Sofía.
Cuando abro mis ojos, y veo un techo completamente blanco, pienso que debo haber muerto.
Pero cuando logro recuperar todos mis sentidos, y escucho el pitido, doy gracias al cielo porque reconozco el olor a hospital.
Quiero sentarme, pero el dolor en mi costado no me permite. Entonces escucho un pequeño golpe, y volteo mi rostro. Y ahí está.
Simón mirándome a través de un cristal con su frente apoyada contra el vidrio.
Hay un hombre parado a su lado, que golpea su espalda y no puedo evitar sonreir.
Levanto mi mano para saludar, y nunca pensé que una pequeña acción como esta requiriera tanto esfuerzo, entonces el chico dice algo, y Simón sonríe.
Por fin puedo ver su sonrisa, hasta ahora sólo había escuchado su llanto, y me rompía el corazón no poder decir nada que pudiera al
