Simón. Cierro la puerta de la oficina y me apoyo en ella sólo un momento. Cierro los ojos mientras mi cabeza se recuesta débilmente y trato de no pensar en nada. No vuelvas a entrar. Un pie delante del otro, al trabajo. Ahora. Me ordeno a mi mismo. Enderezo mis hombros, me aferro a la bandeja y camino. Un pie delante del otro, repito. Escucho mis pasos resonando en el edificio, dejo la bandeja en la pequeña cocina que ahora parece el lugar más reconfortante de la oficina y me escapo a mi escritorio. Me centro en trabajar. Reviso la agenda, concreto reuniones, actualizo las cancelaciones, hago café para Berenice, la asistente jefe, pero me mantengo alejado de su oficina. Atravesando esa puerta, al otro lado del pasillo, está la mujer que me hace sentir que la vida tiene sentido, y

