Simón. Sólo respiro profundo. Esto no es algo en lo que deba meterme. No tiene nada que ver conmigo. Me repito lo mismo una y otra vez pero no logro calmarme. Este tipo se atrevió a llamarla “mi mujer”. Lo hizo a propósito porque sabe quién soy o, ¿acaso habla de ella de esta forma con todo el mundo? -aguarde un momento- respondo. No digo nada más. Tomo las tazas de café, las llevo a la oficina de Sofía, y con sólo ver su cara feliz, me entristece tener que ser vocero de tales barbaridades. -Sofía, está el señor Espósito abajo, exigiendo que autorice su entrada porque tiene que ver a “su mujer”- hablo lo más tranquilo que puedo. Su expresión cambia radicalmente. Pasa de verse como una adolescente cuchicheando con su mejor amiga, a una mujer verdaderamente confundida. -¿qué dij

