Desperté la mañana siguiente una hora antes de escuchar el despertador, me había quedado dormida sobre mis libros. Me levante de la silla y estiré los músculos y ligamentos cansados, cambié mi ropa por algo más cómodo y salí de la habitación. Recorrí a gran velocidad los pasillos de la escuela, un ejercicio matinal que me hacía deshacerme de todo el estrés diario.
-Buenos días Angie, veo que aprovechas muy bien la mañana.
-Duncan –saludé sorprendida –buenos días, lamento si te he despertado.
-Oh, claro que no, siempre salgo a esta hora para relajar la mente y el cuerpo, parece que no soy el único que lo hace.
-Lo necesitaba.
-¿Clases duras? Supe que te ascendieron a quinto nivel, felicidades, vas dos niveles más avanzada que yo.
-No, nada de eso, el estudio me encanta. La idea de aprender algo nuevo me llena de emoción. Pero mi compañera de habitación me saca de quicio.
-¿Quién es tu compañera?
-Ni siquiera me dice su nombre, parece que me odia desde el momento en que llegue aquí.
-Me suena a Alanisse Piccolli. Es de carácter fuerte y odia la competencia, se siente siempre mejor que los demás, pero es buena chica.
-Pues no sé si ese es su nombre, pero parece que me odia a muerte, y ni siquiera le he hecho nada malo. Quizá tenga que ver con ese Konrad.
-¿Konrad, que hay con él?
-Parece que soy su centro de atención.
-Bueno con una chica tan bella como tú, sería imposible que no lo seas –respondió sin rodeos –Él es un hombre impredecible, y siempre busca impresionar a todas las mujeres.
-Parece que los conoces bien a ambos.
-Bueno son personas que no pasan desapercibidas en una escuela tan pequeña, siempre quieren ser el centro de atención –suspiró –Será mejor que regresemos a las habitaciones, la señorita Grabeel no tarda en salir de su habitación y odia que los alumnos estén fuera antes de la hora de clases. Nos vemos después.
-Claro Duncan. Hasta pronto.
Entré en la habitación y la señorita Grabeel estaba dentro.
-Lo ve, se lo dije, ella salió muy temprano.
-Señorita Kress acompáñeme a la dirección de inmediato –me miró de pies a cabeza negando –¿Pero qué es esa ropa? –se tocó las sienes con los dedos fingiendo dolor
-Es mi ropa.
-No me responda y camine.
Entre en la dirección con la señorita Grabeel, estaba molesta, bastante molesta.
-Señor director, esta jovencita estaba fuera de la habitación antes de comenzar las clases, me temo que habrá que poner un castigo ejemplar.
-Señorita Kress, ¿qué hacía usted fuera de su habitación?
-Necesitaba distraer mi mente y ejercitar mi cuerpo, ¿es malo acaso el ejercicio antes de las labores diarias?
-Pues eso no fue lo que dijo la señorita Piccolli. Ella mencionó a otro alumno, y dijo expresamente que fue a encontrarse con él por otros motivos.
-Eso no es cierto.
-Entonces ¿estaba usted sola?
-Así es.
-¿Quiere decir que la señorita Piccolli me ha mentido?
-Bueno, no sé lo que ella dijo. Yo sólo salí a ejercitarme sola.
-¿Y no se encontró con un alumno en esa salida?
-Claro que no. Corrí algunos minutos y después regresé a mi habitación, en dónde la encontré a usted hablando con mi compañera.
-Señorita Grabeel, el salir de la habitación fuera de horas clase no está permitido, por lo que accedo a que dé un castigo a esta joven.
Por otro lado, no hay manera de comprobar quién de las dos jovencitas dice la verdad, por lo que no hay culpa comprobable.
Señorita Kress, todos los días durante un mes deberá quedarse después de clases para asear las aulas de estudio. Habiendo dicho eso puede regresar a cambiar esa ropa para comenzar sus clases del día. Será mejor que se apresure o no le permitirán la entrada.
-Por supuesto señor director, con su permiso me retiro.
La señorita Grabeel me miró de muy mala manera y salí de inmediato de la dirección. Entré en mi habitación y fulminé con la mirada a mi compañera.
-¿Te parece bien meterme en problemas?
-Tú sola lo hiciste. No debes salir de la habitación hasta que sea la hora de ir a estudiar.
-Pero nadie iba a enterarse.
-Bueno, tenía que decirle, no me meteré en problemas sólo por ti. Al no decir que saliste, sería cómplice. No me gustan los problemas.
-Pues te acabas de meter en uno muy grande. Vas a arrepentirte de haberlo hecho.
-¿Acaso vas a golpearme? –preguntó asustada –Eso te traerá peores problemas.
-Claro que no, no seas absurda, los golpes físicos no arreglan nada.
-Entonces no hay nada más que puedas hacer.
-No estés segura de eso.
Intentó ocultar su miedo fallidamente, su mirada de terror me hizo sonreír. Me apresuré a tomar un baño para vestirme con mi impecable uniforme blanco y salí apresurada a las clases. Justo a tiempo.
-Señorita Kress, parece que necesitará asesoría para ponerse al corriente con el curso. Asignaré a Konrad Drahem como su tutor personal por un par de semanas, el resto de los profesores acordamos lo mismo, espero no tenga problema con ello.
-Por supuesto que no profesor, se lo agradezco.
Miré satisfecha a Alanisse, su furia era evidente, no concebía que Konrad tenía que pasar tiempo conmigo. Su Carácter fuerte evidenciaba sus sentimientos a flor de piel, el karma, si, esa famosa venganza que llega por sí sola tras actos de maldad, y no iba a desaprovechar esa oportunidad, después de todo, ella y sólo ella, había sido la culpable de mi castigo y ahora debía hacer labores extra-clase por su causa.
Konrad tampoco desaprovechó la oportunidad, buscaba sólo un pretexto para estar a mi lado y coquetear, decir sus burdas y superficiales palabras de “hombre galán” como él se sentía, y no es que no lo fuera, es solo que su ego era más prominente que su carácter humano.
Pasé el resto del día con Konrad como mi sombra, ni siquiera se separó de mí en la hora del almuerzo, apuesto que si pudiera iba conmigo hasta los sanitarios, ¡qué hombre tan insistente! Pero que podía hacer, por un lado estaba Alanisse, merecía arder en celos porque su chico especial pasaba todo su día a mi lado, pero, por otro, estaba el insoportable ego de ese chico mimado y seguro, con sus insinuaciones varoniles siempre presentes.
Pero mi atención estaba un poco desviada de todo eso, extrañaba mi libertad, no tener que aguantar a personas indeseadas en mi vida. La tristeza me invadía, pero no iba a arruinar todo el esfuerzo del doctor Postlethwaite, después de todo no había sido nada fácil que me aceptaran en este prestigioso lugar, no quería decepcionarlo, había hecho tanto por mí los últimos años sin pedir nada a cambio, y todo esto era por mí, para superarme y tener algo bueno y duradero en mi vida, una profesión que era realmente mi vocación.
Terminaron las clases del día, y ahora debía cambiar mi uniforme para empezar labores de limpieza en las aulas y otros lugares menos deseados de la escuela, los sanitarios.