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AGKESS

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intro-logo
Blurb

Angie Kress es una joven que ha crecido en un hogar humilde y marcado por la escasez. Cansada de las limitaciones que su entorno le impone, decide escapar en busca de una vida más emocionante y plena. En su travesía, se cruza con un reconocido doctor que reconoce en ella un potencial extraordinario, incentivándola a seguir el camino de la medicina.

Sin embargo, la nueva vida de Angie no es fácil. Enfrenta el juicio y la exclusión debido a su descendencia y apariencia, volviéndose un desafío constante en un mundo que parece no aceptarla. A pesar de las adversidades, su determinación la lleva a convertirse en una brillante profesional, esforzándose por demostrar su valía en un entorno que a menudo la menosprecia.

Conforme avanza en su carrera, Angie descubre su pasión por la justicia y comienza un viaje de autodescubrimiento que la unirá a su gran amor, quien se convierte en su apoyo incondicional. Pero la vida también trae distracciones y obstáculos que amenazan su camino hacia el éxito.

Mientras navega su vida académica, rodeada de personas que la juzgan, Angie se convierte en la pionera que lucha por romper estereotipos, enfrentando desafíos que la llevan más allá de lo que jamás imaginó.

"AGKESS" es una historia inspiradora sobre superación, amor y el poder de la autoconfianza. A través de cada aventura, Angie emerge como la heroína de su propia vida, descubriendo que encontrar una familia y un lugar donde pertenecer es esencial para su felicidad. ¿Podrá Angie mantener todo lo que ama y ser fiel a sí misma a medida que enfrenta los retos que la vida le presenta?

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El inicio de mi nueva vida
Llegué a ese lugar, en el que doctor Postlethwaite había logrado darme un puesto, no cualquiera puede entrar en la honorable escuela de medicina, la más importante del mundo, en la que me había ganado la oportunidad de estudiar por mi experiencia en el ámbito de la medicina tras ayudar un par de años al médico que ahora me recomendaba ampliamente a los superiores de la escuela. Él había sido la primera persona en notar mis dones y mi vocación para los asuntos médicos. Mi vida siempre ha estado llena de aventuras, me fui de casa de mis padres a corta edad, ellos me habían dado una humilde vida, sin lujos, y no me quejaba, por lo menos comía una vez al día y no me faltaba techo aunque fuera una casa de simple cartón, pero no huía por una mala vida, amaba a esas personas que nos daban a mí y a mis hermanos una vida que a mis ojos siempre fue normal. Crecí, la vida era dura, muchos de los hombres que convivían con nosotros a diario no tenían buenas intenciones, con mis nuevos atributos de adolescente era más difícil deshacerme de ellos, pero jamás llegaron a más de lo que yo quería, esa fue la principal razón para irme de casa, esos malvado hombres que sólo me acechaban esperando que papá o mis hermanos se descuidaran para buscarme, me daba terror. Decidí comenzar mi vida por mi cuenta a mis 12 años, lo que para muchos aún es la niñez, para mí ya era la edad suficiente para valerme por mí misma. Salí en busca de libertad, para no tener que cuidarme de todos esos hombres hambrientos de deseo. Me adentré en bosques, selvas, montañas, desiertos e infinidad de lugares rodeada sólo de naturaleza y seres vivientes que eran más conscientes que aquellos hombres a los que llamaba vecinos. No fue fácil, tuve que sobrevivir por mi cuenta, encontrar mi propia comida y enfrentarme a muchas bestias que en ocasiones lograban herirme, eso me dio la experiencia y mis primeros acercamientos a la medicina. Después de algunos años de andar vagando por mi cuenta entre la naturaleza, comencé a buscar algo más significativo en mi vida a mis 16 años ya era capaz de sobrevivir en cualquier ambiente. Llegué a un pequeño pueblo, había pocas personas y entre ellas el increíble doctor del pueblo, el doctor Postlethwaite, un médico de mucha experiencia, el mejor mentor que pude haber tenido. No era un hombre grande de edad a pesar de su vasta experiencia, obtuve mi primer trabajo remunerado como enfermera en su consultorio y no sólo eso, pronto le di la oportunidad de convertirse en mi tutor, además de enseñarme cuestiones médicas, me ayudó a prepararme para aprobar los exámenes necesarios para obtener el grado académico apto para postularme en estudios de educación superior. Ahora a mis 18 años, el doctor para quien había trabajado y de quien había aprendido tantas cosas, me había abierto una puerta nueva en mi vida, la oportunidad de formar parte de una escuela médica de renombre. Las puertas se abrieron en ese momento, las instalaciones eran magníficas, pero se respiraba un ambiente de tensión y estrés bastante alto. La señorita que nos recibió, lo hizo de mala manera, me observó detenidamente de pies a cabeza y me hizo esperar en el extenso pasillo de ingreso, mientras mi tutor iba a la dirección a hablar con el médico encargado del lugar. Caminé despistadamente observando cada rincón del lugar, casi no había naturaleza a mí alrededor, tan sólo unas pocas plantas y en pequeños espacios, no era a lo que estaba acostumbrada, en mi vida anterior tenía libertad y justo al momento de poner un pie en este lugar se terminaba. Me recargué en una columna de mármol cerca de un área natural y miré cada rincón del que ahora sería mi hogar, suspiré desconsolada, había renunciado a mi vida de libertad por estar en este lugar en el que a primera impresión no había sido bienvenida. Cuando reaccioné de nuevo, un chico estaba justo frente a mí, no me quitaba la mirada de encima, recorriendo cada rincón de mi cuerpo de arriba abajo una y otra vez. Quizá era en parte mi culpa, esos pequeños shorts y esa blusa que tan sólo cubrían lo más necesario de mi cuerpo habían llamado su atención, mis dotes de mujer resaltaban en ese atuendo y él era hombre. Sus pronunciados músculos bien marcados se asomaban de su camisa blanca sin mangas, sin duda eran músculos bien trabajados que no pasaban desapercibidos. -Eh, muñeca, ¿qué te trae por aquí? ¿Estás perdida? Soy un buen guía puedo llevarte a donde quieras –¡que desvergonzado! -No estoy perdida, el perdido eres tú. Y ¿por qué no dejas de mirarme de ese modo? -Es imposible no ver a una belleza como esta –me señaló de pies a cabeza con la mano extendida –no se ve todos los días. -Pues acostúmbrate, pero no te emociones que soy mucha mujer para ti. -No lo creo, sé que te gusto y caerás rendida a mis pies –tenía una seguridad en sus palabras que le daría miedo a cualquiera, pero no a mí. -No estés seguro de eso. No soy la clase de chica a la que seguramente estás acostumbrado. -Es cierto, las demás son mojigatas sin chiste, pero tú –de nuevo me recorrió el cuerpo entero con la mirada –mírate, tan rebelde, tan sensual. -Deja de decir tonterías y vete, seguro tienes cosas que hacer –le ordené de mala gana El chico estaba a punto de decir algo más cuando por la puerta principal de la escuela entraron dos hombres cargando a uno más que se desangraba a cada paso. Pedían ayuda desesperadamente, y corrí hasta ellos. Recosté al hombre herido sobre el piso y comencé a hacer una técnica médica complicada, e improvisada, de mi enorme mochila que me acompañaba en cada uno de mis viajes, saqué algunas cosas que me ayudaron a curar con éxito la herida de aquel hombre, él se desvaneció antes que pudiera hacer algo, seguramente había perdido mucha sangre y estaba débil. Después de mi intervención quirúrgica sólo restaba esperar que volviera en sí y quizá una transfusión de sangre que lo hiciera recobrarse más rápido. El doctor Postlethwaite acompañado de otro hombre vestido de un impecable blanco y de la mujer que me había recibido de mala manera, llegaron unos segundos después de mi intervención con el paciente, mi tutor sonreía y mientras la mujer me miraba con desaprobación, el otro hombre estaba perplejo ante aquella situación. Y sin detenerse a observar con cuidado mi trabajo, llevaron enseguida al hombre herido a una sala estéril de recuperación. Los doctores regresaron a la sala que decía “dirección general” acompañados por la mujer que me odiaba. A pesar de los comentarios de aquella mujer unas horas más tarde, cuando ella no estaba a la vista, entré en la habitación en la que estaba mi paciente, había recobrado la conciencia y un chico le daba de comer. -Ella es la señorita que le salvó la vida hoy –lo observé detenidamente, era un chico muy apuesto. -Muchas gracias, pensé que no sobreviviría, era una herida grave y pensé que dejaría sola a mi familia –dijo el hombre que yacía sobre la cama –¿Qué puedo hacer por usted, jovencita? -Descuide, ya lo hizo, se ha recuperado bien, es lo único que necesito –dije mirando detenidamente su semblante, que ya tenía un mejor color. -Bien, señorita –sonrió complacido –me gustaría saber su nombre. -Angie. -Señorita Angie, ha salvado usted mi vida y estaré siempre en deuda con usted. Dígame, ¿Cuánto tiempo lleva en esta escuela? -En realidad en mi primer día. Aun no sé si estoy admitida –respondí con sinceridad -Pues, después de esto el director debe permitirle estudiar aquí, necesitan más estudiantes como usted. Fue la única capaz de actuar de inmediato y sabía exactamente qué hacer. El hombre me miró fijamente con una sonrisa, hacer eso me hacía sentir más humana, más feliz, el salvar la vida de una persona me hacía sentir realizada. Cuando era más joven, tuve el infortunio de perder a algunos de mis hermanos por graves enfermedades o heridas, verlos así y que yo no podía hacer nada para ayudarlos, y el ver cuando sus ojos se cerraban para nunca abrirse más, había marcado por completo mi vida. Aunque en ese momento no conocía los motivos por lo que mis padres no podían llevarnos al doctor, sentía que verlos y dejarlos morir así había sido una total injusticia. Había vivido en carne propia el dolor de perder a un ser amado, y había visto a mis padres sufrir por no poder hacer nada. Por ese motivo, ahora haber salvado la vida de alguien me hacía sentir realizada. El hombre se durmió tras sus palabras, claro, la herida y la pérdida de sangre lo habían cansado bastante y lo primordial era que recobrará las fuerzas. -Hizo usted un excelente trabajo, ningún estudiante hubiera podido hacer algo así, muchos incluso se hubieran desmayado antes de poder hacer algo, no sé cómo es que están aquí si les aterra la sangre y las heridas de esta magnitud –dijo el chico de la sala casi en susurros –Soy Duncan, es un gusto poder conocerla señorita. Duncan eran un chico apuesto, con su bata blanca le resaltaban sus ojos color miel, tenía una sonrisa encantadora. -Me gusta la seriedad, pero prefiero que no me trates como una persona mayor, soy Angie. -Angie, bonito nombre –sonreí inevitablemente ante su halago –Y dime ¿qué te trae por aquí? -En realidad no estoy segura, de alguna manera me han convencido de estudiar aquí, pero no he sido bien recibida. -Pues si decides quedarte me gustaría aprender más de ti, eres extraordinaria, ¿cómo es que lograste hacer esa complicada técnica para detener el sangrado y salvar un órgano tan importante del ser humano? -Es cuestión de práctica, no he tenido una vida fácil. -Eso puedo notarlo. Mi cuerpo estaba lleno de cicatrices de la infinidad de accidentes que había tenido antes en mi vida salvaje y él los notó a primera instancia, no me miró como lo hizo el otro chico, el prestó más atención a detalles más discretos. Salí de la habitación y me senté en una banca cerca de la puerta principal, después de todo no sentía ganas de inmiscuirme en esta nueva vida, comenzaba a extrañar mi libertad en los campos, rodeada de naturaleza. La mujer que me odiaba se puso frente a mí y me llevó hasta la oficina en la que ambos doctores parecían tener una delicada conversación. -Señorita, pase por favor –dijo el hombre de blanco tras el escritorio invitándome a pasar –He platicado con su tutor bastantes cosas, y tras lo ocurrido con aquel paciente me veo en la necesidad de aceptar la petición de mi colega para inicie sus clases en esta institución –anunció muy serio –Le harán entrega de un uniforme que debe usar cada día de clases, la llevarán a una habitación que deberá compartir con otra estudiante. Le pediré que sea más discreta con sus atuendos, de otro modo mis estudiantes no podrán concentrarse en sus asuntos médicos. Ahora acompañe a la señora al que será su nuevo espacio temporal compartido. Cambié su ropa por la que le entregarán y deberá incorporarse a las clases de primer nivel –ordenó severo –Antes de que terminé el día la llamaré para hacer un examen que es necesario para colocarla en el nivel más adecuado de acuerdo a sus conocimientos y habilidades.

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