Capítulo V

1663 Words
Capítulo Cinco “Algo malo va a pasar“ La horrible sensación de angustia en el pecho de Aqua, no se hizo esperar, ella estaba realmente nerviosa por el hecho de que no sabía absolutamente nada de la manada. Hoy era el día en que atacarían a los intrusos vampiros que han estado matando en la región sin parar todo el día. Y ella sabía que algo malo iba a pasar aunque la hija del mar se ofreciera varías veces a ir, ninguno de ellos había accedido, dado que era una pelea que no le competía a ella involucrarse. En ese momento AquaMarine estaba de pie, observando por la pequeña ventana de su habitación en la casa de Matthew, el lugar donde la habían acogido como parte de la familia, no sólo por ser la impronta de un m*****o de la manada, sino por el cariño inmenso que le han tomado cada uno de los chicos y en especial Camila. La chica se había transformado para AquaMarine en como una madre para ella y eso se lo agradecía mucho. El hermoso paisaje boscoso natural de la Península era algo que realmente cautivada sus ojos azules, aunque el sol estuviera ocultándose tras el horizonte dejando a paso una encantadora escena del ocaso. ―Aqua, querida―la dulce voz de Camila le llamó. La castaña hizo un suave giro de su cuello a un costado para poder observar a la prometida de Matthew, ella estaba parada bajo el marco de la puerta dedicándole una radiante sonrisa tranquilizadora, acción que de cierta manera le ayudo. ―Ven, querida tomémonos un té―le invitó la mayor, a la vez que, extendía una mano a su dirección. Camila era del tipo de persona que sabe que hacer en diferentes situaciones. Un largo suspiró abandonó los labios de la hija del mar, tal vez si no le seguía dando vueltas al asunto la sensación en su pecho desaparecería, a pasos firmes se acerco hasta la mujer tomando con delicadeza la cálida mano de ella. ―¿Haz tomado té verde alguna vez?―le preguntó, mientras caminaban hacía la cocina. La castaña movió la cabeza de lado a lado en acción de negación. Al llegar a la cocina Aqua tomo asiento en una de las sillas del comedor, mientras observaba a Cami preparar el famoso té verde, para minutos después ir a donde estaba ubicada ella con dos vasos que emanaba un ligero humo causado por la bebida caliente en el interior. Ella tomo entre sus manos el vaso de cerámica, para dar un ligero soplido tratando de enfriar un poco el liquido, debido a que había aprendido por las malas, hacerlo cada vez que bebía algo caliente. AquaMarine al sentir el liquido un tanto amargoso pasarle por la garganta, inconscientemente hizo un pequeño movimiento con la nariz, a la vez que un puchero se formo en sus labios, ya sabiendo con claridad que no le agradaba del todo las cosas amargas. Ella de inmediato supo que ya había algo que no le gustaba el té y esa era la primera en su lista. Una suave risa de parte de la morena provoco que la castaña le observará con curiosa, que no sabía que le dió gracia. ―Lo siento, es que hiciste un gesto adorable―se defendió la mayor, para beber de su bebida. Todo estaba llevando un cruzo agradable, después de comer unas cuantas galletas y terminar de beber el té. AquaMarine había salido a tomar un poco de aire fresco mientras estaba sentada en los escalones de la entrada, ella tenía sus ojos cerrados concentrándose en los sonidos nocturnos a su alrededor. «káti kakó tha symveí» le habló en su mente, aquella voz femenina que siempre ha sido su acompañante. Algo malo va a pasar... Casi como acción de reflejo se levanto del escalón, abriendo sus párpados. Ella sabía que era cierto, lo había presentido desde que salió de la cama esa misma mañana. Comenzó a caminar siguiendo sus instintos. Solo fue cuestión de minutos para llegar a la parte más urbanizada de la península de Pensilvania, allí ella observo la casa grande de los Winston, donde se percato de la presencia de los chicos de la manada, una mujer de cabello oscuro como la noche, piel blanca y ojos café junto a su lado un hombre moreno de cabello algo canoso. Aunque eso no fue lo que le impacto de sobremanera, sino el hecho de escuchar unos gritos desgarradores de dolor, la castaña busco de forma casi desesperada a Jace pero al no verlo supo de quien provenía aquellos lamentos. Ella a pasos apresurados se dirigió hacía esa dirección. No obstante, un Ferrari roja se estacionó antes de que la ojiazul llegase, de esta se bajo una castaña que AquaMarine de inmediato supo que era Madeleine. Detuvo su andar de golpe, a solo unos pocos metros de distancia de ellos, al mismo momento que otro desgarrador grito se oyó de fondo. La hija del mar tuvo que taparse los oídos con sus manos para soportarlo. Ella estaba temblando. La opresión en su pecho se hace más recia con solo escucharlo, el miedo junto a la incertidumbre recorría cada centímetro de su ser, al no saber a ciencia cierta lo que estaba ocurriendo, como pudo se logro ocultar detrás de la camioneta roja. —No deberías estar aquí por tu culpa mi hijo fue herido por esa bestia—habló la mujer con la voz entrecortado. Aqua se tapo la boca con una de sus manos, para no hacer ruido por la sorpresa. —Si tu novio no lo hubiera atacado estaría con nosotros—comentó Noah, otro de los chicos de la manada. Su corazón galopa en su pecho. —Si, yo hubiera estado allí, tal vez está situación no hubiera pasado —intervino Madeleine con tristeza. —¡Es tú culpa, por meterte con ese asesino!— escuchó como la reprende Samuel. Ella se asomó ligeramente para poder ver como salían de la casa, una mujer sumamente guapo con atuendo de enfermera, y a su lado estaba el alfa. —Ya paso lo peor, estará bien, le di un calmante— anunció la mujer. —Regresaré para darle más—agregó, mientras mirada a la otra mujer. —Gracias—agradeció el hombre a la mujer. La enfermera asintió para desviar su mirada a la Madeleine. —Esta preguntando por ti, hija—acotó la mujer justo en el momento en que decidió marcharse. AquaMarine sintió como algo dentro de su pecho se rompió aunque fuera literal, le había dolido con tanto fervor que no lo soporto más, escuchar que Jace en su estado moribundo haya preguntado por la otra castaña le destruyó por completo. —AquaMarine—escuchó que le llamaron pero eso no le impidió irse. Le exigió a sus piernas andar lo más acelerado que podía, sus zafiros se opacaron debido a las lágrimas acumuladas que se abrieron pasó por sus mejillas. ¿Porqué le dolía tanto? Su respiración se entre cortó a causa del esfuerzo físico al correr lo más alejado de la casa del Rogers, deseando estar sola, que nadie la viera llorar como una niña pequeña lastimada. Aunque se sintiera así. Ella dejo que su propio cuerpo la llevará a donde realmente pertenecía, por esa razón, la castaña había llegado a la cumbre más alta del acantilado de la playa de la península. —No soy suficiente—susurró entre lágrimas. La fuerte brisa hacía estrago en su cabellera café, mientras que la punta de los dedos de sus pies rozaban el borde del acantilado, una vez más, llevo sus ojos zafiros brillantes a causa del reflejo de la luz lunar en ellos hacía el mar. —Cruel y frío eres como el mar, ¿Cuándo a mi tú regresarás?, ¡Oh! ¡Mi amado!, oye mi cantar, mi amor no morirá—cantó con su voz entrecortada aquél simbólico trozo de la canción que entonó la vez pasada. Ella se aferró al único recuerdo que tenía de lo que posiblemente fue. La castaña inclinó su cuerpo hacía adelante dejando que la gravedad hiciera su propio trabajo, a la vez que, ella cerraba sus ojos, sintiendo la furia del viento golpear su angelical rostro rosado. Ella se había lanzado al fondo del mar. —¡AquaMarine!—un grito, masculino resonó a la lejanía. Con el simple toque brusco del impacto del agua marina con el indefenso cuerpo de la chica, el mar se tornó turbio y violento, tal cual, como un padre cuando le hacen algún daño a su hija. El mar acunaba la anatomía física de la castaña, le arrulla tratando de calmar el dolor yaciente en lo más profundo en su pobre corazón. Si era posible el mar se llevaría consigo a su más valioso tesoro. Los pulmones de la hija del mar comenzaron a exigirle oxígeno, por alguna particular razón ella no podía respirar bajo el agua, abrió con sosiego sus ojos mientras extendía una mano hacía la superficie. Ella no tenía miedo a la muerte. Ni siquiera sabía el significado oscuro de aquella palabra. Sus cristalinas lágrimas se mezclaron con el océano, sentía que cualquier momento llegaría su fin, aunque ella no estaba aterrada, ese era su hogar y allí era donde pertenecía. Se le cerraron solos los párpados cuando la última gota de agua inundó sus pulmones, ya estaba lista. Volvería a su hogar. No obstante, sintió un cálido toque en su mano tomándola con firmeza, justo en el momento que perdió el conocimiento. ”Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los cómos”... Pero ella no tenía un propósito por el cual vivir, aquel ser que debía amarla con locura, lo único que le brindo fueron esperanzas rotas de un posible futuro incierto. Ya no existe un motivo para estar allí... Ella prefería la muerte. Continuará...
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