Capítulo VII

2046 Words
Capítulo ocho “Tormenta interna” Había pasado alrededor de una semana desde lo ocurrido en el hospital, esa misma tarde el doctor Smith le ha dado de alto al darse cuenta el proceso sanatorio acelerado de la castaña, provocando un enigma en él, aunque conociera de antemano que la chica no era una humana normal, no podía negar lo intrigado que lo dejó. Samuel se encargó del papeleo antes de salir, todo este tiempo hicieron pasar a AquaMarine como una prima lejana de él, ella había venido de vacaciones y casi se ahoga en la playa de la Península, por lo cual, en ese preciso momento ambos iban en la camioneta de Matthew en dirección hacía el hogar de Camila. Los tenues rayos de luz solar atravesaba el cielo un tanto gris, puesto que una tormenta se aproximaba. AquaMarine tenía la cabeza apoyada a un costado en el vidrio de la ventana, pérdida entre sus propios pensamientos, mientras sus ojos azules divisan el paisaje boscoso del tramo divisorio entre la ciudad y el pueblo cerca de la playa, a la vez que cargaba el medallón que le obsequio el Winston en sus delgadas manos. Ella sentía que ese pequeño artefacto podía ser la clave para descubrir... ¿Quién es ella? o al menos ¿Quién llegó a ser ella? —¿Qué tanto piensas, hermosa?—la pregunta de Samuel atrajo consigo la atención de la castaña. La hija del mar desvió la mirada hacía él, para hacer un movimiento de su cabeza de lado a lado. —¿Segura?—interrogó el chico, despegando por unos segundos sus ojos oscuros de la carretera hacía la castaña. —Sí, Samuel puedes estar tranquilo—dijo la chica, para dedicarle una pequeña sonrisa. Solo fueron cuestión de minutos para llevar a su destino, los zafiros de la chica se iluminaron de la emoción al observar a la manada junto a Camila, que la estaban esperando con una cálida sonrisa desde la puerta. Por fin estaba en casa. La hija del mar soltó una pequeña risa, mientras se deshizo del cinturón de seguridad, su acompañante estacionó el vehículo para bajarse de este e ir a abrirle la puerta. Ella con tan solo poner un pie fuera sintió la incomodidad en sus pies a causa del par de zapatillas negras que tenía puestas. Ellos sin dudarlo se acercaron hacía AquaMarine para fundirla en un abrazo. Ella sintió aquel calor sofocante de los chicos, tal cual, como la de una gran hoguera por suerte su temperatura corporal siempre se mantiene fresca. —¡Mi niña!—la alegre voz de Camila captó la atención de todos haciendo que los chicos le soltarán. La castaña giró su cabeza a un costado con suavidad para observar a la ahora prometida del líder de la manada, la cual tenía una radiante sonrisa en los labios, a la vez que, tenía ambos brazos en alto extendidos hacía adelante, preparada para un abrazo. AquaMarine sin dudar ni un segundo más se acercó hasta ella, para corresponder el gesto amoroso de la chica. —Te extrañe mucho, ahora no estaré sola rodeada de tanta testosterona—comentó Cami en medio del abrazo. Aunque la hija del mar se diera cuenta de que faltaba uno de ellos, no se atrevió a preguntar nada al respecto. Él la volvió a lastimar y cuando más lo necesitaba. —Yo también los extrañe a todos—expresó la castaña, mirando a cada uno con una dulce sonrisa. Samuel sacó del vehículo las pocas pertenecía de la chica para guardarlas en la habitación de ella. —Podremos volver hacer los maratones de películas Disney—dijo el más jóven de la manada pasando uno de sus brazos sobre los hombros de la castaña para llevarla al interior de la casa. La castaña al ingresar examinó con sus zafiros el interior del hogar, todo seguía exactamente como lo recordaba, tan acogedor. La mayoría de los chicos pasaron a la cocina, tal vez a buscar algo para comer, mientras que la dejaron sola en la habitación, pero eso no le molesto en lo más mínimo. No obstante, se percató que en la mesa central de decoración había una pequeña hoja doblada por la mitad, de cierta manera despertó la curiosidad en la castaña, que sin pensarlo dos veces se acercó para tomarla entre sus manos, y poder detallarla mejor. Era una tarjeta de invitación de boda, ella leyó lentamente ambos nombres escritos allí: Madeleine Damira Tyller y Jhonny Ramirez Walter. —Es la que le enviaron a Jace—le contó Julián, mientras que en su mano derecha cargaba un plato con galleta caseras.—Pero es solo una cortina para ocultar la transformación de la humana a vampiro—añadió sin importancia. De cierto manera desde aquel incidente en el hospital, AquaMarine no lo había visto. La ojiazul inconsciente se mordió el labio inferior, lanzando de un movimiento de su mano izquierda la tarjeta sobre la superficie de madera. Ella sabía perfectamente dónde encontrarlo. Por lo que a pasos firmes, emprendió su caminó hacía la puerta de la casa, estaba dispuesta a salir a buscarlo, algo en su interior le decía a gritos que él no se encontraba bien, sino todo lo contrario. —¿A dónde vas, Aqua?—le preguntó Samuel a la vez que, le sujeto con su mano el antebrazo de la castaña. —Solo quiero ir a la playa—susurró la chica, mientras bajaba la mirada al suelo. —¿Si quieres te acompaño?—propuso el hombre lobo. —Saliste hoy del hospital—le recordó con preocupación. —Samuel, haz hecho tanto por mi—murmuró en un hilo de voz dulce la castaña aún sentía el fastidio al hablar—Me salvaste y cuidaste todo el tiempo, estoy en deuda contigo—agregó, mientras apoyaba su cuerpo hacía adelante en las puntas de sus pies para plantar sus labios sobre la rojiza mejilla de chico. Samuel se estremeció al toque. —Hermosa, yo...—el cambiaformas se detuvo sin poder concluir la oración. Ella levanto su mano derecha hasta la altura de su rostro para darle suaves caricias en está. —Tranquilo, estaré bien—afirmó la castaña, dedicándole una leve sonrisa. Sin dejar responder al chico, ella simplemente a pasos moderados se fue en dirección a la playa. [...] En la cumbre más alta del risco de la playa, sus ojos azules distinguieron una figura masculino de pie, observando el infinito horizonte oceánico. El sol estaba apuntó de tocar el agua marina, dando aquel toque mágico que trae el atardecer. Jace exhaló profundo llenando sus pulmones con el oxígeno suficiente, dejando que el inconfundible olor a maresía inundó sus fosas nasales. Pero él captó uno diferente... Más embriagante. La larga cabellera castaña de AquaMarine danzaba de lado a lado por la fuerte brisa, ella detuvo su andar, por un momento dudando en dar un paso más. Ese lugar le daba aquella triste sensación en su pecho, siendo un claro recordatorio de lo que hizo. —No deberías de estar aquí—habló el Winston sin atreverse a mirar a la chica. AquaMarine se mordió el labio inferior, observando la amplía espalda desnuda del pelinegro, además que sabía ya de su presencia. —Lo siento, soy un tonto—acotó el pelinegro en un susurro, a la vez que cerraba sus ojos oscuros, apretando con fuerza los párpados. —Solo te lastimó cada segundo más, a causa de mis enredos— agregó, cerrando ambas manos en puños. Él estaba molesto consigo mismo por todo el daño que le ha hecho. Tal vez otra persona en la posición de la hija del mar, sintiera cierto rencor por todo el mal que él le ha ocasionado, pero... ¿Cómo nacerle aquél resentimiento oscuro a alguien tan puro e inocente? AquaMarine dio un paso tras otro para acercarse a él, quedando a poco centímetros de distancia. Ella no dijo ni una sola palabra simplemente se aferró a la espalda del cambiaformas, para apoyar su frente en la columna vertebral de él. —Tienes que despejar esa cabeza de chorlito—comentó la castaña sin siquiera saber el significado de la palabra. Él rió animado. —¿Chorlito?—le preguntó el pelinegro, enmarcando una ceja en alto. —¿Quién te está enseñando esas palabras?—inquirió en un tono de diversión. Jace giró sobre sus talones para poder observarla. —Sami—comentó la castaña, encogiéndose ligeramente de hombros. Él se sorprendió por el gesto corporal de la chica. —¿Y eso también?—cuestionó el Rogers, ladeando la cabeza hacía un costado. La ojiazul dejó escapar una leve risa de sus labios, mientras que se acomodó al lado derecho de él. Era la primera vez que ambos tenían una conversación amena. Ella dirigió su mirada hacía su hogar, dándose cuenta como el sol se estaba ocultando en el confín. —¿Te vas a ir?—murmullo,ñ la castaña sin despegar sus ojos del mar. Él giró ligeramente la cabeza para observarla, detallando cada rasgo angelical del rosado rostro de la chica, notó el singular brillo de curiosidad en los ojos azules de la hija del mar, su cabello se movía por el viento dándole ese toque hermoso, más aún cuando ella tenía su cuerpo cubierto con un vestido azul corto con encaje blanco en la parte de arriba. Para Jace era como estar realmente viendo una diosa griega, o tal vez una preciosa princesa del mar. El Winston tuvo que sacudir de lado a lado la cabeza para salir del ensueño. —Debo sacarme de la mente a esa chica tonta porque decidió transformarse en el enemigo por la avaricia—dijo casi como un pequeño susurro el chico. Ella sintió una puntada en su pecho, pero no se inmutó se mantuvo firme. —¿Solo sacarla de la mente?—indagó la castaña, jugueteando con sus dedos el medallón que colgaba de su cuello. Jace se quedó en silencio analizando la pregunta. ¿Él realmente estaba enamorado de su compañera de instituto? La castaña desvió su mirada del mar hacía los ojos marrones oscuros del chico, tenía las comisuras de sus labios levantadas formando una encantadora sonrisa, mientras que en su cabeza se creaba una nueva duda que le comenzaba a carcomer. Ella de un movimiento lento de su mano la subió hasta el pecho desnudo de él, posándola justo en donde se encuentra su corazón. —¿Jace Winston, la amas?—formuló la pregunta al aire, escuchando al fondo el sonido de las olas del mar chocando contra las rocas. Ella no corto el contacto visual, se percató que a través de los ojos del moreno, surgió una guerra interna, tal cuál, como una tormenta apunto de azotar. Él sabía que aunque tratará de luchar en contra de su mate nunca ganaría, ella lo desarmaría sin ningún esfuerzo, justo como en ese momento. Esa fuerza invisible pero real lo estaba arrastrando con vigor hacía ella. — No lo sé, no estoy seguro—susurró indeciso el pelinegro, mientras bajaba la mirada a la superficie rocosa. AquaMarine coloca su dedo índice sobre los labios de él, callándolo de inmediato. —No es a mi a quién debes responder aquella pregunta, sino a ti mismo—habló en un hilo de voz dulce y melodioso la hija del mar. —Aqua—susurró Jace para morderse el labio inferior. Ella dejó salir una sutil risa, a la vez que, alejaba lentamente su dedo índice de los labios del piel rojiza, la castaña sabía perfectamente que con aquella pregunta haría reflexionar al chico o al menos le ayudaría a salir de aquel enredó que él se había metido. El silencio reino entre ambos, solo la naturaleza era lo que se captaba. —Esoterikí Kataigída—musitó, la chica en aquel idioma antiguo al Winston. La ojiazul no acotó ni una sola palabra más, simplemente comenzó a andar de regreso a la casa, ella necesitaba descansar después de tener aquel día tan agotador, mientras que dejaba que Jace resolviera esa tormenta interna que lo aprisiona. Era momento de soltar al pasado para ver el nuevo presente. Continuará...
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