposible odiar a alguien que vive en tu corazón, eso sería como odiarse a sí mismo. Él solamente tomó su manta y la acobijó en una de las sillas de playa dónde ella se había quedado dormida, estampó un profundo beso en su frente y le dijo "Descansa". Ahora, los planes de Dylan cambiaban, lo que se suponía sería un lindo día para despedirse de su madre, se convirtió en una exploración de esa paradisíaca playa llena de colores, vegetación y personas agradables. De un momento a otro, se encontraba en la parte más alta de una hermosa cascada junto a un montón de extraños, arrojándose a esa agua exquisitamente fría mientras reía, increíblemente reía luego de tantos meses de tristeza por la situación de sus padres, bendita sea la risa de un niño, que es capaz de pulgar de sus demonios incluso hasta al alma más negra. Dylan continuó su aventura caminando por todos esos preciosos lugares, su pies lo iban a llevar hasta el muelle, dónde las personas ricas y acaudaladas anclaban sus lujosos yates de millones de dólares. Dylan aún no entendía la diferencia entre rico o pobre, se encontraba en esa preciosa etapa por la cuál todos pasamos alguna vez, dónde todos somos exactamente iguales, además, en su alma no existía el más mínimo gramo de maldad, era una persona muy especial. ¿Saben? existen un dicho muy bonito que dice, "Dios nunca hace a una persona por separado", se supone que el creador nos hizo a la par con nuestra media naranja, luego nos puso en lados diferentes del mundo, nuestra tarea es explorar la vida hasta encontrar a esa persona creada exactamente para nosotros, nuestra alma gemela. Dylan jamás se imaginó que sería justo en ese lugar, en el cuál encontraría a la niña de sus sueños, su cabello rojizo deslumbraba con la luz del sol, su sonrisa era un regalo para este planeta y las cosas que provocaba con su mirada superaban al regocijo religioso más solemne. Dylan era tan normal, un niño de cabello n***o, ojos de color café bastante claros, de piel morena, una combinación perfecta entre su padre afrodescendiente y su madre blanca cómo la nieve más pura. Dylan logró colarse a ese muelle de personas ricas y poderosas, andando apenas con un short playero y sus pies descalzos, por suerte para él, esa hora era desierta en ese lugar, por eso no tuvo problemas para llegar a esa hermosa niña qué jugaba a mojar sus pies en el agua del mar mientras yacía sentada en ese elegante muelle de madera. Sus ojos grises eran tan impactantes cómo cautivadores, él no sabía porque debía acercarse a ella, pero sentía una necesidad primitiva de hacerlo, era cómo si algo lo empujase, algunos les llaman casualidad, otros les llaman destino, a mí me gusta llamarle simplemente amor, solamente ese sentimiento es capaz de lograr cosas, que muchos creerían imposibles. El año era 1940 el lugar, Londres, la capital de Inglaterra. Corría el mes de Septiembre y esos días llegaban plagados de miedo, terror, pavor, todos los sentimientos que produce una guerra infalible, inexorable. El terrorífico sonido de la sirena anti bombarderos sonaba en toda la ciudad, sembrando un pánico indescriptible en el corazón de los londinenses qué corrían despavoridos, literalmente corrían por sus vidas mientras aviones alemanes desaparecían edificios enteros de un solo ataque, grandes olas de fuego arropaban a las personas que no tuvieran la suerte de lograr huir. Algunos habitantes que fueron lo suficientemente rápidos para llegar a las estaciones subterráneas del metro de Londres que se había convertido en un búnker improvisado para resguardarse de el feroz ataque nazi. Ken Adams, era un mecánico de 33 años de edad que se encontraba abrazando a su familia, su esposa Isabel Norton de 30 años y su hija Elizabeth de 13 mientras, todo el lugar se estremecía con cada portentosa bomba qué estallaba contra el suelo sobre sus cabezas. Su labio inferior temblaba, su aliento se tornaba cada vez más pesado a medida que las bombas continuaban cayendo, trataba fallidamente de consolar a su esposa e hija. ¿Cómo Brindas valor y seguridad cuando tú estas temblando del miedo? todos esperaban que en cualquier momento, uno de esos misiles impactara con tanta fuerza contra la superficie superior, que terminara derrumbando los cimientos del metro y que por ende los escombros le quitaran la vida, eran momentos de angustia entre todos los civiles que se refugiaban en esa fortaleza improvisada. Miraban sus rostros entre sí, el temor en sus miradas creaban un ambiente dramático y melancólico, solamente la guerra es capaz de crear situaciones tan bizarras a esas escalas. Cuando finalmente cesó el bombardeo, todos los civiles finalmente pudieron salir de las estaciones subterráneas del metro de Londres, para descubrir con horror la destrucción de su ciudad, edificios enteros habían sido derribados por completos, las víctimas yacían en pedazos sobre las aceras, muchos ni siquiera era posible identificarlos, el fuego aún arreciaba con potencia sobre las calles londinenses, esto marcaba el inicio de algo mayor, esto era apenas el comienzo de una de las peores guerras de la historia, y en la cual Inglaterra no quería participar, pero, no tuvo elección. Todas esas víctimas debían ser vengadas, estaba en juego el honor de toda una nación. De vuelta a 1998. Dylan se acercó a esa hermosa niña sin ningún tipo de preocupación, se sentó a un lado de ella mientras la brisa marina rozaba con delicadeza sus rostros, el sol marcaba la temperatura perfecta, no había una sola nube en todo ese infinito cielo y el agua del mar parecía ser más azul que de costumbre. — Si papá te ve aquí te va a echar cómo ha echado a los vagabundos y alcohólicos que vienen a pedir dinero — dijo esa hermosa niña pelirroja sin dejar de ver sus pies mojarse en el agua del mar. — Entonces tu padre no puede ser una buena persona — respondió Dylan inocentemente. — Sólo sé que así funcionan las cosas en mi familia, ¿Cómo te llamas extraño niño forastero? — preguntó ella levantando su tierna mirada y arrugando un poco los ojos debido a los rayos del sol. — Mi nombre es Dylan y he venido a salvarte de tu aburrimiento — dijo Dylan con una sonrisa en su rostro. — ¡Oh! finalmente llegó el entretenimiento en esta aburrida playa — dijo la niña levantándose de la orilla del muelle dónde estaba sentada. — Después de usted my lady — dijo Dylan haciendo una reverencia muy caballerosa. La niña sonrió y continuó caminado hacia el lugar que Dylan le indicaba. — ¿Conoces la isla? — preguntó Dylan caminado detrás de ella. — No, cada vez que venimos, mi padre no me deja salir, dice que es muy peligroso — respondió la niña. — ¿Peligroso?; Peligroso es no disfrutar la mejor etapa de tu vida querida amiga — expresó Dylan adelantándose un poco. — sigueme, es por aquí — dijo Dylan. Las cataratas de Dios eran el lugar turístico más hermoso de toda la isla. Inmensas cortinas de cristalina agua descendían desde una loma frondosa hasta caer en un lago de color azul turquesa que era todo un espectáculo para la vista, la paz y tranquilidad que se respiraba en ese lugar era gratificante. Muy pocos turistas sabían de la existencia de este lugar debido que era una especie de santuario dónde las personas iban a pensar y meditar. Una excelente forma de entrar en contacto con la naturaleza. — Es hermoso este lugar Dylan — afirmó ella completamente asombrada. — Ven, acompañame. Tengo muchas cosas que quiero mostrarte — dijo Dylan tomando su mano para continuar mostrándole lugares hermosos de la isla. Fueron hasta el faro "Strenger", un hermoso lugar con una vista inigualable, rodeado de prados verdes preciosos que se veían moverse con la brisa desde la distancia. Dos niños recorriendo las maravillas de una paradisíaca isla, dos almas gemelas que, sin saberlo, se habían encontrado entre millones de personas, un amor inocente que nacía tímidamente a medida que se conocían cada vez más. — Por cierto misteriosa niña. Nunca me dijiste tu nombre — dijo Dylan mientras caminaban rumbo al faro Strenger. — No, no te lo diré, así tendré tu cabeza pensando en mí todo el día, tratando de adivinar mi nombre — dijo la niña sonriendo de manera adorable y comenzó a correr con dirección al faro. — Apresurate Dylan. . . ¿O tienes miedo? — gritó esa niña mientras corría felizmente por todo el verde prado, el paisaje más hermoso iba pintado en su rostro, esa sonrisa infinita que hacía contraste con los lugares de la isla. En 1940. Una discusión marital se llevaba a cabo en la casa del mecánico Ken Adams. Ya había pasado una semana de los feroces bombardeos nazi en la capital londinense y el valiente Ken había decidido alistarse de manera voluntaria al ejército para ir a pelear en combate bélico armado, sintiéndose comprometido con la seguridad y el honor de su país, queriendo también vengar la muerte de miles de civiles inocentes que murieron en los ataques. — No logro entender tu comportamiento, ¿En qué demonios estabas pensado cuando te alistaste? Tú nunca has estado en el ejército, nunca has disparado un arma . . . ¡Te van a matar! — gritaba Isabel Norton tratando de hacer entrar en razón a su esposo. — Mi padre peleó en la primera gran guerra. Se trata de una cuestión de orgullo, de vengar a nuestros hermanos caídos, te prometo que volveré sano y salvo — decía Ken Adams para justificar su decisión. — Tu padre peleó y murió en combate, dime Ken, ¿Debo empezar a comprar vestidos de color n***o para lograr acostumbrarme? Porque ese será el color que deberé usar apartir de esta guerra ¿Al menos has pensado en tu hija? — reclamaba con rabia Isabel. — Tú estuviste allí, también viste de lo que son capaces esos nazis, observaste los cientos de c*******s, tu tío Bob murió en esos bombardeos, ¿Porqué no puedes entender la importancia de esta guerra? — gritó Ken Adams defendiendo su punto de vista. — Existen millones de jóvenes que irán a pelear por la nación, muchos de ellos de forma obligatoria, seguramente darían lo que fuese por no tener que ir a ese infierno. ¿Pero tú? tú que tienes la oportunidad de elegir, de quedarte acá a proteger a tu familia, decides voluntariamente ir al matadero — reprochaba Isabel con furia, condenando la decisión de su esposo. — Te diré algo, haremos un pacto de amor en este mismo momento, nos comprometeremos en un ritual haciendo una promesa escrita, que ninguno de los dos podrá romper. — dijo Ken Adams mientras buscaba dos trozos de papel y un lápiz. — ¿Qué promesa? ¿Qué pacto? ¿Pero de qué diablos me estás hablando? — preguntó Isabel Norton muy extrañada. — Es un ritual muy fácil, pero muy, muy importante y poderoso, Consiste en escribir la pregunta "¿Qué harías por mí?" seguido de una "X" en la parte inferior acompañado de una línea de esta manera "X______", ten, uno para tí, y uno para mí, en esa línea deberás colocar con mucha sinceridad, lo qué estarías dispuesta hacer por mí en un momento muy difícil. Yo también debo hacer lo mismo en mi línea. ¿Está bien?. Yo colocaré "Volver con vida a casa" y ahora debo cumplir mi promesa pase lo que pase. — dijo Ken Adams mostrando su correspondiente trozo de papel a su esposa. — Es la cosa más estúpida que he escuchado en mi vida. Kennedy Isaac Adams Volter, te lo advierto, si te atreves a irte a esa guerra, consideralo nuestro divorcio. — dijo Isabel Norton muy molesta arrugando el papel para luego arrojarlo con fuerza al piso, posteriormente, abandonando la habitación golpeando la puerta fuertemente al salir. Ken Adams tomó el trozo de papel que yacía arrugado en el piso, suspiró profundamente sintiéndose decepcionado y luego lo guardó en su bolsillo. En 1998. Dylan y la hermosa niña pelirroja jugueteaban felizmente correteando por todo el faro Strenger, sus risas dejaban en evidencia lo mucho que disfrutaban la compañía del otro. Notaron que la puerta del faro se encontraba abierta, por lo que decidieron entrar y subir a la parte más alta a través de unas escaleras de caracol. Al llegar a la parte de la enorme bombilla quedaron rotundamente cautivados por la vista tan espléndida. Hasta ese momento, no tenían una idea de lo gigantesco que era el mar, era un horizonte entero repleto de agua y olas que se perdían en la infinidad de un cielo, parecía no tener final ni comienzo, era como una linda historia de amor. Ella lo miraba mientras él contemplaba la solemne magnificencia del océano con un brillo mágico en sus ojos, extasiado por la gracia divina de Dios en su creación más maravillosa, el arte de apreciar lo simple, el privilegio de estar vivo para admirar la belleza plasmada en los paisajes que sirvieron cómo lienzo en la obra del creador. Eran muy jóvenes para entenderlos, pero se habían enamorado, esas cosquillas en sus estómagos cada vez que veían sonreir al otro y que no sabían describir, era simplemente las famosas mariposas que todos hemos sentido alguna vez cuando nos enamoramos. La atracción entre ambos era abismar, no podía ser casualidad del destino encontrarse en es ese lugar, en ese momento y de esa manera. Algo en ellos los hacia sentirse seguros. Luego de un rato observándolo con ternura, mientras él admiraba enamorado el océano infinito, ella esperó el momento exacto en el que Dylan volteara a verla. Fue allí cuando decidida, sembró un beso en los labios de Dylan provocando que el tiempo se detuviera, las gaviotas suspendidas en vuelo perpetuo podían verse estáticas a través de la ventana del faro, todo era colorido y brillante a su alrededor, iluminado con una intensidad magistral durante los cinco segundos que duró ese beso, un momento digno de recordar para toda la vida. Dylan la miraba con sus ojos exaltados, no salía del asombro de ese sorpresivo beso que trascendió barreras naturales y se coló entre las maravillas del universo. — Ese fue mi primer beso — confesó esa niña sonrojando sus mejillas y agachando la mirada muy apenada. — También fue mi primer beso — respondió Dylan maravillado acariciando su labio inferior. — Tengo que mostrarte algo — dijo Dylan tomando de la mano a la niña y llevándola hasta un escritorio dónde comenzó a buscar entre las gavetas. — ¿Qué buscas Dylan? — preguntó la niña intrigada a un lado del escritorio. — Haremos una promesa aquí y ahora — respondió Dylan sacando dos trozos de papel y una pluma colocándolos sobre el escritorio. — ¿Una promesa? ¿Y qué vamos a prometer? — preguntó la niña que seguía sin entender nada. — El ritual se llama "Qué harías por mí". En esta línea (X_____) escribirás lo que estás dispuesta hacer por mí, en el momento cuando más lo necesite, yo haré lo mismo en mi trozo de papel. ¿Perfecto? — propuso Dylan muy entusiasmado. — Está bien, me gusta la idea, pero, debo irme a ese rincón a pensar mi respuesta un buen rato y luego lo decimos al mismo tiempo. ¿Te parece? — dijo esta hermosa pelirroja tomando la pluma y el papel para irse a pensar. — Perfecto. Ya yo respondí, pero está bien, esperaré por tí pacientemente — dijo Dylan guardando su trozo de papel en su bolsillo. Luego de un buen rato de pensar y pensar, finalmente ella tenía una respuesta, ella suponía que era la contestación perfecta a esta pregunta que había hecho Dylan. Había llegado la hora de revelar sus promesas, lo que estarían dispuestos a hacer el uno por el otro. — Primero las damas — dijo Dylan caballerosamente. — No es justo. Hagamoslo ambos al mismo tiempo. uno . . . dos . . . Tres — contó la niña emocionada mientras su corazón palpitaba presurosamente causando esa sensación de cosquilleo en su pecho. La niña colocó "Lo dejaría todo". Mientras que Dylan estaba allí parado mostrando su trozo de papel que decía "Daría mi vida".
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