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DAUGHTER OF SEA

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intro-logo
Blurb

❝¡Cómo le gusta correr por la arena! Y meterse en el agua.

Flotando allí como si aquello hubiera sido siempre su natural elemento. Como si las olas la hubieran acercado a la orilla, trayéndola desde lejos, inocente en la espuma, con los ojos abiertos bajo la luna.

Su dulce risa de niña en la brisa del mar, se pone de píe, mojada, como recién salida de las valvas de nácar, y se adentraba en la tierra❞

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Prólogo
Prólogo “El nacimiento de la espuma” Sus pies tocaban por primera vez la suave arena humedad, su cuerpo estaba envuelto en un halo de luz azul que lo cubría por completo, iluminando entre tanta oscuridad junto a la luna. Sus ojos se abrieron lentamente, su visión era borrosa, tuvo que parpadear varias veces para centrar su vista, observando con sus orbes azules todo a su alrededor. Allí estaba ella, parada en un lugar desconocido sin saber ¿qué hacer?, se sentía sumamente extraña, pero ¿cómo no sentirse de esa manera? cuando ella antes de esto era simplemente nada. La curiosidad le ganaba, examinó cada parte de sus extremidades, levantó su mano en alto para indagar está, cinco dedos delgados y largos, de uñas perfectamente cortadas. Se percató que podía moverlos a su voluntad, al igual que todo su cuerpo. Estaba encantada tal cual hechizo. Para ella era como acabar de nacer, sus pulmones funcionaban por inercia en busca de oxígeno, su corazón late contra su pecho a un ritmo rápido como las olas del mar que chocaban contra la costa de la playa, sus párpados se abrían y cerraban solos, lubricando de esta manera sus ojos. ¿Qué era lo que estaba experimentando? Estaba completamente desnuda el frío calaba sus huesos, la brisa hacía danzar su cabello castaño de lado a lado, su pequeño cuerpo temblaba exigiendo calor, ella no tenía recuerdos, no había nada en su cabeza sobre su pasado. Era un lienzo en blanco Inconscientemente movió sus pies tratando de caminar, tal cual de la misma manera que un niño cuando aprende a dar sus primeros pasos, movió primero un pie y luego el otro. No obstante, sus piernas cedieron haciéndole caer de rodillas. Dejo escapar de sus labios un pequeño jadeo al impactar sobre la superficie, pero este cambio a un puchero, al sentir la arena incrustada en las palmas de sus manos, entre sus dedos y rodillas. Ella sintió como la marea creció suavemente, un pequeño oleaje arropaba su cuerpo, de la misma manera como cuando un padre arropa a su hija antes de dormir, la castaña experimentó una nueva sensación en su pecho, era cálida y abrazadora. Amor. Eso era lo que el mar le expresó. Trato de levantarse usando sus manos como apoyo, ejerció fuerza pero eso no basto, sus brazos flaquearon, ocasionando que volviera a quedar tendida en la arena. No sabía cómo moverse. No tenía la fuerza. Su cuerpo estaba tan endeble y temblaba. ¿Pero por qué? ¿Acaso es normal? Sin embargo, el sonido de ramas quebrándose causadas por imponente pisadas, captó su atención. Sus ojos llenos de curiosidad buscaban el causante de aquél ruido, una nueva sensación se apoderó de su pecho. Una opresión. No. Era ansiedad. No. Era miedo. Al observar no solo una, sino varias figuras que salían del oscuro bosque que conectaba con esa zona. Tres siluetas humanoides se acercaban a ella. ¿No sabía qué hacer? o ¿Cómo moverse con ese nuevo cuerpo? Cuando la luz de la luna reveló ante sus ojos, las siluetas tomaron forma en tres chicos, vestidos sólo con unos shorts desgarrados, de piel clara, cabellos oscuros y de rasgos fuertes marcados. Su intriga creció, al verlos cada vez más cerca. Ellos estaban sorprendidos, se notaba en sus rostros al ver como se encontraba la extraña mujer. —¿Estás bien?—le preguntó en tono de preocupación uno de los chicos. Ella simplemente lo observó, no estaba siendo descortés, era el hecho que aunque por alguna razón le entendió, no sabía lo que debía decir, nunca lo ha hecho antes, jamás había hablado. —¿Necesitas ayuda? ¿Estás herida?—le bombardeo el otro chico. Sin embargo, él más imponente de los tres hombres la analizaba, dándose cuenta que nunca la había visto en esa zona tan peligrosa de sus terrenos, era una completa desconocida ante los habitantes de la península. —Samuel, busca algo con la que la podamos cubrir—le ordenó al chico. Samuel sin perder tiempo corrió hacia algún lugar desconocido para ella. —Julián, ayudala—dijo al otro chico que sólo asintió para inclinarse sobre sus rodillas hacía adelante. Ella con sólo sentir el suave tacto caliente de las manos del chico sobre sus delgados brazos, supo que eso era lo que necesita para que su cuerpo dejara de temblar por el frío. —¿Qué haces a estas horas por aquí? Sabés, es peligroso—habló Julián, metiendo sus manos por debajo de las axilas de ella para ayudarla a ponerse de pie. —¿Peligroso?—su voz resonó como un pequeño susurro tan dulce y melodioso, como si de una sirena se tratará. Dejando a ambos hombres sorprendidos por el timbre de su voz, el mayor se acercó más a la chica para detallarla mejor, mientras que Julián logró ponerla de pie. —Si cada vez que hagamos las rondas, aparecerán chicas hermosas como ella a la orilla y desnudas, estaré encantado de hacerlas—comentó Samuel, llegando con una sábana entre sus manos para colocarla sobre los hombros de la chica. Ella tambaleó tal cual venado sobre el hielo, sus manos las llevó hacía adelante en busca de apoyo, pero sólo consiguió colocarlas sobre el dorso desnudo del chico que le ayudó a ponerse de pie. Este emanaba mucho calor, era perfecto para ella y así combatir el principio de hipotermia que estaba sufriendo. La chica solo se arrojó a sus brazos, pegando su delgado cuerpo contra el de él en busca de calor, provocando que Julián se sobresaltará, y sus mejillas se colorearán de un tono carmesí. —¡Espera qué! No, por favor Julián, se llevó la mejor parte—refunfuña molesto Samuel. —¡Será que dejas la estupidez, Samuel!—le regañó el Alfa, frunciendo el ceño, para mirar a la chica. —Es mejor llevarla a mi casa Camila, nos ayudará con ella, mientras mañana vemos que hacer—agregó. Ella inconscientemente llevó su mirada hacia el mar, el único testigo de su nacimiento. Al parecer aquella acción hizo que los chicos misterios le dedicarán unas miradas curiosas a la chica extraña. Julián fue el que se aclaró la garganta para poder hablar. —¿Puedes caminar?—le preguntó a la chica que lo abrazaba por el dorso. Ella sólo negó con la cabeza como gesto de inercia. Tras esa acción él solo la envolvió entre la tela de la sábana para cargarla entre sus brazos como una princesa. Ella se acunó en su pecho en busca de calor, reposando su cabeza sobre el pecho de él. —¿Cuál es tu nombre?—le preguntó Matthew. Ella volvió a negar con la cabeza, no tenía nombre, ni siquiera sabía que era eso. —¡Genial! Te llamaremos la chica misteriosa—agregó Julián, mientras caminaba a pasos moderados cargándola. Cada segundo que pasaban sus párpados se cerraban, sentía su cuerpo luchar por mantenerse despierta. ¿Qué era eso? ¿Qué estaba sintiendo? ¿Qué es lo que está pasando? No pudo seguir luchando más, sus ojos se cerraron por completo, cayendo rendida, en los brazos del aquél chico. [...] Unas horas más tarde. Sus ojos azules se abrieron lentamente, parpadeó varias veces acostumbrándose a la luz que ingresaba por la pequeña ventana de la habitación. Sus finas manos tocaron la suaves sábanas que cubrían el colchón de la cama donde estaba acostada, tenía curiosidad de todo lo que le rodea. No obstante, un pequeño dolor en su estómago le hizo llevar una de sus manos a su abdomen, escuchando como un pequeño gruñido provenía de allí. Tenía Hambre. De un lento movimiento, quito la cobija que le cubría su cuerpo, se dio cuenta que tenía unas extrañas telas que le cubrían, en realidad era un pantalón n***o muy suave y una camisa blanca. Se removió hasta llevar a la orilla de la cama, sacando primero una pierna y luego la otra, para poder apoyar sus pies en el suelo, ejerció fuerza en las rodillas y así logro ponerse de pie. Dio, un pasó tras otro, trastabillando hasta llegar a la puerta de la habitación, con la palmas de su manos se apoyó sobre la madera, al menos ya tenía más fuerza que ayer. Bajó lentamente la mano derecha hasta llevarla a la perilla metálica, y de esta manera girarla. El sonido de varias voces chocó contra sus tímpanos, no sólo eso sino también risas alegres. Su curiosidad era el instinto más resaltaste en esa forma humana, así que empezó a andar lentamente, usando la pared como apoyo en dirección a aquellos sonidos. Caminó en silencio por el largo pasillo que conectaba con la sala donde provenía el alboroto. Una sonrisa radiante se formó en sus labios al ver como un grupo de tres chicos jugaban y hablaban entre ellos. No obstante, su rostro se transformó drásticamente al sentir tres pares de ojos encima suyo, un manojo de nervios se apoderaba de su estómago. —¡Buenos días, chica misteriosa!—exclamó uno de los chicos presente. Ella llevó la vista hasta esa persona que le había hablado, era el mismo chico que la trajo entre sus brazos, el cual le estaba sonriendo mostrándole todos sus dientes. —¡Es verdad, hueles al mar!—exclamó entusiasmado el más joven presente. Aquél simple comentario le sacó una dulce sonrisa a la castaña, le pareció tan tierno ese chico, pero no podía negar que la simple mención del mar le provocó una sensación en el pecho. Nostalgia. Eso era lo que experimento. Ella se le acerco dando pequeños pasos, por lo menos ya tenía más fuerzas y no se encontraba tan aturdida como la noche anterior, eso era un gran alivio. —Me llamó, Sami—se presentó el chico que acababa de hablar, con una sonrisa. En el rostro de la chica se notaba la duda al ver como él le tendía una mano en su dirección, ella realmente no sabía lo que se debía hacer, pero algo en su subconsciente le indicaba que simplemente debe estrecharle la mano, así lo hizo, dándose cuenta que él también emanaba bastante calor. —¿Tienes un nombre?—le preguntó curioso. Aquella pregunta le rodeaba la cabeza, principalmente desde la primera vez que se la formularon, ella no obtenía respuesta, tal vez simplemente debía negar con la cabeza como había sido su reacción, pero por un momento se vio reflejada en los ojos de Sami, él tenía curiosidad de ella. —Thalassino nero— su dulce voz, escapó de sus labios reproduciendo las mismas palabras que su subconsciente le decía. El rostros de los chicos reflejaban la confusión, tal vez sus cerebros procesaban lo que sus oídos acababan de oír, estaban claros que no era un idioma que ellos conocían pero... ¿Cómo la voz de una persona podía sonar tan perfecta y melodiosa? Era algo que para ellos particularmente era imposible de ver en un humano... ¿O no? —¿Qué es lo que acabas de decir, hermosa?—Un chico alto, de piel morena, músculos largo redondeadas, el pelo n***o y ojos marrones, fue el primero en reaccionar. Algo que se había percató ella era de esas características en los seres que había conocido hasta ahora. —AquaMarine—dijo, sintiendo la vibración en sus cuerdas vocales traduciendo las palabras. Ese era su nombre o al menos así era como quería que se dirigían a ella. —Mucho gusto, AquaMarine yo soy Noah—se presentó, mostrando sus dientes en una sonrisa. Pasos se hicieron presentes en dirección allí, Aqua curiosa miro hacía donde provenía el ruido, siendo cuestión de minutos para que la puerta fuera abierta. Dos chicos ingresaron, ella los reconoció, eran los otros que le ayudaron el día anterior. —Veo que estás mejor, lindura—dijo Samuel, mientras que se acercó a ella dándole un beso en la mejilla. Aqua sintió el calor subir hasta sus mejillas, las cuales tomaron un ligero carmesí, provocando las carcajadas de los demás no haciéndose esperar. Ella se hundió en el asiento ya no solo eran sus mejillas las acaloradas sino todo su rostro. —Nunca te había visto por aquí ¿De donde eres?—le preguntó, uno de los recién llegados. Ella lo reconoció como Matthew, no entendía el por qué se sentía tan intimidada por él. Por lo que bajo la mirada al suelo de madera, a ciencia cierta ni siquiera ella sabía cómo responder a esa pregunta. —Se llama AquaMarine y habla otro idioma muy cool—intervino Sami, al ver el cambio radical en el rostro de la chica. —Entonces es extranjera—dedujo el alfa— ¿Tienes algún familiar al que podamos avisarle que estás aquí?—la lleno de preguntas. La castaña simplemente negó, estaba buscando la manera de entender la situación, pero solo estaba logrando ponerse nerviosa, ya hasta las manos le temblaban. —No seas tan duro con ella, cariño—habló una mujer, entrando en la sala con una sonrisa amable en su rostro. Ella levantó la vista del suelo para llevarla a la mujer que acaba de entrar era realmente preciosa con unas lindas pecas que adornan las mejillas blancas de la chica. La castaña sonrió por alguna extraña razón, esa mujer le había dado una sensación cálida en su pecho de tranquilidad. —Ven aquí, de seguro tienes hambre—dijo la mujer, extendiendo una mano hacía ella.—Por cierto me llamó Camila—añadió con una sonrisa. Sin dudar tomó su mano, era su ángel salvador en ese momento. Se colocó de pie para ir con Camila hacía la cocina, un pequeño suspiro de alivio se le escapó inconsciente. —Siéntate, querida—le indicó la mujer, mientras le daba otra sonrisa. Aqua le hizo caso, fue hasta una de las sillas del comedor para tomar siento, empezó a mover sus pies descalzos, tal cual como una pequeña niña, mientras sus ojos azules estaban pendiente de cada uno de los movimientos de la otra chica. —Espero que te guste—agregó la dama, colocándole un plato lleno de panecillos sobre la mesa. La castaña extendido una mano para tomar un panecillo, era tan suave y esponjoso que la hizo sonreír, ella lo partió entre sus manos para llevar un trozo a su boca. Sus ojos azules se iluminaron como dos zafiros. Era su primera vez probando alimento en este mundo. Escuchó una pequeña risa proveniente de Camila, pero eso no la detuvo y continuó disfrutando cada bocado. —Me alegro que te guste—comentó la mujer, mientras se sentaba al frente de ella. Quince minutos le bastó para terminar de comer los cuatro panecillos, dejó completamente vacío el plato. Tomó entre sus dos manos el vaso que reposaba en la mesa para subirlo hasta su boca, con el primer sorbo sintió el ácido cítrico del sumo de naranja, el cual, era perfecto para refrescar su garganta. —¡No puedo creer que después de todo se haya quedado con esa sanguijuela!—casi se le cae el vaso al escuchar el grito de frustración de una voz desconocida. Aqua había dado un pequeño brinco en el asiento, la había tomado desprevenida. —Tranquila, es Jace—le dijo la chica para después sonreírle amable. —Te lo dije, hermano, pero tú no me escuchaste—le respondió Samuel con simpleza. Estaba curiosa por ir a ver que era lo que estaba pasando en la habitación de al lado. Con sumo cuidado se levantó de aquella silla. —Gracias, Camila—sonrió en agradecimiento a la chica. —De nada, pequeña—dijo la pelinegra, a la vez que tomaba el plato y el vaso para ir a lavarlos. Ella pasó el umbral de la puerta de la sala, allí observó a los chicos, pero había alguien nuevo con ellos, tenía el cabello n***o azabache, piel rojiza y músculos tonificados, no pudo detallar su rostro porque él tenía la mirada baja y el ceño fruncido. Ella estaba consciente que el ambiente estaba tan tenso que se podría cortar el aire, inconsciente mordió su labio. Todos se habían callado al notar su presencia, provocando un silencio muy incómodo. AquaMarine quería buscar la manera de calmar ese ambiente tan desagradable, por eso debía llegar al causante de la tensión. Dio pequeños pasos en dirección al pelinegro malhumorado, ignorando todo a su alrededor. —Linda, no creo que sea buena idea—escuchó la voz de Samuel advirtiéndole. Pero aún así no le hizo caso, solo deseando que nada malo le sucederá como consecuencia a sus acciones, a pesar de que ella no entendía en ese momento que cada acción trae una consecuencia a favor o en dado en dado caso en contra. AquaMarine apenas contaba con un día de haber “nacido” en ese mundo y eso la hacía ser tan ignorantes de los problemas o ser un punto débil ante la actitud del pelinegro enfurecido. Continuará...

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