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Un desafío irresistible.

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Blurb

La vida es corta, el tiempo pasa rápido. sin repetición. Si retroceso. Ese es mi lema. Y no hay nada malo en ello.

Eso era así hasta que el día que cumplo 27 años, todo cambia. De repente, se espera que yo…

1. Regrese a mi ciudad natal.

2. Dejar la fiesta

3. Hacerme cargo del viñedo de mi familia.

4. Y casarme.

¡Espera! ¿Qué?

Esto último no lo vi venir.

Soy Andréi Eugene King Dudley, el soltero más codiciado del norte de California, y no soy monógamo.

Es una suposición descabellada, pero diría que la monogamia tampoco me va a gustar.

Mi abuela no escucha ni una palabra de lo que tengo que decir sobre el tema. Y como la vieja hacha de guerra sigue la mando de mi legado, no es como si pudiera ignorarla. Sin embargo, cuando me dice quien cree que será la novia perfecta y luego me deja en la puerta de dicha novia, casi pierdo la cabeza. Claro, mi querida abuela intenta endulzar la situación con mucho brillo y glamour, pero no hay forma de convertir las cenizas en polvo de hadas.

Frances Noelle Castello Vanderbilt no solo es la chica fiestera por excelencia y un prospecto de esposa terrible, tambien es mi enemiga acérrima. Nos odiamos mutuamente y tenemos buenas razones para ello. Y no es porque nuestras familias sean competidoras.

No hace falta decir que no me sorprende que la diablesa me cierre la puerta en las narices, pero aun así me enoja. Al parecer no me conoce tan bien como cree.

No entiende que he cambiado. No se da cuenta de que su rechazo solo me incita a seguir adelante, me hace querer domarla, reclamarla hacerla mía.

Por otra parte, a los veintisiete años ya no soy un adolescente enamorado. Soy un hombre adulto con un gran ego y un más grande … olvídenlo, ahora no viene al caso.

Frances dice que no quiere saber lo grande que soy, en ningún sentido de la palabra.

No le creo.

De cualquier manera, no importa. Ella es un desafío al que no puedo resistirme. Una tentación que no puedo ignorar. La mujer que debo tener. No hemos hablado en diez años, pero recuerden lo que les digo: ella y yo haremos eso y mucho más, muy pronto.

La vida es corta, el tiempo pasa rápido.

Repetir. Retroceder.

Ese es mi nuevo lema. Y no hay forma de endulzarlo.

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1- Enemiga o no
Andréi. Diez años atras... Estoy aburrido como la mierda. La fiesta es como cualquier otra fiesta. Sabía que lo seria. De hecho, había pensado en cancelarla, pero por alguna razón estúpida, no lo hice. Miro a mi alrededor. Debería haberlo hecho. Si esto es el inicio de nuestro último año, quiero un botón para avanzar rápidamente. Nada ha cambiado y yo estoy saliendo de mi mente. El caos que se está gestando en mi interior necesita ser alimentado. Mis diecisiete años se suponían que serían mucho más que esto. La necesidad de excitación ansiaba mi lengua y esta misma y la misma mierda de siempre que me rodea nunca podrá saciarla. Sintiéndome nervioso, niego con la cabeza ante la visión que me rodea. Oliver, fumándose un porro con Caleb en la cubierta. Evan ahí en el minibar sirviendo el whisky, que patentico. Los otro veinte tipos que estan sentados de espaldas mirando a una chica meneando las tetas en la pantalla gigante de una televisión… patéticos. Probablemente se correrán en sus pantalones en cuanto ella enseñe su coño. Los mariquitas necesitan que les chupen la polla más a menudo. Pasándome una mano por el pelo, no puedo evitar mirar fijamente esa familiaridad asquerosa un poco más. Necesito un cambio. Un desafío. Una distracción. Algo. Cualquier cosa que rompa la monotonía, y la voy a encontrar. No importa lo que sea. La ventaja tiene una forma de actuar. Hacer que quieras lo que no debes solo porque puedes. Soy pretensioso y lo sé. sin embargo, estoy inquieto y tengo que hacer algo al respecto. Las chicas aún no han llegado y existe la posibilidad y existe la posibilidad de que no aparezcan, lo que significa que no habrá pollas chupadas esta noche. Su comportamiento es realmente absolutamente inaceptable. Otra razón por la que necesito un cambio. Caleb se acerca a mí y me entrega su porro. —¿Alguna señal de ellas? — Después de inhalar, exhalo humo en círculos desde mi boca hacia el techo. Me estoy cansado de esperar a los invitadas y estoy a punto de desinvitarlos a todos. —No— —Mierda, ¿y si no vienen? — pregunta. —Entonces que se jodan— El arquea ambas cejas en desafío. —Eso va a ser un poco difícil— —Bueno, obviamente no lo digo literalmente, ya que ni siquiera se han molestado en aparecer— —Perras— murmura en voz baja. —Sabes que— ofrezco antes de darle otro trago, y sin dudarlo. Esos ojos vidriosos se entrecortan con los míos y luego se ponen en blanco. —No lo digas. No quiero oírlo— Levanto la barbilla y hablo con voz áspera. —No seas imbécil— Sus hombros se levantan hasta las orejas y dejo escapar un profundo suspiro. —No puedo cambiar quien soy— —En serio, amigo, escúchame— le digo. —Tenemos que dejar de invitarlas…a cualquier parte. Dejémoslas que se conviertan en las puritanas que son— Caleb agarra el arrendajo y dice: —Entiendo lo que dices, de verdad, pero ¿Cómo nos ayuda eso exactamente? — —Nos obliga a seguir adelante. A pintar más allá de las líneas ridículamente rígidas que nuestras familias han trazado para nosotros— —¿Romper la tradición? — pregunta sacudiendo la cabeza. Se me escapa un bufido de frustración cuando hablo. —Si rompamos la tradición. De hecho, digo que, independientemente de lo que pase esta noche, el lunes después de la practica iremos a NorCal— —¿Preparatoria de el Norte de California? — pregunta, gruñendo, ya rechazando la idea. Le doy una palmada en la espalda. — Bravo. Lo entendiste— Doy un paso por delante de mí y expulso una bocanada de humo por la ventana abierta. Caleb me da un codazo en las costillas y me mira con expresión interrogativa. —No puedes ir y merodear por los pasillos de una preparatoria pública en busca de chicas — Asiento de nuevo. —Si, eso es exactamente lo que quiero hacer— ¿Es tonto? Mi declaración es bastante clara. Caleb sacude la cabeza en ambas direcciones como si acabara de quitarle su juguete favorito. —De ninguna manera. No va a pasar mientras yo esté en guardia— ¿En guardia? ¡En guardia! ¿Quién se cree que es? Él es el presidente del cuerpo estudiantil no el guardián de la maldita galaxia. En verdad, este tipo necesita que le peguen un buen puñetazo en esa nariz recta que tiene. Le lanzo una mirada de disgusto. Él puede ser mi mejor amigo, pero tiende a ser el hijo de puta más arrogante y con derecho que alguna vez caminó por los pasillos de la escuela solo para chicos St. Rafael. Bueno, no me quedo muy atrás. De hecho, ninguno de nosotros lo hace. Todos somos muy parecidos a él. Por otra parte, cuando vives en el pretencioso Valle de Napa y vas al prestigioso St. Rafael te ganas el derecho de ser presumido.Todos venimos de una familia adinerada. De esas que nunca se acaban por mucho que gastes, porque hay demasiadas. De esas en las que no nos gobiernan las reglas, si no la tradición. Y la tradición dicta que debemos enamorarnos de las chicas elite que van a la escuela Castilleja para chicas. Y… eso significa esperar a que sus traseros decidan si van a presentarse o no, y mucho más. Estoy envejeciendo. Lo más probable es que todas estan sentadas pintándose las uñas y discutiendo hasta la saciedad si deberían renunciar a su preciada virginidad. Es inevitable que se les reviente la cereza. Si no sucedió durante el verano, sucederá muy pronto. Es verdad. La habitación está llena de idiotas que han esperado lo suficiente para tener sexo. La tradición más antigua del libro, aquella sobre mantener intacta su virginidad hasta encontrar al indicado, bueno, eso es una tontería. El indicado. No es como si fuera real. No existe por el amor a Cristo. Todo lo que cualquiera tiene que hacer es olfatear para recibir el hedor que hay en el arie circundante. El indicado. Las chicas. Las tradiciones. Follar. Son ridículos. Es necesario un cambio y no me importa si tengo que ser la persona que lo provoca. De todos modos, nunca me han importado las reglas. El rebelde que hay en mí no las soporta. Me provocan picazón. —¿Ya hiciste la apuesta para el partido del domingo? — pregunto cambiando el tema. Caleb asiente. —Esta lista y cargada como siempre— —Échale un vistazo— Evan se acerca a la repisa de la chimenea con una de las copas de cristal de mi abuela en la mano. Lavinia Eloise Connolly King es entre otras cosas, mi abuela política. Nunca conocí a mi abuela de sangre, Florence King, la primera esposa de mi abuelo Eugene y madre de mi padre, pero sí sé que nuestra empresa lleva su nombre: Florence Cal. Florence Cal, es el viñedo de nuestra familia. Lavinia lo dirige y ahora está en Europa haciendo lo que sea que ella haga: Buscando, consiguiendo, follando. ¿Quién diablos lo sabe? —No— digo entre dientes, odiando haber olvidado guardar mi foto de último año en un cajón, o mejor aún, tirarla a las llamas. ¿Por qué la puso allí de todos modos? Evan coge el marco plateado y sonríe ampliamente. —¿Sabes, Andy? Te pareces mucho a ese actor de Gossip Girl. Lo miro con una expresión en blanco en mi rostro. ¿de quién diablos está hablando? ¿y por qué diablos está hablando de eso? Chasqueo los dedos. —Vamos chico bonito, ya sabes a quien me refiero. Aquel por el que todas las chicas babean, con sus ojos grises y su cabello perfecto— ¿Cabello perfecto? No soy yo. Mi cabello siempre es un desastre. Me aseguro de que así sea porque odio que alguien me llame chico bonito. Chico fiestero es más mi estilo, pero Caleb ostenta ese título. —Vete a la mierda— le digo. —Al menos no estoy sonriendo como un cabrón al que le hacen una mamada por primera vez y saca mi foto para recordarlo— Desconcertado por la charla basura, deja la foto. —Si, claro. Muy bien, Andy. Pero al menos se sonreír y afeitarme, debo añadir— Junto las manos y digo. —Bien por ti— Caleb lo señala y se suma a la burla —Es una pena que no te haga más guapo— bromea, tomando mi foto y mirándola. Una risa incrédula sale de la boca de Evan. —Vete a la mierda, Caleb. Eres un verdadero ególatra— Inmune a los insultos, Caleb no presta atención a las porquerías que le lanzan, si no que me mira fijamente. —Mierda hombre, las chicas te van a caer encima este año. En serio, hombre, ¿Cuándo se te ha puesto la cara de estrella de cine? — Oliver empieza a sostenerse el estómago de la risa, pero mi respuesta fue entrecerrar los ojos hacia él. Las burlas continúan. —Y yo que siempre he estado pensando que era el único guapo del grupo— Eso nos hace reír a carcajadas a todos, porque honestamente, ¿Qué se puede decir al respecto? Caleb es popular y deportista que siempre está muy orgulloso de sí mismo. con su moño masculino, su amplio vestuario y sus músculos infernales, las chicas realmente lo admiran. Y aún así me pusieron el nombre de “Chico Bonito” y el es “Chico Fiestero”. Explícame eso. Oliver se reclina en la silla que ha ocupado el escritorio de la abuela. Él Juega al futbol y al lacrosse tambien. Todos lo hacemos, pero él es el único tan alto y delgado como yo, lo que lo convierte en mi principal competidor a la hora de conseguir el puesto de mariscal de campo en futbol y el de portero en lacrosse. Esos puestos me pertenecen. Y cuando algo es mío , nunca lo entregó voluntariamente. Con una mirada de soslayo, miro su polo rosa y sus pantalones caqui y mis labios se tuercen histéricamente. —Supongo que no soy como tu porque no tengo una mamá que me vista con toda esa ropa bonita— Se encoge de hombros y me entrega un porro recién armado. —Como quieras, hombre. Quédate con ese estilo James Dean que tienes si quieres, pero al menos ponte esto detrás de la oreja— Lo tomo. ¿Por qué no? pienso. Me ahorrara el tiempo de tener que pedir uno más tarde. —Oigan, ¿quieren ver mi foto de graduación? — pregunta Caleb de repente, mientras busca su billetera en el bolsillo trasero. En serio, no lleva con él su propia foto, ¿o sí? —¡No! — gritamos todos al mismo tiempo. Las luces del camino de entrada me hacen mirar por la ventana y prepararme para un cambio de tema. —Mierda— comenta Caleb, dejando su billetera donde estaba y apagando el porro en un cenicero cercano. —No puedo creerlo, por fin decidieron venir— Dirijo mi atención hacia donde estan fijados sus ojos. Debe haber al menos cinco taxis entrando en la entrada circular con las palabras “Tarifas de la ciudad de El valle de Napa impresas en los carteles en la parte superior. Me río y meto las manos en los bolsillos, apoyándome en el cristal. Supongo que las chicas no querían usar los choferes de mamá y papá, porque los alertarían sobre hacia adonde se dirigían: la casa de Andréi King o “problema” como me llaman sus padres. Si, tengo mala reputación, pero eso es solo porque mi abuela siempre está fuera de la ciudad y yo soy el afortunado bastardo al que nominaban para organizar una fiesta tras otra. Pero no me importa. Me gusta ese apodo; vuelve loca a mi abuela. Las brillantes puertas amarillas se abren de golpe y salen veinte vírgenes glorificadas que llevan cinturones de castidad, jeans de diseñador, tacones altos y blusas con volantes y demasiados botones y ganchos. —Ahí vienen las princesas presumidas— murmuro en voz baja. Caleb me hace un lento gesto con la cabeza. —Piensa que algún día una de ellas podría ser tu reina— La idea me da nauseas, pero, aún así, mi mirada las recorre sin descanso. Mas por instinto que por cualquier otra cosa. Quizás también por aburrimiento. Lo mismo de siempre, lo mismo de siempre. Beso a esa. Me como a esa. Comparto mi pene con esas dos. No estoy bromeando. Realmente estoy listo para ir al otro lado, al diablo con la tradición. —Parece que a Iris le han crecido un par de tetas— Caleb está babeando mientras mira sus enorme tetas a través de la ventana. Pongo los ojos en blanco. —Amigo, crecer no es la palabra correcta. Parece más como si se las hubiera implantado quirúrgicamente— gruño, con una risa seca. —Como sea. Como si me interesara como las consiguió. Voy a meter mi pene entre ellas sin importar como las haya conseguido— —Es toda tuya, hombre. Ve y conviértela en tu reina— el digo, dándole una palmada en el hombro y observando al resto de la multitud. Buscando que, no tengo ni puta idea. Lo mismo de siempre. Lo mismo de siempre. De repente, mis ojos se abren de par en par al mismo tiempo que mi polla se pone dura instantáneamente. ¡Espera! Después de todo, no todas parecen idénticas. Una chica no lleva el código de vestimenta de diseñador que usan cuando no llevan uniforme. En cambio, lleva converse y una falda corta con una camiseta cuyas palabras no puedo leer desde aquí. su pelo canela llameante y fuera de control largo como sus piernas, y sus labios fruncidos me indican que esta lista para un poco de diversión. Es muy sexy. Evan bebe las últimas gotas de whisky de su vaso y lo deja vacío en el alfeizar. —Mierda, por fin han llegado— Señalo por la ventana a la chica que no parece a las demás. —¿Quién es esa? — Se encoge de hombros. —Nunca la he visto antes— Caleb interviene: —Ella es la chica nueva— Sigo mirando por la ventana y me muestro tranquilo, actuando solo ligeramente interesado. —¿Ah, ¿sí? No recuerdo que mencionaras a una chica nueva— En sus labios se dibuja una sonrisa divertida. —Eso es porque no lo hice— Las luces cálidas y tenues que se derraman sobre ella desde las bombillas iluminan su nariz pequeña y perfecta y su boca en forma de corazón, y luego están esas pecas dispersas sobre su piel clara. —¿Cómo se llama? — —La llamo Chica Fiestera, pero su verdadero nombre es Frances— murmura en voz baja. —Exótica. Ya me gusta— La preocupación le hace fruncir el ceño y su lenguaje corporal delata vacilación. —Si, bueno, no creo que te guste por mucho tiempo— Mis sentidos se encienden de celos y paso mi mano por la nuca para calmarme de una vez. —No me digas que ya te las has comido? — Repetir nunca es mi estilo. El ambiente está aún más animado por la testosterona que se desata entre nosotros, incluso cuando su risa petulante llena el aire. —No idiota. No es mi tipo— Tengo que admitir que me sentí territorial con alguien a quien ni siquiera conozco. Así que cuando la impaciencia me hace agarrarlo por el cuello, no fue una sorpresa. —Entonces, ¿Por qué diablos no? — Caleb resopla y se aparta de mi agarre, enderezándose sin siquiera pestañar. —Su nombre completo es Frances Noelle Castello Vanderbilt. La cautela juega en los márgenes de mi mente, pero la intriga toma protagonismo. Una distracción. Algo diferente. Temerario. —Castello, ¿Cómo Vinos Castello? — Una sonrisa satisfecha se dibuja en sus labios. —La misma— Bastardo engreído. Interesante. No tenía idea de que hay una chica de mi edad de esa familia. Los Castello eran los Astor y los King eran los Dudley. Sin embargo, esa disputa familiar de medio siglo por tierras no tenía nada que ver con ella ni conmigo. ¿Bien? A Caleb no le gusta por lealtad hacia mí, y si yo fuera un tipo al que le importar esa mierda, tal vez me conmoviera. Bueno, eso y el hecho de que el Señor, Gerald Getty, Jr., su padre, eran los abogados de mi familia y, como tales odian a los Castello casi tanto o igual que mi abuelo, yo no tengo motivos para odiar a esa chica ni para continuar con la disputa familiar. Me froto la boca con la palma de la mano, sintiéndome un poco como el imbécil que soy. —¿Cuál es su historia? — pregunto. Apoyándome en la pared, cruzo los brazos sobre el pecho y su presunción se hace más grande cada segundo. —Llegó a la ciudad hace una semana. Se rumora que la pillaron tocándose enfrente de su profesor en un internado en Suiza y los echaron a los dos— Chica traviesa. —Vaya rumor— digo entre dientes. —Se pone mejor— —¿Cómo? — —Era su primer día— —Y eso lo hace mejor, ¿Cómo? — —Significa que es fácil— —O aburrida— me burlo. De pie, vuelvo a fijar la mirada en las chicas. —Si, bueno, aunque no fuera tu enemiga acérrima, necesita un cambio de imagen serio. Alguien debería hacerle saber que el look de niña hippie pasó de moda hace años— —No me molesta— — No importa. Si me preguntas, ella se para como mi pene en el vestuario— Por alguna razón, quiero darle un puñetazo en los dientes. —Cállate la boca— gruño. Levanta las palmas de las manos. —Tranquilo, amigo, si quieres a la chica rara, es toda tuya— Maldita sea, la quiero. ¡Espera! ¿Qué? En ese momento, ella mira hacia la ventana. Sus grandes ojos traviesos captan mi mirada y, cuando se da cuenta, se lame esos deliciosos labios. Es entonces cuando le ocurre algo extraño a mi cuerpo: mis testículos se tensan y siento esa emoción familiar recorriendo mi columna vertebral. ¡Mierda, no! No voy a correrme en mis pantalones. Lo contengo. No soy patético como los demás. Yo soy diferente. Y parece que ella tambien lo es. Una corriente eléctrica fluye entre nosotros como una de esas tormentas eléctricas locas que se propagan a través del Pacífico. El tipo de tormenta que tiene el potencial de sacudir tu mundo. Sin desanimarse, me sostiene la mirada. Me pregunto si ella sintió esa emoción extraña que yo sentí. Esa emoción que quiero experimentar. Esa necesidad que quiero satisfacer. El impulso que no puedo negar. Entonces me sonríe con una mueca maliciosa y supe que así fue. Esto será así. Esta noche, ella hará más que tocarse. Esta noche ella hará más chuparme la polla. Esta noche es la noche en la que voy a perder mi virginidad, y ella es la chica más sexy que jamás había visto, enemiga o no. Ella camina hacia la casa y yo no puedo creer lo épica que se convertirá esta fiesta. —Mierda— murmuro en voz baja. Y lo digo literalmente

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