Nyx abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz tenue de la mañana italiana que se filtraba a través de las gruesas cortinas de la habitación. El calor del día ya se hacía presente, abrazando su piel con un manto sofocante. Cada parte de su cuerpo palpitaba con una intensidad difícil de soportar; cada músculo, cada fibra parecía tensarse y latir al unísono, como si hubiera librado una batalla durante toda la noche 8algo muy cerca de la realidad). Un dolor sordo se extendía desde sus hombros hasta la base de su espalda, recordándole cada momento vivido en las últimas cuarenta y ocho horas. Sus caderas parecían haberse expandido, sus piernas apenas podían moverse, y su entrepierna dolía y al mismo tiempo aún tenía presentes los estragos de las duras embestidas de Aleksei. Nyx inhal

